VIII

«El ente del fin».

1

—¡¡Esto se irá a la mierda muy rápido!! —fue el grito angustiado de Ultear, resonando en todos los oídos que pudieran escucharla, cuando su sentido común puso las alertas en rojo al darse cuenta de la magnitud que eso iba a tener.

Kagura fue la primera en reaccionar. Emergió con un paso veloz y largo de entre sus compañeras, puso un pie sobre el barandal de seguridad y pegó un salto lo bastante largo para alcanzar llegar a la zona central por encima de donde, según su fugaz cálculo, nacería la colisión.

Al mismo tiempo que las llamas y la oscuridad se acercaban una a la otra, Kagura tomó la empuñadura de su espada, y sin llegar a sacarla de su sitio, abrió los ojos con la mirada clavada en dirección al punto donde estaba a punto de explotar el choque de fuerzas opuestos.

¡¡Magia de gravedad: Desorbitar!! —recitó al abrirse sus ojos.

Una poderosa presión en la atmósfera azotó. Se trataba de la gravedad siendo aumentada un número astral de veces. Más sin embargo, aquella intervención resultó apenas notable cuando las fuerzas de fuego y oscuridad chocaron una con la otra. La explosión resultante, aplastada y escasamente contenida por el hechizo de Kagura, se llevó TODO.

El suelo, las paredes, las gradas, incluso el techo... Nada se salvó de sufrir una fractura y destrucción inminentes. De nuevo, gracias a la magia de Kagura, al menos el daño al techo se pudo minimizar, pero todo lo demás no contó con tanta suerte.

Estando en el aire, luego de esquivar un par de escombros, Ultear entró en acción.

¡¡Arca del tiempo: Restaurar!! —recitó. En su ojo derecho se formó la imagen de un sello mágico al momento que activó su magia.

Todo lo que estaba volando se detuvo. Un segundo después, empezó a recorrer el mismo camino pero en reversa, volviendo a su punto de origen. Aquello solamente duró unos segundos y el lugar quedó arreglado nuevamente; como si nada hubiera sucedido.

Kagura se impulsó en el aire y alcanzó el otro extremo, junto a Wendy, Juliet y Millianna.
Volteó con rapidez y clavó su mirada en lo que fuera que sucediera en la arena de combate.

Natsu y Mirajane estaban literalmente desechos. La sangre se les salía por múltiples heridas en todo el cuerpo, sus ropas no eran más que jirones quemados que apenas cubrían las secciones importantes y la distancia entre ellos, seguramente por la onda expansiva creada, era, nuevamente, de extremo a extremo.
Y Mirajane había vuelto a su estado normal, indicio de que de mana ya no le quedaba ni una gota.

2

Natsu se desmayó y Mirajane lo siguió un par de milisegundos después.

En términos de combate limpio, Mirajane era la ganadora.

3

—¡¡Juliet, los dos a la enfermería pero ya!! —ordenó Ultear desde el palco recién restaurado.

La joven y hermosa morena no tuvo tiempo de ensimismarse en su shock cuando escuchó a su jefa llamarla. Sus gritos eran un claro llamado al deber y no podía quedarse atrás y sin atender.

Con ayuda de Kagura bajó y rápidamente se puso manos a la obra. Wendy también bajó, poco después, para atender a Natsu. De los dos, él era el peor parado.

—Creo que me orine otra vez... —comentó Lucy en un estado de coma pero de pie todavía.

—Creo que yo también —la acompañó Cana en un estado igual que el de la rubia. Ambas tenían la mirada blanca y enfocada al vacío.

Erza soltó un suspiro de alivio que descargó el aire de susto que llenó sus pulmones al momento de verse volando entre escombros.
Pudo moverse, pero le temblaban las piernas. Miró hacia abajo. Juliet y Wendy trabajaban con desespero para aliviar a ambos tanto como fuera posible antes de llevarlos a la enfermería.

Volvió a suspirar. Fue un suspiro que no se podría distinguir fácilmente.

—Joder... —no supo que otra cosa decir. Con sólo esa palabra se sintió más ligera y aliviada. Era como gritar vulgaridades tras golpearse el dedo pequeño del pie.

Ultear llegó al lugar. Primero vio a Kagura, luego a Mirajane y finalmente a Natsu. Ahora fue su turno de suspirar.

—Estuvo demasiado cerca —murmuró llevándose una mano a la frente con mortificación—. Por poco y nos quedamos sin gremio. Gracias por la intervención, Kagura —dijo dirigiéndose a la aludida con expresión de alivio, pero sin dejar de sentirse angustiada por dentro.

—Mi intervención apenas a servido de algo, debo admitirlo —contestó modesta. Vio a ambos, pasando su mirada primero de uno a luego otro—. Vaya que ha sido un espectáculo.

—Ni que lo digas —la apoyó Ultear soltando otra suspiro e inclinando el cuerpo al hacerlo. Volvió a erguirse, un poco mas centrada—. Hay que llevarlos a la enfermería ya —ordenó.

Kagura asintió y ayudó en la labor junto a Juliet y Wendy.
Mientras la espadachina se llevaba a Mirajane, Juliet y Wendy lidiaban con Natsu. Tomaron rumbo a la enfermería y una vez allí, luego de tratar las heridas debidamente y poner vendaje, recostaron a cada en una cama y salieron para que pudieran descansar hasta sentirse mejores y despertar.

4

La última vez que mi vida estuvo en el auténtico riesgo de morir sucedió lo mismo que estaba sucediendo ahora: Hallarme en completa oscuridad.

Mis reservas de mana prácticamente estaban extintas, tenía heridas sangrantes y muchos huesos rotos, por no mencionar varios desgarres en órganos internos. Definitivamente estaba recostado sobre y con un pie colgado en el borde de la muerte.

Bienvenido.

Este especio me provocaba un caos interno horrible. Era insoportable. El calor, para empezar, era como caminar descalzo en un desierto del infierno; el sudor salía a mares, pero se evaporaba apenas abandonaba mi cuerpo a través de mis poros.
Respirar se me antojaba una tortura. Mis pulmones se sentían carbonizados, y sentía que con la más mínima dilatación se romperían dentro de mi pecho. La entrada de oxígeno me calcinaba las fosas nasales, la garganta y la boca, dejando en esa última un sabor horrible, como si hubiera masticado tragado el contenido del cenicero de una oficina de un detective privado de las películas en blanco y negro.

Además, la carne se ponía al rojo vivo. Al no poder soportar más, reventaba y la sangre salía como torrentes. Aún que, al igual que el sudor por mis poros, esta se evaporaba apenas dejaba de residir en mis venas y mi cuerpo. Podía ver entre todo el espacio oscuro frente a mis ojos la columna de humo rojiza elevarse.

Es un placer tenerte aquí nuevamente —decía, imitando una voz lúgubre y profunda que resonaba como eco en todo ese espacio, la voz que habitaba en este sitio.
Había sucedido la primer vez que mi vida peligró verdaderamente, y estaba sucediendo nuevamente ahora—. Y espero que sea la última —prosiguió, sacando a relucir una especie de humor cruel. Y digo humor por que el se reía a carcajadas. Algo de lo que dijo le habrá hecho gracia.

Yo no me podía mover, mucho menos hablar. No respondía, simplemente me limitaba a escuchar. Y pese a ser el destinario de tan atroces consecuencias por estar en un entorno tan nocivo, no sentía dolor. Por alguna razón no sentía dolor, y eso me generaba una enorme desconfianza.

Me temo que no —expusó con voz lamentable—. Pero recuerda esto: Debes morir —sentenció como si proclamara una ley marcial absoluta—. El día que perezcas, lo hará toda la humanidad por igual. No puedo esperar.

5

Natsu abrió los ojos como si hubiera despertado de una pesadilla.
Podía respirar, ver y era consciente de su alrededor. Sin embargo, estaba sumido en un estado similar a la parálisis de sueño. Solamente veía el techo blanco y oía un par de voces difusas hablando. Pero se oían lejanas. Sus sentidos se volvían más agudos al estar recién levantado. Jamás lo pudo explicar, pero así sucedía

—Aaaaah... —suspiró, sintiendo las funciones motoras volver a su cuerpo.

—¡¡Natsu-nii!!

Wendy ni siquiera lo pensó. Su cuerpo se movió por impulso y saltó sobre su hermano mayor, atrapandolo en un abrazo de oso. Se aferró con fuerza a él mientras sollozaba con el rostro pegado a su pecho, todavía cubierto por la sabana blanca como el techo.

—Wendy... —masculló moviendo la cabeza hacia adelante para verla.

—Estaba muy preocupada por ti, Natsu-nii —dejó salir sus emociones en forma de palabras. Aún que no despegó el rostro de su pecho—. Tenía miedo de quedarme sola —y seguido de esas palabras, vinieron los sollozos.

Como pudo sacó una mano de debajo de la sabana y la colocó sobre la cabeza de su hermana con ternura.
La sensación cálida pudo reconfortar un poco a la peli-azul. Al menos dejó de sollozar, pero no se separó.

—Me alegra que estés bien —dijo Ultear, entrando a la enfermería—. Ten —le extendió una tablilla con un papel en sobre ella.

—¿Que es? —preguntó enfocando la vista para leer el contenido.

—Tú firma —pidió dándole un bolígrafo.

Natsu lo tomó, se encogió de hombros y firmó sobre la línea.
Ultear sujetó la tablilla entre sus manos y la observó como si fuera sagrada.

—¿Y que era? —volvió a preguntar Natsu, dándole el bolígrafo de regreso.

—Una forma legal —respondió sin dejar de ver el papel—. Legalmente ya no puedes demandarnos bajo ningún cargo.

—«Esta mujer es taimada» —pensó mientras una gota bajaba por su sien.

—Pero hablando en serio —dejó el papel sobre el escritorio con material médico y se volvió a él esbozando un gesto de auténtico alivio y preocupación—, me alegra que estas bien. Los dos —aquello lo dijo desviando la mirada hacia un lado, donde descansaba la otra persona afectada.

Natsu la siguió poco después y encontró a Mirajane comiendo un pudin. Ella estaba sentada, con la espalda recargada en la cabecera de la cama. Intercambiaron miradas un instante y Mirajane sacó la cuchara de su boca.

—Buenas tardes —saludó esbozando una sonrisa—. Fue una buena pelea.

—En verdad lo fue —secundó Natsu con la misma energía—. Aún me duele todo —al reír, enseguida, emitió un quejido doloroso, prueba de que su estado.

Mirajane también se río. A ella no le dolía hacerlo.

—En fin —dijo Ultear para llamar la atención—. Definitivamente esto a sido toda una aventura. Usted, señor, no se irá de aquí hasta que este curado en su totalidad —lo señaló con su dedo de manera autoritaria.

—No quiero ser una molestia. Se que su política de "cero hombres" es muy estricta. Estaré bien —aseguró.

—Según el informe de Juliet, tienes 104 huesos rotos.

—Eso significa que aun tengo 102 huesos sanos —contradijo a la segundo al mundo en el gremio de las mujeres.

—No te irás y punto —finiquito la mujer mayor—. Ahora descansen. Si necesitan ayuda con algo, Wendy Y Juliet estarán aquí para ustedes —informó saliendo por la puerta.

Natsu suspiró dejando caer su cabeza sobre la mullida almohada.
¿Cuanto tiempo tendría que estar allí hasta estar, no sentirse, por que ya se sentía, mejor? Al menos tenía a Wendy. Con eso le bastaba y le sobraba para pasar su tiempo en retención médica.






































































































































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