Capítulo siete
—¡En nombre de la corona de Txard y las antiguas leyes, le ordenamos al dragón de la luz que salgan del sitio o quemaremos la taberna hasta que sean cenizas! —gritó uno de los soldados.
Los dos dragones seguían dentro de la posada. Shiom miró la hora, eran las cinco y media. Ese escándalo haría que las personas se despertaran. El dragón de la luz miró a su amigo, con una ceja arriba. Lo que pasó la noche anterior, más una persona tratando de robar a portadora solo significaría que esa mujer ahora tiene una marca gigante en su antebrazo. ¿Cuál? Él no lo sabe, debe ser en el mismo con el que ella agarró la espada. Pero, ¿por qué le preocupaba esa desconocida? El joven se rascó los ojos y se estiró con flojera. El sueño aún lo dominaba. Le hizo señas a Blake para que avisara que ya iban a bajar.
—Blake, sé que amas tu posada, incluso has compartido copas conmigo en más de una ocasión... —Aquella voz. El día anterior la había escuchado, sabía de quien era. El sueño que tenía fue remplazado por una corriente de energía. El cansancio se alejó para darle espacio a la ira.
—Él está acá —gruñó el chico mientras agarraba el mango de la espada. Sus nudillos se colocaron blancos de la fuerza que estaba aplicando en aquel objeto. Blake lo miró con cara de no entender hasta que recordó lo que le había contado su hermano la noche anterior—. Quiero darle de caza, pero, joder, soy demasiado débil.
Shiom comenzó a agitarse. Su respiración se volvió un desastre al igual que sus latidos cardiacos. Su cabeza le estaba pidiendo que sacara la canción y pronunciara aquellas palabras que bastaban para destruir todo. Esas letras que le iban a dar el control completo sobre la vida de la humanidad. Unas que podrían hacer que la orden se orinara encima y el mundo se condenara a la misma destrucción eterna. Abrió la boca, iba a murmurar la primera palabra, pero la imagen de aquella chica de ojos verdes y cabello negro se le cruzó. Una niña con labios rosados, despeinada acostada en su pecho pidiéndole que no la abandonara. La cabeza, comenzó a dolerle y retrocedió un paso. Cayó a la cama. ¿Por qué Mariam estaba allí otra vez? ¿Por qué la estaba recordando ahora y no antes? ¿Qué motivo o que tortura era esa? Trataba de pensar en eso, pero no daba. Todo por culpa de haberla visto en aquel sueño...
—¡Último aviso antes de entrar!
Aquel grito hizo que Shiom se fijara en Blake. Él estaba dando vueltas por el cuarto. El chico de ojos grises tenía su espada en la cintura, una hermosura de mango del mismo tono que sus ojos con estuche blanco. Su mirada estaba corrupta por la ira, su color claro ahora tenía una tonalidad oscura, el viento respondió a sus sentimientos y la brisa de aquella madrugada, que había sido suave y tranquila, ahora tenía fuerza y velocidad. Las ramas de los árboles se movían y las ventanas crujían. Shiom se acercó a su hermano, le colocó la mano en el hombro y asintió con la cabeza. El dragón de las tormentas inhaló profundamente. Ambos se movieron y bajaron.
Al salir Shiom sintió una brisa fría chocar con su cuerpo. Miró hacia el cielo y observó cómo este estaba oscuro y lleno de nubes de color gris. El joven dragón miró hacia el frente, y allí estaba ese hombre. Estaba de pie, en frente de todos. Sus ojos dorados se encontraron con aquellos iris rojos. ¡Debía atacarlo, usar la maldición de la luz y cortarle la garganta desde donde estaba! Podía hacerlo. Quería, debía, pero su corazón se lo impedía. Sabía que no importaba si pudiera matarlo, incluso siendo él mucho más débil que un pilar, sus padres no iban a ser liberados tan fácilmente. Por un simple reflejo, colocó su mano derecha en el mango de la espada, que estaba a su izquierda, y la apretó para sacarla. Antes que alguno de los dos se moviera. Blake intervino.
—Están irrumpiendo el sueño de mucha de mi clientela, ¿cómo creen ustedes que les dejaré pasar esto así de fácil? —La pregunta que hizo aquel joven fue escuchada por cada uno de los jóvenes que estaban del otro lado—. Vienen en la madrugada a levantar este sector de la ciudad por un simple capricho de ustedes. ¿Cómo creen que los guardias del rey se tomarán esto? ¿Se les olvida que la princesa Mariam se está hospedando en la posada sol y espada? Y les recuerdo que eso está a dos calles, todo el ruido que están haciendo aquí se debe escuchar allá.
La voz de Blake hizo que Shiom se fijara en los hombres que habían venido con Lunael. Su ira lo había cegado, él no estaba solo. Aquel hombre trajo una gran cantidad de hombres. Todos con un pistolete en la mano y todos apuntaban a aquellos jóvenes. Fue entonces cuando entendió que incluso si se movía lo suficiente rápido, no podría atacarlo. Si se movía de forma violenta o reaccionaba de esa forma, varios de esos proyectiles terminarían incrustados en su cuerpo y sabía que no valía la pena correr ese riesgo. Shiom notó como aquellos caballeros vieron a su capitán esperando una orden, pero este nunca la dio.
—Con respecto de la clientela, mandaré a mis hombres a que te ayuden y le pidan disculpas a cada persona que se hospeda en tú posada. Y con respecto a lo de la princesa... —El hombre enfocó su mirada en Shiom—. Nosotros veremos cómo le pagamos. Ahora, hablemos de negocios. Vengo por el dragón de la luz, tengo negocios pendientes con él. Así que Blake, ¿puedes dejarme con él?
—Lo dice el hombre que trajo todo un escuadrón porque le tiene miedo a un chico que si acaso tiene veinte —dijo con una sonrisa de medio lado—. Me quedaré aquí mientras tú hablas con él. Así lo freno por si se le antoja matarte.
—¿De qué estás hablando? —preguntó con sinceridad, no tenía ni la menor idea de que hablaba aquel chico—. ¿Por qué un dragón, con el que nunca me había visto, quiere matarme? ¿Alguna vez me he cruzado contigo?
Esa pregunta hizo que Shiom temblara de ira. ¿Cómo aquel hombre había olvidado lo que pasó hace dos días? ¿Cómo se le olvidó que atacó a su antiguo mejor amigo hace menos de cuarenta horas? El joven no entendía. Los nudillos de su mano, que nunca había soltado su empuñadura, ya estaba de color blanco. La luz comenzaba a colarse en medio de aquellas nubes grises, pero estas no se iban. La luz estaba respondiendo a los sentimientos del joven. Blake quiso moverse, pero se dio cuenta que aquellos hombres esperaban para disparar a matar. Incluso, ambos dragones podían moverse y ninguno de ellos sobreviviría a excepción de Knox, pero los proyectiles se movían mucho más rápido que ellos dos.
—Shiom, ¿lo conoces? —Fue lo único que se le ocurrió preguntar, incluso sabiendo lo que su hermano le contó ayer. Blake comenzó a llenarse de dudas.
—Viniste a mi pueblo, volaste la maldita puerta de la posada y heriste a mis padres. ¡Sin contar que mandaste perros para que me siguieran! —gritó el joven mientras sacaba la espada de su vaina. El filo ganó un fuerte color dorado—. Me persiguieron durante horas en el bosque hasta que los perdí. ¡¿Cómo llegas a preguntar si te has cruzado conmigo Lunael Knox?!
—¿Hace dos días? ¿Pueblo? ¿De qué me hablas? —preguntó Lunael alzando una ceja—. No me he movido de esta ciudad en semanas. Es más, ese día almorcé en la taberna de Blake. ¡Pregúntale!
Esa era la razón por la cual Blake ayer se había sentido extraño mientras Shiom le había contado eso. Lunael había almorzado en su posada con Laure. Ese día había promoción de pescado rojo. ¡Maldita sea! El dragón de las tormentas se golpeó en el rostro. Era un completo idiota, ¡se olvidó de ese detalle! Shiom miró a su hermano, no entendía nada.
—Sí Shiom, no está mintiendo. Ese día el vino a almorzar. Había promoción de pescado rojo —respondió el joven de las tormentas—. Él no atacó a Prats y a Cecilia Lux...
—Espera, ¿Se llama Shiom? ¿Tus padres son...? ¿No me digas? ¿En serio eres el hijo de Prats y Cecilia? —Lunael hizo una seña para que todos bajaran sus armas, todos sus hombres lo obedecieron—. Así que el dragón es hijo de mis dos mejores amigos. Pero, ¿Cómo que alguien fue allá e hirió a Prats?
—No te hagas el idiota conmigo —rugió Shiom moviendo su espada. La luz respondió a su ira. Aquel cielo nublado fue destruido por la luz del astro sol que salió más temprano que nunca—. ¡No hay nadie que se parezca a dos personas en este mundo! ¡Ni siquiera con magia lograrías engañar a un pilar! ¡¿Qué excusa tienes ahora?!
Lunael miró a Shiom. Llamó a una persona y esta se fue corriendo. A los minutos, en donde el dragón estaba que se lanzaba a matarlos, regresó con Laure. Ella tenía una marca en el brazo, como si se hubiese tatuado. Una serpiente llena de escamas se envolvía alrededor del antebrazo izquierdo. Desde la muñeca hasta el codo. Blake y Shiom lo supieron. No se habían equivocado al pensar que la chica había intentado robarse la espada.
—Mira Shiom, no vengo por ti —dijo el hombre con calma—. Te prometo ante los cielos y a la diosa que averiguaré con los dos pilares que se supone que deben estar muertos. Esa era la historia que creamos entre los cuatro. Tu padre y madre nos mandaron una carta a mí y a nuestra otra amiga, nos pidió que por nada en el mundo los buscáramos, ni en el peor de los momentos. Ellos... Ellos siempre fueron tercos. —Hizo una pausa y prosiguió—. En mi nombre, como capitán, y un hombre que busca la paz, buscaré quienes fueron. Lo prometo ante mi nombre y el de mis hombres. Tengo una idea de quien fue quien se los llevó, y sí, tiene que ver con la orden. Pero no conmigo, sino con otra facción. La orden está dividida... Se ven cosas diferentes, pero créeme, nosotros dos vamos hacia el mismo lugar.
»Quiero hacerte un trato... Algo que beneficiará a todos los hombres, seres, dragones. Podemos terminar esta estúpida guerra y cacería sin sentido. ¡Ayúdame, Shiom! Ayúdame a encontrar la paz entre humanos y dragones. Entre humanos y seres mágicos. —Suspiró y lo miró directamente a los ojos—. Sé que no eres un héroe, tampoco tienes una profecía encima, pero por favor, ayúdame a mí y a mis hombres a encontrar la paz. A cambio, removeré hasta la última piedra en este mundo para salvar a mis dos mejores amigos.
—Júralo en nombre de tu contrato de alma —espetó Shiom, para luego escupir al suelo—. Jura que estás diciendo la verdad y no tuviste nada que ver con el rapto de mis padres.
—En el nombre del rey usurpador del bosque, cuyo nombre es... —Un sonido impronunciable por una garganta humana fue dicho. Ninguno de los presentes entendió el nombre, a excepción de Shiom y Blake, pero ellos sabían que era mejor no nombrarlo—. Juro que yo Lunael Knox, no está mintiendo en torno a no saber qué le pasó a la familia Lux y mucho menos tuvo que ver con el secuestro de ellos. También juro que mi causa es verdadera y busco la paz entre la orden y los dragones.
Shiom guardó la espada. No creía en todo lo que dijo aquel hombre, pero un juramento del contrato del alma era lo más grande que un usuario de Hus Kha podía hacer. Se jugaba su alma entera y el peligro de morir si mentía o iba en contra del acuerdo. Si no había sido Lunael, ¿Quién fue? ¿Cómo alguien fue capaz de engañar tan rápido a sus padres? Algo olía mal, pero él si tenía algo en claro. Ni muerto confiaría en Knox.
—La marca del antebrazo es un castigo impuesto por la maldición. Llévala a la iglesia de los tres grandes, allá le quitarán eso —dijo Shiom dándose media vuelta—. Espero que todo lo que hayas dicho sea verdad Lunael, y con respecto al trato, algún día te responderé.
Lunael no trató de decir nada más, simplemente se fue con una pregunta en su mente: ¿Qué le pasó a Prats Lux? Un hombre que podía luchar fácilmente contra un Zeratfe fue derrotado por algo que se había pasar por él. Miró hacia atrás y vio al heraldo caer de rodillas. Debía encontrar las respuestas sobre eso. Beneficiarían su plan a futuro.
Shiom había aparentando ser fuerte frente a él, pero su presión, sus ojos hicieron que se sintiera como un ratón luchando contra una serpiente. El sentimiento de miedo comenzó a apoderarse de él. Su hermano lo ayudó a colocarse de pie, entraron juntos y abrieron la taberna. El día iba a ser movido y ahora la orden sabía dónde se encontraban ambos dragones. Blake sabía que debían encontrar a ese último dragón, pero sería complicado. Él odiaba a Shiom y podría matarlo.
—No creo en nada de lo que me dijo, pero... Aquel juramento fue real —dijo el dragón de la luz luego de unos momentos. Estaba sentado en una de las sillas—. Un animal apareció en su sombra... No entiendo, si no fue él, ¿quién fue? —Él miró a Blake—. Hermano, ¿quién pudo ser?
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La princesa estaba sentada en la cama. Ella estaba casi que segura de haber visto un fantasma de su pasado. Un joven que le había prometido cuidarla con su vida, con su corazón y alma, pero que al final terminó muriendo con sus padres por la embocada de un grupo de traidores del acuerdo. Aun así, la forma en que se peinaba, aquella sonrisa que solo pudo observar por unos cuantos segundos le recordó tanto a Shiom Lux que la hizo aguar los ojos. ¿Quién podía ser tan malvado para hacerla sufrir de aquella manera? ¿Había algo que podía torturarla así? La mente de la joven no se encontraba estable, sus pensamientos. Debía averiguar con sus propias manos y ojos quien era aquella persona...
—Skapeyen, madre de todos, por favor ayúdame a saber si de verdad es mi chico... ¡Ayúdame a saber y encontrarlo! Necesito saber si de verdad a lo largo de los años ellos no murieron... ¡Necesito saberlo...! —La princesa suplicaba. Las lágrimas caían de sus hermosos ojos verdes y la corona se deslizo lentamente hasta caer en el suelo.
Su cuarto en la posada Sol y Espada era más pequeño que el del castillo del duque Quebroks, pero ella prefería morir antes de ir al hogar de aquel sucio, gordo y corrupto ser. Se mordió su labio, pero en seguida lo soltó. Le dolió eso. Se limpió las lágrimas, agarró la corona y se volvió a sentar en aquella cama suave. Debía buscar la forma de omitir a la orden, escapar de sus guardias personales y llegar hasta el fondo de esto. Y todo antes de mediodía, no podía creer nada de lo que estaba pasando y no quería creer que todo era un engaño.
—Shiom, si realmente eres tú... Te encontraré.
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