Capítulo 1: Un imperio roto
El gran imperio Min había mantenido a su pueblo rico en todas las formas posibles por generaciones. Eran amados por todos y envidiados por unos cuantos que buscaban siempre destronarlos para quedarse con el poder. Pero nunca nadie tuvo éxito porque el gran emperador Min tenía un ejército fiel que luchaba para mantenerlo en el poder.
Sin embargo, la desgracia cayó sobre el imperio Min cuando el gran emperador, Min Chi Rok, fue asesinado a mano de los japoneses en un acto de traición durante la firma de un tratado de paz con ellos. El ejército rápidamente actuó y luchó hasta asesinar a todos los japoneses que habían estado en Corea, cerrando el acceso a todos y declarándoles la guerra.
Para ese entonces el único heredero al trono, Min YoonGi, hijo del emperador Min Chi Rok y lady Hanchang del clan Yi, tenía apenas cinco años y era incapaz de gobernar. Por lo tanto el mejor amigo y consejero de Min Chi Rok, Kim Gi Hyeon, se hizo cargo del reino y lideró las tropas que iban a Japón a combatir. Fue una guerra dura y triste, donde muchos coreanos perdieron la vida y muchas mujeres quedaron viudas. Entre los muertos se halló Kim Gi Hyeon, quien dejó el lugar para que la familia Lee se hiciera cargo del reino.
Los Lee, una familia respetada por el pueblo coreano, dio fin a la guerra casi de la noche a la mañana de manera sospechosa. Los rumores de que ellos tuvieron que ver con la muerte de Min Chi Rok se esparcieron como espuma, pero fueron silenciados cuando los Lee impusieron un ejército completo para que patrullara en las calles y los vigilara. Entre ellos japoneses que aprovechaban su poder actual en Corea para violar mujeres y dejar en ellas su semilla.
Para ese entonces Min YoonGi tenía diez años y había sido testigo de la muerte de su madre, lady Hanchang, a manos de uno de los hijos del actual emperador Lee. La había visto morir estrangulada con el desgraciado entre sus piernas embistiéndola. Ellos se habían burlado de su familia y le escupieron en la tumba al hombre que les dio el respeto que hoy en día tenían.
Cuando fue descubierto, el asesino de su madre envió a que lo asesinaran. YoonGi corrió todo lo que podía por los pasillos del templo, pero fue alcanzado y golpeado. Intentó esquivar tanto como pudo, pero era pequeño y débil. No pudo hacer demasiado cuando lo sujetaron para usarlo como saco de boxeo.
El que disfrutaba de repartir golpes en su cuerpo pronto sacó una daga y se acercó a él con el gesto burlón más repulsivo que YoonGi había visto en su corta vida.
–Creo que es peor castigo el ver a tu imperio en manos de otro, sabiendo que jamás podrás gobernarlo, que morir en nuestras manos. –el filo de la daga pasó por su mejilla derecha, como YoonGi aprendió en esos años no bajó la mirada–Un emperador jamás podrá gobernar con una cicatriz, menos con una que nadie podrá ignorar nunca.
El filo le abrió la piel y pasó muy cerca de su ojo. YoonGi temía haber quedado ciego del mismo.
Ellos volvieron a golpearlo y lo arrastraron del cabello por todo el palacio y el pueblo hasta dejarlo abandonado en un asqueroso charco de lodo a las afueras del imperio. Sin poder moverse ni gritar, Min YoonGi se quedó ahí esperando la muerte. La muerte que había visitado a su padre hacía cinco años y la que se había llevado a su madre hacía tan poco.
Pensó en que si tuviera la oportunidad, vengaría la muerte de ambos. No sería como Kim Gi Hyeon, no sería benevolente porque al final de cuentas la benevolencia no los llevaba a nada bueno. Sería fuerte y despiadado con quienes se lo mereciesen, sería un emperador justo pero también sería severo con aquellos que osaran enfrentarlo. Porque al fin de cuentas perdonarlos no había servido de nada. La bondad era debilidad y eso había asesinado a su padre, a su madre, a Gi Hyeon.
Min YoonGi pensó, ahí en ese charco de lodo mientras esperaba la muerte, que para ser emperador uno debía extirpar de sí mismo lo que lo hacía humano. Porque para enfrentarse a los monstruos, debías convertirte en uno. Y el único hijo de Chi Rok estaba dispuesto a ser el peor monstruo que Corea haya visto, si con suerte lograba salir con vida de esa. Aunque si tenía en cuenta la suerte de su familia, él dudaba mucho que pudiera salir con vida de esa.
Sin embargo, el destino tenía planeado algo diferente para él porque en lugar de dejarlo morir en ese asqueroso charco de lodo, le salvó la vida.
El general Park Jin Hu, compadeciéndose de él e ignorando la amenaza de muerte del nuevo emperador Lee, cargó al pequeño YoonGi envuelto en unas andrajosas mantas y lo llevó a su casa, donde su esposa y sus cinco hijos lo esperaban. Su esposa, al verlo con el niño a quien vio ser arrastrado por el suelo, se alarmó pensando en lo que los Lee podrían hacerle a su familia por tener bajo su techo al hijo del fallecido Chi Rok.
–Nadie sabrá que vive con nosotros, puede quedarse en el cuarto sin ventanas que tenemos–dijo Jin Hu–. Por favor, cariño, él es hijo del gran emperador Min Chi Rok, no podemos darle la espalda cuando todo lo que tenemos fue gracias a él.
Ella, tras pensarlo muy poco, accedió a que YoonGi se quedara con ellos. Y con ayuda de sus hijos mayores, ayudó a limpiar y curar las heridas del pequeño Min.
Cuando YoonGi despertó, horas más tarde en un cuarto apenas iluminado por unas pocas velas, descubrió a una mujer acompañada de un niño que parecía ser unos años menor que él.
–Joven Min, ha despertado–dijo ella sonriéndole–. Por favor, quédese en su lugar, estoy curando sus heridas.
YoonGi asintió y pronto se dio cuenta de que solamente veía con uno de sus ojos. Se mantuvo en calma, aunque le estaba costando, hasta que sintió el vendaje en su rostro que no permitía que abriera ese ojo. Instintivamente llevó su mano al vendaje, pero otras más pequeñas lo detuvieron.
–No lo hagas, mamá acaba de cambiar el vendaje.
El niño debía tener unos seis o siete años, no podía creer que se creyera con el derecho de mandarlo a él. Pero teniendo en cuenta su vida ahora, tenía que agradecer que estaba vivo y que alguien lo había ayudado con sus heridas para que no se infectaran.
–Mi ojo…–YoonGi sentía su garganta rasposa, seca– ¿cómo…?
–Tuviste suerte–interrumpió la mujer–, no fue dañado así que dudo que hayas perdido la vista de ese ojo.
YoonGi aceptó la respuesta y se quedó tranquilo dejando que ella curara sus heridas. Sabía que la había visto en algún momento cuando paseaba con su madre, pero no podía recordar exactamente quién era.
Cuando la mujer se fue con su pequeño hijo, ingresó un hombre que tardó en reconocer. Era el general Park Jin Hu, quien había estado al servicio de su padre desde antes de que este muriera y que actualmente estaba bajo el mando de los Lee.
–Joven Min, me alegra que haya despertado. Temía haber llegado tarde–dijo acercándose a él y sentándose en la silla donde estuvo la mujer–. Mi esposa no estaba de acuerdo, por temor al emperador Lee, pero aceptó cuidarte en honor a tu padre, el gran Chi Rok. Si no fuera por él, nosotros no tendríamos la vida que tenemos. Espero poder devolverle lo que hizo por nosotros cuidando de ti, su único hijo.
– ¿Dónde estoy? –preguntó YoonGi mirándolo.
–En mi hogar. Decidí dejarlo en un cuarto al fondo del pasillo, no tiene ventanas y es poco probable que lo encuentren aquí. Creo que es mejor que el emperador no sepa que está aquí o podría asesinarlo y poner en riesgo la vida de mi familia. Lo siento si no es suficiente, pero no podía dejarlo muriendo a las afueras del reino.
–Está bien–dijo mirando el techo oscuro del cuarto apenas iluminado–, es suficiente para mí.
–Joven Min, si hay algo que pueda hacer por usted, solo dígalo.
El respeto con el que Jin Hu lo trataba y el hecho de que le haya salvado la vida, le dio a YoonGi esperanzas de destronar a quien le robó el puesto a Gi Hyeon. Solo debía recobrar fuerzas y estar listo para enfrentarse a él, al ambicioso que lo hizo todo para quedarse con el poder. Al desagradecido que tenía el respeto que tenía gracias a su padre.
–Hay algo–susurró mirando al techo, supo que Jin Hu tenía su atención en él–: quiero que cuando sane, usted me entrene. Quiero ser fuerte y recuperar lo que me pertenece por derecho.
Cuando lo vio, Jin Hu se había levantado e hizo una reverencia completa en el suelo.
–Lo haré, joven Min, lo ayudaré a recuperar el trono.
Hay datos que, las que conozcan historia coreana, no son certeros. Hice lo que pude en base a lo que leí, que no fue mucho, así que puede haber cosas erroneas.
Espero que les guste! Este fic está terminado asi que subiré seguido.
Besos❤️❤️❤️
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