Capítulo 17: Crucio

Narra Neville:

Escuché el grito de una chica a lo lejos, puesto que Ginny y Hermione se encontraban conmigo, esa no podía ser otra que April. Provenía de la sala de las profecías, así que corrí en aquella dirección olvidándome de todo. Otro chillido más, esta vez, un escalofrío que recorrió mi espalda de punta a punta, me instó para que fuera más deprisa. Corrí tanto que comencé a sentir calambres en las piernas.

Irrumpí en la enorme sala de las profecías, cuando un tercer grito me helaba la sangre. Guiado por los quejidos de dolor, llegué hasta uno de los extremos de la habitación donde, tras unos estantes de madera, entre los cristales rotos, yacía April, pálida como la cera. Sobre ella, Greyback, el hombre lobo al que habíamos conseguido dejar atrás, trazaba líneas con su cuchillo escribiendo las palabras "Traidora" sobre su brazo.

-¡Déjala en paz!- grité propinándole una patada en el estómago.

Petrificus totalus!- contraatacó él, pero yo me agaché y pude evitarlo.

Me lancé sobre April, cubriéndola con mi cuerpo mientras exclamaba:

Protego máxima!

Incarcerous!- maldecía el hombre lobo, solo unos instantes después de haber alzado un escudo protector entre ambos.

Ahora ya no podía hacernos daño, él pareció comprender que iba a necesitar ayuda para derribar mi escudo, así que se marchó en busca de refuerzos. Me detuve un instante a evaluar la situación en la que nos encontrábamos. Las letras escritas sobre el brazo de April aún sangraban, aunque aquellas heridas no me preocupaban demasiado. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras señalaba su vientre. Comprobé horrorizado, que Greyback le había clavado su cuchillo antes de que yo lo apartase. Una gran herida le atravesaba el costado y sangraba tanto que el suelo a su alrededor estaba cubierto de sangre.

-Voy a morir, ¿verdad?- susurró.

-No, no te dejaré, no voy a perderte a ti también- le aseguré haciendo un esfuerzo por contener mi llanto, aunque no pude evitar que de mis ojos escaparan algunas lágrimas-. Nunca antes he probado este hechizo, ¿confías en mí?

Ella solo pudo asentir.

-Está bien, pero primero tengo que sacarte el cuchillo, esto puede que te duela.

April no pudo evitar gritar, pero por suerte, gracias al escudo mágico, ya ni nos oían ni nos veían.

-Vulnera Sanentum- murmuré logrando que no me temblara la voz.

La hemorragia se detuvo, pero la herida no se cerró, así que rasgué la parte inferior de mi camisa, y la vendé como pude para evitar que se infectara.

-April- le susurré-, tenemos que irnos, aquí no estamos a salvo.

Ella asintió y tras unos minutos de tensión y con mi ayuda, logró ponerse en pie.

-Tengo que... Voy a vomitar- dijo en un hilo de voz palideciendo aún más si era posible.

Se apoyó en uno de los estantes de madera y tosió, expulsó no solo vómito, sino que también sangre y aquello me preocupó. Avanzamos lo más rápido que su débil estado y sus heridas nos permitían, escondiéndonos tras los estantes y cuidando de no hacer ruido.

Abrí la primera puerta que encontré y, para mi sorpresa, allí podía presenciarse toda una escena de lucha. Harry, Hermione y Ginny junto con los miembros de la actual Orden del Fénix, se batían en duelo con los mortífagos. Ya no llevaban sus máscaras, así que entre ellos pude reconocer a Bellatrix Lestrange. Sentí grandes deseos de unirme a ellos, pero aquel no era un lugar seguro para April. Antes de cerrar la puerta, observé que Bellatrix se escabullía de la lucha, y comprendí que nos había visto y venía a por nosotros.

-Detente- me ordenó apuntándome con su varita.

Hice lo que me ordenaba.

-No lo hagas... Por favor- suplicó April tratando de mantenerse erguida, mientras cubría con su cuerpo el mío.

La bruja se acercó a mí, en sus ojos pude detectar el brillo de la locura.

-Pero si es el hijo de los Longbottom, ¿qué tal tus padres? Me pregunto si tú aguantarías tanto, o sucumbirías rápido ante la maldición cruciatus.

-No te atrevas a mencionarlos...

-O si no, ¿qué?– preguntó divertida acercando su varita a mi cuello.

-Déjanos ir- exigió April con voz temblorosa.

-No me dirijas la palabra, no eres digna hija mía. Prefieres a este inútil antes que unirte a las filas de los mortífagos, no quiero que me reconozcan como tu madre- casi escupió-. Debería matarte a ti también.

Saqué mi varita, pero sabía que no podría defenderme con April en aquel estado.

-¿Últimas palabras, Longbottom?

Incarcerous!- gritó una voz a nuestras espaldas, se trataba de Sirius Black, que apuntaba a nuestra agresora con su varita.

Bellatrix calló hacia atrás, envuelta en resistentes cuerdas.

La joven no aguantó más en pie y, a pesar de mi intento por sujetarla, cayó al suelo golpeándose la herida del vientre. No se encontraba consciente, así que hice acopio de todas mis fuerzas y la levanté, colocándola sobre mis brazos y avanzando de esta manera hacia la salida.

Ya veía las puertas que me conducirían al exterior, cuando una potente voz gritó:

Crucio!

Un horrible e indescriptible dolor recorrió todo mi cuerpo, haciéndome caer al suelo junto con April. 

Crucio!- volvió a exclamar aquella voz grave.

En esta ocasión, no pude evitar gritar. Traté de ponerme bocarriba para contraatacar, pero el dolor había paralizado todas mis extremidades. Me lanzaron tres veces más aquella maldición antes de perder el conocimiento.

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