T.4.1.

La Sala del Trono en el Séptimo Cielo donde los Cadres y los Arcángeles, junto a Issei y las chicas habían sido llamados por orden de Yeshúa había quedado enmudecida. Un silencio ensordecedor había inundado el lugar cuando todos los presentes vieron entrar por el lujoso portón a aquella figura femenina de aspecto maduro pero no anciano, tal vez unos cuarenta años. Llevaba un velo celeste y una túnica blanca pálida, como las alas de los Arcángeles presentes. Su mirada, perdida y desconcertada, se posaba en todos los presentes sin saber quiénes eran aquellas personas tan extravagantes a sus ojos. Ángeles de plumas negras, un joven de procedencia desconocida, una chica joven rubia de ojos verdosos. 

Pero su desconcierto y  confusión pareció disiparse cuando vio al hombre en el trono: era su hijo, Yeshúa ben Yosef, el mismo que vio morir en la cruz junto con dos míseros ladrones. Aquel que, sin saber cómo, congregó, como si fuera un pastor , a multitud de gentes humildes y descarriadas. ¿En verdad ese hombre, su hijo, era el que ahora se sentaba en un trono, como si de un rey se tratase? 

―¿Yeshúa? ¿Eres tú, hijo mío?  ―preguntó asombrada la mujer procesar aún que ese hombre era su Yeshúa. 

―Madre... ―susurró el Hijo de Elohim al ver por primera vez en dos mil años a su madre. Su último recuerdo de ella fue cuando estaba arrodillada frente a la cruz llorando, junto con su discípulo favorito, Juan el hijo de Zebedeo, y María la de Magdala.  

De un momento a otro, la madre de Yeshúa, María, se abalanzó contra su hijo, fundiéndose en un amoroso abrazo, a la vez que Yeshúa se aferraba a ella como si nada importase en ese mismo momento. Madre e hijo se habían reencontrado tras dos milenios, y los Arcángeles, Cadres y demás testigos lo sabían bien. Observaban la escena enternecidos, sobre todo la Arcángel Gabriel, la misma que había avisado a esa mujer humana de que tendría un hijo de Padre. Por su parte, Issei y Sayf veían la escena de maneras diametralmente opuestas: el japonés lo veía con nostalgia, con cierta pena, mientras que el egipcio, en cuanto entró la mujer por la puerta, se postró en el suelo con su frente tocando las pulcras baldosas de la sala del Trono. 

 ―Tabāraka wa-taʿālā¹, Oh María, Dios te ha escogido y te ha purificado; te ha escogido por encima de todas las mujeres de la Creación. ―oró fervorosamente Sayf ante la mirada extrañada de María mientras de fondo se escuchaba un escueto "amén" de parte de los Arcángeles y Cadres. 

Una vez Sayf dejó de llamar la atención de todos los presentes y pidió disculpas a la Virgen María, Yeshúa se volvió a sentar en el Trono, mientras que María se quedaría de pie a sus pies. Los Cadres se colocaron a la izquierda de Yeshúa, los Arcángeles a la derecha, mientras que Issei, las chicas y Sayf frente a él, guardando el portón. Todo estaba preparado para introducir a su Madre a los Cadres y demás presentes. 

 ―Madre, te presento a mis hermanos .  ―dijo solemnemente Yeshúa a su madre, quien asintió alegre.  ―A la derecha los Arcángeles, los ángeles más poderosos e importantes de Padre: Miguel, el Comandante Supremo de las Huestes Celestiales;  ―señaló Yeshua a Miguel, quien hizo una reverencia a la mujer ― Gabriel, la Mensajera de Padre;  ―María ya la conocía de antes― Rafael, el Sanador del Cielo;  ―hizo una reverencia Rafael a María ― y Uriel, el Regente del Primer Cielo por debajo de Padre. 

―Salve, Madre del Rey de Reyes, el Ungido de Padre. ―saludó Miguel como portavoz de todos los Arcángeles. María sonrió y simplemente agradeció al Arcángel su cordial saludo. 

―Continuando, a la izquierda están los Cadres. Te pido Madre que olvides los posibles prejuicios que tengas por su aspecto. Son tan fieles a Padre como tú o como yo, sólo que ellos no tienen tantas limitaciones. ―explicó Yeshúa a su Madre,  quien dudosa aceptó lo dicho por su Hijo. ―Ese de ahí de pelo negro y puntas rubias es Azazel, el Gobernador General de Grigory. ―presentó Yeshúa al Cadre, quien saludó con un solemne "shalom" a María―. ―Esa de ahí es Penemuel, la Secretaria de Azazel. ―Penemuel saludó a la Virgen María respetuosamente―.  ―Ese hombre de ahí con armadura negra mate es Kokabiel, General Supremo de Grigory. Piénsalo como un Miguel pero caído. ―explicó Yeshúa a su Madre, quien recibió un cordial saludo por parte del Cadre. ―Y por último, ese hombre de aspecto maduro que está junto al de pelo blanquecino son Baraquiel y Shemhazai, el Entrenador de las Tropas de Grigory y el Vicepresidente de Grigory respectivamente. ―presentó Yeshúa a ambos Cadres, quienes saludaron respetuosamente a la Madre de Yeshúa. 

―Shalom, Mariam bat Yehoyaqim. ―saludó Azazel haciendo una reverencia conjunta con los demás Cadres a la Madre de Yeshúa. 

―Y por último, pero no menos importante, el portador de Draig Goch de este siglo, Issei Hyōdō y sus compañeras, las ángeles caídas Raynare, Kalawarner y la humana reencarnada en ángel caída Asia Argento. ―presentó Yeshúa a Issei y las chicas, quienes saludaron solemnemente a María, quien miró al chico castaño extrañada. 

―¿De dónde eres, Issei? ―preguntó María curiosa al castaño. Ese tipo de nombre nunca lo había escuchado en su vida.

―Del Japón María, un país más allá de Persia y de Serica². ―aclaró el castaño a la Madre de Yeshúa, la cual lo miró asombrada ante lo dicho por el castaño. 

Mientras, Raynare y las demás chicas veían a Issei interactuar con la Madre de Yeshúa de una manera tan natural y tan casual, de una manera tan relajada, que pensaron que Issei estaba hablando con su propia madre, en vez de con la Reina del Cielo. Issei les presentó a María a sus compañeras, al igual que Yeshúa hizo: Raynare como su pareja, Asia como su amiga  ―no quiso decirle que era también su pareja, no sabía cómo podría tomarse ese dato―, Kalawarner como amiga de Raynare, así como Mitelt, y a Akeno como hija de Baraquiel, aclarando que ella era una nephilim, una mestiza de humana y ángel caído. 

―Ya veo... ―musitó la Madre de Yeshua viendo el panorama de la actual Facción Abrahámica. ―Veo que has logrado reconciliarlos hijo. ―dijo refiriéndose a que caídos y puros se llevaban relativamente a pesar de las diferencias. 

―Así es Madre. Ahora tenemos que centrarnos en buscar aliados: el Mundo Sobrenatural está viviendo cambios muy repentinos... ―confesó Yeshúa a su Madre, quien comprendió lo que dijo su Hijo. 

El ambiente en el Séptimo Cielo en ese mismo instante se puso incómodo cuando Yeshúa hizo mención de la política exterior de la Facción Abrahámica. Si bien habían afianzado alianzas con los egipcios, los fenicios y los griegos, era un secreto a voces que los demonios moverían ficha ahora que habían traído de vuelta a Lilith. En parte, el Cielo y Grigory ya habían respondido trayendo a María, la Madre de Yeshúa ben Yosef. Pero aún así sentían que no era suficiente para poder contrarrestar los movimientos de los demonios. No se hable ya del incipiente pacto que se está dando entre los demonios y los mesopotámicos. 

Pero María aún no había dicho su última palabra. Ella no era una política, ni siquiera una diplomática, pero si algo había aprendido de su Hijo mientras éste predicaba en vida era la importancia de la familia. Le escuchó narrar la parábola del Hijo Pródigo, le veía comportarse con sus discípulos como si fueran su familia, incluso cuando Pedro le negó tres veces. Y si de algo se había dado cuenta la mujer, es que si bien los Arcángeles y Cadres se llevaban como hermanos, sentía que faltaba algo, y no era la clara ausencia de Elohim. 

―Hijo mío, Cadres de Grigory y Arcángeles del Cielo, y demás presentes, he sentido en este breve tiempo de estancia aquí un vacío... como si algo faltara, física y espiritualmente. ―declaró la Virgen de Nazareth viendo a los Cadres y Arcángeles encogerse al escucharla mencionar ese vacío. ―¿Acaso el Señor no creó el Mundo en Siete días, Jacob sirvió a Rachel-imenu por Siete años o él se inclinó Siete veces ante su hermano José? ―manifestó sabiamente María a los presentes, incluyendo a su propio hijo, quien se acordó en ese instante de la segunda frase que le dijo el Espíritu de Padre hace unas horas. 

―Los Hermanos deberán volver a la Casa del Padre... ―pronunció Yeshúa como si hubiera descubierto un secreto valiosísimo. ―Zadquiel-ach, Jofiel-ach, Chamuel-achot, Tamiel-ach y Sahariel-achot, tres Arcángeles y dos Cadres. ―dijo Yeshúa a los presentes, quienes asintieron a lo dicho por Yeshúa. 

―Siete Arcángeles y siete Cadres. Así ese vacío se llenará y podréis enfrentaros a las dificultades con corazón y coraje. ―alentó María a los presentes, quienes con renovadas fuerzas y ánimos, alentaron a Yeshúa a traer de vuelta a los siete ángeles faltantes. 

Yeshúa se sobó el puente de la nariz. Acaba de resucitar a su Madre tras dos milenios para contrarrestar a Lilith y ahora le pedían que resucitase a siete ángeles. ¡Siete ángeles que llevaban apenas 150 años muertos cuyo poder crudo no se podía comparar ! Necesitaría ayuda nuevamente de la rubia niña Mavis. Gracias a Padre que la niña de la Era de Earthland había presenciado todo y estaba ahora sentada al lado de María viendo todo aburrida. Yeshúa, quien era el único que podía verla, aparte de Sayf. 

―Tchs, Mavis, tchs... ―llamó Yeshúa a la niña hada, girando Mavis la cabeza mirando al de Galilea. ―Necesito tu ayuda otra vez Mavis... ―dijo humildemente Yeshúa a la rubia, quien se levantó y se sentó en el regazo del Hijo de Elohim. ―Gracias, Mavis. ―dijo el Nazareno sin ninguna clase de vergüenza viendo como María le veía como si se hubiera vuelto loco, hablando a la nada. 

Yeshúa a continuación colocó sus manos como si estuviera orando, mirando al cielo, a la vez que los Cadres, Arcángeles, Issei y las chicas, Sayf y su propia Madre observaban atentos e imitando sus gestos. Una vez todos estaban preparados, Yeshúa oró pronunciando solemnemente las mismas palabras que había pronunciado con su Madre, cambiando el nombre de María por el de sus hermanos Arcángeles y Cadres fallecidos. 

―Oh, fallecidos del planeta, seres humanos y seres sobrenaturales del mundo, escuchad mis palabras: traed de vuelta las almas de los ángeles Zadquiel, Jofiel, Chamuel, Tamiel y Sahariel. ¡Venid del Mundo de los Muertos y sed los Pilares Restantes de la Facción de Abraham-avinu!. ¡Te lo ordeno yo, Yeshúa Ben Eloí! ―terminó exclamando en voz alta Yeshua invocando un círculo mágico dorado con el escudo de la Facción Abrahámica

Ho, mortintoj de la planedo, homoj kaj supernaturaj estaĵoj de la mondo, aŭskultu miajn vortojn: revenigu la animojn de la anĝeloj Zadquiel, Jofiel, Chamuel, Tamiel kaj Sahariel. Venu el la Mondo de la Mortintoj kaj estu la Restantaj Kolonoj de la Frakcio Abraham-avinu! Mi ordonas al vi, Yeshúa Ben Eloí! ―repetía Mavis en el mismo tono que Yeshua, solo que en su idioma nativo. 

Entonces, en cuanto Yeshúa exclamó su nombre, en la Sala del Trono se pudieron ver cinco círculos mágicos frente a él, en medio de la Sala: tres círculos eran celestes con una cruz dorada en su centro, mientras que los dos restantes eran púrpuras con una estrella de David dorada en el centro. De los tres celestes salieron dos ángeles masculinos y una ángel femenina, mientras que el de los violetas salieron un ángel masculino y otra ángel femenina. Se veían entre sí y  a los demás con claros gestos de confusión y cierto temor. 

―¿Dónde estamos? ―preguntó la ángel caída de gafas, Sahariel para sí, siendo respondida inmediatamente por Penemuel, su compañera Cadre.

―Bienvenida de vuelta, Sahariel-achot... ―dijo Penemuel abrazando a su hermana Cadre, la cual susurró "¿Penemuel, eres tú?"

―¡Tamiel-ach, viejo camarada! ―habló extrañamente emocionado Kokabiel al ver a su compañero en armas de Grigory, el cual se abalanzó contra Kokabiel para fundirse en un fuerte abrazo de hermanos en armas. 

En cuanto a los Arcángeles, estos se vieron en la Sala de Trono de Padre, justo donde hace poco menos de 150 años murieron. Vieron en lugar de Padre a su Hijo Ungido, Yeshúa ben Yosef y a su Madre humana, Mariam bat Yoyaquim. Vieron a su derecha a los Arcángeles Miguel, Gabriel, Uriel y Rafael. Gabriel se lanzó a abrazar a Chamuel, su hermana y amiga del alma.  Miguel se abrazó a Zadquiel, con quien hacía tándem en el Gobierno de Cielo con permiso de Padre. Uriel y Rafael se dirigieron a Jofiel para abrazarse y ponerse al día. 

―Creo que Padre estaría orgulloso de ver a todos juntos de nuevo. ―dijo Yeshúa satisfecho, al igual que su Madre, quien sonrió orgullosa de su hijo. 

―Pero es ahora más que nunca cuando debemos estar cautelosos... ―le respondió María a su hijo.

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Palabras: 2157.

Notas al Pie:

1.–: Expresión musulmana en árabe que se traduce como "Bendito y Exaltado"

2.–: Serica es el nombre latino de China. Issei quiso decirle a María en términos que ella conociera que él era de más allá de China, es decir Japón.

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