VI

«Dragón vs Demonio II».

1

Las auras sobre ambos peleadores se dispersaron de un golpe tras algunos segundos de haber chocado entre sí mismas, dando paso a un reino de silencio tenso que solamente era opacado por la intensidad que ambos peleadores despedían con la mirada.

Los ojos de ambos se expandieron, como si hubieran descubierto algo alucinante, y con el impulso de un pie redujeron la distancia que los separaba. Y, acto seguido, sus puños colisionaron, creando una onda expansiva con un alcance que acaparó todo el suelo y las paredes.
Al segundo siguiente, la fuerza del choque salió violentamente disparada desde su punto de origen, provocando una rotura sin precedentes en el suelo y que continuó su rastro de grietas hasta las paredes. Las grietas subieron a una velocidad de vértigo, hasta alcanzar las barras de seguridad que, en teoría, protegían las gradas y a las espectadoras.

—¿Eh...? —entonó Juliet cuando su cerebro fue capaz de procesar lo posteriormente acontecido.

Dirigió la mirada incrédula hacia el frente; vio a Kagura empujando hacia abajo la empuñadura de su espada, como si la estuviera colgando de nuevo en su cintura, y a Ultear, en su palco privado, haciendo desaparecer, también en el último segundo, un orbe verde que ella juraba emitió un resplandor.

—¿Q-Que... Que acaba de... Pasar...? —cuestionó con los ojos yendo y viviendo entre Kagura, Ultear y sus compañeras junto a ella.

—Acabamos de evadir a la muerte —respondió Millinna. Su voz y el resto de ella podían estar como siempre, pero el pelaje erizado de su cola era la forma en que expresaba que tenía, o en esta, que tuvo, miedo.

Juliet regresó la vista a la arena, en donde ambos peleadores seguían en la misma posición y con los puños todavía unidos, y temblorosos a causa de la tensión. Un sonido similar al del cuero cuando se ciñe salió emitido desde la unión de los puños, señal de que seguían ejerciendo más fuerza.

Se separaron estrepitosamente.
La fuerza resultante adornó el suelo con un crater de menor tamaño en el hueco de espacio que había entre ambos previamente.
Y nuevamente, las miradas cargadas de intensidad no se hicieron del rogar.

—Eeeeee... Vaya que si sabe golpear —comentó Cana, ahora con un barril de licor entre sus brazos, abrazado como si de una niña con su peluche para dormir se tratase.

—S-Sugoi... —Lucy se sentía muy impresionada, no iba a mentir.
Desde su ingreso al gremio no había tenido la oportunidad de ser testigo de alguien, aparte a Erza y Kagura, que pudiera nivelar con Mirajane.

Las susodichas, que compartían títulos con La Demonio, no hicieron comentarios al respecto. Eran más inclinadas a eso de "Ver para creer".
Si bien, eran conscientes, tanto por testimonio como de primera mano, de la fuerza de su compañera, el mundo era grande y estaba abierto a todos. Era estúpido pensar que jamás llegaría el día en que alguien a su nivel peleara con ella, y, por extensión, sorprenderse por la misma razón era aún más estúpido.

Ahora mismo solo era cuestión de atestiguar los hechos que se desarrollaban frente a sus ojos.

2

Mirajane se precipitó a una velocidad de vértigo. El suelo bajo sus pies se agrietó más. Lanzó un zarpazo que fue evadido, pero rápidamente atrapó con su cola por el cuello a su rival, para sembrar un rodillazo al abdomen. Lo soltó y con las manos entrelazadas golpeó su espalda, enviando su esqueleto al suelo.

Natsu metió sus manos, evitando chocar de lleno con el suelo. Y sacando provecho de esta posición se elevó en forma vertical, empezó a girar con sus manos, encendiendo ambos pies simultáneamente, y dirigió una secuencia veloz de patadas imbuidas en llamas.

¡¡Garra del dragón de fuego!! —recitó a la vez que sus golpes chocaban con los brazos en guardia de su oponente.

Puso uno en la tierra, lo deslizó para recuperar la posición erguida y, con el brazo bañado en calor, conectó un potente gancho derecho directamente con su mandíbula.

Las espectadoras acallaron totalmente. El suspiro del aire era mucho más audible al pasar.
Incluso entre las dos que compartían título con Mirajane hubo una notoria sorpresa ante el acto del peli-rosa.

Mirajane salió proyectada con fuerza. Desplegó sus alas, logrando evitar el contacto con alguna pared. Se limpió la boca con la muñeca, cerrando los ojos, y cuando devolvió la vista al frente, antes de sentir una ola de golpes ardientes a diestra y siniestra, se encontró con una luz rojiza, que en medio llevaba rosado.

—Esta doblegando a Mira-san... —expresó Lucy, pérdida en su perplejidad, siendo testigo de como su amiga y compañera era puesta contra las cuerdas (metafóricamente) con una lluvia de fuego que la asaltaba desde todos los puntos posibles.

—Es fuerte —prosiguió Cana, esbozando una sonrisa—. Me gusta. Es excitante —se pasó la lengua por el labio superior tras decir aquello.

Erza lo veía. Si bien no era algo para quedar perplejo, como ser testigo de una masacre, ciertamente tenía que admitir que aquello no se lo esperaba. Menos de una mano bastaba para enumerar las veces que La Demonio no tenía la balanza de la fuerza a su favor. Pero ahora que lo veía con sus propios ojos, el número subía a 4 veces.

Mirajane tembló al retroceder. Natsu se deslizó hacia abajo y emergió con el puño listo y conectando otro golpe en su rostro, seguido de una patada giratorio sobre el costado derecho de su torso, más conocido como costillar.

La Demonio retrocedió dos pasos, que Natsu acortó a la brevedad, cargando, a la vez, una cantidad de llamas dentro de su boca.

¡Rugido del dragón de fuego! —recitó con la boca cargada.

Un apabullante pilar de llamas emergió desde lo profundo de su garganta. Mirajane lo recibió de lleno, y la empujó contra un muro. Al contacto, las llamas estallaron e hicieron añicos todo el muro en el proceso.

Otro reino de silencio se alzó cuando el ruido de la explosión se disipó. Demasiado humo salía de aquel hueco en la pared. Una parte se elevaba como una columna mientras que el resto imitaba a una bruma.
Natsu despedía su propio humo de su boca, esbozando a la vez una sonrisa.

3

—¿La... —intentó decir Juliet de forma infructuosa. No le salía ni el aire de la boca.

—No —dijo Ultear como si hubiera oído la pregunta sin hacer de Juliet, y contestado—. Apenas se pone bueno —dirigió una mirada entretenida a la vez que colocaba su mentón sobre su mano y esbozaba una sonrisa de complacencia para disfrutar del espectáculo.

—Eso no es bueno —fue el turno de Natsu para hablar. Habló en cuanto observó una silueta emergiendo del humo y los escombros.

Un pie piso fuerte, quebrando el suelo todavía más. El humo fue disipandose por partes; primero reveló un ala de gran tamaño y de color azul cielo, después un abdomen cubierto por una prenda cerrada de una pieza, con colores azules y negros, con un hueco que dejaba ver su ombligo, después unas botas largas en negro y azul, y, finalmente, un ojo cerrado que se abrió un instantes después, revelando una mirada azul mucho más afilada y aterradora que todo lo visto anteriormente.

Cuando el humo fue disipado en su totalidad, reveló a Mirajane, La Demonio, con un aspecto totalmente nuevo y diferente, y no en el aspecto que se veía, sino en el que se sentía.
Su poder mágico en la anterior transformación era un mal chiste comparado con esto que estábamos viendo.

—No puedo creerlo —Lucy comenzó a temblar, quedando boquiabierta. Había oído hablar de aquello alguna que otra vez muy fugaz, pero jamás lo había presenciado... Hasta ahora.

—No puedo hacerme una idea de ese chico que lo tiene tan de cerca —habló Cana, casi después de atragantarse con su licor y de haber tocido.

—Onee-chan, eso es...

—Halphas —concluyó Erza sin despegar la vista de su amiga, compañera y rival. Si las veces que alguien le había plantado cara a Mirajane eran contadas, las veces que pasó a esa forma se reducían a la mitad—. «Así que es así como te sientes, Mira...» —pensó entrecerrando la mirada—. «Solo no lo mates» —suplicó mentalmente.
Lo último que necesitaban era una demanda por lesiones de alto riesgo contra la integridad física de un individuo... Otra vez... Esta semana.

Natsu se congeló. El poder mágico que irradiaba era apabullante a un nivel que cuyo nombre no conocía por que no sabía que un nivel así pudiera existir. Pero ahora lo sabía, o lo sabría en breve, por las manos.

Ni siquiera notó cuando la garra azul de su oponente lo atrapó por el rostro, o cuando lo elevó en el aire... Solamente escuchó lo que La Demonio tuvo que decir al respecto.

—¡¡¡RAAAAAAAAAAWR!!! —fue el rugido furioso de un demonio antes de caer en picada sobre su presa.

Mirajane estampó a Natsu de cabeza contra el suelo. Las piezas cuadradas en que estaba cuarteado el suelo se levantaron y volaron por todas partes, muchas de ellas haciendo añicos y escombros. Un cráter de mayor tamaño, casi abarcando la mitad del suelo de la arena, fue la tumba de Natsu.

Mirajane lo soltó y salió del interior del cráter. Suspiró cuando llegó al menos unos 10 pasos lejos de allí.

—¿Ganó? —preguntó una espectadora sobre las gradas. Era la pregunta que todas se hacían mientras murmuraban.

Ultear dejó de sonreír unos segundos. Contempló el lugar donde Natsu estaba enterrado. Sonrió cuando alcanzó a sentir el ligero temblar del suelo alrededor de ese sitio.

—No —contestó a la pregunta, aun que en realidad para si misma—. Como dije, esto apenas dio inicio.

Mirajane abrió los ojos de golpe. Giró la cabeza para ver sobre su hombro, y su mirada se hizo como un plato.

Natsu se levantó un poco tambaleante. Estaba herido en muchos sitios, sangre le escurría de la frente y las comisuras labiales y su ropa no podía verse más deplorable. Pero aún así, con todo eso, se limpió la boca con el dorso de la mano, escupió y dirigió la vista a Mirajane esbozando una sonrisa.

—Ahora si, casi me muero —le dijo entre pequeñas risas. Le dolía reírse. Seguramente que tenía unas costillas rotas, sino es que todas—. Pero ya que no lo hice, vamos a seguir, señorita demoníaca —soltó una carcajada junto a esa forma de llamarla, señalandola con su dedo.

Mirajane se giró lentamente, como si estuviera aumentando el suspenso y haciendo ampliar la sonrisa de Natsu. Apretó las garras y la presión se hizo más aberrante que antes.

—Tú... —musitó con la mirada agachada y en un tono irritado. Pero después suspiró. Una sonrisa se le dibujó en el rostro a la vez que alzaba el rostro—. Empiezas a ser un dolor en mi culo —soltó con una emoción notoria que se denotaba en su forma de hablar—. Más te vale que sepas sostener bien tus palabras, por que no sabes en lo que te acabas de meter, imbécil —frunció el ceño e imitó una expresión aterradora. Pero en realidad, lejos de querer intimidar, estaba tan emocionada como Natsu.


—Si... —expresó con la emoción hirviente y burbujeante en su alma y en toda su sangre, mezclándose con la adrenalina—. Ya me entusiasme. ¡¡Ahora mismo estoy realmente encendido!!


A Kagura, que se mantenía al margen de la pelea con característico y frío estoicismo, fuese cual fuese el desarrollo de esta, al igual que el resto del público que veía, fue inevitablemente asaltada por un pensamiento exaltado luego de ser testigo de lo que acababa de acontecerse.

—«¡¡Se prendió esta mierda!!» —gritó en sus dominios mentales, con el corazón en la mano latiendo a mil por hora, expectante y en espera, una muy tensa e intensa espera, de ver como iba a terminar todo esto.



























































































































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Concuerdo con la Tsundere gravitacional.

¡Gracias por el tiempo de tu vida.
Sintoniza para más pendejez en el próximo capítulo, terrícola culero!

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