Noche 7 [Creer]
Yo casi me rio a carcajadas por la estupidez que Dante dijo esta mañana. Tal vez no sea tan absurdo
Pero yo sólo revolví su cabello oscuro de mi hermano mientras le sonreía –Debes dejar de leer Crepúsculo y todas sus sagas. –comenté, cosa que lo hizo enfadarse.
–¡Yo no leo esa basura!
–Entonces viste las películas. –contraataqué con los brazos cruzados. ¡Punto para mí!
–Bien, sólo bromeaba. ¿Si? –rodó los ojos mientras dirigía su silla hasta el refrigerador para tomar la caja de chocolatada y sirvió un poco en un vaso de vidrio. Yo observé sus movimientos sentada sobre la mesada –Eso te lo pudo haber echo una sanguijuela, mejor conocida como Ruy. –agregó dando un sorbo profundo.
–¿De qué hablas?
–No te hagas la tonta. Los besito y eso. –Dante frunció el ceño y apretó el vaso con fuerza, hasta tenía miedo de que pueda romper el mismo con una sola mano.
–¿Qué, qué...? ¿Crees que Ruy me hizo esto? –pregunté indignada. Desde que comencé a salir con él, Dante y yo discutimos por cualquier cosa y el pequeño se las arregla siempre para meterlo en la conversación.
–¡Si! Lo creo. –me contestó con seguridad dándo un golpe en la mesada son su puño.
–¿Qué te sucede? Sé que Ruy y tú nunca fueron los mejores amigos pero ahora creo que... realmente lo odias. –murmuré bajando de la mesada, me incliné para estar a su altura. Ese comportamiento no es común en Dante.
–No me pasa nada. –contesta con los dientes apretados, evita mirarme a los ojos –¡¿A ti que te sucede?! –exclamó dejando el vaso vacío en la regadera y de su bolsillo sacó una hoja de papel un poco arrugado.
Exacto, es lo que están pensado.
–¿De dónde lo sacaste? –pregunté con el corazón en la boca. Era una de las notas del psicópata que arrebaté de sus manos rápidamente.
–Si papá y mamá se enteran de esto dejarás de ver a Ruy. Es perfecto para mí. –comentó Dante con una sonrisa de lado en su rostro. No, no, no. Está malinterpretando las cosas.
–No es lo que piensas...
–Mierda, ahí dice que guardes el secreto de su visita. ¿Viene por las noches a tu cuarto? –habló mientras avanzaba con su silla hacia mí –Tú actúas muy extraño hace unos días. –acusó apuntándome con su dedo.
No podía decirle la verdad pero si mientía lo sabría. Dante me conoce bien al igual que yo a él. Y es por eso que ahora nos encontramos ambos en mi habitación, en la noche. Le prometí que le diría la razón de mi comportamiento extraño cuando volviéramos a estar solos como esta mañana y aquí estamos. Si se preguntan por nuestros padres, mamá tuvo que trabajas horas extras para cubrir los tiempos de otros empleados en la empresa mientras que papá fue a visitar a nuestros abuelos. La abuela está muy enferma y pronto partirá y es por eso que quiere pasar el mayor tiempo posible con sus hijos y nietos.
Estamos sólo los dos en la casa, Dante me mira con una expresión seria y entrecierra los ojos al ver que revuelvo las cosas de mi armario, quito unas cuantas prendas del camino y encuentro el montoncito de mensajes que el psicópata me envió –Las empecé a recibir desde la última fiesta. –susurro teniendo la vista en el papel medio amarillento y con los bordes quemados.
–¿Por qué no se lo dijiste a nadie? –Dante se ve preocupado pero también sus ojos reflejan enojo.
–Él me amenazó con lastimar a Jana, la conoce y ya estuvo en casa un par de veces. Por favor no le digas a nadie de esto. –le suplico con un poco de lágrimas en mis ojos. No quiero que nadie resulte herido, ni mis padres o Dante. No lo soportaría de nuevo.
–Debemos llamar a la policía. –él, en medio de la desesperación y prepotencia, toma mi celular y marca el 911. Antes de apretar send el aparato comienza a sonar, se lo arrebato de las manos y miro la pantalla.
Número desconocido.
–Ponlo en altavoz, no diré nada. –Dante suspira y es cuando contesto la llamada. Ambos quedamos callados por un momento hasta que decido hablar.
–¿Hola? –trato de sonar lo más normal posible. Los nervios me carcomen.
–Lian. ¿Hablamos con esa jovencita?
¡No puede ser! ¿Ahora esto? ¿Cómo demonios consiguió mi número?
Dante me mira de inmediato al ver la expresión de mi rostro –S-Si. –murmuro en respuesta, mis manos tiemblan.
–Oh, genial. ¿Nos recuerdas? Sólo queríamos saber cuándo estarán los pastelillos que pedimos.
Dante busca rápidamente una nota en especial y la leo rápidamente.
"Espero que para la próxima tengas los pastelillos"
¡Lo olvidé!
–¿Umm? ¿Hola? Podemos escucharte respirar, aún sigues allí.
Puedo ver a Dante con las cejas fruncidas mientras maldice en silencio. Sólo mueve los labios. "Maldito hijo de perra" es lo que puedo interpretar.
–Si, es que... lo olvidé, lo siento. –murmuro intentando mantener la calma.
–Descuide señorita. Pero... como ya estamos aquí sería de mala educación no recibirnos. –suelta una risa al final y la misma se escucha hasta mi cuarto, él está en la casa.
Dante se apresura para llamar a la policía de nuevo pero le arrebato el celular de las manos, para entonces la llamada se cortó –Quédate aquí. –susurro mientras camino hacia la puerta que lleva al pasillo.
–No, no puedes ir. Llamemos a papá o a mamá. –suplica con los ojos llorosos. Le doy un fuerte abrazo para luego negar con la cabeza.
–Si no voy él vendrá y no quiero que te haga daño. Por favor quédate aquí. –insisto cuando abro la puerta lentamente.
–Pero... –antes de que Dante vuelve a quejarse lo callo colocando mis manos en sus mejillas.
–Es una orden. –tomo la llave de mi cuarto y cierro para que él no pueda salir y que nadie pueda entrar.
Luego doy una profunda respiración, me preparo para enfrentar a ese psicópata que ha convertido mi vida en un infierno, doy los primeros pasos y lo encuentro en la cocina. Sentado con las piernas cruzadas sobre la mesada del centro, al verme ladea un poco su cabeza hasta sonreír.
–Creímos que nunca vendrías. –susurra jugando con sus manos. Es curioso, siempre habla en voz baja o en susurros desde que lo conocí. ¿Será así todo el tiempo?
–Eh... no, ya vine. ¿Q-Qué pastelillos quieres... quieren? –contesto rápidamente que mis palabras se atropellaron un poco.
–Tranquila Lian, sorpréndenos. –sonríe revolviendo su cabello. Maldito perro, esparse sus garrapatas y pulgas por mi cocina. ¡Ya sé! Necesito más información sobre él, tal vez me pregunte cosas sobre mí, es un arma de doble filo pero no tengo opción.
–Así que.... te gustaron mis pastelillos. –comienzo diciendo.
–Claro. ¿Conoces a alguien que no le guste? –por un momento su tono se volvió un poco más alto, no un susurro. Pero rápidamente vuelve a hablar bajo. Es extraño.
–Entonces...
–Llámanos Milo. Ya lo dijimos. –interrumpe ladeando la cabeza. Buen tema de conversación eh.
–¿Por qué siempre hablas así? –digo preparando la masa para los pastelillos. Los haré de chocolate.
–Debemos hacerlo. Somos uno. –susurra sin mirarme. Yo tampoco quiero hacerlo, además si que está loco. Nada de lo que dice tiene sentido.
Siento su mirada sobre mí mientras hago cada movimiento, eso me aterra. Él es aterrador –¿Cómo que uno? No lo entiendo. ¿Debería hacer más pastelillos?
–No. No come ni bebe, sólo caza. –eso lo pensó en voz alta, por su expresión puedo jugar que está hablando de alguien más. ¡¿Son dos?!
–¿Qué? –pronuncio pensativa y es cuando Sheldon aparece en la cocina, él comienza a gruñir al ver a Milo. En cambio, el psicópata da un salto de la mesada y mira con odio al gato negro.
–Debo irme, amm... Deshaste de ese gato, los odiamos. –no dice nada más y sale de la casa rompiendo la maldita ventana. En ese momento escucho los golpes que viene de mi cuarto.
–¡Lian! ¡Abre la puerta ahora!
Se fue, Milo se fue. ¿Le teme a los gatos? No, dijo que los odia. Dijo... Que debía irse, habló en primera persona pero luego... Es raro.
–¡Abre! –Dante continúa golpeando la puerta y decido dejarlo salir. Sus brazos me sorprenden cuando entro a la habitación. Me abraza con fuerza –Gracias a dios estás bien.
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