Capítulo 20
ADVERTENCIA
LENGUAJE MALSONANTE
Y TORTURA EXPLICITA
LEER CON PRECAUCIÓN.
SI ERES UNA PERSONA SENSIBLE, EVITA LEER ESTE CAPÍTULO.
GABRIELA.
Jadee en su boca intentando ser lo más silenciosa posible, es el horario de salida en la compañía y ya tuvimos que movernos de posición dos veces por mí temor a ser atrapados, porque a Leone todo lo que le interesaba era madrearme el culo, frotarse con mi centro y saborear mi boca hasta cansarse... y estaba muy, muy lejos de cansarse.
— Leo... espera... espera...
Moviendo mi cabeza hacia un costado, recibiendo gustosa sus besos húmedos con la boca abierta que van desde la piel expuesta en mi clavícula, hasta la barbilla, raspando la zona con sus dientes, enviando una corriente eléctrica por mi espinazo, provocando un dolorcito placentero en mi entrepierna, siento la humedad y es... peligroso, carajo ¡Es peligroso! ¡Lo olvidé!
— Tenemos que parar.
Me las arreglé para decir, sintiendo a Leone detenerse automáticamente, levantando la cabeza jadeante, la mirada oscurecida, los labios hinchados por tantos besos, y más abajo... la obvia protuberancia en su pantalón, debe ser doloroso sabiendo que a mi hombre le gustan los trajes a medida.
— ¿Por qué hay que parar? Podríamos hacerlo en el auto y luego en casa, no te robaré mucho tiempo, lo prometo.
La ansiedad es palpable en su voz, pero se mantiene quieto, no ha tenido mi consentimiento, por lo tanto, no hará ningún movimiento, eso es lo que me gusta de él, me respeta, me quiere y se preocupa de que lo que sea que hagamos lo disfrutemos ambos.
— No puedo, de verdad no puedo — jadeante, estirando mis manos para acomodarle el cabello que yo misma desordené— Tengo el periodo, y me puse un tampón, necesito llegar rápido a casa.
Me miró como si estuviera loca, irguiendo su figura, dejando de apretujarme contra el auto que tengo a la espalda, algo bueno, ya que estaba clavándome la palanca de la puerta hace bastante y comenzaba a ser doloroso.
— ¿Eso es todo? ¿Mi señora me privará de sexo por un poco de sangre? ¿Es que acaso me ves como alguien a quién la sangre le provocara algo? Me has visto literalmente bañado en ella ¿Y crees que la tuya me será repugnante?
Parece... ofendido.
— Si comienzas con eso de que un soldado no teme ensuciar su espada, no continuaré la conversación, no es no.
Cruzándome de brazos.
— No soy tan cliché como esos idiotas — acomodando sus manos en mis caderas— Por favor... —Suplicó— Será beneficioso para ambos.
— ¿En qué me beneficiaría yo? Me moriría de la vergüenza.
Sintiendo mi rostro arder, Emil ni siquiera me tocaba cuando estaba con el periodo, ese maldito animal me dejó traumada en ciertos ámbitos sexuales, por el bien de la misión que se me encomendó, me entregué a él, Emil fue el primero y el único hasta Leone.
— Te lo diré enseguida, dame dos minutos.
Tomando su móvil.
Tuve toda intención de protestar, pero extendió una de sus manos y me cubrió la boca, besándome en la frente, una manera nada sutil de decir que me callara, así que me callé, rodando los ojos, cruzada de brazos, apoyada en ese auto, esperando a que buscara lo que sea que esté buscando.
— ¡Aquí está! Mira — muy pendiente a su móvil— Sexo con el periodo es beneficioso ya que alivia los cólicos, hace que tu periodo sea más corto, incrementa el deseo sexual, eso me beneficia a mí ¿Ves?, es un lubricante natural, mejora tu estado de ánimo... Yo veo sólo cosas positivas, rojita, no sé por qué te sigues negando.
Aparté su mano sonrojada a más no poder, mirando como realmente no le interesa un poco de sangre.
— Me da vergüenza, es eso.
Admití.
— ¿Y vergüenza de qué? Las mujeres menstrúan, es algo completamente normal, quien se espante no es un verdadero hombre — sujetándome por la cintura, pegándome a él— ¿Me dejarás? Por favor...
Trazando lentas caricias con su pulgar, observándome con esos ojos penetrantes, oscurecidos y mágicos, que me hacen olvidar todos mis complejos e inquietudes.
— Está bien, pero en la ducha o puedes irte olvidando del sexo rojo.
Se lamió los labios, plantando un coqueto beso en los míos, sonriendo feliz.
Otra de sus escasas sonrisas... cómo las adoro...
— El rojo es mi color favorito, vamos.
Tomándome de la mano, entrelazando nuestros dedos, caminando a toda prisa hacia nuestro auto, fue divertido de ver cómo se acomodó tras el volante y condujo como un maldito loco, saltándose todas las señales de alto y todos los semáforos sólo para llegar más rápido al edificio y subir para hacer lo que tanto deseábamos.
— Mi señora, haga los honores, por favor.
Dijo ya dentro del ascensor, señalando el teclado número para que ingresara los dígitos y comenzáramos a subir, aprisionándome entre su cuerpo y el espejo luego de haberlo hecho, quitándose uno de los guantes, deslizando sus nudillos por mi mejilla con lentitud, esa leve caricia me dejó sentir su piel áspera y desigual, y no podía ser más perfecta, él era perfecto.
— Pensé que nunca más podría tocarte así, besar tus labios — apoyando los suyos sobre los míos, un pequeño y casto beso que hizo sonar— Tuve miedo de que me hubieses mentido sobre lo que estamos construyendo juntos, siento demasiado por ti y eso me nubla, pensé que había bajado demasiado las defensas, me sentí tan tonto, incluso me dolió el pecho, se me apretujó el corazón de sólo pensar en que todo era un engaño.
Sujetándome por el culo para favorecer el roce entre nuestros cuerpos, puedo sentir perfectamente su pene presionar sobre mi ombligo, soy testigo de que su metro noventa y cinco no es lo único que sale del promedio, me siento tan afortunada...
— Grábatelo en la cabeza, yo jamás voy a traicionarte — acunando su rostro— Te daré hechos, no palabras, las palabras no valen nada, voy a demostrártelo.
Apoyó su mano tras mi cabeza en el momento exacto en que me empujó para apretarme mejor contra el espejo, protegiendo la zona, su cuerpo macizo y caliente contrastando con la frialdad que se me clava en la espalda crea una combinación exquisita que me obliga a arquear la espalda y jadear, dándole la oportunidad para que me meta la lengua en la boca y ancle su rodilla en mi entrepierna, meciéndome para buscar mi propio placer, posando sus manos en mi culo para moverme a su antojo sin dejar de comerme la boca, empañando los espejos que nos rodean, causando que la imagen de nuestros cuerpos juntos se vean cada vez más borrosos hasta transformarse en una indistinguible sombra de colores.
Me esforcé por tomar la tarjeta de acceso y apoyarlo en el detector para que las puertas se abrieran y nos dejaran entrar al pent-house, Leone no tardó en alzarme por los mulos, rodeándose las caderas con mis piernas mientras camina con rapidez hacia la habitación, encontrándonos en el camino con la señora Liesel con el plato de Lucifer entre las manos y mi gato haciendole fiesta a su alrededor.
— Bienvenidos a casa, señores.
— Hola Liesel.
Respondió Leone por cortesía sin detenerse ni enlentecer la marcha.
— ¡Buenas tardes, señora Liesel!
Dije un poco más atrasada, gritando desde las escaleras, el placer me nubla los sentidos y me vuelvo lenta, todo lo que quiero ahora es sentir a este hombre dentro de mí para que me reacomode por dentro y me dé la fuerza que necesitaré para esta noche, una noche larga sin dormir.
Una noche que he esperado por años.
— Quítate la ropa.
Ordenó bajándome al piso, lanzando el saco de su traje al cesto de la ropa sucia antes de estirarse y dar el agua caliente de la ducha, observándome atentamente mientras me apresuraba a quitarme la ropa de cintura hacia arriba primero, prestando especial atención cuando patee los zapatos y deslicé las calzas gruesas por mis piernas, titubeando al llegar a las bragas, viendo como él termina de desnudarse y recoge la ropa de ambos, dejándola en el cesto, creo que es un poquitín maniático con el orden y la limpieza, lo tendré en cuenta.
— ¿Necesitas ayuda, rojita?
Acercándose a paso lento.
— Creo que sí, pero yo me quito el tampón.
Me está entrando la vergüenza, pero deseo esto tanto como él, estoy intentando ganar la batalla interna que tengo con el pudor.
Para mí, el sexo con menstruación fue un tema tabú por mucho tiempo, Leone llegó a librarme de todas mis cadenas autoimpuestas y exigidas por terceros.
— Oh no, yo puedo hacerlo, sólo relájate, es algo natural, recuérdalo, no pasa nada, ninguno de los dos se va a morir por un poco de sangre, tú tranquila.
Deslizando con lentitud las bragas por mi cuerpo, esperando a que levantara un pie y luego el otro para tirarlo junto con el resto de la ropa, pidiéndome silenciosamente que separara las piernas, quitando el tampón con un sutil movimiento, lazándolo a la papelera, encogiéndose de hombros, mirándome como si dijera "¿Vez como no pasaba nada?
Estiró su mano hacia mí y me llevó hasta la ducha, dejando que me pusiera bajo el chorro de agua, acomodando mi cabello hacia atrás antes de meterse él mismo sobre la enorme cascada de agua, cerrando la puerta de cristal para encerrarnos en nuestro propio mundo, rodeándome el cuello con su mano para acercarme a él y comerme la boca otra vez, besándome con la misma necesidad de antes, como si no se cansara, como si jamás pudiese tener suficiente de mí.
Estiré mis manos trazando lentas caricias a sus hombros y sus brazos, sintiendo las cicatrices mancillar su perfecta piel, cada una de ellas cuenta una historia de lo horrible que fue vivir con su padre, y a la vez, por cada una de ellas, me da un motivo diferente de porqué debo deshacerme de Dominik, no pude evitar romper el beso e inclinarme hacia su pecho, besando cada relieve producto de las heridas ya sanadas, escuchándolo jadear, no parece desagradarle mi pequeña muestra de afecto.
— Eres el hombre más guapo que he visto en la vida, lo tienes todo, eres sensual, inspiras respeto con sólo caminar, todo tú emana poder, y eso es tan sexy... Todo tú me vuelve loca...
Sentí de primera mano como le vibró el pecho cuando gimió grave, no pude seguir regando un camino de besos hacia la parte de su cuerpo que me interesaba besar, sus dedos se enredaron en mi cabello y me estiraron, lo siguiente que sentí fue su boca chocar con la mía, roce de dientes, besos agresivos, lenguas poco dóciles que no se dejarían dominar tan fácil, todo era tan morboso, tan caliente...
Se puso mejor cuando mi espalda tocó la pared, levantó una de mis piernas, y sin previo aviso se hundió en mi interior, gruñendo en mi boca de gusto, embistiendo con agresividad, sujetándome bien para que no perdiera el equilibrio, resulta un poco complicado mantenerme de pie con la punta del mismo y Leone pareció notarlo, porque en cuanto trastabillé ligeramente, no dudó en alzarme, separándome bien las piernas para hundirse mejor en mi interior.
— Sujétate bien, mi señora.
Murmuró rozando mis labios antes de volver a atacarlos con intensidad, el golpeteo rítmico de nuestros cuerpos colisionando, la lluvia artificial que cae sobre nuestros cuerpos, mis pechos frotándose con su pecho fornido por cada embiste poderoso, y lo pegados que estamos provoca que roce mi clítoris cada vez que empuja, por lo que la llegada al orgasmo fue inminente, me quebré en mil pedazos entre sus brazos, deshaciéndome en placer sin dejar de apoderarme de esa deliciosa boca que es capaz de amenazar y profesar palabras de amor, poco después, mi estreches y mi propia liberación, provocó que Leo me alcanzara, moviéndose frenético, dejándose dominar por la sensación, penetrándome con mayor rudeza.
El golpeteo carne contra carne enciende mi cuerpo, y cuando sentí su semilla caliente llenarme por dentro, me fue inevitable mantener el placer a raya, llegando a mi propio orgasmo por segunda vez, sintiendo el cuerpo flojo y pesado, bien podría ir a la cama para dormir un poco justo ahora.
— El sexo contigo siempre es glorioso...
Dijo sin retirarse ni un poco, dándole un mordisco amistoso a mi hombro antes de plantar un beso casto sobre mi boca.
Hice mi mejor intento por no ver la mezcla de fluidos a nuestros pies.
— Digo lo mismo, nunca disfruté del sexo hasta que caí en tu cama, Leo.
Acomodándole el cabello hacia atrás, viendo su rostro contraerse en el buen sentido de la palabra, disfrutando de mis caricias, retirando su pene, bajándome lentamente al piso, sujetándome.
— Pues espero hacerla disfrutar mucho tiempo más en nuestra cama, mi señora.
Dijo con deje juguetón.
Besando mi mejilla antes de tomar el champú y poner un poco en mi cabeza, comenzando a lavarlo.
Podría acostumbrarme a esto, que me traten con amor...
***
Miré mi reflejo en el espejo, ya estaba lista para ir a la zona roja y cumplir con mi cometido, me embutí dentro de unos pantalones de cargo negros, un top del mismo color, botas de servicio y un grueso cortavientos, todo de material especial, de matriz de cerámica, carburo de silicona entre tela y tela, todo de revestimiento táctico, si llegan a dispararme, la bala no penetrará la tela, sin embargo, el impacto será bastante doloroso.
Até mi cabello en una alta coleta y observé que el maquillaje se hubiese secado, Marie me enseñó que nunca debo ir desarreglada a ningún lugar, siempre que quiera ser el centro de atención, debo serlo.
Tras de mí, un silbido me sacó del transe, Leone está sentado en la cama aún con la toalla alrededor de su cintura, no quiso perderse detalle de mí preparación, por lo que no se ha vestido.
— Te ves increíble, rojita ¿Vas a seducir personas o a matar? Porque te ves impresionante como para hacer cualquiera de las dos cosas.
Ajusté el arnés a mi cintura y metí dos armas ahí, también tres de mis cuchillas favoritas, y un par de balas de repuesto en caso de que las necesitara.
— ¿Vas a ignorarme así sin más?
Preguntó después, soy consciente de cómo me mira el culo, veo todos sus movimientos a través del espejo.
— Si te hago caso, terminaré arrancándome la ropa yo misma para montarte, así que sí, te ignoraré sin más.
Volteando para tomar la ropa de repuesto, metiéndola dentro de mi bolso grande junto con mis pertenecías.
— ¿No puedes darme otro par de minutitos? Cinco serán suficientes, hasta dos, lo que sea.
Pidió, aprovechándose del buen royo entre nosotros.
— Te veo en el pandemónium, mi señor, le pediré a Emma que me bese el culo para que sólo tú tengas el privilegio de tocarlo.
Plantando un beso sobre sus labios, alejándome lo suficientemente rápido para que no me retuviera ahí, porque de hacerlo, estoy segura de que me quedaría.
Me despedí de mi gato y la señora Liesel antes de meterme en el ascensor y revisar el móvil, tenía un mensaje de Emma, no podrá acompañarme ya que tiene un problemita en su apartamento, se reventó la cañería y para mi sorpresa, no encontró ningún fontanero además de Blaz Fischer, curioso, muy curioso, ya quiero saber qué pasó ahí.
Bajé directo al estacionamiento privado, noté mis llaves colgadas en el tablero y sin dudar, caminé hacia mi bonito auto nuevo nada extravagante que me llevó directo a la zona roja sin llamar la atención, bajando en la chatarrería, dando la clave al guardia de turno para que me dejara pasar, llegando directo a la base de la resistencia, siendo escoltada hacia una de las salitas, viendo a mi progenitor mojado de pies a cabeza, vapor emana de su cuerpo, puedo ver el sarpullido y partes de su piel desprendiéndose.
— Vaya... veo que te han mantenido entretenido, papi — dije con ironía— ¿Qué le hicieron?
Pregunté a uno de los viejos, Charlie, quién estaba ahí dentro.
— No mucho, sólo lo mojaron con agua congelada, y luego, lentamente, vaciaron todos los termos de agua hirviendo sobre su cuerpo, no lo matará, pero lo mantiene en agonía constante, todo tuyo, Rocky.
Dijo Charlie, entregándome las manoplas, esto no debería de tardar mucho, tengo cosas que hacer, sexo que tener, un pene en el que frotarme, cosas muchas más importantes que gastar mi tiempo con esta mierda que debí matar hace mucho.
— ¿Qué pasa, papi? ¿El dolor te quitó la capacidad de hablar?
Acercándome a él.
Lo mantienen bien atado a una silla de fierro, sujeta al piso, sus manos acomodadas en los reposa brazos de esta, los tobillos esposados a las patas, no puede moverse ni un centímetro, eso lo deja a merced de mi rabia.
— ¿Te pusiste los pantalones por fin, zorra? ¿Te crees mejor ahora que moverle el culo a alguien con dinero por fin te funcionó? Porque te encanta escalar ¿Emil no fue suficiente para tus caprichos? ¿Tuviste que revolcarte con una escoria de mayor magnitud?
La rabia bulló en mi interior, no dejaría que nadie pasara a llevar a Leone otra vez.
Anclé bien mis pies al piso, empuñé las manos y con las manoplas bien puestas, lo golpee en el rostro con toda mi fuerza, viéndolo escupir dos dientes al piso mientras se le llena la boca de sangre, sus gritos deleitaron a mis oídos, y me animaron a seguir, golpeándolo en el estómago, las bolas y nuevamente en el rostro, escuchando el crujir de su pómulo.
— Hija de puta mal agradecida, yo te di la vida, sin mí no existirías.
Dijo en un estúpido intento de hacer que dejara de descargar mi ira en él.
— Suplica bien, papi ¿O crees que esas palabras de mierda me harán retractarme? Hoy me vas a pagar todo lo que le hiciste a mi mamá.
— Esa zorra... ni para cogérsela servía, siempre se quejaba diciendo que le dolía, ni para mojarse servía, no servía de nada.
Apreté los dientes de la rabia, golpeándolo en la boca otra vez, viendo más de sus dientes saltar fuera, golpeándolo sin descanso, proyectando la imagen de Emil en Frank, porque si yo me hubiese quedado con ese hombre, probablemente hubiese terminado como mi mamá, la historia se repite ¿Quién sentiría placer con una bestia de mierda que poco sabe sobre el placer femenino? Afortunadamente supe alejarme cuando ya no podía sacar más de los Braun, yo nunca estuve enamorado de ese hijo de puta, tampoco le tenía miedo, eso me ayudó.
— Ya... basta... basta... basta...
Sonreí de satisfacción, mirándome las manos enguantadas salpicadas de sangre, podía sentir las mismas salpicaduras en mi rostro, el líquido carmesí acumulándose a los pies de este monstruo.
— Sufre más... Quiero que grites tanto que se te desgarrará la garganta...
Acercándome a la mesa pequeña junto a la silla, eligiendo mi próxima herramienta de tortura, tomando las tenazas sin borrar la sonrisa sádica de mis labios, escuchándolo gritar e intentar liberarse a medida que me acercaba a él, apretando uno de sus uñas con las tenazas arrancándola de cuajo, cerrando los ojos, inspirando profundo, el miedo puedo olerlo claramente.
— Por favor... no más... ya aprendí, no te pediré nada más, no te llamaré más...
Suplicó, las lágrimas recorren sus mejillas, pero no sentí nada, no sentía nada más que odio y repulsión hacia él.
— Llora más, papi, suplica más — arrancándole otra uña, riendo a carcajadas— Sufre más y metete en la cabeza que esto no es por mí, es por Freya, mi madre, te devolveré su dolor multiplicado por cien.
Tomando uno de sus dedos, doblándolo en dirección contraria, deleitándome con el dulce crack de un dedo roto.
Luego de eso no pude parar, le rompí cada dedo, y le arranqué cada uña, golpeándolo tantas veces que tendría que contar y ver muy bien haber si le quedan dientes dentro de la boca todavía.
— ¿Calentaste la cuchara, Charlie?
Mirando sobre mi hombro, el hombre se acercó con una cuchara al rojo vivo, Marie me entregó un guante para no quemarme, y mi padre, que aún conserva algo de conciencia, al leer mis intenciones, hizo todo lo posible por retroceder, lastima que no logró ir muy lejos, y no tardé en arrancarle un ojo con aquella cuchara, metiéndola en su boca, escuchando el chirrear de los tejidos al quemarse mientras él patalea y grita de dolor, la cuchara le llega a la garganta, quemando todo a su paso, miré el ojo en mi mano y se me ocurrió la espectacular idea de obligarlo a que se lo tragara.
Eso pareció quebrarlo por completo, su corazón se detuvo justo después de eso. No soportó.
— Ay papi, tenía pensado divertirme un poco más contigo.
Suspiré dejando todo en la mesa otra vez, de verdad pensé que me tomaría más tiempo, Frank sólo era fuerte frente a una persona que estaba físicamente enferma, y qué, además, luchaba para proteger a un ser indefenso, a mí, lo que la distraía constantemente.
— Te he vengado, mamá, ahora puedes descansar en paz, perdón por demorar tanto.
Mirando el cuerpo ensangrentado de Frank, reparando en todo lo que le hice para grabarlo en mi memoria, después de todo, será lo último que veré de él.
— Desásganse de este bastarde — sacudiendo las manos para quitar algo de sangre— Me iré a bañar y luego me marcharé, voy tarde a mi trabajo — mirando al público que se reunió para ver la masacre— Gracias a todos por ayudar en esto, Freya, mi madre, estaría orgullosa del trabajo en equipo de todos.
Recibí felicitaciones y buenos deseos de mis compañeros, algunos lloraban por la memoria de mamá, sus amigos, que también me cuidaron en mi infancia, felices de que mi progenitora por fin podrá descansar en el verdadero jardín del paraíso, en el infierno, sin restricciones y digna del placer infinito, viviendo aquello que se le arrebató, una segunda vida para ser feliz.
Sin mayor tardanza, fui hasta la zona de los baños con mi bolso lo mejor tomado posible para no empaparlo de sangre, desnudándome a toda prisa, quitándome los restos de mi padre de encima, limpiando con la esponja hasta enrojecerme la piel para quitarme el metálico olor a sangre, secándome el cabello después.
Deseché la ropa sucia y me vestí con la limpia, colgándome el bolso al hombro antes de salir, despidiéndome de toda la gente aquí abajo, prometiendo hacerles llegar una buena suma de dinero para los niños sin padres que crían entre todos, como lo hicieron conmigo.
El dinero que reunía no era en su totalidad para Frank, la resistencia se cuida la espalda en todos los sentidos, sobrevivimos a nuestra manera, trabajando duro.
Llegué al pandemónium en un parpadeo, estacioné el auto y entré al piso uno, directo a mi camerino para dejar mis pertenencias, revisando el uniforme de hoy, dos parches para los pezones, un bikini de estrellas negro que cubre bastante poco, unas bragas pequeñas y una falda diminuta, todo de cuero, complementé el atuendo con unas botas largas de medio muslo, ajusté el delantal a mi cintura y salí a toda prisa hacia el sub dos, tomando mi mascara y labial, saludando al guardia, caminando directo a la barra, saludando a la rubia que parece mucho más radiante que en la mañana.
— Así que... fontanero.
Tomando una de las boletas para comenzar a preparar los tragos pendientes, poniéndome a trabajar de forma inmediata.
— Te juro que llamé a todos los de la zona, si tuviera mi móvil, te mostraría el desastre que dejé en la cocina.
— ¿Y cómo fue que llegó él a casa?
Viendo las vendas en su mano, cubriendo su iniciación al club de los cuñados a la moda.
— Vino porque Leone le dijo que tú le pediste que fuera a buscar los juguetes de Lucifer porque no le gustaban los nuevos — hizo una pausa, mirando mi cara— Por tu expresión, puedo ver que jamás le pediste los juguetes.
— No, ni siquiera sabía que quedaban cosas de Lucifer en nuestro apartamento aún.
Frunciendo el ceño sin poder evitar sonreír.
Leo ¿A qué estás jugando?
— Bueno, mira, él fue por los juguetes, vio el desastre, se quitó el saco y me ayudó a repararlo, y a pesar de ser un hombre rico, sabe arreglar las cosas, le quedó como nuevo.
Entregué los tragos que preparé y tomé las dos boletas siguientes para continuar con mi cometido.
— ¿Y se llevó los juguetes de Lucifer?
Consulté.
— Nunca quedaron juguetes, todo fue un plan de tu prometido y no sé qué es lo que intenta lograr — bufó— Cambio de tema, me sofoca el abogado estirado, me da rabia pensar que se ve sexy con la camisa mojada ¿Cómo te fue hoy? ¿Sacaste la basura?
Asentí triunfante, tomando la botella de tequila para servir los shots.
— Saqué la basura y disfruté el proceso — enseñándole mis nudillos destrozados— Frank se fue temiéndome.
— Como debe ser, rojita, como debe ser.
Clavándome su codo en mi costilla para señalarme el grupo de personas que viene entrando, Blaz, Leo y Emilia, la exclusividad y el poder personificados, esta ultima tira de una cadena para acercar a su... amigo, y evitar que manos curiosas lo toquetearan, ella parece ser la dominante hoy.
No tuve oportunidad de evaluar a su acompañante cuando la rubia giró la cabeza con rapidez, divisándome entre el personal, meneando las caderas hasta aquí, apoyando los codos en la barra.
— Cuñada, te presento a Hans, mi guardaespaldas — señalando con orgullo— ¿Podrías darle el beso de la viuda? No quiero que me lo toqueteen, él aún es... tímido.
Deslizando su perfecta uña por el brazo de este, haciéndolo temblar y dudo mucho que sea repulsión, parece... ansioso, y va impecablemente vestido en un traje de diseñador, la exclusividad a Emilia le encanta, no me sorprendería si viste a su personal ella misma.
— Claro, no tengo problema, dame un momento ¿Dónde lo quieren?
Buscando mi labial en el bolsillo del delantal, usando el espejo de la barra para pintarme los labios, viendo la fluorescencia adherirse con cada repasada.
— En la boca — dijo Emilia— Que sepan que esa boquita tiene dueña aunque él aún no me la entregue voluntariamente.
Las cosas parecen estar bastante ardientes por aquí, Emilia siempre consigue lo que quiere, y basándome en el problema que el guardaespaldas tiene en su pantalón, dudo mucho que tarde demasiado en corresponder sus afectos.
— ¿Está bien para ti, Hans?
Pregunté ya lista, mirándolo.
— Si a usted no le molesta, señorita, no hay problema, yo estoy contratado para hacer lo que mi protegida desee.
Emilia rodó los ojos, señalándolo con aburrimiento, algo me dice que la rubia quiere romper la fina línea entre empleador y guardaespaldas esta noche, se le ve ansiosa.
— Ok entonces, inclínate hacia acá.
Hizo lo que le pedí y sin mayor demora, dejé el beso de la viuda sobre su boca, tomando una servilleta para limpiar el resto de labial fluorescente que quedó en mi boca, dispuesta a regresar a mi trabajo de preparar tragos.
— Uy... cuñadita, despertaste al diablo, no lo pensé.
Fruncí el ceño, sin entender a lo que Emilia se refería, levantando la cabeza, mirando en dirección a dónde ella miraba.
Leone estaba sentado en el sofá de cuero negro, apoyado en el respaldo, el talón apoyado en la rodilla del pie contrario, hace girar el líquido de alcohol en una de las copas, y puedo jurar que desde mi posición, a varios metros de distancia, puedo sentir la molestia que emana de él.
Un sutil movimiento de su mano hizo que Leone llamara a una de las chicas del servicio, pensé lo peor, se desquitaría con ella para que yo lo viera disfrutar, pero me equivoqué, la chica vino hacia mí mientras se pintaba los labios, sonriendo.
— El señor de ahí — señalando disimuladamente— Me ofreció un millón por darte un beso de la viuda entre los pechos, el abdomen y en el trasero ¿Me lo permitirías? Un millón es un millón, necesito el dinero, compañera.
Se le ve acomplejada.
Negué sonriendo, relajando los hombros al ver que Leone quiere marcar territorio, siempre tan posesivo y dominante, eso lo hace condenadamente sensual, el hecho de que me marque de esta manera.
— Un beso no se le niega a nadie, adelante.
Estratégicamente me moví de lugar para que él fuera capaz de ver cómo me marcaban con el beso de la viuda, y para cuando el trabajo estuvo hecho, le entregó una buena suma de dinero a la chica.
Fue inevitable rodar los ojos al ver a Blaz con las piernas separadas y una chica entre sus piernas, haciéndole una mamada, su pudor es mínimo, no desaprovecha oportunidades, pero luego de la pincelada que me contó de él, no me sorprende, le pasa como a Leo, nadie se le acerca por decisión propia si no es para sacar algo de él, es... triste y solitario.
— A mí me gustaría que pagaran esa cantidad por mí — dijo Emma, observando los besos— Siento envidia.
— ¿Cómo estuvo el fontanero hoy? —le preguntó Emilia a Emma— Para la próxima, cierra la ventana, no fue difícil que Hans entrara y estropeara tu cocina por petición mía, me gusta que mis hermanos sean felices, tengo buen ojo — jalando de la correa, dispuesta a marcharse— Saben lo que dicen, ojo de loca no se equivoca, y yo siempre tengo lo que quiero, sino, pregúntale cómo se comprometió la rojita.
Guiñándonos un ojo antes de ir a acomodarse con sus hermanos, tomando asiento sobre un rígido Hans que intenta respetarla en todo momento.
— ¿Qué me quiso decir?
Preguntó Emma un poco desconcertada.
— Que lo de la cañería fue a propósito, ella orquestó todo, es lo que hace, acepté el contrato de matrimonio por ella, porque insistió y terminó convenciéndome de que era lo mejor.
Emma me miró con la sorpresa bañando su rostro, luego miró al pelinegro, el medio hermano de los Lehmann.
No me sorprendería que Emilia haya apuñalado la mano de Emma a propósito considerándola parte del club de cuñados a la moda, podría haberla marcado ya para dársela a Blaz, la mente de esa rubia trabaja a una velocidad impresionante y es capaz de todo para ver la felicidad en los rostros de sus hermanos.
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BUENAS BUENAS BBCITAS!!
NO DEJAN DE SORPRENDERME! MANTENEMOS LA META DE COMENTARIOS DE 250 PARA PROXIMA PÚBLICACIÓN
TRAJE NUEVO CAPÍTULO Y CON DETALLES ESCABROSOS!!
POR FIN ADIÓS A FRANK, LO MERECÍA POR TODO EL DAÑO QUE HIZO
GABI DISFRUTÓ CADA MOMENTO
Y LEO? LEO ESTUVO PERFECTO HOY, ESTE HOMBRE NO ME DESILUCIONA
QUIERO UNO COMO ÉL
Y LUEGO EMILIA?
ES QUE EMILIA ES CASAMENTERA, QUE ME ARREGLE LA VIDA
ELLA A SU MANERA TAMBIÉN HACE TODO POR SUS HERMANOS
YA CONSIGUIÓ LA FELICIDAD DE LEO, LE FALTA LA DE BLAZ
LE RESULTARÁ?
EMMA NO ES NADA FACIL EN TEMAS DEL AMOR
YA VEREMOS QUÉ RESULTA
NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO
BESITOS EN LA COLA!
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