X
«Hacia Oshibana».
1
—¿Es un chiste, verdad? —preguntó Mirajane, incrédula.
—¿Te parece que me estoy cagando de la risa? —espetó Natsu.
Se llevó la mano a la boca para cortar el paso del vómito que avanzaba por su garganta y amenazaba con salir.
Mirajane pensaba que sus ojos le estaban haciendo una broma. Es que... Lo que veía era ridículo.
Ambos estuvieron a pasos muy cortos de matarse el uno al otro, y ahora... Ahora estaba actuando como si lo hubieran apalizado bien y bonito...
¡Y todo por subir a un tren! ¡¡Tenía que estar jodiendo!!
Escuchó otra leve arcada a su costado. Miró a Wendy, quien estaba en igualdad de condiciones con Natsu.
¿Que rayos pasaba con ellos dos?
—¿Y a donde se supone que vamos? —preguntó la albina oji-azul.
Prefería hablar con Erza antes que seguir viendo tan lamentable espectáculo.
—A Onibas —respondió Erza, seria—. Buscaremos información allí y luego buscaremos a quienes están detrás de este asunto de Lullaby.
—¿Y luego que?
—Los derrotamos y los ponemos de patitas en la cárcel —declaró.
—¿Y por qué nosotros? —continuó Mirajane.
—Porque nadie más sabe de esto —reveló—. Como magos, es nuestro deber detener a quienes empleen la magia para fines malignos. Y este es un claro ejemplo de ello.
—¿Y por qué nos acompaña él?
Kagura intervino, haciendo la pregunta del millón, pero a la vez la más obvia.
Mirajane y Erza sabían que Kagura lo diría, pero, a decir verdad, se sorprendían de lo mucho que había tardado.
—Entiendo a la niña; es una mujer después de todo —dijo—. ¿Pero por qué él? No tengo en contra suya, solamente pienso que es contradictorio con respecto a nuestra política.
—Es cierto —contestó Erza—. Pero fue decisión de Ultear-san. Supongo que habrá visto algo en este hombre.
—Podría ser útil. Es fuerte —reconoció Mirajane, sonriendo.
Kagura seguía sin estar segura.
Pero Erza, su onee-chan, decía algo que era cierto: Fue decisión de la segunda al mando de su gremio.
No estaba en posición de rebatir. Después de todo, si bien tenía sus detalles, Ultear era muy eficiente en su trabajo. De eso no había ni cabía duda alguna.
—Me voy a... Me voy a... Morir... —gemía Natsu cada vez más agonizante.
—Oh, vamos, es solo un viaje en tren —le recordó Erza—. ¿Pudiste contra Mirajane pero no con un objeto inanimado?
—No lo entenderías —dijo Natsu dando otra arcada.
—Bien. Dejame ayudarte.
Acto seguido, Erza conectó un puñetazo a su abdomen.
En circunstancias normales habría podido aguantar, pero dado que se sentía como una patada en las bolas, cayó inconsciente.
—Ya estas bien —le dijo Erza a Natsu para después recostar su cabeza en su regazo.
Mirajane, al ser testigo de aquello, sintió un pellizco.
No sabía porque lo habría sentido, así que decidió ignorarlo.
2
Llegaron a la ciudad de Onibas.
Bajaron en orden y sin hacer ruido.
Mirajane cargaba a Wendy en su espalda. La peli-azul resistió otra arcada, tragó y suspiró.
—Ya estoy bien. Muchas gracias, Mira-san —aseguró la menor.
—No hay problema —respondió Mirajane, bajando a la menor de su espalda.
—Muy bien —dijo Erza, llamando la atención de todas—, hora de ponerse en marcha.
—Oigan —dijo Wendy, mirando a todos lados—. ¿Y Natsu-nii?
El silbato del tren fue el clic en las cabezas de las chicas.
Giraron lentamente y, a través de una de las ventanas del vagón, vieron a Natsu recostado sobre ambos asientos, todavía hecho polvo.
Observaron como el tren partió, alejándose de la estación con todo y Natsu.
Las 4 chicas quedaron blancas como el papel. Y como por arte de magia, una hoja de papel pasó junto a ellas siendo arrastrada por el viento.
—... —Mirajane iba a decir algo. Incluso había levantado el dedo. Pero Erza se adelantó.
—Ni una palabra de esto a Ultear-san —dijo apresurada—. ¿Entendido?
Mirajane y Kagura asintieron.
Wendy, por su parte, estaba llorando.
—Perdí a Natsu-nii —dijo tristemente, con lágrimas en los ojos.
—No te preocupes —se apresuró a intervenir la albina—. Si llegamos antes a la siguiente estación, lo recuperaremos. No se irá muy lejos. Ahora vamos.
Le quitó las lágrimas con los dedos y después la abrazó para calmarla.
Pareció funcionar, ya que Wendy dejó de llorar, correspondió al abrazo y respondió con un "si".
Erza y Kagura estaban pasmadas. Ninguna de las dos, que conocía muy bien a La Demonio, creía que pudiera tener tan buen tacto con los niños, o con cualquier persona en general.
No iban a mentir; estaban atónitas.
—Ahora vamos. Ese idiota nos espera —dijo Mirajane separándose del abrazo.
Wendy asintió y, juntas de la mano, empezaron a caminar fuera de la estación, con Erza y Kagura detrás de ellas una vez que se recuperaron del shock.
3
Natsu seguía sufriendo en el tren.
¿Como es que olvidas a una persona en un tren? Le recordaba a Mi pobre angelito. ¿Quien olvidaba a su propio hijo? Era una trama realmente surrealista.
Pero, de repente, sintió el tren detenerse. Por la fuerza del freno acabó cayendo al suelo. Pero incluso eso fue mejor que seguir sufriendo por culpa del tren.
—Mucho mejor —masculló en su intento por ponerse de pie.
—¿Que rayos? —oyó decir a alguien unos asientos más adelante.
No es que quisiera oírlo, pero su oído era tan agudo que siempre, sin querer, acababa oyendo conversaciones ajenas—. Maldición. Tendré que bajarme. Si no le doy prisa, no podré averiguar nada sobre Lullaby.
La mención de ese nombre activó todas las alarmas de Natsu automáticamente.
Frunció el ceño y se levantó rápidamente. Con los pasos todavía un poco tambaleantes se encaminó hasta el chico de cabello azabache que se dirigía a la salida del vagón.
Le puso una mano en el hombro y este volteó cargando una mirada seria y fría, pero no grosera.
—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó el de cabello azabache.
—Acabas de decir algo que me interesa —le dijo Natsu—. ¿Que te traes entre manos con Lullaby?
Ahora las alarmas que fueron disparadas fueron las del peli-negro.
Apartó la mano de Natsu moviéndose hacia atrás. Solamente un metro los separaba ahora.
—Yo podría hacerte la misma pregunta —dijo con semblante serio, a la vez que retiraba las manos de los bolsillos.
De pronto, tuvo una revelación—. ¿Sabes? Nadie sabe mucho respecto a esa palabra. ¿Acaso eres un integrante de Eisenwald?
—¿Aizen... Que? —cuestionó Natsu sin haber entendido la palabra.
Se sacudió la cabeza y envió una mirada fruncida al peli-negro—. Basta de gramática. Será mejor que me digas para quien trabajas o esto se pondrá feo —amenazó.
Sus puños empezaron a emanar hilos de humo como prueba fidedigna.
—Primero que nada, es oratoria —señaló—. Y en segundo lugar... Yo iba a decirte lo mismo —expuso.
Sus puños comenzaron a emanar vapor y frío como la prueba fidedigna de que él tampoco estaba bromeando.
4
—Que raro. El tren ya debió haber llegado —señaló Mirajane, viendo que la estación estaba ausente de tren.
A su lado, Wendy comía un helado para poder estar tranquila.
Le asustaba la idea de que algo pudiera pasarle a su hermano mayor, a su querido Natsu-nii. Pero debía ser fuerte. A Natsu no le gustaría verla tan mortificada. Una de las primeras lecciones que le había enseñado fue la de que en la rama de trabajo de la que eran parte, todo podía suceder. Lo importante era superar el miedo y guardar la calma. Ahora era cuando para demostrar todo lo que había aprendido.
—Concuerdo —dijo Kagura a su lado—. Es raro que los trenes sean tan impuntuales —señaló.
Erza permanecía callada y con semblante serio.
Sentía que algo no andaba bien. Su instinto se lo gritaba.
Decidió acercarse a uno de los empleados de la estación.
—Disculpe —llamó su atención. Cuando volteó, prosiguió—. ¿Sabe que sucede con el tren?
—Parece que todos los trenes en la vía están detenidos —explicó—. Por lo que me informaron, el tren que iba a la estación Oshibana se detuvo abruptamente y el conductor pidió a los pasajeros bajar.
—«Eso no es normal —pensó preocupada tras agradecer al empleado. Mientras volvía con sus amigas, siguió pensando—. Creo que será mejor que vayamos a Oshibana. Y ya que estamos, y con el tren detenido, pasar por Natsu».
—¿Y bien? ¿Que te dijo, onee-chan? —preguntó Kagura cuando vio a Erza llegar con ellas.
—Iremos a la estación Oshibana. No está abierto a discusión. En marcha —ordenó.
Kagura y Mirajane se vieron, dudosas. Pero no hubo tiempo a dudas cuando Erza comenzó la marcha fuera de la estación.
No tuvieron más opción que seguirla. Solamente esperaban que tuviera razón.
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¡Gracias por el tiempo de tu vida.
Sintoniza para más pendejez en el próximo capítulo!
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