Capítulo 4

Elena contó las maedas(1) dentro de la bolsa que le dio el alcalde. Había varias de bronce y algunas de plata y oro. Pero en total, realmente no era suficiente para un equipo de rescate en condiciones. La cantidad estaba pensada para lo que se le entregaría a cualquier refugiado: para una casa y provisiones.

(1. Las Maedas es la moneda que se utiliza en la tierra de Elementia).

No estaba segura de poder comprar un equipo de alquimia decente, o conseguir un grupo de personas lo suficientemente grande como para viajar a un lugar del cual ni ella misma sabía donde estaba.

Tras guardar la pequeña bolsa en su pantalón, salio de la alcaldía para pensar en cómo proceder a continuación. Debía saber utilizar los recursos a su disposición de forma inteligente. ¿Cuál debía ser su prioridad? Por un lado era conseguir un equipo de alquimia, pero no sería capaz de rescatar a Celia sin alguien que conociera Imperio del Sol. Le gustara o no, había equipos de alquimia económicos, aunque no fueran muy fiables.

Cada moneda de oro contaba para intentar conseguir por lo menos a una persona que la acompañara y la ayudara en su travesía. Puede que ni siquiera tuviera el capital suficiente para ese equipo de alquimia, ya que posiblemente sería más útil en provisiones. Elena suspiró, realmente se encontraba en una situación difícil. Ella ignoraba varias cosas de los estilos de vida de la gente de Imperio del Sol, esto hacía que fuera difícil para ella el cómo desenvolverse en un ambiente tan salvaje como aquel.

Pero mientras más tiempo perdiera, más difícil sería ayudar a Celia. De modo que se acercó a la persona más cercana que estaba en la calle. 

Elena: Disculpe, ¿sabe de algún lugar en este pueblo en el que pueda solicitar los servicios de alguien para un rescate?

Hombre: (señalando) Por allí hay un edificio donde es común que varias personas que aceptan trabajos peligrosos coman allí.

Elena: Muchas Gracias.

Elena avanzó con paso decidido, hacia el lugar. Ni siquiera se tomó el tiempo para leer el nombre del local.

El interior estaba lleno tanto en el primer y segundo piso. Elena ignoraba cómo encontrar  a alguna persona sin captar la atención de las demás, lo mejor sería preguntar en la barra. Se acercó con el barman a buscar información.

Elena: Disculpe, ¿sabe de alguien aquí que pudiera solicitar ayuda?

El Barman miró con cuidado a ambos lados y susurró a Elena.

Barman: Hoy quizá no sea un buen momento, hay gente peligrosa hoy...

Hombre: Deja que la chica pregunte por su cuenta...

El Barman temeroso retrocedió. Elena solo se fijó en aquel hombre a su lado. Un hombre que superaba los treinta años y llevaba un chaleco polvoroso que, realmente, no era muy atractivo. Llevaba un tatuaje de coyote en el cuello.

Elena: (con desconfianza) ¿Y he de suponer que usted sabe de alguien?

Hombre: Depende del precio que desea pagar, puede que sea capaz de acordarme.

Elena: Me parece mejor buscar a alguien por mí misma...

Hombre: No es común ver a una chica como usted por estos lugares...

Elena frunció el ceño al percatarse de que la mirada del hombre no estaba dirigida hacia sus ojos, cruzó los brazos para ocultar su pecho.

Elena: (con frialdad) Creo que tengo que retirarme...

Elena se estaba dirigiendo a la salida, pero el hombre la tomó por el brazo.

Hombre: No tan rápido, señorita. Si usted pensaba contratar a alguien, creo que eso quiere decir que lleva dinero consigo.

Elena: (intentando soltarse) ¡¿Como podría saberlo usted?! Podría simplemente venir con las manos vacías, y pagar a quien contrate tras acabar el trabajo.

Hombre: Pues siempre podremos encontrar formas de pagar por adelantado...

Elena le dio al hombre una tremenda bofetada, lo cual siguió con el silencio, de todo el lugar. El hombre acarició su mejilla y vio con una mirada asesina a Elena.

Hombre: Craso error jovencita...

Elena comenzó a correr hasta que vio a un par de matones en la puerta, ambos con tatuajes de coyotes en el cuello. Al darse la vuelta se topó con el hombre apuntándole con un arma a la cara.

Hombre: No dejaré que una maldita mocosa de Marouyane crea que me puede contradecir.

Elena sabía que no era prudente lo que quería decir, pero estaba harta de tener que batallar con más monstruos. Apretó los puños y miró con odio al hombre.

Elena: Vine a este lugar para que mi hermana no experimentara los horrores de la guerra, pero parece que no es mucho mejor que allá hasta ahora. Si me mata, la sangre de mi hermana también correrá en sus manos. Aunque estoy consciente de que a tu putrefacto corazón no le importa, no dejaré que mi hermanita perezca por no estar a su lado.

El hombre solo se comenzó a reír.

Hombre: Pues entérate, muchacha. Imperio del Sol no tienen nada bueno que ofrecer.

Richard: Eso no es verdad...

Tanto el hombre como Elena observaron sorprendidos al centro del local. Un hombre joven se había puesto de pie, vestía con largo abrigo negro característico de Wildlands.

Hombre: (enojado) ¿Qué has dicho?

EL hombre del abrigo tenía una sonrisa en el rostro, como si le diera gracia el enojo de aquel bravucón. En la misma mesa que él,  había una chica joven y un hombre pequeño que suspiraba  con una expresión de cansancio en el rostro, como si no fuera la primera vez que pasaba una situación así.

Richard: Si bien Imperio del Sol es un lugar peligroso, existen grandes tesoros y paraísos que lo convierten en un lugar fantástico. Los grandes paisajes de Wildlands, la arquitectura de Arabisand, la historia de Osiria e incluso el reino de Los Termiteros tienen cosas increíbles aún estando bajo tierra. Imperio del Sol es único, y es una lástima que personas como tú le den una mala imagen...

El arma del rufián apuntó al hombre, quien no se inmutó para nada.

Hombre: ¿Quién te crees para decirme que hacer?

Richard: (encogiéndose de hombros) Nadie importante... tan solo debía corregir aquello que dijiste. ¿Por qué no solo dejas que la chica se vaya y hacemos como que no paso nada? 

Hombre: ¡Que te den!

En eso la chica detrás del hombre de abrigo negro sacó una de sus espadas y señalo con ella al rufián.

Aisha: ¡Si se mete con mi maestro, sentirá mi furia sobre usted!

El hombre de abrigo negro, bajó el arma de la chica.

Richard: No te preocupes Aisha, tengo todo bajo control. Llévate al profesor contigo...

Aisha: (sorprendida) Pero maestro...

Richard: Te aseguro que me encargaré de todo.

La chica asintió y ella y el hombre se fueron por la entrada, al parecer los matones no quisieron cerrarle el paso a la chica que tenía una espada afilada en la mano. La mirada del hombre de abrigo era diferente a pesar de no perder la sonrisa. La mirada que le dirigía al líder de aquellos bandidos era una clara mirada de desafío, como de alguien que se sentía seguro al saber que no podía perder.

Richard: Si realmente quieres seguir con esto, por lo menos salgamos para que las personas que simplemente vinieron a saciar su apetito no se involucren en esto.

El hombre se comenzó a reír.

Hombre: Me parece que será mejor al revés.

Mientras unas pocas personas (entre ellas el barman) salían por la salida, casi todo el local se levantó con estrépito y cada uno apuntó al hombre del abrigo con un revolver.

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