T.4.7.

Los combates del sábado por la noche ya habían acaecido con normalidad y los resultados fueron los predecibles: la exorcista católica y As de la Arcángel Gabriel Xenovia se acabó imponiendo a Asia Argento, la portadora del Twilight Healing y pareja del actual Sekiryūtei, en tanto que en el segundo combate Raynare superó al exorcista ucraniano Igor Doroshenko, estando ambos combatientes a llevar al límite sus Sacred Gears para mostrar  que ninguno se rendiría tan fácilmente. Terminado los combates, los vencedores y sus equipos, así como los derrotados, se fueron a cenar al Mesón del Cuervo, el restaurante más céntrico y distintivo de Grigory.  

Allí cenaron todos juntos, Cadres, Arcángeles, los exorcistas, el equipo de Issei y los nephilims, quienes se enfrentarían mañana por la mañana, a las diez en punto. Todo eran halagos y enhorabuenas a los vencedores y ánimos y fuerzas para los vencidos. Luego de la cena, todos los asistentes regresaron a sus respectivos hogares a descansar para los combates de mañana: los Cadres a sus casas en la cuadra del Mekom-Heskemim, los Arcángeles a sus villae del Sexto Cielo, los exorcistas a la residencia en el Quinto Cielo, y el equipo de Issei a su casa a las afueras de Grigory, donde Raynare fue felicitada afectuosamente por Adnigkukuda, que había visto el combate desde la televisión. 

La noche transcurrió rápidamente para los combatientes de mañana, Abhainn y Akeno. Ambos nephilims tenían la presión agregada de que sus padres ángeles caídos, Kokabiel y Baraquiel, estarían contemplando el combate atentamente desde el palco de autoridades en el estadio. Ambos nephilims, estando ya en sus respectivos aposentos, buscaron aliento y fuerzas en sus difuntas figuras maternas, Rosemary Scarlet y Shuri Himejima. Abhainn rogaba a su madre fuerza y valentía para enfrentar a cualquier enemigo, demonio, pagano o incluso su propia prima en este caso; Akeno protección y amparo en un mundo que, aunque familiar por vía paterna, desconocido y extraño para una chica japonesa de apenas dieciséis años. Y así quedaron ambos dormidos, pidiendo a sus madres por el combate de mañana. 

P.O.V. Akeno.

El nuevo día llegó cuando Grigory se fue iluminando a paso lento, como si el sol se fuera levantando por el este. Me levanté temprano, no serían apenas las ocho de la mañana, me dirigí aún en pijama a preparar el desayuno para mi y otō-san. Llevaba ya casi un año aquí en Grigory desde que el actual Sekiryūtei me había rescatado de las garras de la Duquesa Gremory y su séquito. Desde entonces me he ido adaptando a vivir con otros ángeles caídos, entre ellos mi padre, el Rayo de Kami-sama. Aprendiendo hebreo, leyendo los Libros Sagrados de otō-san, comiendo la comida típica de Grigory... cualquier cosa era buena para adaptarme. Y por eso hice un desayuno típico de Grigory: baghir, unas tortitas de sémola y harina, mermelada de tomate, té y labneh, queso de yogurt. Puse la mesa con los platos y la comida y, atraído por el olor, otō-san llegó al salón somnoliento y bostezando, se sentó al lado mía para desayunar y, mientras comía las tortitas, untándolas en la mermelada, me habló.

―Hija, hoy es el combate... ―dijo mi padre luego de tragar un bocado de la tortita, sorbiendo un poco de té. 

―Lo sé, y daré lo mejor de mí, ¡ya verás!. ―dije orgullosa inflando el pecho, haciendo reír levemente a otō-san. 

―Me consta, eres muy poderosa aunque no lo creas. ¡No por algo soy un Cadre! ―chasqueó los dedos al decir eso último, desplegando sus cinco pares de alas córvidas, forzando a que yo también desplegara mis dos pares. 

Luego de eso terminamos de desayunar, me fui a vestir con ropas cómodas como para hacer deporte: un top morado, unos pantalones de mallas negras y zapatillas de deporte blancas. Una vez vestida, nos dirigimos a la Arena para dar inicio los combates de hoy por la mañana: yo contra Abhainn-itoko y la exorcista humana Irina Shidō contra la maga griega Andrestea. A pocos metros del estadio, otō-san se tuvo que desviar para pasar al palco de autoridades y yo al hipogeo, donde en la entrada estaba Abhainn-itoko esperándome. Antes de despedirse me dio un caluroso abrazo y me dio ánimos para hoy. 

―Ánimos hija mía, ¡el Espíritu de tu Abuelo está contigo, nunca lo dudes! ―me confortó mi padre Cadre dándome un abrazo, a lo que yo correspondí igualmente, dándole un beso en la mejilla, como haría una hija a su padre.

―Amén Oto-san. ―dije dándome la vuelta para dirigirme a la entrada del hipogeo, donde Abhainn parecía esperarme impaciente. 

Me dirigí apresuradamente a la entrada del hipogeo, encontrándome con Abhainn, que me hizo un gesto diciéndome sin palabras que llegaba tarde. ¿Tan tarde era?  Abhainn asintió sin intercambiar palabra alguna. El hijo de Kokabiel venía vestido con pantalones de chándal largos negros con toques carmines y una armadura negra estrambótica con alerones y que sólo cubría sus hombros y espalda alta, dejando al descubierto sus pectorales y vientre bien tonificados. Ciertamente él y Kokabiel-oji-san son tal para cual, como dos gotas de agua. 

―¿Preparada prima? ―me preguntó Abhainn-itoko en un tono con una pizca de soberbia, tal y como su padre, según me había contado otō-san, yo le repliqué igualmente.

―Claro, ¿acaso tú no lo estás? ―dije en un tono cariñoso y dulce, incluso erótico, acariciándole los pectorales, provocándole un leve sonrojo a Abhainn que miró a un lado avergonzado. 

Después de ese breve momento entre nosotros, nos dirigimos a la Arena. Abhainn se dirigió a su vestuario, en el ala derecha del estadio, mientras yo iba al del ala izquierda. En el vestuario, me miré al espejo que había en la pared. Contemplaba mi cuerpo desarrollado de chica que estaba recién entrando en la adolescencia. Seguí contemplándome en el espejo, soñando despierta sobre aquel ángel caído que conocí hace unos meses, AbdIel. ¿Estará Abdiel-kun en el estadio viéndome luchar? ¿Y si no está, estará en su casa? ¡Ay, no quiero ponerme nerviosa! 

Estaba ya divagando en mis pensamientos cuando vino a mi vestuario el árbitro de nuestro combate, un egipcio. Giré mi cabeza para verle y asentirle, ya era hora de enfrentarme a Abhainn-itoko, de demostrar que ya no era la niña inocente que el Sekiryūtei rescató hace un año. No, no soy esa, soy Akeno Himejima, hija del Cadre Baraquiel y nieta de Elohim. ¡Que lo sepa todo Grigory y el Cielo! Mentalizada ya para la lucha, salí a la Arena con la cabeza en alto, viendo la multitud que se había congregado para contemplar el duelo. Pude divisar a mi otō-san y a los demás Cadres en el palco de autoridades, junto con los arcángeles y los principales dioses de la Alianza: Zeus, Melqart y Ra. 

Abhainn se acercó a mitad del campo de la Arena, para escuchar las reglas que el árbitro nos tenía que decir. El hijo de Kokabiel y yo escuchamos atentamente a lo que nos decía el referí, mientras que ambos nos mirábamos decididos a dar lo mejor, a no dar un paso atrás. 

 ―Recordad que si cae Cara Abhainn Mc-Ma'or saldrá al ataque, mientras que si sale Cruz Akeno Himejima saldrá a la ofensiva. ―nos recordó el árbitro a ambos, asentimos ambos entendiendo lo que dijo. 

El referí lanzó al aire la moneda de oro. Mientras que la moneda iba dando vueltas en el aire, Abhainn y yo nos miramos con aires de superioridad recíprocamente, escuchando cómo la multitud vitoreaba nuestros nombres. Cuando la moneda cayó en el dorso de la mano del árbitro pudimos apreciarlo: cayó Cruz. Me tocaba salir a la ofensiva, resultado que al parecer Abhainn-itoko no se esperaba. Aprovechando la conmoción del hijo de Kokabiel-oji-san, me dirigí a mi campo de la Arena para tomar carrerilla. Una vez en el extremo de mi campo, justo debajo de las gradas, me di la vuelta invocando una naginata de luz violácea. ¡Ahora era el momento de demostrar quién soy!

Tomé la arma de luz con mis dos manos y me lancé a toda velocidad contra Abhainn-itoko, que había invocado dos espadas de luz roja carmesí. Tomé un leve impulso con las puntas de los pies y salté contra el hijo de Kokabiel, girando al mismo tiempo sobre mi eje como si fuera una peonza. Abhainn no se esperó ese movimiento, y logré herirle en en la unión del brazo y el torso, aunque fue un corte insignificante que apenas le hizo daño. Aprovechando la confusión de mi itoko, seguí atacándole con una serie de tajos y cortes, horizontales y verticales. Abhainn, pasado el susto inicial, bloqueaba mis rápidos ataques con sus dos espadas de luz. Las armas de luz chocaban entre sí a pocos centímetros de nuestros rostros, haciéndonos sentir la adrenalina del combate en nuestras venas, lo que nos daba energías para seguir combatiendo. 

Sin dejarle ni respirar tomé la naginata y, dando una vuelta sobre mi misma, como una bailarina de ballet, giré con la naginata extendida perpendicularmente a mi cuerpo, provocando que Abhainn no pudiera acercarse a mi si no querría salir herido. Aprovechando la inercia que había tomado de girar, me volví a abalanzar contra el hijo de Kokabiel, pero esta vez usaba la naginata como una lanza, dando punzadas que Abhainn esquivaba o  bloqueaba con sus dos espadas. Por eso elegí la naginata por encima de una katana o una lanza normal: la versatilidad que ésta proporcionaba era superior, además de que me sentía más cómoda con ella. 

El duelo entre ambos estaba llegando a un punto muerto: da igual cómo atacase que Abhainn sabría cómo esquivar o bloquear mis ataques. Podía escuchar de fondo cómo el publico parecía decepcionado, desencantado con el combate tan soso que estábamos dando los dos, ambos hijos de Cadres. Abhainn también parecía percatarse del asunto, y me miró con una sonrisa cómplice. Sabía lo que teníamos que hacer, y eso haremos. Daremos un buen espectáculo digno de dos nephilims

 ―Akeno-bat-dod, ¡no estás liberando tu poder! ¡Eres la hija de Baraquiel-dod, la nieta de Elohim-sabá!  ―manifestó en voz alta Abhainn, llamando la atención del público, sorprendiendo a los asistentes que no eran de la facción abrahámica. 

―¡Lo mismo puedo decir Abhainn-itoko! ―exclamé en el mismo tono que él, llamando la atención del público. 

Entonces, de las yemas de mis dedos empezó a emanar electricidad, misma electricidad que recubrió la naginata hasta la punta. Abhainn vio la electricidad dirigirse hasta la punta y, de un salto acrobático se alejó de mi varios metros, cayendo de pie sin perder el equilibrio. Ambos nos miramos firmemente, sin apenas mover un músculo. Abhainn deshizo sus dos espadas de luz y, extendiendo sus brazos diagonalmente, mirando al público dando vueltas habló en voz alta. ¿Enserio no puede dejar de ser presumido? ¡Es igualito a Kokabiel-oji-san cuando se lo propone! Tomé la naginata con mis dos manos sin un ápice de confianza, quería estar alerta a lo que hiciera Abhainn-itoko. 

―¡Cadres de Grigory! ¡Arcángeles del Cielo! ¡Dioses de la Alianza! ―llamó la atención de los espectadores Abhainn, dándome vergüenza ajena por cómo lo hacía. ¿Se creía el mejor del mundo haciendo eso o qué? ―¡Sed testigos del poder de Titania! ―fue lo único que dijo antes de empezar a brillar intensamente. ―¡Re Equip: Armadura de Alas Negras! ―exclamó a viva voz en medio de la luz, que comenzó a disiparse al momento, dejando ver a Abhainn con una de las armaduras de su antepasada Erza Scarlet.

El público enmudeció de la sorpresa, incluido su padre Kokabiel. Estaba usando la magia de su antepasada. No debía quedarme atrás que él, debía demostrar que ya no era esa tierna niña cándida, qué ya era una ángel caída más, ¡qué era la nieta de Elohim-sofu! Tomé la naginata con todas mis fuerzas y cargué contra Abhainn, quien tenía en sus manos una espada negra que venía adjunta con la armadura. Agarré el arma como si fuera un garrote y ataqué verticalmente al hijo de Kokabiel, quien pareció bloquear mi ataque sin ninguna dificultad. Rápidamente, de un balanceo de su espada, me hizo una herida no muy profunda en el vientre, comenzando a sangrar. 

―¡Agh! ―gemí de dolor al notar la cálida sangre escurrirse por mi vientre y salpicar el suelo. ―¡Ya está bien de jugueteos! ―exclamé sacando energía de dónde sólo Kami-sama sabe y, expandiendo mis brazos diagonalmente emitiendo chispas, expandí la electricidad a todo mi cuerpo, pero no electricidad normal y corriente, sino la electricidad que heredé de otō-san: Ra'am Kadosh.

Cubierta de rayos sagrados por todo mi cuerpo, me lancé contra Abhainn a una velocidad tal que ningún espectador común del estadio pudo verme moverme, solo podían ver el haz de electricidad que dejaba tras de mí. A esa velocidad comencé entonces a golpear, patear, y dar descarga eléctricas a Abhainn, el cual no podía seguirme el ritmo, ni siquiera sabía dónde estaba cuando intentaba contraatacar con su pesada y aparatosa espada oscura. Era ya el momento de dejar de tontear y ponerme seria, y eso iba a hacer. Me alejé de él unos metros y, sin dejarle tomar respiro, lancé rayos sagrados de mis manos al suelo, tomando forma de dos grandes ruedas, las cuales giraron a gran velocidad contra Abhainn, quien no pudo esquivar o bloquear mis ataques, y salió volando hasta el otro extremo de la Arena, impactando contra la pared provocando una humareda. 

El público exclamó mi nombre a vítores. Pude ver de reojo como otō-san contemplaba orgulloso mi desempeño en el combate, mientras que Kokabiel-oji-san parecía decepcionado. Pero lo que nadie se esperaba es que Abhainn, de entre la neblina causada por el impacto, saliese impetuoso con una nueva armadura, una de las muchas heredadas de su antepasada Erza. Esta era celeste con toques dorados y blancos, pectorales y hombreras. Acompañaba a la armadura una lanza que terminaba en dos puntas, puntas que me estaban apuntando directamente. 

―¡Dos podemos jugar a los rayitos, Akeno-bat-dod! ―exclamó enfurecido Abhainn moviendo su lanza de tal manera que parecía dibujar un círculo mágico. ―¡Haz de Rayo! ―pronunció en alta voz, lanzando un rayo azul concentrado contra mí a tal velocidad que bloquearlo sería imposible. 

Viendo la imposibilidad de esquivar los rayos, volví a cubrir mi cuerpo en Rayos Sagrados y, desplegando mis dos pares de alas de ángel caída, volé por la Arena esquivando y evitando los rayos que la lanza de Abhainn invocó. Mientras tanto, disparaba de mis manos numerosas esferas de rayos sagrados a Abhainn, quien invocó una especie de barrera de rayos alrededor suya, evitando que mis esferas le impactasen directamente. Todo este combate hacía al público vitorear nuestros nombres por el espectáculo que estábamos brindando. Kokabiel-oji-san parecía más animado por lo que pude ver de reojo mientras esquivaba el rayo de la lanza de su hijo. 

Abhainn deshizo sus barreras de rayos y, tomando su lanza eléctrica con sus dos manos, me volvió a apuntar para volver a lanzarme un haz de rayos eléctricos, pero en vez de uno condensado, me disparó siete más finos pero más rápidos. Tan rápidos que no logré esquivarlos ni con los Rayos Sagrados cubriendo mi cuerpo. Impactaron sobre mí abatiéndome en el aire, cayendo a pocos metros de la pared de mi campo. El público quedó sin aliento al verme caer, al igual que mi otō-san. Abhainn de un rápido aleteo de sus tres pares de alas de ángel caído llegó justo a mi lugar, tomando la lanza para acabar con el combate. Pero yo no estaba acabada, aún no... 

―Agh, eres demasiado fuerte Abhainn-itoko...  ―gemí fingiendo agotamiento dejando caer mi cabeza contra la pared de la Arena. El muy soberbio de mi primo sonrió altanero, susurrando un "lo sé". Cuando la lanza estuvo a punto de pinchar mi hombro -las heridas mortales estaban estrictamente prohibidas en el combate- tomé a Abhainn de la mano que portaba la lanza. Era mi momento.

―¡Mugen no chikaraaaaaa! ―exclamé en japonés tomando con mis dos manos las manos de Abhainn, trasmitiendo electricidad sagrada a su cuerpo, provocando que gritase de dolor. Sin contenerme, me levanté y seguí trasmitiendo electricidad sagrada a su cuerpo, a la vez que alcé el vuelo y lo zarandeé por toda la Arena hasta estrellarlo en la otra punta del estadio. (¡Poder ilimitado!)

Cuando Abhainn quedó en el suelo tras el zarandeo, me di la vuelta a ver las gradas. Los espectadores se levantaron de sus gradas para regalarme un estruendoso aplauso y vítores y vítores mientras coreaban mi nombre a todo pulmón. Oto-san hizo tres cuartos de lo mismo, pero sin vitorear ni corear, solamente aplaudiendo solemnemente mi actuación en la Arena. Kokabiel-oji-san también, pude notar como, aún siendo derrotado, estaba orgulloso de Abhainn-itoko por la pelea que había dado. Entonces, el Gobernador General de Grigory, Azazel-oji-san, se levantó de su grada y habló al micrófono.

 ―¡Y la ganadora del primer combate del día es Akeno Himejima, la hija del Cadre Baraquiel! ―exclamó el Gobernador de Grigory exaltado, alentando los coros de las gradas. Una vez se calmó el público, volvió a hablar, esta vez más sosegado. ―No olvidéis que dentro de dos horas será el combate entre la exorcista humana y As del Arcángel San Miguel, Irina Shidō, y la hija de Poseidón, Andrestea Brochípoulo. ―aclaró Azazel-oji-san al público que ya estaba yéndose a desayunar en los bares aledaños del estadio.  

Fin del P.O.V. Akeno.

Cuando Azazel dejó de anunciar al público el siguiente combate, Akeno se marchó a su vestuario para desnudarse y cambiarse de ropa, mientras que Abhainn fue trasladado a la enfermería del estadio. Mientras tanto, Azazel creyó haber visto a un cuervo sobrevolando el estadio durante todo el partido. Mismo cuervo que creyeron haber divisado estando en el Olimpo hace meses. ¿Acaso estaban siendo observados?

En los vestuarios, Akeno estaba desanudándose a una ropa más de estar por casa: una camiseta de mangas cortas y una falda negra, cuando su corazón dio un vuelco de la sorpresa. Abdiel, el chico que había conocido hacía unos meses en Grigory la había visitado personalmente. 

―Shalom Aleijem, Akeno. ―dijo un poco tímido Abdiel, quien traía consigo un ramo de lobelias. 

―¡Abdiel-san! ¡Qué haces aquí! ―pronunció preocupada la hija de Baraquiel al ángel caído de nombre Abdiel. 

―¿Acaso no puedo ver a la ganadora del combate de hoy? ―preguntó el ángel caído de nombre Abdiel, ofreciendo el ramo de lobelias a la hija de Baraquiel.

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Palabras: 3105

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