Capítulo 13

Los hombres iban de un lado a otro. Pese a que Celia no era capaz de verlos fuera de la tienda, era capaz de escuchar sus pisadas mientras se movían. Había pasado una noche de pesadilla; entre que tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar y que no podía dejar de pensar en donde estaría Elena, hizo que prácticamente no hubiese pegado ojo en toda la noche.

En esos momentos se encontraba en una de las tiendas del campamento, atada de manos, sin saber qué es lo que buscaban aquellos hombres. Había leído algunas cosas de esos manuscritos; por lo que había entendió Celia, buscaban alguna clase de tesoro. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por alguien entrando en la tienda. Era él, aquel hombre responsable de todo.

Gilal: Más te vale levantarte, tengo cosas que hacer y no voy a dejarte aquí.

Celia se levantó despacio, sabía que de momento no debía desobedecer a ese hombre. Era calvo y de barba afeitada. Vestía un polvoriento abrigo con balas cosidas en el mismo. Se acercó a ella y puso una soga en su cuello.

Gilal: Eres consciente de que no te conviene escaparte, ¿lo tienes claro?

Celia: (mirando al hombre con seriedad) Transparente...

Ambos salieron de la tienda mientras el hombre llevaba a Celia como si fuera su perro. Pese a ser pequeña, Celia no era tonta. Tan solo debía seguirle el juego a ese hombre hasta que Elena viniera a ayudarla. Sabía que su hermana no le fallaría, aunque era consciente de que tardaría lo suyo. Ella jamás había salido de casa cuando vivían en Marouyane. Lo más cerca que estuvo de hacerlo fue cuando salió del patio para ir al mercado y se encontró a un chico que le dijo que lucía linda, la pobre no pudo evitar llegar a casa casi corriendo toda roja y como si estuviera a punto de darle un infarto. Recordar esa anécdota hizo que Celia sonriera un poco, aunque le duró poco al sentir un tirón obligándola a seguir más rápido.

Gilal: No te atrases.

Celia resopló y comenzó a ver a su alrededor. Varios hombres se movían con rapidez, ya fuera para montar el campamento o para transportar cosas. Ignoraba que por qué eran tantos, nunca había visto grupos de tantos malandros a la vez. El Gilal siguió avanzando hasta llegar a una tienda de gran tamaño. En el interior, había un hombre algo obeso con mostacho arreglando un autómata de tamaño considerable. Su pecho estaba abierto y dejaba ver una gran cantidad de engranajes y mecanismos, así como una coránima de un color rojo muy intenso.

Gilal: ¿Cómo vas con eso, Booth?

Booth: Todavía hay ajustes que necesito hacerles para repararlo.

Gilal: Llevas días diciendo lo mismo...

Booth: No todo el mundo puede saber como armar un autómata. Es muy complejo arreglar estas cosas sin estropear el mecanismo. Es un milagro encontrar un autómata con una piedra de fuego(1) en tan buen estado cómo este.

(1. Las piedras de fuego son cristales similares al granate pero que irradian brillo en su interior. Se pueden encontrar en las cuevas volcánicas de las tierras de Jordenorth al norte. Cuando se aprietan con mucha fuerza, las piedras de fuego irradian calor y hasta fuego. Estas gemas son muy utilizadas para la creación de autómatas y aeronaves como fuentes de energía. Esta piedra es muy escasa en Imperio del Sol).

Gilal: Pues más te vale tenerlo listo pronto, no voy a seguir llevando esa cosa por más tiempo si no funciona. Simplemente retrasa a los demás por culpa del peso y no voy a tolerar más retrasos.

Booth: No se preocupe, muy pronto estará listo.

Gilal: Espero que estés en lo cierto. Solo tienes una semana para acabar esa cosa.

Celia observó al autómata. Era la primera vez que veía una maquina de ese calibre. Era muy grande, al punto que aún sentado, el mecánico estaba sobre un banco para llegarle a la cabeza. El metal era de un color casi negro y sus engranajes de un metalizado de cobre. Celia había llegado a escuchar de los autómatas, pero nunca había llegado a ver a uno hasta ahora.

Boyle: ¡¡¡James!!!

Celia y el Gilal observaron a tres hombres que se acercaban hacia ellos. Los tres eran grandes y de mucha musculatura. Celia supuso que el del centro era el líder, el más grande y musculoso de los tres.

Gilal: (sin inmutarse) ¿Qué quieres, Boyle?

Boyle: Llevamos días viajando por todo Imperio del Sol y no hemos dado con "La Cueva de los Pilares". ¿Dónde están las riquezas que nos prometiste?

Gilal: (señalando a Celia) Finalmente tenemos la clave para llegar al tesoro de Iram.

Celia sabía que los adultos hablaban de lo que estaba en el manuscrito, pero aún así no terminaba de entender lo que era aquel tesoro.

Boyle: ¿Acaso piensas que vamos a seguir esperando días hasta que el oro llegue a nuestras manos?

Gilal: (seriamente) Ustedes llevan semanas en esto, yo años. He buscado el tesoro de Iram desde hace mucho tiempo, he sacrificado muchas cosas para dar con él. Una vez lo perdí todo por culpa de un miserable entrometido, y aún así volví a comenzar desde cero para dar con ese botín.

Boyle: Desde que aceptamos el trabajo, hemos vagado por todo el territorio con el fin de dar con aquel botín. Pero francamente estamos hartos de esperar un segundo más, no pensamos seguir con todo este infierno que nos has hecho pasar.

Arthur James se cruzó de brazos.

Gilal: No están obligados a seguir si no quieren, tan solo sean conscientes de que no recibirán ni una sola maeda por todo esto.

Los hombres apuntaron sus armas hacia el Gilal, Celia no veía venir nada bueno.

Gilal: (llevándose las manos a las caderas) ¿En serio piensan seguir con esto?

Boyle: Tomaremos a esa niña como garantía por lo que nos hiciste pasar. Somos tres contra uno, ¿realmente crees que puedes...?

El hombre no llegó a acabar la frase. Con un rápido movimiento el Gilal sacó su revolver y disparó tres balas que lanzaron al aire las armas de los tres malhechores. Y sin perder tiempo, vació su cargador con una bala en la cabeza para cada uno. Celia estaba paralizada, ver gente muriendo le seguía resultando terrorífico. Solo pudo ver cómo el Gilal cargaba a una velocidad sorprendente su revolver y lo volvía a guardar en su arnés lleno de cartuchos con balas.

Gilal: Una decepción sin duda.

Celia apartó la mirada y se fijó en que el mecánico se había escondido detrás del autómata. Ella no pudo evitar fruncir el ceño al ver a alguien tan cobarde y patético. El hombre del abrigo con balas se dio la vuelta.

Gilal: He tardado mucho buscando este tesoro, no permitiré que nada vuelva a entrometerse en mi camino.

...

Elena se levantó por culpa de una pesadilla. Ella comenzó a tranquilizarse al ver que estaba en la tienda de campaña, salió de ella y observó a su alrededor. El fuego hacía mucho que se había consumido, dejando la cueva en una casi oscuridad y con la luz del exterior como única iluminación. En un lado frente a ella, se encontraba Aisha durmiendo en silencio. Todavía sentía remordimiento por que ella decidiera dejarle su tienda de campaña, pero Aisha no quería un no como respuesta argumentando que estaba acostumbrada a dormir a la intemperie. Le llamó la atención que, mientras dormía, tenía el puño apretado a una de sus cimitarras. Como mandando un mensaje de aquel que intentara hacerle algo mientras dormía.

En otro lado descansaba el profesor Hudson. Aunque estaba dentro de su tienda, se escuchaban los leves ronquidos que soltaba. Entonces se percató de que Richard no estaba allí, ya que su tienda estaba abierta, cosa que le extraño. Se incorporó y decidió salir de la cueva, en la entrada pudo vislumbrar a Aether recargado en la pared, con los ojos brillando levemente con un color azulado.

Elena: ¿No puedes dormir?

Aether: Soy incapaz de dormir, señorita. El amo siempre me pide que proteja a los demás mientras duermen y lo alerte de algún peligro.

Elena: Ya veo, ¿sabes dónde está?

Aether: Está afuera.

Elena: Gracias.

Elena salió de la cueva y se encontró iluminada por la luz del cielo nocturno. Miro a ambos lados del exterior pero no encontró a Richard por ninguna parte.

Richard: (en voz alta) ¿Problemas para dormir?

Elena se sobresaltó y observó por encima de la cueva. En lo alto de la montaña se encontraba Viper.

Elena: (casi gritando) ¿Qué haces allá arriba?

Richard se deslizó por la superficie y aterrizó con destreza enfrente de Elena.

Richard: Es que allí arriba hay un encanto que no hay aquí abajo.

Elena: (confundida) ¿A qué se refiere?

https://youtu.be/8DSeZji2x-Y

Richard sonrió y le extendió la mano.

Richard: ¿Quieres que te muestre?

Con nerviosismo, Elena tomó la mano de Viper y asintió.

Richard: No se sobresalte, señorita Timberlake, ¿pero podría abrazarme con fuerza?

Elena: ¿P-P-Perdón?

Richard: No podré subirla allí si no me abraza con fuerza.

Elena agradeció que estuviera oscuro para que el señor Lancaster no la viera con la cara roja. Ella lo abrazó y sintió un escalofrió al sentir el brazo del Gunslinger sosteniendo su espalda con fuerza. Viper alzó su brazo libre hacia arriba y el arpón de su recargador salió disparado hasta quedar enterrado en la cima. Un instante después ambos subieron con velocidad al lugar donde Richard se encontraba hace rato, Elena bajó con cuidado a esa zona plana mientras Richard la seguía tras recuperar su arnés.

Elena: ¿Ahora qué?

Richard: (recostándose en el suelo) Ahora, a disfrutar.

Elena: (confusa) ¿Qué cosa?

Richard: Haga lo que yo y se dará cuenta.

Elena se recostó a un lado de Richard con cuidado, y al ver el cine comprendió a lo que se refería Richard.

El cielo estaba lleno de estrellas que brillaban de un color único. Ella no era ajena a observar estrellas en casa, pero nunca con tanta intensidad como en aquel lugar.

Elena: Son preciosas...

Richard: Lo bueno de vivir en un desierto, es que hay mucha soledad en el territorio. Eso significa que no hay luces en la distancia, lo que le permite a las estrellas brillar con más fuerza.

Elena: Es casi como tener el cielo sobre mi rostro.

Richard: Cuando no viajaba en aeronave, me gustaba dormir viendo las estrellas en el cielo. Era una sensación única para mí. Y dependiendo de la estación, se pueden llegar a ver constelaciones...

Elena no pudo evitar sonreír sin despegar la vista del cielo. Ambos pasaron un rato sin hablarse, tan solo viendo el cielo nocturno. Elena no pudo evitar soltar una lágrima ante tal hermosa visión, tras muchas cosas horribles que había tenido que pasar las últimas semanas, era bueno sentir algo de felicidad dentro de sí.

Elena: (limpiándose el ojo) Ojalá Celia pudiera ver esto.

Richard: Ella lo hará, después de que la rescatemos.

Elena: Espero de corazón que esté bien.

Richard: Si ella es tan valiente como su hermana, entonces sabrá como seguir adelante hasta que la rescates.

Elena: (volviendo a ver a Richard) Es usted un gran hombre...

Richard: No digo nada que no sea verdad... Me recuerdas mucho a Amelia.

Elena no supo cómo responder a eso.

Richard: Ella era muy valiente, decidida, y nunca se desviaba de lo importante. Siempre mantenía todo en orden y era muy difícil para ella perder la motivación.

Elena: Lamento la perdida de su esposa.

Richard soltó una ligera risa con eso.

Richard: Nunca llegamos a eso. Yo quise, pero a ella jamás le pareció el compromiso. Nos amábamos, pero ella no quería quedarse atada a la posibilidad de no ser independiente, y yo tampoco quería verla aprisionada en una vida doméstica.

Elena: ¿No quiso casarse?

Richard: Ella y yo éramos iguales en ese aspecto. Éramos como caballos salvajes, siempre galopando, sin amo, pero decidiendo nuestro propio destino. Ella era una persona libre, no le pertenecía a nadie, si estaba conmigo era porque se enamoró de mí...

Aún en la oscuridad, Elena notó tristeza en Richard.

Richard: Quiero pensar que su espíritu viaja con el viento, siendo libre como lo fue en vida. Yo he viajado por Imperio del Sol, no soy una persona que quiera quedarse mucho tiempo en un mismo lugar. Pero cuando viajo, imagino que ella viene a mi lado, guiándome hacia mi siguiente objetivo.

Elena sonrió y tomó la mano de Richard.

Elena: Ella estaría orgullosa de la persona que eres ahora.

Él la vio a los ojos y sonrió.

Richard: Tú tampoco te quedas atrás.

Volvieron a ver el cielo en silencio hasta que Elena bostezó.

Elena: Creo que ya es hora de volver a dormir.

Richard asintió y se puso de pie. Tras hacerlo le ofreció su mano a Elena para incorporarse la cual aceptó encantada. Ambos bajaron con el arpón y llegaron al suelo con cuidado.

Elena: Gracias.

Richard: ¿Por las estrellas?

Elena: Por todo.

Elena estaba a punto de entrar en la cueva, pero volvió a mirar a Richard una vez más.

Elena: ¿No vienes?

Richard: Quiero estar un rato más aquí afuera.

Elena asintió.

Elena: Supongo que nos veremos en la mañana.

Richard: Dalo por hecho (guiñándole el ojo). Buenas noches, Elena.

Elena: (sonriendo) Buenas noches, Richard.

Ella entró y le deseo las buenas noches a Aether antes de volver al campamento y descansar. Una vez regresando a su lugar, entró en su tienda, se tapó con una cobija, y esbozó una sonrisa antes de quedarse profundamente dormida.

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