Capítulo 14
GABRIELA.
Blaz dijo que debía vestir escandalosamente sexy hoy, es el motivo perfecto para ocupar cierto vestido de mi guardarropa, el cual yo no compré, debe ser obra de Leone o Emilia por el color, un rojo vivo, encendido, y escandalosamente descubierto, perfecto para ir a la zona roja, el lugar de mis pesadillas, a asegurarme de que el hombre al que me confesé recién hoy siga respirando y no haya sucumbido a mi maldición, todo sale mal siempre a mi alrededor.
Miré mi apariencia en el espejo, el vestido seleccionado tiene corte cuadrado y flojo en la zona del pecho, permitiendo dar un generoso vistazo a la zona V de mis pechos apretados gracias al brasier con pegatinas que llevo puesto, el frente es lo más sobrio del vestido, de espalda y curvas de la cintura descubierta, unidas únicamente por delgadas hebras de tela del mismo color, la falda cubre medio muslo, una abertura en el costado derecho hasta la cadera, mostrando casi la totalidad de mi tatuaje, llevo puesto unas bragas de hilo para llevar un modelito como este, mi calzado es igual de escandaloso, sandalias doradas, serpientes del mismo color recorriendo mi talón y media pierna, me veo condenadamente sexy.
— Debo interpretar bien mi papel hoy.
Convenciéndome frente al espejo, caminando hacia el tocador, eligiendo el maquillaje que me acompañaría en mi misión, el delineado largo para afilar mi mirada, enchiné mis pestañas, sombras de ojo en tonos café y dorado suave sólo para darles algo de color, labial rojo mate y de larga duración, un poco de rubor para no verme tan pálida en presencia de todos los sujetos que probablemente me encontraré... y ya estoy lista.
— Vaya... yo sé que dije que te vistieras sexy, pero te luciste.
— ¡Mierda!
Brinqué del susto, mirando a Blaz parado en la puerta, apoyado en el marco, de brazos cruzados, mirando con atención como me preparaba.
— Casi me da un infarto — girando para mirarlo mejor— ¿Cuánto llevas ahí?
— Acabo de llegar, tengo tarjeta de acceso ¿Recuerdas? — entrando en el cuarto— ¿Estás lista?
Tomando mi labial, inspeccionándolo como si fuese la cosa más extraña y maravillosa que hubiese visto nunca.
— Sí, estoy preparada — colocándome de pie— ¿Alguna advertencia? ¿Algo que deba saber?
— Sí, de hecho, sí — colocando el labial en su lugar otra vez, dándome su atención— Un arma, no puedes ir a ese lugar sin tener un plan B, porque hablar créeme que no funciona de mucho.
— Pero yo jamás he sostenido un arma, no quiero matar a nadie.
Blaz suspiró, apoyando sus manos en mis hombros.
— Gabriela, eres estúpidamente buena, y lo valoro, me agradas, pero en este rubro matas o te matan ¿Quieres morir? — negué rápidamente— Entonces... ¿Quieres que maten a Leone?
— Por supuesto que no ¿Por qué crees que me arreglé así? ¿Crees que quiero ir a la zona roja? Lo hago por él.
Hablando con los dientes apretados, señalando la salida.
— Así que por él — sonriendo de lado— ¿Ya le dijiste que te gusta o eres demasiado cobarde para eso? Porque eso de que somos amiguis y follamos ocasionalmente como un favor no se lo cree nadie, yo no me casaría con un bastardo arrogante al que no amo, dime ¿Ya le confesaste tus sentimientos?
Bufé, al parecer, soy pésima ocultando mis sentimientos.
— Me confesé hoy, tuvimos... un momento antes de que lo llamaran por trabajo, así que estoy preocupada ¿De acuerdo?
— ¿Tienes sentimientos por él? Quiero escucharte decirlo, es la única manera de que me quede tranquilo dejándote con mi hermano, Leo sufre a diario porque la gente le teme, si al menos una persona lo ama yo... puedo relajarme ¿Entiendes?
Tiene buenas intenciones, tanto Emilia como Blaz intentan proteger a Leone a su manera, después de todo, el mayor de los tres se ha llevado una pesada carga sobre los hombros durante todos estos años.
— Sí, lo quiero, Blaz, me preocupo por él, quiero que sea feliz, así que deja de darle vueltas al asunto y llévame allá.
— Me gustas chica, eres perfecta para mi hermano — sonriendo otra vez— Sube esa bonita pierna descubierta al asiento, te traje un regalo.
Hice lo que me pidió, viéndolo ajustar un arnés en mi muslo, ajustando un arma, balas y una navaja olografica muy bonita.
— Regalos de compromiso de mi parte — sonrió— Ahora, presta atención, la pistola es fácil de ocupar, alinea los hombros con los pies, bajas el seguro ¡Y bam! A la cabeza, eso los matará enseguida y no les dará tiempo de dañarte, no dudes, Gabriela, son ellos o tú.
— ¿Será necesario? Yo... realmente no quiero hacerlo.
— Estaré yo ahí, me encargaré de protegerte, pero si te ves en la necesidad, tienes que ocuparla, prométemelo, no quiero que te mueras hoy, Gabriela.
Suspiré.
— Está bien, pero...
— Sin peros, nos vamos, continuaremos hablando en el auto.
Tomando mi bolso, colgándoselo al hombro, sujetando mi mano para llevarme al ascensor, metiéndonos ambos dentro.
— Hablemos de los posibles escenarios —presionando el botón que nos llevará al estacionamiento— Leone es un imbécil en la zona roja, si te habla mal o dice cosas que jamás te diría estando ambos solos... no te molestes con él, ser el cabecilla de la mafia roja es difícil, tiene una imagen que cuidar.
— Puedo entender eso.
— Y si... hace cosas dignas de un idiota de la zona roja, ya sabes, las mujeres son meros trámites allá, monedas de cambio, objetos para cerrar tratos, lo sabes mejor que nadie porque te pasó, así que... ten la mente abierta, es todo lo que te pido y por favor no te molest...
— Que no me moleste con él, está bien — rodando los ojos— Mantendré la mente abierta y actuaré dependiendo de la situación, no haré ninguna locura, tranquilo.
Se abrió el ascensor y caminé hacia la pared repleta de llaves, viendo la cantidad de vehículos frente a mí, iba a tomar uno al azar, pero Blaz sujetó mi mano y negó, eligiendo uno para mí, entregándomelas.
— Un Ferrari, rojo, lo mejor para la próxima mujer de Leone Lehmann, la imagen cuenta, no lo olvides nunca.
Asentí, comenzando a caminar otra vez, al ver que no me seguía, volteé para mirarlo.
— Soy considerado inferior ahí por ser mestizo — explico— No puedo viajar en el mismo auto que tú, así que sígueme de cerca ¿De acuerdo? Trátame como si trabajara para ti, es lo que esperarán de mí, tienes que ser como Emilia, autoritaria, altanera, egocéntrica, ya sabes, todos los reflectores son tuyos y no tienes por qué compartirlos.
— Esto será más difícil de lo que pensé.
Suspiré.
Él sólo asintió de acuerdo conmigo y dejó el estacionamiento, para cuando encontré el auto y salí, lo vi esperarme fuera del pórtico, poniéndose en marcha al verme y yo sin dudar, lo seguí, dándome ánimos para cumplir con esta complicada labor.
Soy valiente.
Soy fuerte.
Soy la prometida de Leone Lehmann, yo puedo hacer esto.
Crucé la zona roja acelerando casi a tope antes de acobardarme, seguí en línea recta siguiendo el vehículo de Blaz, negro y polarizado al máximo, deteniéndonos frente al más alto de todos los edificios, una L gigante en la cima, el edificio Lehmann, dónde el abogado no podía entrar sin una buena excusa.
Bajé del auto y lo bloquee, acercándome a Blaz con pasos tranquilos, colocando la mejor mascara de indiferencie en mi rostro, entrando en mi papel, ya hay personas acercándose para mirar mejor, estoy muy llamativa, joder.
— Ten esto, es de Emilia, lo vas a necesitar — dijo, colocando un abrigo de piel rojo sobre mis hombros, entregándome el bolso— Ahora, levanta la barbilla y piensa que eres superior a todos en este lugar — ofreciéndome su brazo— Vamos.
Asentí y caminé con seguridad, un paso delante del otro, ignorando el frío que me cala los huesos, entrando al edificio, encontrándome con el primer grupo de sujetos que interferirían en mi misión de comprobar si Leone está bien o no.
— Que yo sepa, no hemos llamado putas, menos a mestizos de mierda.
Dijo uno de ellos, bajando las cartas, prestándonos toda su atención.
— Vine en busca de mi prometido — hablé fuerte y claro— ¿Dónde está Leone Lehmann? Tiene obligaciones conmigo, y no las está cumpliendo. Los compromisos se cumplen.
El rostro juguetón de todos se transformó apenas mencioné a Leone, palideciendo.
— La prometida, la vimos por televisión — dijo otro de ellos, empujando al que me habló primero— El señor está en el ultimo piso, ocupado, podemos dejarle su mensaje y luego...
— No — lo interrumpí— Lo veré ahora, yo decidiré que tan ocupado está como para no atenderme las llamadas — mirándolos con detenimiento— ¿Qué esperan para marcar el ascensor? ¿O esperan que lo haga yo con este frío?
— P-por supuesto, mi dama, por supuesto — corrió a toda velocidad— último piso — llamando al ascensor— Lamentamos la confusión, por favor no le diga al señor lo que dijimos sin saber, estábamos equivocados.
— Ya veré si son detalles que desee compartir con mi futuro esposo o no — entrando al ascensor— Ocúpense de hacer su trabajo y no me estorben.
Manteniendo el semblante frío hasta que las puertas se cerraron, dejándome a solas con Blaz, sólo entonces me permití botar el aire contenido, apretándome más fuerte contra el abogado, el temor es un excelente detonante para otras emociones.
— Lo hiciste estupendo — me felicitó, dándole palmaditas a mi mano sobre su brazo—Sigue siendo esa perra y saldremos invictos, además, tu arma se ve fabulosa en ese muslo descubierto, el tatuaje también ayuda, te identifica como una más de la zona roja, eso es bueno, es muy bueno — mirando la pantalla— Estamos llegando, prepárate.
Asentí tomando aire, irguiendo mi postura, colocando la mascara de la indiferencia otra vez en mi rostro.
Las puertas dobles del ascensor se abrieron y Blaz comenzó a caminar, igualé su velocidad lo seguí, evitando mirar a los sujetos parados a los costados del pasillo que no nos miran con buena cara, parando frente a las puertas de cristal al final del pasillo, no fui yo quien abrió, sino qué mi acompañante, mostrándome una escena... terrible.
Leone estaba acuclillado en el piso frente a un sujeto bien amarrado, le estaba apagando un cigarrillo en el cuerpo, pero no fue lo que más me choqueó, fue su apariencia. Viste una camisa blanca arremangada por sobre los codos empapada en sangre, salpicaduras en el rostro, sangre seca en el piso en forma de suela lo siguen, hay dos sujetos en el piso que no se mueven para nada, y este tercero... grita demasiado, vive, pero siente mucho dolor.
Ya sé quién es, Herman Braun, tío de Emil, los otros dos que están muertos son sus hijos, pero no veo por ninguna parte a Betania, su única hija, prima de Emil, una egocéntrica de mierda que me odiaba y se encargaba de hacer mi existencia miserable cada vez que nos reuníamos.
— Vaya... ¿A qué se debe el honor?
Dijo Leone levantándose con lentitud, pisando la cabeza del hombre para que se callara, mirándome de pies a cabeza, silbando a modo de aprobación.
Tuve toda intención de retroceder para marcharme, pero choqué con un pecho macizo que me impidió dar otro paso más atrás.
— Te advertí lo que sucedería — susurró— ¿Te vas a ir ahora? ¿Le romperás el corazón?
Leone me miró relajado, limpiándose la sangre de las manos cubiertas por esos guantes con el pañuelo que uno de sus hombres le facilitó, tomando un cigarrillo, una mujer le acercó el encendedor para prender la punta, y en todo ese tiempo este no dejó de mirarme, su rostro inexpresivo, pero sus ojos... inquietos.
— ¿Y bien? Estoy esperando.
Dijo mi prometido, alzando una ceja.
— Gabriela vino a hacerte una visita ya que te demoras demasiado en volver a casa, dijo que tiene necesidades y no se las estás cubriendo.
Me salvó el culo Blaz mientras yo me componía del susto.
— ¿Es así? ¿Ya extrañas mi roce, mujer? ¿No te basto con todo lo que te hice por la mañana?
Ladeando la cabeza, mirándome con burla.
El abogado me advirtió que Leo sería más cruel de lo normal, debo confiar en él.
— Es así — esforzándome por no titubear— Y en vista de que no me contesta el móvil, me tomé el atrevimiento de venir aquí y exigirle un polvo para poder dormir tranquila, creí que le gustaba mi cuerpo, me siento decepcionada, me vestí especialmente para seducirlo.
Quitándome el abrigo, entregándoselo a Blaz, girando lentamente para que pudiera ver cada trozo de piel descubierta, imitando la sonrisa egocéntrica de Emilia cuando me percaté en como mira la abertura de mi vestido y el tatuaje casi expuesto por completo.
— ¿Ahora sí tengo su atención? ¿Nos vamos a casa, señor Lehmann?
Sonrió de lado, pisando más fuerte la cabeza de ese hombre, levantó el pie y lo bajó con fuerza, repitiendo la acción tantas veces que el cráneo de ese hombre crujió y se hizo mil pedazos bajo su pesado calzado, sólo entonces pateó la masa de huesos, sangre y tejidos, estirando su mano hacia mí, su mano... llena de sangre ajena, invitándome a pasar por encima de ese cuerpo para llegar a él.
Una prueba.
Tragué grueso y reprimí las arcadas, apretando mi mano en puño para calmar los temblores, nos están mirando, ese hombre al que Emil iba a venderme, él me lo señaló en ese entonces, afortunadamente no me vio el rostro, pero yo sí lo vi, escuché su nombre, Luther, él estaba aquí, mirándome como si fuese un trozo de carne que tomará si su jefe decide dejarme libre.
Ese pensamiento me aterró, no lo pensé, estiré mi mano y tomé la suya, clavando los tacones en esa masa de carne, desestabilizándome lo suficiente para que él tuviera que guiar su otra mano a mi cintura y me hiciera llegar a salvo a su lado, mi cuerpo pegado al suyo, la sangre fría que cubre su camisa me manchó la piel expuesta, el olor a sangre, ese olor nauseabundo, la imagen a mis pies...
Iba a vomitar, si no salíamos pronto iba a vomitar todo lo que tenía en el estómago, la mirada de Blaz fue advertencia suficiente para que respirara más lento y alzara el mentón, debo mantener el papel por un poco más, sólo un poco más.
— Vaya, jefe ¿Dónde consigue mujeres tan bonitas? — dijo Luther acercándose demasiado, invadiendo mi espacio, mirando cada rincón de mi piel— No creí que las pelirrojas fueran lo suyo, las odia.
De hecho, es por mí que odia las pelirrojas... si supieras, bastardo asqueroso, todo es tu culpa.
— Tú lo dijiste, es bonita — dijo Leone pegándome a su cuerpo— Tengo ojos y sé reconocer la belleza cuando la tengo en frente, además, es resistente, mírala, todavía no corre lejos, vomita o comienza a lloriquear, es una perra sin escrúpulos ¿no viste cómo vino a exigir que me la cogiera? — sujetándome por las mejillas, alzándome el rostro para que la mirara— ¿Qué debería hacer contigo? ¿Darte tu premio o desecharte por molestarme en el trabajo? Tu deber es esperarme en casa.
Miré a Blaz, este negó sutilmente.
El Leone de la zona roja no me gusta para nada, es otro arrogante bastardo más que cree que las mujeres somos meros accesorios que deben arrodillarse y suplicar.
— Señor Lehmann, ya es tarde y tiene otros asuntos que atender — dijo el abogado, interrumpiendo la escena— Tomaré el castigo de la dama, yo la convencí de venir, creí que sería refrescante para usted ver un cuerpo bonito luego de pasar el día entre la mierda.
Hablando con la vista baja, mirar a los Lehmann a los ojos... nunca escuché de alguien que sobreviviera a tal atrevimiento.
Ahora entiendo un poco mejor por qué me dijo que debía vestir con escándalo, todo era parte de su plan.
— Que valiente mujer tengo, venir a un nido de ratas a pasearse en estas pintas del brazo de un inadaptado — dijo Leone— Bueno, te esforzaste, así que por hoy, dejaré pasar tu atrevimiento, nos vamos — plantando un beso sobre mis labios— ¿Quieres ver lo que le hice a tu ex prometido? Te prometí no matarlo, así que vive, pero no sé si te guste mucho su estado, debe estar arrastrándose por ahí.
Me apreté contra su cuerpo para no temblar, tenía el cuerpo frío y no a causa del horrible clima, no me sorprendería si estoy pálida, me felicito por ponerme rubor o se darían cuenta de mi miedo.
— No. Confío en que le dio lo que merece — dije alto y claro— ¿Qué le pasó a Betania?
Frunció el ceño, dándole una calada a su cigarrillo, botando el humo después, es hierba.
— ¿Te atreves a exigirle respuestas al jefe?
Dijo Luther, acercándose demasiado otra vez, el chasquido del arma y la falta de peso en mi muslo descubierto me hizo sudar frío.
— Acércate a mi mujer otra vez, y te atravieso el cráneo, Luther — le advirtió— Recuerda bien que no eres indispensable — entregándome el arma— Dispárale en la pierna para que se acuerde de ti hoy, hermosa.
Me tembló la mano al sostener el arma, miré a Blaz otra vez, este asintió, este era el momento que él decía en el que debo actuar.
La venganza nunca ha sido mi lenguaje, pero este hombre quería hacerme atrocidades en el pasado, es el causante de que Leone viva escondiendo sus manos, bien podría provocarle dolor, no será mortal, pero funcionará como advertencia.
— Dispárale, Gabriela.
Dijo Leone otra vez, apunté y alinee mis hombros con los pies como Blaz dijo, estaba cargada, sólo tengo que apuntar y...
— ¡Aah! ¡Maldita perra!
Gritó el sujeto arrodillándose en el piso, le disparé justo en la rodilla, quería atravesarle el muslo, es una zona peligrosa, una gran arteria pasa por ahí, quizá pasaban cosas más interesantes, pero fallé, no soy buena en esto.
— Cuidado con cómo me hablas — apuntándole al rostro, no iba a dispararle, pero necesito que crea que sí lo haré— Pronto seré Gabriela Lehmann y tendrás que aprender a respetarme.
Sentí un beso cargado de aprobación a mi coronilla, Leone tomó el arma, la descargó y la regresó a su lugar en mi muslo, acariciando mi cadera.
— Ahora sí que nos vamos, la noche se puso emocionante — dijo mi prometido— Luther, sé más inteligente la próxima vez, encontré a una que no es mojigata, sabe lo que hace, yo que tú, me cuido la espalda.
Pateando el cuerpo del hombre, señalando hacia el frente con su mano libre, dándome el pase para salir sin soltarme de la cintura, llegando con Blaz, quien colocó el abrigo en su lugar de nuevo, sobre mis hombros, y dejamos el lugar, caminando por el pasillo de nuevo, directo al ascensor.
— ¿Se puede saber qué demonios tienen en la cabeza? — dijo cuando estuvimos solos encerrados en esa caja de metal— Podría haber sido peligroso, Blaz — mirando a su hermano— ¿Por qué le diste un arma si no sabe ocuparla? Si yo no hubiese estado tras ella cuando disparó, podría haberse hecho daño.
Blaz se acercó a nosotros y dejó caer la máscara de indiferencia, viéndose preocupado.
— No contestabas tus llamadas, te fuiste temprano, Gabi me llamó, estaba tan preocupada cómo yo, sabes que no puedo entrar por mi cuenta a este edificio, pero si traía a tu prometida, ya tenía una buena excusa para pisar el lugar y asegurarme de que estuvieras bien.
— ¿Y tú entraste en su jueguito? — me miró molesto— ¿Por qué no sólo esperaste en casa? Viste... me viste en mi peor faceta, Gabriela, te hice hacer algo horrible, me temes, lo vi, y no estoy preparado para que me veas como me estás mirando ahora.
Soltándome y mirándose las manos, paseando la vista por mi cuerpo, reparando en las manchas de sangre ajena que me cubren.
— Yo estaba preocupada por ti, temía que algo te fuera a pasar, dijiste que regresarías pronto, no almorcé ni cené esperándote, y... no llegabas, así que yo me preocupé y decidí venir a ver por mí misma para saber que no te había pasado nada.
El ascensor paró en el piso cinco, todos callamos, dispuestos a dejar la conversación para más tarde, moviéndonos hacia el final, viendo que tres sujetos están entrando y no marcan número, van al primer piso, como nosotros.
— ¿Y esta quién es? — dijo el sujeto de más edad, fruncí el ceño, dispuesta a responderle cuando reparé en su rostro, es el padre de Leone, joder— Creí haberte dicho a ti que no podías poner un pie aquí, hijo de puta.
Le dijo a Blaz, olvidando mi presencia por completo.
— Es mi culpa, señor — dije colocándome frente a mi pronto cuñado— Le pedí que me trajera aquí, más bien, se lo exigí, como trabajador de mi prometido, también me debe rendir cuentas a mí, no le di oportunidad de negarse, dije que le volaría la cabeza y me buscaría uno más competente si se negaba, no le pagamos para que se niegue a mis demandas.
Alzando la cabeza, viendo el asombro en el rostro de ese hombre, Blaz dijo que estaba bien si lo trataba así, luego le pediré disculpas, tengo que salvarle el pellejo.
— Vaya... señorita, así que usted es la famosa prometida de la que toda la zona roja habla, tiene modales y sabe poner en su lugar a la basura.
Estirando su mano, esperando a que colocara la mía sobre esta, cosa que hice sin titubear, a mi lado Leone apenas respira, muy atento a la situación.
— La basura es basura haya nacido de quien haya nacido — respondí segura— Es un gusto conocerlo por fin, espero no le moleste que venga a secuestrar a su hijo, hay decisiones que tomar sobre el matrimonio, y como sabrá, soy sólo una simple mujer ¿Qué es uno sin la palabra de un hombre?
Me mordí la lengua pro dentro jugando este jueguito, creí que con Emil fuera de juego ya no tendría que rebajarme, pero me equivoqué.
— No, no me molesta — sonrió acomodando mi mano en su brazo, escoltándome fuera del ascensor— Una mujer guapa, que conoce su lugar y entiende el rubro — señalando el arma en mi muslo— Es más que bienvenida, espero que mi hijo no te esconda de mí y tengamos la oportunidad de compartir un poco más la próxima vez, parece que tienes prisa.
— Sí, lo siento, tenemos un compromiso y cómo verá, no podemos presentarnos en estas pintas — señalándonos— Espero verlo de nuevo, señor Lehmann, cuide de mi hombre mientras lo tengo fuera de vista, por favor.
— Claro, claro, como quiera, señorita, estoy para servirle.
Dijo el viejo maldito, apoyando su mano en mi cintura, Leone iba a intervenir, Blaz lo sujetó sutilmente, aprovechando que su padre estaba fijo en mí, tenemos que evitar el conflicto con este señor sea como sea.
— Nos veremos en una próxima ocasión entonces, hasta luego, señor.
— Espere un poco — sujetando mi mano, deteniéndome— Su nombre, no me lo dijo.
Giré para mirarlo y le dediqué mi mejor sonrisa.
— Gabriela, Gabriela Hoffmann, fue un gusto, señor Lehmann.
Sólo entonces me soltó, permitiéndome ir con Leone, rodearle el brazo con mis manos y caminar hacia la salida con toda la tranquilidad que los nervios nos permitieron.
— Vine en uno de tus autos — le avisé— Nos vemos en casa, iré tras ustedes.
— Sube al auto, Gabriela, ahora. Ya, ya, ya.
Apurándome al ver que su padre estaba dejando el edificio y nos quedó mirando, que se acerque o se ofrezca a acompañarnos no me sonaría descabellado, por lo que subí al auto con premura y arranqué, viendo a Blaz seguirme de cerca, y luego, a Leone pasarme para ir delante de mí, ambos como mis escoltas, conduciendo a todo dar hasta salir de la zona roja, yendo directo al edificio, Leone presionó la combinación y entramos a su estacionamiento privado, dejando los autos para reunirnos frente al ascensor otra vez.
— Lo siento, joder... lo siento tanto — dijo Leone, tomando mi mano— Yo no tenía pensado mostrarte nada de lo que viste hoy, conociste al hijo de puta de mi padre, te expuse, te humillé, te... obligué a hacer cosas que no querías... perdón Gabriela, tenía que hacerlo, no estaba en mis planes que tú llegaras allá, tú nunca deberías haber pisado ese lugar ¿En qué estabas pensando?
— Estoy... muy confundida ahora como para responder a tu pregunta — admití colgando las llaves, entrando al ascensor, esperándolos— No lo pensé, no creí que sería así.
— ¿Crees que todo es color de rosa allá? — preguntó molesto— Viviste en la zona roja, sabes cómo es, no quería exponerte a eso, tienes medio país para recorrer, la zona segura es buena para ti, pero la zona roja...
Blaz suspiró sonoramente, interrumpiendo nuestra discusión.
— Fue mi culpa también, grítame a mí, ella lo hizo con buena intención, estaba preocupada, tanto como yo, dijo que así cómo tú la cuidas, ella quería cuidarte, estaba dispuesta a disparar a matar si tú estabas en peligro y necesitabas ayuda, dijo que te quiere, así que deja de ser un idiota, salió bien, báñate, sácate toda esa peste de encima y luego dale un abrazo, que lo necesita. Mi cuñada fue una mujer muy valiente hoy, estoy orgulloso.
Se me humedecieron los ojos al oír a Blaz hablar así sobre mí.
— ¿Crees que yo no estoy orgulloso? Estuvo estupenda hoy — dijo Leone— Sólo temo haberla asustado.
— Claro que se asustó — rodó los ojos Blaz— No está acostumbrada, pero se acostumbrará ¿Cierto cuñada? Sólo mírate, dar ordenes y pisotear es lo tuyo, te sale natural, y te metiste al viejo Lehmann al bolsillo con tu actuación, estuviste increíble.
— Bueno, eso es cierto — dijo Leo— Mi padre quedó maravillado, lo dejaste sin palabras, Gabriela, tuve miedo de que saliera mal, pero le dijiste justo lo que quería escuchar.
Relajé el cuerpo, entrando al pent-house en compañía de ellos.
— Viví tanto tiempo en la zona roja que aprendí a leer a las personas, sé cómo piensa un hombre y lo que quiere escuchar, sé lo que se espera de nosotras, así que sólo lo puse en práctica, es conocido por todos cómo es el temperamento del señor Lehmann padre, mi prioridad era desviar su atención de ustedes dos, me alegra que haya funcionado.
Blaz me abrazo y frotó su rostro con mi cabeza, despeinándome, mientras Leone me sujetaba por la cintura, intentando arrebatarme de los brazos de su hermanastro.
— Mi cuñada es la mejor, me salvó de una paliza segura hoy.
— Es mi mujer, Blaz, deja de hacerle cosas disfrazándolas de falsa molestia.
— Somos familia ¿No puedo abrazar a mi cuñada?
Dijo el abogado, apretujándome más fuerte.
— ¡No! No puedes, sólo yo puedo ponerle las manos encima, pero hoy no, ella me teme, yo estoy molesto por su irresponsabilidad, a pesar de que me siento bastante orgulloso del resultado, aún así, tenemos que hablar, vete a tu casa.
Exigió el rubio.
— Gabriela no quiere hablar, quiere tiempo en familia, conmigo.
Se excusó Blaz, molestándolo.
— ¡Suéltenme los dos! — grité molesta por estar siendo jalada de un lugar a otro— Iré a tomar un baño, discutan todo lo que quieran, pero sin mí. Nos vemos.
Tirando para ser soltada, caminando en dirección a las escaleras, directo a mi cuarto, dónde Lucifer dormía plácidamente sobre las almohadas, abrió un solo ojo, me vio y continuó durmiendo, muy preocupado por mí, claro.
— Hoy dormiré aquí, hombres tontos — quitándome la ropa a medida que caminaba hacia el baño— Salió bien, esperaré a que se relajen los ánimos.
Suspirando mientras me colocaba bajo el chorro, tomando la esponja para limpiar la sangre que se me pegó al cuerpo, temblando.
No sé si pueda hacer esto.
No sé si vaya a traerme consecuencias más adelante.
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BUENAS BUENAS HERMOSAS!
HE REGRESADOOOO
YA SABEN, 200 COMENTARIOS Y ESTAMOS DE REGRESO
HAY CHISMECITO EN EL PROXIMO CAPÍTULO
GABI ESTUVO TODA DIOSA HOY
SE AGUANTÓ LAS GANAS DE VOMITAR
LUTHER QUEDÓ CON UN REGALITO, SE LO MERECE
LEONE UUF NO SÉ JAJAJAJA TA DIFICIL LA MISIÓN
BLAZIE TODO AGRADECIDO Y ORGULLOSO
DOMINIK QUEDÓ ENAMORADO DE GABRIELA AL PARECER, SE COMPORTÓ
GABI INSISTO, SE LUCIÓ
ORGULLOSA DE MI BEBA
NOS LEEMOS PRONTO BELLAS
BESITOS EN LA COLA
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