Noche 12 [Castigo]

Al abrir los ojos con pereza. Lo primero que vi fue a Ruy dormido sobre el borde de mi cama, sosteniendo mi mano como si de eso dependiera su vida. Suelto un "Awww" por la ternura que él me genera. Cuando el dolor mi de cabeza disminuye al fin puedo sentarme en la cama, por la ventana puede ver que ya es de noche.

¿Estuve inconsciente todo el día?

Trato de recuperar mi mano para acomodar mi cabello y es cuando recuerdo lo que pasó, lo que hizo que me desmaye. Recuerdo que Milo escapó, recuerdo la nota y esas tres palabras "Es el fin" traducido: Es mí fin, o el de toda mi familia. Esto es mi culpa. ¿Por qué tuve que ir a meterme en donde no me llaman? Si nunca hubiera ido a esa fiesta, nunca nada de lo que está pasando hubiera sucedido.

–Lian. –Ruy levanta la mirada rápidamente y se abalanza hacia mí para darme un fuerte abrazo, me siento más segura en sus brazos –Lo siento mucho. Fue mi culpa que te desmayaras, es que estaba tan molesto... Oh, perdón. No volveré a mencionarlo. –murmura contra mi sien, como es más alto mi cabeza queda justo en su pecho, y yo no puedo estar más feliz por eso y su actitud. Yo soy la que tiene la culpa y debería dar explicaciones, no él.

–No, yo lo siento. –digo alejándome un poco de él, cosa que le incómoda y vuelve a abrazarme.

–¿Por qué te alejas? No lo hagas por favor. –su voz suena grave pero con un toque de dulzura. No merezco a alguien como él.

–Bien, pero sobre esa nota...

–Shhh... No lo digas, te pusiste muy mal por eso. Vamos a olvidarlo. ¿Está bien? –ahora es él quien se separa un poco para levantar mi mentón con sus dedos. Sus ojos me tranquilizan dándome un poco de paz.

–Está bien. –respondo forzando una pequeña sonrisa. Él se conforma con esa respuesta y deja varios besos en mi rostro, desde mi frente hasta mis labios.

–Que bueno que ahora estés bien. –habla quitándose sus zapatillas y se tumba sobre la cama, a mi lado –Es mi turno para descansar. –suelta un gran bostezo para luego acomodarse, su brazo se ubica alrededor de mi cintura.

–Devuelve mi cintura, gracias por cuidarme pero tengo hambre. ¡Ruy! –hablo seria cuando escucho que él finge roncar. Le daré la cama todo para él, pero necesito mi cintura ya.

–Te traje la comida a la cama para cuando despertaras. –contesta con su rostro contra la almohada. Yo miro la pequeña mesita de luz que está junto a la cama y veo una bandeja con el plato de comida en el centro, un vaso con jugo de naranja y un pastelillo decorado, es amarillo y tiene dibujado una cajita feliz.

–Gracias. –chillo arrojándome sobre él para besar todo su rostro. Los pequeños vellos de su mentón me haces cosquillas.

En las afueras~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Narrador tercera persona.
–Él estará molesto, él estará molesto. Lo está. –murmura Milo cuando está frente al gran y viejo edificio en donde su amo le ordenó que vaya. Allí ellos se encontrarían para decidir, una vez por todas, lo que harán con respecto a la chica. Milo no quiere entrar a esa tétrica construcción que hace años está abandonada, era un viejo hotel en la carretera pero los dueños lo cerraron al no tener suficientes ingresos para mantenerlo. El lugar fue abandonado y las malezas reclaman la tierra, plantas y enredaderas crecen y trepan por las paredes mientras que un pequeño árbol crece en el techo.

–No me hagas esperar. –escucha a su amo desde el interior del edificio. Milo siente piel de gallina y pasa las puertas rotas que antes eran de una madera muy fina. Él camina unos pasos dentro, está muy oscuro y eso debemos sumarle el hecho de que es de noche. Los grillos y búhos hace presencia a través de sus cantos estando escondidos en la oscuridad de la noche. Sólo paz hay allí, hasta que Milo se tira de rodillas al suelo y agacha la cabeza con rapidez porque, justo frente a él, sentado en las escaleras del viejo hotel, se encuentra su amo. Él mira a Milo con desprecio mientras que tamborilea sus dedos sobre el escalón de madera.

–¿Qué haré contigo? –habla clavando su mirada fría sobre el otro hombre –Tanto te expliqué, tanto te mostré y enseñé para que TÚ vayas y rompas cada puta regla... –Milo lo interrumpe para intentar defenderse de algún modo.

–Hice todo lo que me ordenó, amo.

–¡Cállate! ¡No tienes permiso para hablar! –grita haciendo que Milo agache más la cabeza, en ningún momento lo mira a los ojos y sólo permanece de rodillas –Si, en un principio fue así. Pero luego hacías visitas con más frecuencia. ¿Qué estaba pansando por tu cabeza llena de mierda? ¡¿Eh?! –las palabras del hombre están llenas de odio y decepción hacia Milo. Éste, al conocer y convivir únicamente con este hombre, se siente también decepcionado de si mismo por comportarse de esa manera tan descuidada. Lo peor es que está de acuerdo con él.

Milo levanta un poco la cabeza pero la vuelve a bajar, quiere decir algo pero le ordenó cerrar la boca. El otro hombre suelta una risa burlesca y se acerca a su cómplice, porque si, Milo lo ayudó en varias oportunidades con sus victimas desde que se conocen –Ahora puedes hablar, quiero escuchar que tipo de estupideces dirás.

Milo asiente con la cabeza lentamente para luego relamerse sus labios resecos –Mi... –da una pausa y quiere golpearse a sí mismo cuando se equivoca –Nuestro trabajo es asustar a las presas para mantenerlas controladas, para después cazar. –murmura con la voz grave.

–Exacto. Asustarlas. ¡No hablar con ellas y volvernos sus amigos! –el hombre camina hacia Milo y lo sujeta con fuerza del cabello, obligándolo a mirarlo a los ojos –No tienes a nadie porque nadie quiere un pedazo de mierda como tú, sólo estoy yo. Te perdoné la vida y me la debes pagar. –el sujeto baja su puño con fuerza, golpeando la cabeza de Milo contra el suelo.

El muchacho golpeado siente como su sangre caliente comienza a brotar de la herida de su frente, le duele, arde y retumba en su cabeza ese golpe por lo fuerte que fue. También lo deja un poco mareado pero eso no le importa al otro hombre.

–L-Lo siento, amo. –se disculpa estando en la misma posición y con la cabeza agachada.

–No, todavía no. –niega su amo en  respuesta –El niño se ha portado muy mal y merece ser castigado. –Milo sabe lo que significa eso y, antes de que el hombre le ordena qué hacer, se pone de pie y camina en silencio hasta la habitación que le indica el otro con la cabeza. Al entrar al lugar, él se para frente a la cama mal trecha que está ubicada cerca de una ventana, la maleza se abre paso entre los vidrios rotos de la misma y avanzan hacia la habitación.

–Ya sabes que hacer Milo, de rodillas frente a mí. –le ordena frunciendo el ceño, a lo que Milo obedece sumisamente para luego ser golpeado fuertemente en la mejilla por la rodilla de su amo. Esto lo hace caer a un lado, el otro hombre le grita que no se mueva de ese lugar. Pero no puede regresar a su posición inicial, los golpes son fuertes y apenas puede mantenerse consciente, Milo lo sé toma la molestia de quejarse o suplicar porque sabe muy bien que él no se detendrá hasta que considere que es suficiente.

–¡Dije de rodillas! –lo toma del cabello nuevamente para obligarlo a levantarse. Sólo consigue que Milo quede de rodillas y que apenas se sostenga con los brazos, bajo él, un pequeño charco de sangre se forma a la altura de su cabeza. La herida de su frente es profunda.

–Vamos a hacer esto. –su amo toma un trozo de cristal del suelo y lo acerca a la mejilla recién golpeada de Milo. Aprieta la punta contra su piel hasta el punto que unas gotitas de sangre salen de la pequeña herida. Luego lo retira para cortar su ropa maltratada en la zona de la espalda, dejándola al descubierto –Te haré una herida por cada noche que fuiste sin permiso a visitar a Lian. Ella es mi presa, no tu amiga. –habla el sujeto con la voz grave. Sus ojos tiene un brillo amarillento a la luz de la luna.

–Sólo... Sólo tuya. E-Entiendo. –apenas modula Milo.

–Bien. –su amo le hace el primer corte en la espalda, es un poco superficial pero del largo de unos 10 centímetros de largo –Uno, noche 5. –habla cuando termina de hacer el corte –Dos, noche 7. -murmura pasando el filo del cristal por el omóplato derecho de Milo –Tres, noche 8. –esta vez corta el otro omóplato. Él disfruta tanto castigando a Milo que sólo por eso aún no se deshizo del pobre muchacho. Disfruta verlo soportar esos golpes de muerte y la manera en como lo obedece sin decir nada o intentar defenderse.

–Cuatro, noche 9. Esa vez no regresaste. –murmura en su oído y cambia los cortes por una punzada en el lado derecho de su cintura. Milo no consigue reprimir un grito doloroso, y recibe un corte en la ceja por ese descuido, sólo debe mantenerse callado mientras que su amo la castiga, no importa de que manera.

Aunque el sujeto es listo, sólo le provoca heridas superficiales las cuales pueden sanarse en varios días, tampoco daña órganos vitales –Cinco, noche 10. –ahora pasa el vidrio por el centro de su espalda, Milo se tranquiliza sabiendo que ya falta poco para terminar –Seis, noche 11. –otro corte cerca de su hombro derecho y luego intenta controlar su agitada respiración. Siente como las heridas le arden, como los infiernos, y la sangre forman regueros en su espalda que bajan lentamente hasta gotear sobre la maltratada y vieja alfombra de la habitación.

–Bien. –el otro se aleja de Milo, sintiendo asco de él y su aspecto –¿Aprendiste ahora? –pregunta dándole unas patadas bruscas en los brazos para que responda.

–Si, amo. –se esfuerza por contestar sin que se le quebre la voz –Gracias. –agrega levantando un poco la mirada. El hombre no responde y sale de la habitación sin importarle lo más mínimo que Milo se encuentre sangrando, éste, al ya no soporta su peso, cae sobre la alfombra. Su propia sangre mancha su rostro y manos por completo. Sabe que se pondrá bien, porque no es la primera vez que su amo lo castiga para que aprenda.

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