2-
-Otro día en mi miserable vida
-Tu animo me hace sentir que mi vida es maravillosa –la mire mostrándole el dedo corazón -, no sé porque te quejas tanto, tienes veintidós años, eres joven, tienes un novio apuesto, eres la secretaria principal de un hombre con una gran empresa y ganas bien a pesar de que no estas legal como tal en el país, eres afortunada.
-Hoy me llego el periodo, no soy afortunada.
-Eres un caso,Lia -dijo riendo.
-Aunque tienes razón, aún tengo algo de suerte.
-¿Por qué lo dices?
-Aún no ha llegado don señor dueño de la empresa.
-¿Aun no? –pregunto con gracia en su voz-, llego hace dos horas.
-¡¿Qué?! - pregunte exaltada, no le había siquiera llevado un café.
-Sí, el cree eso de que "el que madruga Dios lo ayuda" y bueno –me sonrió-, es el dueño de una empresa.
-Por cierto, ¿Cómo paso eso?
-Al parecer sabe mover sus cartas –dijo encogiendo sus hombros-.
La puerta que estaba en medio de las dos se abrió dando presencia del señor Angelo, las dos volteamos a verlo acomodándonos en nuestras sillas.
-Necesito alguna de las dos –dijo, mire a Rebecca en seguida para que fuera ella, pero fue un error, el noto mi gesto- Ven tu ,linda
Mire a Rebecca mal por esa sonrisa de burla que tenía en su rostro, lo seguí hasta su oficina y cerré la puerta tras de mí.
-Mi nombre es Lia, no Linda –aclare.
-Lo sé, pero me gusta llamarte linda.
-Pero mi nombre es Lia y me gustaría que me llamara así- volví a decir a lo cual el detuvo su paso y se acercó a mí.
-A mí me gustaría que me llamaras Daddy, pero sin embargo me llamas Jonathan. – Dijo con una sonrisa en su rostro.
-Llamarlo Daddy sería una falta de profesionalismo.
-Oh linda, no hablemos de profesionalismo porque me harás enojar – Siguió sin quitar esa sonrisa de su rostro- y no sabes lo que te haría Daddy si se enoja.
Mire a todos lados, no sabía qué hacer, no sabía que decir. ¿En verdad esto está pasando?. De la nada el comenzó a reír mientras caminaba hacia su escritorio.+
-Presiento que me caerás muy bien, linda
-¿Está jugando conmigo?
-Sí, relájate, si quieres no me llames Daddy, me puedes llamar Jonathan
-Prefiero Señor Angelo –dije seria. Es un imbécil.
-¿Cuántos años tienes? –pregunto.
-Veintidós -respondí mientras el miraba un expediente.
-Linda veo que no eres de aquí –dijo mientras miraba aquellas hojas, perfecto, era mi hoja de vida.
-No.
-¿Cómo trabajas aquí entonces?
-Pues el señor Collins me dijo que si trabajaba para el dos años el me daría trabajo definitivo y así podría conseguir mi ciudadanía .
-Perfecto, otra error de Collins.
-¿Me acaba de llamar error?
-Si –contesto siendo franco-, eres un error en mi sistema de empleados, no puedes trabajar aquí.
-Pero...
-Pero nada linda - me corto, yo no sabia bien que decir - si la policía se entera de esto literalmente pueden demandar a la empresa
Efectivamente si tengo una vida miserable.
Me senté en la silla al frente de su escritorio tratando de calmarme, casi dos años de mi vida desperdiciados en Collins y todo para nada.
-Te tengo una solución –dijo de pronto, subí la mirada a el.
-¿Una solución?
-Un trato más bien.
-¿A qué se refiere?
-Yo si soy nacido aquí, puedes casarte conmigo y obtener la nacionalidad.
-¿Está jugando conmigo de nuevo? –pregunte furiosa, esto para mi es algo serio y el parece que todo lo toma a juego.
-No, a mí me conviene.
-¿Qué sacas de esto?.
-Mi padre murió hace dos meses. - dijo con normalidad.
-Lo siento –dije.
-No tienes por qué, no fue tu culpa, el asunto es que el dejo dicho en su testamento de que su herencia me pertenecía a mí solo si me casara .
-¿Por qué? - pregunte con curiosidad.
-Porque antes de morirse le jure al desgraciado que nunca me casaría, el termino dándome un sermón del porque un matrimonio es bueno y me dijo que me arrepentiría de esas palabras, así que sí, si me arrepiento.
-Pero tienes una empresa propia, ¿Para qué querer más dinero? –pregunte y el rió.
-Al tener más dinero, mi empresa crece más –se acomodó en su asiento- Yo te necesito y tú me necesitas.
El me quedo mirando esperando una respuesta, no sabía que responderle, no sabía que decirle, y la verdad es que él no me necesita, él puede conseguir a cualquiera que se quiera casar con él y seguro que la mitad de la población femenina diría que sí, pero yo, a mí nadie me haría ese favor.
-Tengo novio –le dije.
-Lo sé, pero solo es un favor, no es algo como jurarnos amor por siempre.
-Usted es mi jefe.
-¿Y?, podrías ser la secretaria zorra que le quita fortuna a su jefe.
-No me llames zorra –le dije seria.
-Está bien no te enojes, nena.
-Tampoco me llames nena.
-Eres muy seria para tener veintidós.
-Tu muy inmaduro para tener veintiocho.
-No tengo veintiocho –dijo riendo- y gracias por ese alago –lo mire frunciendo el ceño.
-Asi que si eres un viejo verde -dije riendo.
-Tampoco, tengo treinta y dos años.
Wow, no los aparentaba para nada. La verdad es que si no tuviera a Sebastián me lo comería entero, con mayonesa y kétchup, acompañado de un poquito de chocolate derretido en su cuerpo... oh por Dios, ¿Hace cuánto no tienes sexo Lia, hace cuánto?.
-¿Entonces? –me hablo interrumpiendo mis pensamientos pecaminosos con el.
-Debo pensarlo.
-Está bien, necesito tu respuesta hoy en la noche, mientras lárgate de mi empresa estas despedida.
-Eres muy amable –dije sonriendo sarcásticamente.
-Gracias, trato de serlo con la clase baja.
¿Por qué tiene que ser ilegal matar a alguien?
Sali de esa oficina con mi cabeza vuelta nada, mi celular vibro en un mensaje nuevo.
Por cierto, si me vas a llamar Daddy.
-Jonathan.
Definitivamente este hombre es un demente.
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