🐲2. El chico dragón🐲
Sky
Y entonces me encontré ahí, tratando de salvarla nuevamente. No podía ignorar su mirada de llena de curiosidad hacia mi nueva apariencia. Kayda debía estar muy sorprendida y no la culpaba. De algún modo agradecía que no estuviera asustada de mí, más de lo que ya lo estaba de los tipos que nos rodeaban.
Reaccioné rápido y sostuve su mano para extenderla frente a ella en una pose defensiva. No era momento para explicaciones, pero me esforcé por ser veloz y solo darle instrucciones.
—Abre la palma de tu mano —le pedí poniéndome a su lado y sujetando su mano con un toque suave sobre sus dedos—. Todo estará bien —susurré casi sin darme cuenta, para luego canalizar mi poder hacia ella.
Me estaba metiendo en aprietos, lo sabía. Pasé años a su lado fingiendo ser solo un amigo imaginario, pero jamás me arrepentiría de revelarle mi verdadera identidad, si así podía salvar su vida.
—¿Qué planeas hacer ahora, princesita? —preguntó uno de esos tipos delante de nosotros.
Si tenía que darle a un objetivo, definitivamente sería a él. Lo pensé, pero terminaría por no hacerlo. No quería mostrarle a Kayda una escena como esa y además estaba canalizando mi energía a través de ella, no sabía si lo necesitaría hacer lo mismo en el futuro. Así que decidí que no la haría sentir miedo, por más que esos sujetos fueran los villanos, no causaría más problemas que los necesarios para que ella estuviera segura.
—Sky, ¿qué hago ahora? —preguntó y entonces mi poder se adhirió a ella por completo.
Al minuto que las balas vinieron hacia nosotros, fueron desviadas con éxito hacia los laterales de la cueva. Cada bala de aire chocaba contra las rocas y su trayectoria era tal que quedaban pegadas perforando la piedra, sin llegar a rebotar hacia alguno de los que estábamos ahí. Mi objetivo no era hacerles daño, sabía que servirían más siendo capturarlos, pero en el peor de los casos, estaba bien con que huyeran y me dejaran sacar a Kayda de ese lugar cuando antes.
—¡Ah! ¿Qué es esto?
—No puede ser, esto no funciona—gritaron entre ellos.
—Se los dije, esa chica tiene los dones del espíritu dragón —mencionaron y me di cuenta que me había excedido al usar mis poderes.
—No puede ser, nadie en el reino dragón tiene dones.
—Todos saben que perdieron el favor del sagrado espíritu dragón hace doscientos años ¡Vámonos de aquí! —ordenó quien parecía ser el líder.
Los dejé marcharse por el momento. Ellos no sabían que lo que vieron, debía permanecerse oculto, pero no importaba porque Kayda estaba a salvo.
Me encargaría personalmente que el secreto permaneciera oculto, después de asegurarme que ella no hubiera sufrido algún daño.
—Kayda, ¿estás bien? —la observé pálida, se veía cansada, pero de algún modo se las arregló para mostrarme la sonrisa que más me gustaba en este mundo.
La tomé por los hombros pidiéndole que se sentará, sobre el vestido que tenía puesto y descansará un poco.
—Estoy bien, Sky, de verdad eres tú, ¿cierto? —preguntó.
Parecía querer que lo afirmara cuando antes, pero en lugar darle una respuesta solo asentí con la cabeza y le devolví la sonrisa.
Kayda comenzó a reír, pero sabía que era su forma de ocultar las lágrimas. El sonido de su risa a veces se confundía con el sonido del llanto y cuando Kayda era pequeña, solía encubrir así su tristeza para que sus padres no lo supieran. Es por eso que sin dudarlo, me agaché a su altura mientras permanecía sentada, rodeé su cabeza con una mano y la atraje hacia mi pecho para servirle de apoyo, con la mano libre toqué sus manos para transmitirle un poco de calidez.
—Esto era más fácil cuando era un dragón —pensé internamente, sin darme cuenta de que lo pronuncié en voz alta.
—Tienes razón, pero me gustas un poco más así. Ahora puedo hablar con alguien que realmente existe y saber que me escucha mientras está a mi lado —respondió Kayda, en un acto inocente de expresar lo que sentía, que me tomó por sorpresa, por varios minutos.
Me quedé sin palabras, aquello que pensaba y no planeaba decir salió de mi boca. Sin motivo había obtenido una respuesta que sonaba más a una confesión, aunque, sabía claramente que no lo era, me alejé de Kayda unos segundos después de escucharla.
No había como explicarlo, pero me sentía un poco confundido. Era la primera vez en tantos años que estaba nervioso por decirle una palabra, no sabía porque, a esas alturas no debería tener la reacción de un humano normal. Después de todo una parte de mí, seguía siendo el dragón que Kayda había nombrado como Sky, su fiel amigo imaginario, que ya no era tan imaginario.
Dejando los pensamientos inútiles de lado, desvíe la mirada hacia fuera de la cueva. Una llovizna estaba empezando, y eso dificultaría encontrar las huellas de esos sujetos.
—Haz lo que tengas que hacer. Te esperaré aquí —dijo Kayda, como si supiera lo que estaba pensando.
Aquello me hubiera hecho dudar, entre si ella podía leerme la mente o si yo estaba hablando en voz alta nuevamente, pero al final decidí que era porque me conocía demasiado bien. No en vano, habíamos pasado tantos años juntos.
—Dejaré un escudo de protección sobre tu vestido y esconderé la entrada de la cueva para mantenerte fuera de peligro. No salgas de aquí, hasta que regresé —le indiqué escribiendo el sello de dragón en el aire para luego direccionarlo hacia su ropa—. Volveré antes que el salga el sol —prometí para dar unos pasos hacia la salida de la cueva, lo pensé nuevamente y agregué—, pero si tardó, sal de aquí y busca ayuda —le indiqué como última medida de protección.
—Te esperaré, no tardes —sentenció Kayda.
Más que como una despedida, era una advertencia para que volviera con ella apenas terminará con los sujetos que iba a buscar. Ya sabía que a Kayda le gustaba imponer sus propias reglas, una de ellas era que debía decirle todo sobre mí al volver. Ya que no había alcanzado a preguntarme sobre mi verdadera identidad. De seguro estaba muy curiosa, por saber quién era el chico dragón extremadamente guapo, que apareció para salvarla y conocer la razón por la que ocultaba su belleza detrás de la imagen de un lindo dragón azul, al cuál al principio, tomó como amigo imaginario. Sí, eso era mucho más interesante que ocultarse detrás de un antifaz.
Definitivamente debería tratar de resolver sus dudas al volver.
Con ese pensamiento caminé siguiendo a los sujetos hasta encontrarlos perdidos en un claro del bosque. Corrieron si prever que la noche les jugaría una mala pasada para encontrar el camino adecuado. Pensaba acabar con ellos en un instante, pero me acerqué por curiosidad para saber de qué estaban hablando.
—¿Debemos decirle al rey lo que vimos? —se preguntó uno de ellos.
—¿Estás loco? Nos enviaron aquí por un trabajo que no cumplimos, no podemos regresar a nuestro reino o nos matarán en el acto.
Con esa última línea entendí que realmente eran subordinados del reino Gallo. No me interesaba saber más, la vida de Kayda estaba a salvo y más tarde podría ocuparme del rey de ese reino, si se volvía una amenaza.
—Pero, la emperatriz viuda de este reino podría darnos una recompensa por la información y el reino de Horse podría pagarnos igual. Recuerda que él actual emperador dragón, tiene favoritismo por la princesa de Horse —presumió el tercer vándalo que hasta ese momento estaba callado.
Si había escuchado bien, el emperador dragón ya había conocido a la princesa de Horse y se había, presumiblemente, enamorado de ella.
—Un hombre enamorado y con poder sería la mejor opción. Apuesto a que haría cualquier cosa por su amada, hasta pagar para eliminar a su prometida —fueron sus últimas e insolentes palabras antes de que su cuerpo cayera pesadamente sobre el césped.
—¿Qué le pasó? ¿Solo se desmayó?
—No, no está respirando.
Sus voces confundidas también se apagaron y al poco tiempo, ya había terminado con ellos.
Después de meditarlo decidí volver con Kayda, mi mente estaba entre dos opciones. Entre decirle a Kayda que haga lo que ella deseé, anulando su compromiso con el emperador o, que siguiera a los mandatos de la emperatriz viuda y se casara con él para poder protegerla. Sabía que la segunda elección sería un error, pero no podía ignorar el hecho de que ella era la legitima heredera de ese trono. De una forma u otra podría ayudarla a escapar o a ganarse el corazón del emperador. Al final decidí que lo que ella eligiera estaría bien.
—¡Kayda! —llamé cuando entré a la cueva a buscarla.
Kayda estaba dormida con la cabeza recostada en una roca del lugar, al escucharme se levantó y fue entonces cuando noté, que tenía heridas en el pie que mantuvo descalzo en su huida.
—Espera, quédate quieta ahí —le pedí para poder curar sus heridas.
Solo tuve que pasar una mano por la zona afectada, dirigiendo mi poder hacia ella pude hacer que su cuerpo mejorará y se recuperara rápidamente.
—¿Quién eres realmente? —preguntó y está vez sabía que debía darle una buena respuesta.
—Me llamas Sky, soy tu amigo imaginario —quise bromear y esquivar su mirada, hasta poder decidir entre lo que quería decirle y lo que podía decirle.
—Sé que eres Sky, pero ese es el nombre que yo te di. Quiero saber tu verdadero nombre y qué o quién eres —replicó mirándome con escepticismo.
—Me llamó Drake Blake y soy un habitante del reino dragón como tú, pero de hace doscientos años en el pasado —respondí está vez con una verdad a medias.
—¿Drake? Espera, ¿doscientos años? ¿cómo es eso posible? ¿eres un fantasma?
—No lo diría de esa forma, pero si quieres puedes verlo de ese modo. Solo estoy aquí para cumplir una misión.
—¿Y de qué se trata esa misión?
«Devolverle los dones perdidos al reino dragón, colocando en el trono a la legítima heredera que el dragón sagrado eligió» —se supone que debía decir eso, pero en su lugar terminé diciendo lo que había estado haciendo desde que la conocí.
—Protegerte para que seas feliz —respondí abruptamente.
Kayda se quedó callada, no sabía si mi respuesta fue tan mala que había causado esa reacción o si no me creía en absoluto.
—La verdad Sky, ¿cuál es tu misión y qué tiene que ver conmigo? —preguntó y no pude ignorar la mirada de sus ojos azules.
Terminé contándole la verdad o al menos parte de esta, ya no quería decir textualmente que debía casarse con el emperador. Aunque, de todos modos, Kayda lo había entendido así desde el primer momento.
—Entonces, desde el principio no tuve elección —suspiró pesadamente y trató de contener algunas lágrimas.
—La tienes, todavía no conoces al emperador. Así que te hago está promesa, si lo conoces y decides que nunca podrás amarlo, entonces te ayudaré a escapar a un reino lejano —intercedí para minimizar sus preocupaciones.
—¿Puedes hacer algo así? ¿No es tu trabajo devolverle los dones al reino dragón uniéndome con el emperador?
—Mi misión es protegerte, el reino dragón puede esperar otros doscientos años por los dones que ellos mismos perdieron —respondí firmemente.
—De acuerdo, entonces hagamos una promesa, conoceré al emperador y decidiré si quiero o no ser su esposa —condicionó Kayda.
—Y yo respetaré esa decisión —prometí como mi principal juramento—. Te ayudaré en lo que pueda, así que solo haz lo que desees sin contenerte —la alenté a seguir a sus creencias como sabía que siempre haría.
Luego de aquella promesa, los primeros rayos del sol se filtraron en la cueva y supimos que era tiempo de irnos. Los caballeros de palacio, encontraron a Kayda cuando salíamos del bosque y se la llevaron al palacio principal donde sus padres y la emperatriz viuda esperaban su regreso. Sin embargo, no sabíamos que ahí no solo se encontraban ellos.
—El emperador —murmuró Kayda al verlo.
Finalmente podíamos conocer personalmente a quien era el actual gobernante del reino dragón y el emperador de todo Zhayna Zodiac, Slang Jett. Llevaba el apellido de la primera familia real dragón, aunque solo yo sabía, que quién fuera el que se escondiera detrás de esa máscara, no podía tener relación alguna con el primer gobernante.
—Me alegra saber que se encuentra bien, señorita Kayda Galar —saludó el emperador y ahí fue cuando todo cambió.
Aunque llevaba un antifaz como decían los rumores, logré reconocerlo solo con mirar sus ojos. Era real un descendiente directo de la familia que creía extinguida.
—Su majestad, agradezco su preocupación —respondió Kayda brevemente sin interés alguno.
Ella ya se había decidido por escapar, pero mis planes habían cambiado y tenía una nueva promesa para ella.
—Lo he decidido, que te convertiré en la emperatriz de todo Zhayna Zodiac, no como la esposa de un emperador, sino como la primera y la única gobernante —juré como mi promesa final.
Lo había decidido en ese momento, juré que haría lo mismo que ellos me hicieron a mí en el pasado. Me aseguraría de arrebatarles el poder y los borraría de la historia. Así como mi propia familia borró el nombre de Drake Jett, el primer príncipe heredero dragón del reino, que desapareció hace doscientos años.
Continuará…
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