Capítulo 31
Elena abrió los ojos en medio de la noche. Ella estaba en su habitación en la Atalaya, vistiendo una pijama de lino muy suave al tacto, como la seda. Se supone que debería estar durmiendo a esas horas, aunque no podía. Curiosamente no sabía porque no era capaz de dormir a pesar de saber lo importante que sería el día de mañana, cuando llegarían a las Cataratas Terreas. Pero era difícil para ella conciliar el suelo, pese que a veces dormitaba a ratos. Se incorporó sobre la cama con la intención de levantarse, pero sonó unas débiles campanadas empezaron a sonar de un objeto del escritorio. Ella extrañada lo tomó, noto que sonaba algo del interior del objeto y lo acercó más a su oído.
Elena: ¿Hola?
Richard: Disculpa, ¿estabas dormida?
Elena: ¡¿Richard?!
Richard: (confuso) ¿Eso es un si?
Elena:: ¡No! Quiero decir... no podía dormir.
Richard: Comprendo... supongo que Felicia no te llegó a comentar de los comunicadores de cuartos.
Elena: Creo que no esperaba a que alguien me hablara tan noche.
Richard: Perdón nuevamente, es solo que yo no logro conciliar el sueño tampoco. Y pensé que tu también podrías tener dificultades para dormir. Después de todo, has tenido un día bastante complicado.
Elena: (sonriendo) Para nada. Tan solo presencié a un halcón mitológico con poderes sobrenaturales, estuve en un asalto de tren de parte de hombres cuervo que casi me matan y terminé viajando a una aeronave voladora secreta que sobrevuela Elementia.
Richard: Si te sirve de consuelo, nunca estuvo en mis planes que pasara todo eso en un principio. Aunque reconozco que eres una chica muy fuerte, muchos no habrían soportado tales eventos seguidos como lo has estado logrando.
Elena: No creo que sea para tanto.
Richard: Bueno, ¿de que te gustaría charlar?
Elena: ¿Me hablaste en medio de la noche sin saber de que hablar?
Richard: Puede que no lo pensara bien.
Elena no pudo evitar reír ante eso y se recostó sobre la cama mientras su mano seguía con el comunicador.
Elena: Mejor pregunta tú. Tu fuiste quién llamó.
Richard estuvo un momento en silencio y luego habló.
Richard: De hecho, hay algo que me llamó especialmente la atención sobre tí.
Elena: ¿En serio?
Richard: Es tu nombre. No digo que sea malo, todo lo contrario. Pero es que no es un nombre que suene muy de Noirmont.
Elena: Créeme, no eres el primero que lo piensa. Mi madre era de Regnotsarr y fue quién nos puso los nombres a mi hermana y a mí. Ella siempre le había dicho a mi padre que quería llamar a su hija Elena... supongo que esa es toda la historia.
Richard: Supongo que ese nombre hizo que llamaras la atención de varios chicos.
Elena: Y tanto, no es difícil llamar la atención cuando eres la única que se llama Elena.
Richard: Lo decía por lo precioso que es tu nombre.
Elena enmudeció en el acto. Pronto su rostro enrojeció tanto que ni un tomate le llegaría en color.
Richard: ¿Sigues allí?
Elena agitó la cabeza tras salir de sus pensamientos.
Elena: S-S-Si. P-P-Perdón. M-M-Mi cabeza se fue a otro lado por un momento.
Richard: Ya, lo lamento.
Elena: (apresurádamente) No es su culpa, en serio. Soy yo que soy una torpe para estas cosas. Lo que usted dijo no era malo en absoluto, fue un comentario muy tierno y lindo de su parte. Soy yo la que simplemente no puede con estas situaciones por...
Richard: Eso es otra cosa que siempre quise preguntar, ¿por qué siempre te pones así al estar nerviosa.
Elena suspiró.
Elena: Es que yo no se charlar con la gente. Yo siempre estuve en el interior de mi casa estudiando alquimia y ayudando a mi padre. Rara vez salía de mi casa, y las pocas veces que lo hacía eran breves. Nunca tuve amigos cercanos y mucho menos he... tenido una relación con un chico. Simplemente soy una ermitaña en cuerpo joven, no estoy para estar en el exterior.
Richard: Y aún con todo, llegaste hasta aquí.
Elena: Creo que no tuve opción, la guerra no era algo que Celia debía experimentar. Tuve que sobrevivir al mundo exterior para llevarla a un lugar seguro. Pero por ahora tan solo quiero buscarle un lugar en Imperio del Sol hasta que pase la guerra, solo que ignoro un lugar apropiado.
Hubo un momento de silencio entre los dos, hasta que Richard tomó la palabra.
Richard: ¿Y por qué ustedes no se quedan aquí?
Elena: ¿Disculpa?
Richard: ¿Por qué tú y Celia no se quedan a vivir en la Atalaya? Hay niños de la edad de Celia con los que ella podría relacionarse, tendrían comida y educación de primera, y tu tendrías al alcance uno de los laboratorios alquímicos más grandes de toda Elementia. No veo algún impedimento que te lo impida.
Elena: ¿De verdad crees que Celia y yo pertenecemos aquí? Siento que no estamos a la altura de tanta elegancia.
Richard: Estoy seguro de que Felicia podría ayudarlas a instalarse aquí, pienso que después de todo lo que tuviste que experimentar, la Atalaya es el mejor lugar en el que podrían vivir a partir de ahora.
Elena lo meditó. La idea era muy tentadora, y realmente no era una mala idea. Celia era más valiente que Celia, no tardaría en explorar toda la Atalaya hasta memorizar todo el lugar. Ella sonrió.
Elena: Gracias.
Richard: Creo que es tu turno de preguntarme algo, te responderé cualquier cosa.
Elena lo pensó un momento, pero tan solo bostezó.
Elena: Creo que me voy a dormir, mañana traeremos a Celia aquí.
Richard: En efecto, puede que sea mejor recuperar fuerzas.
Elena: Descansa, Richard.
Richard: Buenas noches.
Del comunicador se empezó a escuchar una estática y supuso que Richard había colgado, volvió a colocar el comunicador en su lugar. Elena estiró los brazos y volvió a bostezar antes de volver a cubrirse con las cobijas y empezar a conciliar el sueño. Cerró los ojos y quedó profundamente dormida.
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