Capítulo 1
Midoriya Izuku desaceleró hasta detenerse. Abrió la puerta con delicadeza, y entró cautelosamente. Y luego, tan rápido como pudo hacerlo sin dejar de ser apropiadamente educado, se escondió detrás de un estante. Bien oculto fuera de la línea de visión de la puerta.
Había un hombre detrás del mostrador, vigilando la puerta. Parecía caucásico, aunque estos días era difícil de determinar. Era bastante alto y delgado, con cabello castaño claro veteado de blanco debido a la edad. El propietario se giró, y le echó entonces una mirada curiosa al adolescente peliverde.
Luego, la puerta se abrió de golpe nuevamente, y tres adolescentes más irrumpieron en la tienda.
Kacchan, o más bien, Bakugou Katsuki, había salido de la escuela temprano, para una cita con el doctor. Sin su líder y limitador presente, Dedos Largos había decidido disfrutar de su actividad favorita: cazar a Deku. Izuku personalmente no creía que Dudley Dursley fuese un modelo a seguir, pero los abusones tenían opiniones distintas al respecto.
Los otros tres chicos empezaron a mirar alrededor agresivamente. El propietario puso los ojos en rendijas, y se levantó de su asiento.
– Oigan, esto es una tienda, no un gimnasio. – les dijo en tono severo. – Por favor váyanse.
– Cállate, viejo fósil. – dijo Dedos Largos. – Nuestro... amigo, se está escondiendo aquí, y lo estamos buscando.
Izuku dio un respingo. El hombre por su parte frunció el ceño, y una ominosa energía púrpura-negra comenzó a chorrear por sus hombros dirigiéndose hacia sus manos.
– Les dije que se fueran. – dijo el hombre en un tono amenazador. – No me obliguen a repetírselos.
Los otros dos desaparecieron. Dedos Largos echó un vistazo alrededor tentativamente, pero finalmente huyó también. Izuku al fin pudo salir de su escondite, y miró al hombre con cautela. Éste le sonrió ligeramente, e hizo desaparecer el resplandor de sus brazos como si fuese polvo.
– Tranquilo, es inofensivo. – le dijo amablemente. – Sólo hago que parezca peligroso. Siéntete libre de quedarte aquí hasta que esos idiotas se aburran y se larguen.
– Gracias. – dijo Izuku suavemente. Finalmente pudo echar una buena mirada a su alrededor, y al hacerlo, sus ojos se iluminaron.
Era una tienda de antigüedades. A Izuku le encantaban las cosas antiguas. Al no tener un Quirk, sentía una especie de conexión con el pasado, con las reliquias que parecían estar fuera de lugar y olvidadas.
Detrás de él había un viejo televisor, con la consola en la pantalla. Encima de este había un reproductor de casetes, y una pila de cintas antiguas. Aunque estaban en inglés, pudo reconocer la mayoría de ellas. Aunque él no estaba seguro de qué era un "Beetleborg". Él sabía que "beetle" significaba escarabajo en inglés, por supuesto, pero jamás había oído de un beetleborg. Sonaba escandinavo, tal vez.
Se paseó un poco por el corredor, lleno de tecnología antigua pero funcional, hasta que se giró hacia una sección más abierta entre los muebles de estantería. Pasó entre ellos más rápido, sin estar muy interesado en cosas que no podía utilizar o cargar. Principalmente, Izuku buscaba libros, o tal vez mercancía, como camisetas o figuras coleccionables.
A pesar de eso, Izuku aminoró el paso cuando entró en una fila llena de joyería, cuchillos y otros objetos metálicos. Había anillos y brazaletes, un viejo bolígrafo de acero con uno de los logotipos tempranos de la NASA, y una tsuba del período Edo. La mayoría de los objetos estaban encerrados en cajas de cristal, pero algunos más grandes o aparentemente menos valiosos reposaban encima de dichos contenedores. Uno de ellos captó la atención de. Era una moneda que parecía de cobre, encerrada en una caja de plástico con sensores de alarma. Así que podría recogerla para verla, pero no sería fácil robársela.
Izuku cogió la caja. La moneda era de color bronce y se veía desgastada. Había una película de corrosión verde entre sus hendiduras, lo que hacía que el grabado fuese difícil de descifrar. Pero a Izuku le parecía que probablemente fuese un dragón. Un dragón occidental estilizado, parado sobre sus patas traseras.
Le dio la vuelta, y sus ojos y labios se entrecerraron de sorpresa e intriga. En vez de verde, la corrosión era blanca. Izuku se preguntó si la moneda estaría hecha de dos metales diferentes, o tendría alguna clase de revestimiento por este lado. Bajo las manchas blancas, se veía un grabado con forma de tigre, que rugía alzando una de sus patas con filosas garras.
Izuku volvió a voltearla, queriendo darle otro vistazo al dragón, y para ver si había alguna división clara entre el blanco y el verde. Sólo que ahora no estaba viendo al dragón verde. En su lugar, la moneda ahora estaba manchada de negro, y la criatura enmarcada en la superficie era un braquiosaurio. Izuku apenas pudo verlo por un momento, antes de volver a voltear la moneda otra vez.
Tigre blanco. Voltea.
Dragón verde. Voltea.
Braquiosaurio negro.
Esta vez Izuku estudió al dinosaurio por unos cuantos segundos. Luego comenzó a voltear la moneda de nuevo. No parecía haber un patrón. Era como si de alguna forma la moneda tuviese tres caras, y cada vez que le daba vuelta, le salía al azar uno de los dos lados a los que no estaba viendo. La rotación de la moneda o las direcciones en las que la volteaba no importaban. Y parecía ser una simple moneda de bronce, no alguna clase de holograma o diminuta pantalla. Se preguntaba si era el efecto remanente del Quirk de alguien, ya que definitivamente serían extraños e impredecibles.
Algo respecto a la combinación encendió una chispa en la memoria de Izuku, pero no estaba seguro por qué. Le sonaba familiar, pero no se le ocurría por qué. Los dragones verdes y tigres blancos eran temas muy comunes. El dinosaurio no lo era tanto.
Izuku sostuvo la moneda, y miró alrededor un poco más. Luego de haber visto la mayoría de lo que había en la tienda, y juzgando que los abusones ya se habrían ido, el adolescente se dirigió hacia el mostrador.
– ¿Puede contarme algo sobre esta moneda? – preguntó al propietario de la tienda.
– No realmente. – El hombre cogió la caja y observó la moneda. Si acaso notó las tres caras, no reaccionó. – No es coleccionable, tampoco de circulación, ni alguna pieza de historia. Sólo es una vieja moneda de bronce. Tal vez alguien la haya hecho porque era genial, o para algún cosplay. Conozco la dicotomía entre el tigre y el dragón, pero eso es más de Asia, y el dragón aquí es europeo.
– ¿Cuánto quiere por ella? – preguntó Izuku con cautela. Ninguno de los objetos en la tienda tenía etiquetas de precio. Lo cual, en su experiencia, significaba una de tres cosas. Primera, que todo costaba tanto que tenías que preguntar, y probablemente no te alcanzaría. Segunda, que el dueño de la tienda era un coleccionista, tratando de darle sus objetos a la persona correcta. Y tercera, quizás al hombre le gustaba regatear u ofrecerle tratos a la gente que le caía bien.
– Digamos 25 dólares. – dijo el hombre. – No, disculpa, eso serían unos 2500 yenes.
Eso no sonaba terriblemente caro, especialmente si era una moneda de bronce sólido. E Izuku tenía el dinero, lo estaba guardando para esa nueva estatuilla a escala 1/8 de Mirko. Si compraba la moneda, probablemente se perdería la estatuilla. Pero al mismo tiempo, sentía como si la misteriosa moneda lo estuviese llamando, y definitivamente la moneda sería más rara que la estatuilla.
El adolescente sin Quirk sacó su billetera. Sacó tres billetes de mil yenes y los colocó en el mostrador.
– Puede quedarse el cambio. – dijo Izuku, mirando brevemente alrededor de la tienda vacía. – Por haberme ayudado antes.
– No hay necesidad. – El hombre sonrió y le restó importancia. Cogió el dinero y la moneda, antes de desaparecer en la trastienda. Izuku escuchó el ruido de una vieja caja registradora mecánica, y luego un ruido de dinero siendo revuelto. El hombre volvió, y colocó una moneda de quinientos yenes en el mostrador junto con la moneda de bronce. Ya la había sacado de su contenedor, colocándola en una bolsa de plástico cilíndrica más sencilla. Izuku cogió la moneda y la miró con más cuidado, ahora que estaba fuera de su caja más grande. La echó al aire unas cuantas veces, en parte para seguir observándola con asombro, y en parte por el grano de cinismo y sospecha que el mundo le había grabado. Pero la moneda seguía teniendo tres caras.
– ¿Quieres una bolsa?
– No, gracias. – Izuku negó con su cabeza. Metió la moneda en su mochila, y se guardó el cambio en su billetera. Se despidió del tendero, y se marchó.
Si hubiese mirado atrás, tal vez habría visto la sonrisa de satisfacción, casi de triunfo, en el rostro del hombre.
...
– Izuku, cariño, ¿por qué llegas tan tarde? – preguntó Midoriya Inko en cuanto su hijo entró al apartamento. Había un deje de preocupación en su voz. En general, habría tres razones por las que el chico podría haber llegado tarde; bravucones, héroes, y tiendas. Y nunca le alegraba que su hijo fuese víctima de acoso, o que anduviera yendo a ver situaciones peligrosas para observar a los héroes.
– Perdón, mamá. – dijo con algo de pena. – Encontré una nueva tienda de antigüedades.
Inko suspiró, en una mezcla de decepción fingida y alivio legítimo. Luego agregó, en un tono ligeramente burlón: – ¿Una nueva tienda de antigüedades? ¿Eso no es oxímoron?"
– Para mí es nueva. – dijo Izuku. – Aunque parecía que ya llevaba tiempo allí. Y técnicamente, cada día hay "nuevas" antigüedades que no se consideraban viejas o raras anteriormente.
– Eso es verdad. – admitió ella. – ¿Encontraste algo interesante?
– Había algunas camisetas antiguas, y algunas joyas muy bonitas. – Izuku decidió tranquilizar a su madre apelando a sus propios intereses. – Y compré esta moneda de bronce que tiene un dragón en ella.
– Por supuesto que lo hiciste. – dijo Inko.
– Entonces, ¿me prestas tu kit para limpiar joyería? La moneda está un poco manchada, y quiero ver si puedo pulirla un poco.
Inko miró inquisitivamente a su hijo por un momento. – De acuerdo, pero será después de que cenar, terminar toda tu tarea, y que te des un baño.
– Muy bien, gracias mamá. – Salió corriendo hacia su cuarto para comenzar con la segunda condición que se le fue impuesta.
...
Izuku abrió la gaveta superior de su escritorio, y sacó una bolsa de plástico. Ya había cogido el kit de limpieza de su mamá. Ahora que iba vestido con una vieja y algo raída camiseta de All Might que sólo le servía para dormir o limpiar, y sus shorts de dormir, el chico ya estaba listo.
Dentro de la bolsa plástica había un par de guantes de seda blancos. Calidad extra fina, de triple capa y alto número de hilos. Eran los guantes de calidad de archivero que Izuku usaba para desempolvar o mover sus estatuillas de héroes, para no marcarles sus huellas digitales. Ahora planeaba evitar dejarle manchas a su nuevo tesoro.
Izuku extendió sobre su escritorio una gruesa tela de algodón. Abrió el contenedor de plástico, y sacó la moneda con delicadeza. Luego roció una nube de la solución limpiadora sobre la primera cara de la moneda. En este caso, era el tigre blanco manchado.
Dejó la moneda en la mesa, y sacó el cepillo para pulirla. Era casi como un cepillo dental eléctrico, excepto por el tamaño de la cabeza y la textura de las cerdas. Lo encendió, y lo frotó suavemente sobre la cara de la moneda. Funcionó, y la solución desoxidante hizo su trabajo sobre el metal. Una vez que lo pasó por toda la superficie, cogió una tela un poco más gruesa y frotó la moneda con ella. Pequeñas motas de blanco empezaron a caer de ella. Tuvo mucho cuidado con la presión, aunque dudaba que fuese lo bastante fuerte como para dañar el metal.
La volteó, y repitió el proceso sobre la cara del dinosaurio negro. Y luego se encontró con su primer problema, ya que al voltearla de nuevo volvió a sacar al tigre por segunda vez. Le llevó tres vueltas más para que apareciera el dragón. Izuku estimó que le llevaría unos cuatro o cinco intentos para cada lado de la moneda. Tener que darle vuelta tantas veces, y también llevar la cuenta de cuantas veces había limpiado cada parte sería un poco molesto.
Pero Izuku continuó trabajando en ello. Tras unas cuantas horas de duro trabajo, las caras de la moneda estaban casi totalmente limpias y con el bronce brillante. Sólo los espacios más profundos en el grabado tenían algún resquicio de la suciedad, aunque ahora servía para acentuar los iconos de los animales, en lugar de ocultarlos, e Izuku pensó que era un efecto bastante genial, aunque no hubiera sido intencional de su parte.
Entre la carrera que dio antes, y estar puliendo la moneda ahora, Izuku empezaba a sentirse cansado. No, ya había pasado el punto de "empezar"; realmente empezaba a casi caerse dormido de su silla. Al ver la suciedad de sus guantes, los echó en la cesta de ropa sucia para lavarlos luego; a diferencia de la mayoría de chicos de su edad, Izuku hacía su propia lavandería. Luego empacó el kit de limpieza, y fue entonces que aclaró su mente lo suficiente para darse cuenta que la moneda seguía descansando en una esquina limpia de la tela de trabajo. Se miró los dedos, y se los frotó repetidamente en otra sección limpia del paño de algodón. Y luego, tan ligeramente como pudo, agarró la moneda por el borde con el índice y el pulgar.
Y casi la dejó caer cuando una chispa de repente le recorrió todo el brazo. No era que le sorprendiera que se hubiera acumulado una carga estática en ella, pero el nivel de intensidad fue... un shock.
Izuku dio un respingo ante ese juego de palabras mental. Luego volvió a poner la moneda en su contenedor y cerró el plástico. Con un bostezo, rodó fuera de su silla hacia su cama, llevándose la moneda con él, instintivamente sin soltarla. La guardó bajo su almohada, y luego alargó la mano para pulsar el interruptor de luz. Izuku se había quedado dormido incluso antes de que la lámpara se apagara.
...
Se encontraba en un parque de una ciudad desconocida. Estaba rodeado por unas figuras de color gris, muy extrañas y sin rostro. Estas daban vueltas a su alrededor, y pudo sentir su hostilidad.
Y entonces, uno cargó contra él. Pero en un acto muy impropio de sí mismo, Izuku lanzó una perfecta patada de lado hacia su pecho. La extraña figura se deformó alrededor de su pie, como si fuera de masilla. A pesar de su suave estructura, el agresor salió volando de espaldas. La suela de su zapato quedó impresa en su torso.
Una segunda figura se le acercó mientras estaba distraído. Izuku se giró, agachándose, e hizo una barrida con los pies. Al hacerlo caer, él mantuvo el impulso del giro y le hundió el puño en la nariz. O por lo menos, en el lugar donde debería estar su nariz.
Dos más de las criaturas saltaron hacia él, e Izuku lanzó su siguiente ataque.
...
– Izuku, ¿estás despierto? – gritó Inko.
Izuku levantó su cabeza de su cama. Se dio cuenta que la cabeza no estaba en su almohada, y observó a través de sus todavía nublados ojos.
Había sujetado su almohada en un candado. El edredón había quedado amontonado a los pies de su cama, y la sabana superior estaba enredada alrededor de la silla de su escritorio y parcialmente en el propio escritorio. Se puso a revisar, y la moneda había desaparecido. Seguramente la habría tirado a alguna parte durante ese intenso sueño.
Pero al menos aun llevaba su reloj.
Izuku quería buscar la moneda, pero una mirada a la alarma le hizo darse cuenta que se había quedado dormido más allá de su hora. Y eso era serio.
– ¡Diablos! – gritó antes de saltar fuera de la cama. Sólo para darse cuenta que el edredón todavía estaba enredado en uno de sus pies. Esperaba irse de narices, pero en lugar de eso saltó más lejos de lo esperado, con fuerza suficiente para liberar el pie y enviar la manta volando. Aterrizó perfectamente, y se apresuró a vestirse. Tendría que llevarse el desayuno por el camino, y aun así seguir corriendo para llegar a clases a tiempo.
...
En realidad, logró llegar con tiempo de sobra. Tal vez fuera por el sueño, o simplemente haberse ido a dormir antes de lo normal y quedarse dormido de más por accidente. Pero Izuku se sentía lleno de energía. Su trote era casi tan rápido como su carrera normal, y no se sentía ni siquiera falto de aire para cuando llegó a la Secundaria Aldera.
En cuanto entró al salón, recibió miradas furiosas de los tres abusones de quienes había escapado ayer. Bakugou todavía no estaba allí, así que Dedos Largos se acercó a él pisoteando con fuerza.
– Veo que no te perdiste, Deku. – le gruñó, y luego le echó una mirada al chico más bajo. – ¿Y desde cuándo llevas un reloj?
Izuku parpadeó. En su prisa durante la mañana no se había dado cuenta, pero ¿cuándo se puso el reloj? Especialmente este reloj, que no reconocía en absoluto.
– Se ve demasiado genial para un insignificante como tú, Deku. – dijo el bravucón. – ¿Por qué no me lo das a mí?
Extendió sus dedos intentando agarrar a Izuku por la muñeca. Izuku se giró para alejarse, ocultando su muñeca izquierda, y simultáneamente extendiendo su codo derecho mientras daba vuelta. Eso alejó de un golpe la mano de Dedos Largos. Los ojos de Izuku se ensancharon, tanto ante el hecho de que había desafiado a su compañero de clase, como ante lo fácil que se le hizo. El revuelo de la clase a su alrededor se había apagado, y los ojos de todos ahora estaban fijos en ellos.
– ¿Qué diablos pasa aquí? – demandó saber Bakugou apenas puso un pie dentro del aula.
– Deku se está haciendo muy grande para sus calzones. – se quejó Dedos Largos.
– ¿Oh en serio? – gruñó el chico rubio con Quirk y temperamento explosivos.
– Yo sólo quería impedir que... – murmuró Izuku.
– Así que alguien parece haberse envalentonado, ¿eh? – se burló Bakugou, antes de lanzarle un rápido jab.
Izuku se preguntaba por qué Bakugou le lanzó un golpe tan lento. Claramente no iba a darle, solamente era para hacerlo retroceder. Pero lo telegrafiaba tanto, que era demasiado obvio.
Y entonces, el cuerpo de Izuku volvió a moverse solo. Desvió su cabeza apenas hacia la derecha, asegurándose que el puño ni siquiera le rozara la oreja. Luego levantó su mano izquierda, bloqueando el puño y desviándolo más hacia un lado.
– Oh, ¿así que quieres entrarle? – Bakugou perdió cualquier semblanza de control.
Pero de nuevo, Izuku actuó por instinto. Dejó caer su peso y puso rígidas sus piernas. Giró su propia mano, atrapando la muñeca de Katsuki, y retorció la mano del bravucón hacia afuera. Un momento después hubo una explosión que salió de la palma de Bakugou. Normalmente, esta habría ido directo hacia la oreja de Izuku y bajado por su espalda, pero en lugar de eso sólo detonó sobre la pared. Eso todavía debería haber enviado el dorso de la mano de Bakugou hacia la mejilla de Izuku, pero el chico más bajo logró restringir el brazo explosivo en su lugar, sin siquiera parpadear ante la fuerza de la explosión.
Los ojos de Bakugou se ensancharon de sorpresa, que rápidamente se convirtieron en una rabia asesina. Pero antes de poder volver a atacar, la puerta se abrió, y su profesor entró al aula para iniciar la orientación.
– Después nos arreglamos, Deku. – gruñó Bakugou entre dientes, y tomó su asiento.
El resto de su clase observó con asombro. Y los otros dos secuaces de Bakugou y Dedos Largos empezaron a sudar nerviosos.
...
Esa no fue la única sorpresa que Izuku y sus compañeros de clase se llevaron. Llegó el cuarto período, y con él la clase de Inglés.
Izuku abrió su libro de texto, y parpadeó. Podía leerlo. No era como que no pudiera leerlo antes, sino que Inglés no era su punto fuerte en las clases, y aunque sacaba mejores notas que la mayoría de los de segundo año, no era que esa lengua extranjera se le hiciera igual de rápida y casual que el japonés.
Excepto ahora, al darle vuelta a las páginas y darse cuenta de que sabía lo que decían. Sin dudas ni pensamientos, sin palabras poco comunes o sonidos extraños, sin tener problemas para recordar o tropezarse con las a menudo combinaciones de letras y excepciones.
– Mister Midoriya, are you listening? – preguntó la profesora en inglés, sonando molesta.
– Yes, ma'am. – respondió él igualmente. Sólo que sin acento, y ni siquiera tuvo que pensar en decir "ma'am" en lugar de "sensei".
– Entonces por favor lee el siguiente párrafo.
Lo hizo. Y de nuevo, todos se quedaron mirándolo fijamente, ya que lo hizo sin cometer ningún error.
– Bueno... – la mujer con orejas de gato resopló. – Parece que has estado conteniéndote, Mister Midoriya.
– No, señora. – Él negó con su cabeza. – Fue como si algo... hubiese hecho click. ¿Tal vez de tantas películas antiguas que he visto finalmente me sirvió de algo?
– Ya lo veremos. – dijo ella. – Pero sigue a ese ritmo, y podríamos tener un nuevo número uno.
*Pop, pop, pop*. Las explosiones de Bakugou resonaban suavemente en el aula.
...
Bakugou Katsuki asumió su puesto justo afuera de las puertas de entrada. Ignoraba a la mayoría de los estudiantes que iban de salida, que le daban mucho espacio. Y unos cuantos incluso formaron un semicírculo fuera de su rango, para poder observar lo que iba a suceder.
– Deberíamos ir por un profesor. – le susurró una chica delgada de pelo azul a otra estudiante.
– A los profesores sólo les importa lo que pasa en los terrenos de la escuela. – replicó la otra. – A algunos ni siquiera eso.
Y entonces Izuku apareció. Su profesor de gimnasia lo había retenido. Oficialmente, para preguntarle por qué lo había hecho tan bien en la clase de hoy. Extraoficialmente, Izuku sospechaba que era para evitar que pudiera escapar.
– ¿De verdad tenemos que hacer esto, Kacchan? – preguntó Izuku. – Sólo estaba tratando de evitar que se robaran mi reloj. No querrás que te asocien con un criminal, ¿verdad?
Los ojos de Bakugou se desviaron momentáneamente hacia Dedos Largos, que retrocedió. Japón todavía se mostraba dispuesto a ignorar ciertos niveles de acoso, pero incluso ese ojo ciego no se extendía a los robos, especialmente hacia los objetos de valor.
La mirada asesina sólo duró un momento, antes que Bakugou volviera a enfocarse de nuevo en Izuku.
– No se trata de eso. – le gruñó. – Se trata de que hoy me hiciste quedar mal, maldito nerd.
Izuku tembló, sabiendo que no podría salir de este atolladero hablando. La multitud se tensó, y Bakugou dio un paso al frente, antes de lanzar explosiones de cada palma para lanzarse hacia Izuku.
Y de nuevo, el peliverde se preguntó por qué su antiguo amigo se movía tan lentamente. ¿Habría aprendido a moderar sus explosiones para hacer una propulsión más estable?
Izuku reaccionó sin pensar de nuevo. Igual que en su sueño, se agachó, e hizo un barrido hacia las piernas de Katsuki. Cuando el matón le pasaba por encima, Izuku le atrapó del brazo, lanzándolo hacia el suelo en lugar de dejar que se estrellara contra una pared.
Y entonces, Izuku empezó a correr. Más rápido de lo que recordaba haberlo hecho. Apenas vio la parte del círculo donde estaban los estudiantes más bajos, saltó por encima de ellos.
– ¡Maldita sea, DEKU! – escuchó un aullido furioso detrás de él. Y no dejó de seguir corriendo.
...
Después de haber roto su reloj de señal heroica de All Might (marca registrada) cuando tenía ocho años, Izuku nunca había llevado un reloj. Y aun así, de alguna manera, llevaba un reloj bastante genial en este momento. Y lo tenía desde esta mañana, sin darse cuenta al principio que lo tenía.
Tenía una banda de cuero negro con una malla de bronce en el centro. No tenía ninguna hebilla o clip por ninguna parte, así que Izuku no estaba seguro de cómo se lo puso o cómo quitárselo. El cuerpo era de bronce, con tres grabados muy familiares alrededor de la cara. Un dragón verde, un tigre blanco, y un braquiosaurio negro. La cara se veía metálica, con tres manecillas y números color bronce en medio de un remolino de verde, blanco y negro. Pero cuando ladeó su cabeza para verlo desde un ángulo, las manecillas no tenían profundidad. La cara era una pantalla de resolución absurdamente alta que mostraba una proyección de un reloj mecánico. No había botones en los lados. Izuku se preguntaba si era una pantalla táctil. Pero cuando tocó la cara del reloj, sus ojos rodaron hacia el interior de su cabeza, y se desplomó sobre su escritorio.
...
Izuku se encontraba en una especie de dojo. Había varios paneles de tatami con acojinamiento debajo, y la luz solar se filtraba por una ventana en la pared, iluminando toda clase de armas de madera que estaban sobre otra.
Había otra persona de pie frente a él. Era mucho mayor que Izuku, pero tenía una cierta madurez juvenil que hacía que fuera difícil determinar si tenía diecisiete o veintisiete años. El hombre era de constitución fuerte, con un largo cabello castaño amarrado en una coleta. Se veía occidental, con unos ojos marrones muy amables. Llevaba unos pantalones de entrenamiento negros, y una camiseta blanca sin mangas con una insignia verde en ella.
Izuku tuvo la sensación de que el hombre y la insignia le resultaban familiares, pero no pudo ubicarlos antes de que finalmente decidiera hablar.
– Es un placer conocerte, Izuku. – dijo hablando en inglés. – Mi nombre es Tommy Oliver. La Moneda de Poder te ha juzgado como digno, y ahora es mi trabajo asegurarme que estés listo.
La quijada de Izuku se desplomó hasta el suelo.
...
A tres zonas temporales al este de Japón, muy cerca de la línea internacional del cambio de fecha, se encontraba la isla artificial conocida como I-Island. Patrocinada por los Estados Unidos, Canadá, Japón y la república del norte de China, aunque independiente de ellos, era un refugio para los científicos e investigadores. Más de la mitad de la población adulta se dedicaba a algún tipo de investigación.
Uno de los científicos más prominentes de la isla era David Shield, antiguo compañero y proveedor de equipamiento de All Might. Y viviendo con él se encontraba su hija Melissa.
Aunque sólo tenía quince años, Melissa bien podría pasar por alguien de dieciséis o diecisiete. No hacía daño que iba un año por delante en una de las escuelas más exigentes del mundo, y que era considerada muy atractiva por sus compañeros, pese a que realmente no se preocupaba o ponía algún esfuerzo en su apariencia. No, a ella le preocupaban más sus estudios, e igual que su padre ella era considerada una genio.
Melissa tenía un proyecto favorito secreto del cual sólo David y unos pocos más sabían, ya que la mayoría de la gente se habría burlado de él. Pero Melissa era una verdadera creyente. Y por tanto, sobre una repisa encima de su escritorio tenía una enorme vitrina de cristal. Estaba enmarcada con terciopelo negro y tenía siete compartimientos en su interior. En cada hendidura circular había unos fragmentos de bronce cuidadosamente colocados, que parecían piezas de monedas rotas. Dos de las monedas parecían estar muy cerca de ser completadas, mientras que cuatro de las cinco restantes tenían menos de un cuarto del metal original. Cada una de las monedas parecía tener un grabado distinto, y cada una estaba acentuada por una ligera mancha de color rosa.
Melissa estaba inmersa en su tarea escolar, cuando los fragmentos comenzaron a vibrar ligeramente y a emitir un suave resplandor. Podría habérselo perdido, excepto que la vitrina estaba equipada con varios sensores y escáneres. Así que cuando las monedas incompletas comenzaron a emitir una ligera energía, docenas de alertas explotaron en su escritorio. La chica rubia levantó su cabeza, y miró hacia las monedas con asombro y curiosidad.
...
Un día antes, cierto comerciante de antigüedades, aparentemente en sus cincuenta y tantos, regresó a su casa con una gran sonrisa y casi dando saltos de alegría con cada paso que daba. Zachery Edwin Davis Dulles había estado aguardando por años este momento, y no podía esperar a compartirlo con su mujer.
Entró a su casa, y apenas lo hizo, atrapó a su amada en un gran abrazo. Se veía demasiado joven, y demasiado hermosa para él. Parecía de ascendencia asiática, pero tenía una cierta mezcla de rasgos exóticos que haría difícil determinar dónde podrían haber nacido sus padres.
– ¿Y ahora qué te picó? – se rio ella felizmente cuando la puso en el suelo.
– La moneda. Un joven la encontró y la compró.
Ella entrecerró sus ojos, y dejó caer su voz un octavo antes de adoptar un tono rasposo y malvado.
– ¡Aaah, después de doscientos años, estamos libres! – Empezó a reírse como loca, pero luego tosió y se sonrojó.
– Has estado esperando para decir eso, ¿verdad? – preguntó él, divertido.
– Parecía apropiado. – La mujer sonaba ligeramente avergonzada. – Entonces, ¿qué vamos a hacer?
– Pensaba en que podríamos preparar nuestra vieja RV. Hacer una venta de liquidación en la tienda de antigüedades, y luego vender la tienda, y tal vez incluso la casa. Donar todas las ganancias anónimamente a un par de caridades, y luego largarnos. Ahora que nuestro deber está hecho y pagamos nuestras deudas, podríamos tomarnos una bien merecida segunda luna de miel. Triforia es hermosa en esta época del año, o tal vez Aquitar. Hace décadas que no te veo en un bikini.
Ella se rio, y le dio un beso. Fue como si literalmente los años se hubiesen derretido, dejándolo apenas mayor de lo que ella era. O más precisamente, de lo que aparentaba. Y entonces se puso un poco más seria.
– Este chico, ¿de verdad crees que podrá lograrlo? – le preguntó.
– Eso espero. – dijo su marido. – Si no es así, que el Poder nos proteja a todos.
Esta historia continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top