T.4.15.

Atravesando el puente arcoíris del Bifröst, puente que conectaba el árbol del Yggdrasil con Asgard, el Recinto de los Aesir, los abrahámicos seguían de cerca a la valquiria Rossweise y a su marido Erik Grattson, el descendiente del mago de la Era de Earthland. El ambiente era ahora incluso más frío que en Islandia debido a la presencia del primer áss que han visto desde su llegada a tierras escandinavas: Heimdal. Heimdal, hijo de Odín y nueve gigantas, poseía unos sentidos extraordinarios: vista aguda, oído finísimo, y apenas sentía fatiga o agotamiento, por lo que podía estar días o incluso semanas sin dormir. Es por ello que el Padre de Todo lo designó como Guardián del Asbrú, y como Guardián del Bifröst no podía permitir que los mismos que derrotaron al Padre del Todo se pasearan como en su casa por Asgard.

Pero cuando fue Odín en persona quien les atrajo hacia Asgard con ayuda del Guardaespaldas humano de su madre adoptiva Frigg supo que algo no andaba bien con su padre áss. ¿Acaso quería voluntariamente que aquellos que le derrotaron hace mil años volvieran? ¿Siquiera estaba en pleno uso de sus facultades mentales cuando tomó esa decisión? Sea cual sea el estado de Odín, Heimdal no paraba de refunfuñar en el camino hacia Asgard mientras guiaba a Rossweise, Erik y a los abrahámicos hacia la morada de los Aesir.

Cuando por fin llegaron a la entrada de Asgard, después de recorrer los nueve kilómetros del puente arcoíris -un kilometro por cada reino del Yggdrasil- los abrahámicos pudieron al fin deslumbrar cómo era el hogar de los dioses nórdicos con los que habían guerreado en la Edad Media. Pero lo que vieron no se parecía en nada a lo que habían oído en aquella remota época sobre palacios de oro, un cielo celeste que rivalizaba con el Edén, pavimento de rubíes tan rojos como la sangre de sus enemigos, murallas de kilómetros -aunque incompletas- para aguardarse de los gigantes jötnar... No, nada de eso es lo que pudieron ver, en cambio lo que vieron se parecía más a una mísera aldea humana con cabañas para cada dios, una cabaña central más grande donde se suponía vivía Odín y Frigg, una arena de combate para entrenamientos y unas caballerizas donde se supone debería estar Sleipnir, el fiel corcel de Odín, que a un recinto sagrado de dioses guerreros. ¿Qué demonios había pasado con Asgard?

Pasando por la puerta principal del recinto, Heimdal avisó a los abrahámicos que acababan de llegar a Asgard, que iría a avisar al Padre del Todo y a sus hermanos Aesir y a las Ásynjur para que se reunieran todos en la cabaña de Odín. Los abrahámicos aceptaron y se quedaron esperando a que Heimdal y Rossweise regresaran a avisarles. Mientras, los Cadres y Abhainn no podían parar de preguntarse qué demonios había pasado en este lugar para que esté en un estado tan decadente y ruinoso. No solo el aspecto del lugar era ruin y descuidado, sino que el propio clima también lo era: estaba nublado y hacía un frío que calaba hasta los huesos.

―¿Qué demonios ha pasado aquí...? ―preguntó Baraquiel viendo el panorama de Asgard hasta con lástima por sus antiguos enemigos.

―Lo que tiene que los dioses no sean venerados más. ―respondió Heimdal regresando ya de la cabaña principal. ―Ustedes abrahámicos nos arrebataron a todos nuestros fieles. ―dijo en un tono irascible el áss Guardián del Bifröst.

―Ya podéis pasar abrahámicos. No olvidéis en mostrar el respeto que se merece el Padre de Todo y Rey de los Aesir. ―dijo Rossweise llegando al poco tiempo, guiando a los Cadres y a Abhainn hasta la cabaña principal de Asgard.

La cabaña de Odín en sí era la más grande del conjunto de los demás dioses nórdicos: mediría unos 10 metros de alto, cinco de ancho y otros cinco de profundidad. Hecha de madera de la más exquisita calidad, dos banderas del panteón nórdico (el estandarte del cuervo o Hrafnsmerki en nórdico) colgaban de la fachada. Tenía tres plantas, una a nivel del piso que era el comedor recibidor de Odín, una planta superior donde Odín y Frigg vivían y dormían y un sótano al que solamente Odín y su hijo preferido Baldr podían bajar. Cuando los abrahámicos entraron por los grandes portones de la cabaña pudieron ver a todos los dioses nórdicos congregados en torno a una hoguera: Odín y Frigg presidiendo la mesa, al lado de Frigg estaban Thor y Sif, su esposa. Al lado de Odín estaba Baldr, su favorito, y Loki. A cada banda de la hoguera estaba Freya, Freyr y Njord, su padre, . Al otro lado de la fogata estaban Tyr, Hella e Iðunn mientras que Heimdal estaba al lado de la puerta vigilante a lo que los abrahámicos hiciesen.

Los abrahámicos sintieron sumo respeto al ver a los Aesir y a las Ásynjur congregados todos en un mismo lugar. La atmosfera de la cabaña era asfixiante para los Cadres y Abhainn, todos los ahí congregados estaban sin quitarles un ojo de encima a los invitados de Grigory, todos con miradas enfadadas, de reproche, de ira, de venganza, e incluso de odio inconmensurable. Los hijos de Elohim ciertamente se sentía pequeños frente a los dioses nórdicos. Fue en ese instante que Kokabiel se le ocurrió hacer un gesto que había visto hacer a su Padre cuando él era joven frente a Assur: arrodillarse y pegar la frente al suelo. Y así, como los fieles a Padre musulmanes, hicieron los Cadres y Abhainn.

―¡Salve, Padre de Todo y Rey de Asgard! ―exclamó en voz alta Kokabiel retirando su frente del suelo de madera pero sin ponerse de pie.

―Ahorraos los vacíos halagos y falsas palabras abrahámicos, al Padre de Todo no le gusta que le engañen. ―advirtió seriamente Thor a los Cadres siendo acompañado de varios "eso" o "para qué vienen" de los demás dioses, provocando en los Cadres que tragaran saliva no muy cómodos con el recibimiento. Lo que sirvió en Egipto con Ra no servirá en Asgard con Odín.

―No venimos desde Grigory recorriendo siete mil kilómetros para endulzarle el oído, Padre de Todo. ―recriminó respetuosamente Baraquiel sentado en el suelo a Odín, quien hizo una mueca y extraña y susurró a Rossweise algo que no lograron escuchar los Cadres o los dioses pero sí Heimdal con su oído hiperdesarrollado

―El Padre de Todo no escucha, ha perdido su oído. ―recriminó Heimdal dando una patada a la espalda de Baraquiel tirándolo al suelo.

―¡Heimdal! ―recriminó en un grito Frigg, su madre adoptiva, al Guardián del Asbrú. ―¿Así tratas a los que han venido invitados por tu Padre? ―reprochó el comportamiento del áss la esposa de Odín.

Ante la riña entre la ásynja y el áss por el comportamiento de éste último, los abrahámicos pudieron divisar un pequeñísimo haz de luz en la oscura penumbra que les rodeaba en la cabaña del Padre de Todo. Odín les había invitado, es cierto: las astillas de madera con runas inscritas que había recibido Azazel no eran baladí, lo mismo que la gema helada que ahora sabían había sido creada por Erik. Si estaban en Asgard era por voluntad propia del Rey de los Aesir. Ahora el caso era poder comunicarse con él debidamente.

La riña de los dos dioses nórdicos provocó, en cambio, una mueca de disgusto al Padre del Todo. Si bien ya no podía escuchar correctamente, el grito de su esposa lo escuchó como un susurro, un susurro que le atormentaba todos los días y todas las noches. Sus hijos estaban enfrascados en una pelea fratricida, una pelea que fragmentaba y quebrantaba la unión de los Aesir. Había llegado a sus oídos hace meses que Seth, el dios egipcio, había sido asesinado a manos del actual portador del Dragón de Gales, también de que el hijo del dios que lo derrotó hacía mil años había regresado al Cielo Abrahámico, de que su hermano Zeus se había adherido a una Alianza con los mercaderes de Fenicia y con los Egipcios... En resumen, estaban llegando a Asgard rumores de cambios, y Odín detestaba que las cosas cambiasen, quería tener el control de su panteón, de su familia, de todo lo que Hugin y Munin observaran. Así que se levantó de su asiento y usando su lanza Gungnir como si fuera un bastón, dio un varios golpes en el suelo para llamar la atención.

―¡Silencio! ―exclamó Odín a sus congéneres Aesir y Ásynjur, haciendo callar a todos los presentes, incluso al chulesco de Heimdal. ―Ellos son mis invitados... ―dijo sentándose nuevamente en su silla de madera, recibiendo las miradas de los demás dioses, expectantes a lo que diría el Padre de Todo. ―Ellos son mis invitados... ―empezó a murmurar inconexamente para sí, preocupando a todos en la cabaña, incluidos los Cadres y Abhainn.

―Padre... ―susurró Thor al ver el lamentable estado de su padre Odín. Ya no era el mismo desde que los abrahámicos le derrotasen.

―Cariño... ―murmuró apenada Frigg, su fiel esposa desde hace más de mil quinientos años.

Baraquiel, al ver la estampa del Rey de Asgard sentado en su trono Hliðskjálf en estado casi catatónico murmurando palabras inconexas hizo algo que llamó la atención de los dioses nórdicos y de sus hermanos Cadres: sin levantarse de del suelo, se colocó en posición de loto, como le había enseñado su esposa Shuri, y comenzó a rezar en hebreo, pidiendo a Padre por auxilio, ya no por ellos, sino por el viejo áss. Los demás Cadres, al ver lo que el Rayo de Dios estaba haciendo, decidieron hacer lo mismo, incluso Abhainn imitó lo que hacía su tío. Los Aesir y las Ásynjur por su parte miraban a los abrahámicos incrédulos: cuando no perseguían a paganos como ellos, oraban a su viejo dios Annunaki en momentos de peligro y muerte inminente. ¿Qué pensaban que estaban haciendo?

Adonai Yeshua-Hameshiach, shekedei lig'ol bni Adam v'lerape hacholim ratza lekabel et matzavenu haenoshi, hibit berachamim al hakshishim shelanu, shehem cholim v'zkukim leripuy beguf v'ruach. Amen. ―recitaron los abrahámicos en hebreo, sentados en el suelo de la cabaña de Odín, la Valaskjálf, ante la estupefacción de los dioses nórdicos. ¿De qué iba a servir rezarle a un dios fallecido? ¿Acaso se les había derretido el cerebro con el frío nórdico? (Señor Jesucristo, que para redimir a los hombres y sanar a los enfermos quisiste asumir nuestra condición humana, mira con piedad a nuestros ancianos, que están enfermos y necesitan ser curados en el cuerpo y en el espíritu. Amén)

En ese mismo instante las puertas de la cabaña se abrieron de golpe y, de afuera de la cabaña, una brisa gélida penetró en la cálida estancia. Los dioses nórdicos sintieron frío por primera vez mientras que los abrahámicos sintieron que ya no estaban completamente solos en la sala. El Espíritu de Elohim les acompañaba allá donde fueran. Y lo que pasó a continuación no se lo esperaba ni siquiera el mismo Baraquiel: la gélida brisa empezó a rondar por la sala, pareciendo buscar al Padre de Todo, quien murmuraba que tenía frío y que cerrasen la puerta. Cuando la brisa se detuvo a su lado, entró en el oído enfermo del dios y salió por la boca y los orificios nasales. Una vez la brisa salió del cuerpo del áss y volvió a rondar la sala, giró alrededor de la fogata rápidamente mientras creaba con hielo cuatro runas nórdicas para todos ver: "ᛄᚼᚹᚼ", es decir "YHWH".

―¿Qué ha pasado...? ―preguntó Odín con una voz débil pero con más vitalidad que antes recuperándose del breve estado de catatonia en el que había entrado hacía unos minutos y que había provocado preocupación en los demás Aesir y Ásynjur.

―Padre estás... ―preguntó temeroso Baldr al ver a Odín recompuesto y mirando a todos con una mirada brillante y más enérgica.

―¿Recuperado? ―preguntó incrédulo Heimdal cerrando las puertas de la cabaña. ―¿Cómo se ha podido recuperar tan rápido...? ―cuestionó el áss en voz alta a la vista de todos.

―No subestimes al Espíritu de un viejo Dios con millones de fieles... ―susurró Baraquiel a Heimdal, quien no cabía en su asombro.

Así el ambiente se relajó de sobremanera. Un ya recuperado Odín de su aparente sordera dejó a los Cadres que expusieran sus argumentos del porqué los Aesir deberían unirse a esa Alianza Sobrenatural fundada hace un año en Egipto. Fue Baraquiel quien expuso los argumentos elocuentemente, apelando al carácter belicoso de los Aesir, de que podían combatir con otros dioses igual de fuertes que ellos -cosa que emocionó a Baldr y Thor- tendrían los productos más lujosos y exquisitos de la Alianza, como el oro de Nubia, el mármol egipcio, incienso cananeo, seda púrpura de la más fina calidad de las ciudades fenicias... cada producto encandilaba a las Ásynjur, quienes estaban ya bastante cansadas de este mísero Asgard. Pero no todos estaban muy de acuerdo ciertamente.

―¿Y qué tan fuerte sois ustedes? ―interrumpió Baldr a Baraquiel, quien no se tomó para nada mal la pregunta del áss.

―Lo suficiente. ―fue lo único que dijo Baraquiel desplegando sus diez alas de ángel caído, al igual que Kokabiel y Tamiel mientras que Abhainn desplegaba seis alas.

―Alas como las de Hugin y Munin... ―murmuró Odín viendo las alas de los Cadres. ―Emitís un aura sagrada poderosa, ciertamente. ―apreció el Padre de Todo de los Cadres.

―¡Si tan fuerte sois, enfrentadnos en combate singular! ―desafió Baldr a Baraquiel, quien no se esperaba el reto del áss.

―Eso, enfrentaos a mí y a Baldr. ―se levantó Thor de la silla. ―Si ustedes ganan, nos uniremos a esa Alianza vuestra, si perdéis... ―dijo Thor llevando su mano al Mjölnir y apuntándolo a Abhainn, quería enfrentarse al pequeñajo, no sabía porqué. ―Hugin y Munin llevarán sus cabezas de vuelta al desierto y sus cuerpos serán expuestos en la copa del Yggdrasil... ―amenazó el hijo de Odín a los Cadres, quienes sonrieron ante el reto que les habían lanzado.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Issei no sabía exactamente el motivo, pero cuando Lucille Wand le nombró a esa anciana ermitaña que vivía en las High Land escocesas algo en su interior le dijo que estaba frente a la nueva Neo-Dragon-Slayer. Esa actitud de no querer comunicarse con ningún ser humano o ser sobrenatural era típica de un dragón celoso, protector, casi un dragón maligno. Aunque estaba tentado a pensarlo, no creía sinceramente que Crom Cruach estuviera relacionado con esa ermitaña. Pero solo quedaba un camino, un camino de de casi diez horas en limusina desde Berkshire hasta Inverness, la ciudad más grande las High Lands. Mientras, Azazel, Namtaga, Penemuel, Sahariel, Raynare y Asia se quedarían en la Mansión investigando al panteón celta.

Eran más o menos las seis de la tarde cuando Issei partió de la mansión en Berkshire hasta Inverness en Escocia. El trayecto se lo pasó al lado del copiloto, Alfred, quien no paraba de hacerle preguntas sobre el Mundo Sobrenatural, a las que Issei respondía como medianamente podía con los conocimientos que iba adquiriendo. El Mundo Sobrenatural era, a sus ojos, una copia del nuestro, con sus pueblos y ciudades, salvo que tecnológicamente más atrasado, sus habitantes eran fieles de esas religiones que murieron y terminaron allí habitando con los dioses de los distintos panteones, que son las figuras más eminentes de dicho Mundo. Por ahora él conocía a la Facción Abrahámica, la Egipcia, la Griega, la Fenicia, y había oído de los Cadres a la Nórdica y Celta.

―Guau, ciertamente todo eso es fascinante... ―apreció el chófer saliendo del condado de Leicestershire y entrando en el de Derbyshire, aún quedaban seis horas hasta llegar a Inverness.

―Ni que lo diga. Usted ya tiene una edad, pero imagine que todo esto se lo revelan a un chico de apenas dieciocho años. ―terminó Issei de hablar al chófer. Eran ya las nueve de la noche y pararían en un Bed and Breakfast para descansar.

Dicho y hecho. Los dueños del Bed and Breakfast, al ver que una limusina se acercaba al hostal, rindieron todos los homenajes posible al chófer y al castaño. Cenaron y se echaron a dormir en el hostal, una habitación para cada uno. Pasó la noche, desayunaron, y volvieron a la carretera. Aún quedaban seis horas hasta Inverness, así que si no pillaban trafico podrían estar en la ciudad escocesa a primera hora de la tarde a más tardar. Se echaron a la carretera e Issei decidió estar callado, escuchando la radio de la limusina viendo el paisaje de la campiña norte de Inglaterra, la cual iba dejando paso a colinas y montañas a medida que entraban en Escocia.

Entraron en Escocia, más precisamente en la densamente poblada Low Lands, donde se sitúan las grandes ciudades del reino escocés como Edimburgo, Glasgow, Stirling, Dundee entre otras. Aún les quedaba viaje ciertamente, pero ahora por un terreno más complicado en el que conducir: las Tierras Alta escocesas o Highlands. Tierras inhóspitas salpicadas de montañas, valles profundos, lagos y archipiélagos a lo largo de sus costas. Sería aquí donde Issei tendría que buscar a esa tal Eileen y negociar con ella para que les abra la puerta en Stonehenge al Mundo Sobrenatural.

Durante el viaje por las Tierras Altas, Issei le advirtió al chófer Alfred que cuando llegaran a Inverness le dejase a las afueras de la ciudad, él sabría dónde buscar a esa mujer ermitaña. Alfred, desconfiado en lo que decía el castaño le recriminó de que si, por algún remoto casual, salía herido, él conduciría a máxima velocidad hasta Edimburgo y que allí lo curarían. Issei tuvo que aceptar de mala gana y, cuando al fin llegaron a Inverness -serían las 15:30 PM-, el chófer dejó su auto en una estación de autos a las afueras de la ciudad, Issei echó a andar por las Tierras Altas junto con el chófer Alfred.

―¿Aibō, cómo encuentro a esa ermitaña? ―preguntó el castaño en su interior a Draig, el cual se manifestó en la gema verde esmeralda en el dorso de su mano.

[Rydych chi'n rhan o ddraig, yn arogli'r aer, yn cyffwrdd â'r gwynt. Rydyn ni'n dreigiau bob amser yn gadael llofnod, hyd yn oed os yw'n ddyn gyda hud a lledrith.] ―sugirió el Dragón de Gales a su portador, quien miró al nublado cielo y olisqueó el aire, expandiendo sus brazos a lo largo para tener mayor superficie de recepción. (Eres en parte un dragón, huele el ambiente, toca el viento. Los dragones siempre dejamos una firma, aunque sea un humano con la magia de uno.)

―Huelo el aire, lo toco... ―murmuraba Issei haciéndose un mapa mental de todas las Tierras Altas, de los más de veinticinco mil kilómetros cuadrados de las mismas. Entonces la detectó por su olor a musgos, sal y a hierbas aromáticas. ―Está cerca del mar, a unos cien kilómetros. ―declaró Issei en voz alta desplegando sus cuatro alas, dos de caído y dos de dragón. ―¡Alfred, sígueme en la limusina, estaremos allá en dos horas!

Dicho y hecho. Issei desplegó el vuelo y, con los ojos cerrados, fue siguiendo el hilo de olor que emitía esa vieja ermitaña mientras que Alfred le seguía a toda velocidad para llegar a tiempo con él. Tras una hora de vuelo al fin llegaron al lugar: una cabaña de madera frente a la costa de Escocia, de ahí la sal y el musgo. Issei aterrizó frente a la puerta y, ocultando sus alas de caído y dragón pero sin hacer desaparecer la gema verde de su mano, llamó a la puerta a la espera de ver si alguien respondía. Y no tardó mucho cuando una voz anciana le habló.

―An e sin thu, Draig? ―le respondió la voz de la anciana en gaélico escocés, a lo que Draig, alzó la voz a través de la gema. (¿Eres tú, Draig?)

[Ydy, fi yw Eileen. Agorwch, rydyn ni eisiau siarad â chi.] ―correspondió Draig en un tono de voz cuidadoso, como si un nieto hablase a su abuela. (Sí, soy yo, Eileen. Abre la puerta, solamente queremos hablar)

Y como si fuera un hechizo mágico, la anciana procedió a abrir la puerta. Lo que vio Issei, si bien se lo esperaba, le sorprendió de sobremanera: una anciana de más de ochenta años, vestida con una túnica blanca con dibujos de dragones tejidos de color azul oscuro, una capa larga hasta los pies, un bastón de madera tallado con decoraciones de dragones y lo más impactante: ojos marrones como si fuera un reptil. ¿Acaso la anciana era humana? ¿Era una dragona por casualidad? La anciana miró al castaño de pies a cabeza y negó para sí mientras se metía para dentro de la cabaña. 

―Tú no eres Draig aunque le poseas, eres un simple humano... ―murmuraba la anciana dirigiéndose hacia el espacio de la cabaña que usaba como una cocina. Issei aprovechó la oportunidad y entró en la cabaña.

La cabaña donde vivía la anciana ermitaña era claustrofóbica de lo pequeña que era. Apenas tendría unos veinte metros cuadrados en los que estaba comprimidos la cocina, la salita de estar, una estantería junto con un sofá y una cama en una esquina de la cabaña, todo rodeando una fogata apagada. Issei se dirigió al sofá con la estantería donde pudo ojear que los libros  estaban en alfabeto dracónico no en alfabeto latino, hebreo, árabe o cualquier otro sistema de escritura humano. Resignado por no saber qué ponían los libros, se sentó en el incómodo sofá y esperó a que la anciana terminara de hacer lo que estuviera haciendo en la cocina. Unos cinco minutos pasaron y la anciana se dio la vuelta y le sirvió al castaño un té con hierbas aromáticas. 

―Bebe Draig, repondrás fuerzas. ―dijo suavemente la anciana Eileen a Issei, quien se lo agradeció sorbiendo el té en silencio. 

―¿Eres Eileen Marbhe, cierto? ―preguntó en un tono calmado y suave el castaño a la anciana, no quería hacerla sentir incómoda por su presencia. 

―Así es, soy yo. ―respondió segura  la mujer al castaño, el cual seguía tomándose el té relajadamente. ―¿Pero qué te trae a mi humilde morada, Draig? ―cuestionó la anciana agarrando el bastón con sus delicadas manos, sentándose en el suelo, cosa que hizo sentir incómodo a Issei, por lo que se levantó e invitó a la anciana a que se sentase en el sofá mientras que él se quedaría en el suelo. La anciana sonrió ante el amable gesto de Issei y, dando un golpecito con el bastón en el suelo, habló a Issei en el ancestral idioma de los dragones. ―Errespetatu beti Dragoi Zaharra. ―declaró en dracónico la anciana al castaño, idioma que se le hacía familiar a Issei, como si lo hubiera escuchado antes. (Respeta Siempre al Anciano Dragón)

―Verá Eileen, he venido hasta aquí para que ayude a la Alianza Sobrenatural. ―manifestó el castaño claramente, gesto que agradeció la anciana con una sonrisa. 

―He oído de esa Alianza Sobrenatural... Ciertamente los tiempos están cambiando, ¿no es así Draig? ―apreció la anciana el actuar de la Alianza Sobrenatural, siendo respondida por el Dragón Celestial de la Dominación con un simple "Así es" desde la gema del dorsal de la mano del castaño. 

―Necesitamos que nos abra el portal al Mundo Sobrenatural aquí en Inglaterra, en Stonehenge. ―declaró directo al grano a la anciana, sin cambiar ese tono dulce y pacífico con el que le estaba hablando. La anciana le miró alzando una ceja. 

―¿Por qué debería hacerlo? ―preguntó desafiante la anciana al castaño, quien no sabía muy bien como encajar el tono con el que le había respondido Eileen. 

―La Alianza Sobrenatural se lo agradecerá con lo que usted desee. ―metió en un compromiso a cuatro panteones con lo que acaba de declarar el castaño, ante la duda manifiesta de la anciana. 

―Umh... ¿estás seguro Draig? ―advirtió Eileen a Issei, el cual asintió con la cabeza. Enserio estaba metiendo en un compromiso a cuatro panteones solo porque necesitaban acceder al Panteón Celta, pensaba la anciana negando con la cabeza. 

―Claro, solamente dígame que necesita o quiere. ―declaró Issei solemnemente a la anciana, la cual se levantó del sofá para agarrar un libro de la estantería y leérselo en voz alta al castaño. 

―Sua, Altzairua, Haizea, Trumoia, Pozoia, Argia eta Iluntasuna, Bost Mila Urtez Aldaezinak diren Zazpi Elementuak, Herensugeak ez diren Herensugeak, Gizakiak ez diren Gizakiak. ―cerró el libro Eileen para volver a colocarlo en la estantería. (Fuego, Acero, Viento, Trueno, Veneno, Luz y Oscuridad, los Siete Elementos inmutables por Cinco Mil Años, Dragones que no son Dragones, Humanos que no son Humanos.

―Dragones que no son Dragones, Humanos que no son Humanos... ¿Neo-Dragon-Slayers? ―preguntó Issei a la anciana, la cual pareció no entender. ―Si es eso, ya tenemos a uno, el de Fuego. ―declaró el castaño a la anciana, la cual se sorprendió de sobremanera. 

―¿Al de Fuego? ―preguntó la anciana sorprendida de sobremanera. ―Entonces regocijaos, pues ya tenéis al de Aire... ―dijo la anciana invocando con su bastón una ráfaga de aire que hizo abrir violentamente las ventanas de la cabaña. 

[Dywedais wrthyt Aibō! Mae hi'n Neo-Dragon-Slayer!] ―rugió Draig alegremente al tener razón, otra vez. (¡Te lo dije Aibō! Ella es una Neo-Dragon-Slayer!)

El ambiente ya más distendido en la cabaña se interrumpió de golpe cuando, sin comerlo ni beberlo, se hizo de noche violentamente, con una luna llena roja como la sangre. La atmosfera se hizo opresiva y violenta: la cabaña empezó a sangrar por las paredes y el techo. Ambos Neo-Dragon-Slayers se levantaron apresurados del espacio que usaban como salita de estar y pudieron notar a la perfección el aura de un dragón, pero no un dragón cualquiera:  Crom Cruach acababa de llegar a la cabaña y, de una patada derribó la puerta de la cabaña, entrando en ella violentamente. 

Fuair ​​​​mé ar deireadh thú, a Dhraig, Eileen! Cuirfidh mé fuil ort... ―rugió el dragón celta en forma humana, un hombre joven de pelo negro y rubio con ropas de motero, a ambos Neo-Dragon-Slayers, los cuales le miraron intensamente. (¡Al fin os encontré, Draig, Eileen! Os haré sangrar...)

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──────── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──────── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Palabras: 4617

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top