T.3.6.

Los demonios no soportan ni a los ángeles caídos ni a los ángeles puros. Les consideran "herejes" por no haber seguido en su momento, hace más de tres mil años, a Luzbel. Según ellos, la verdadera divinidad a la que hay que alabar es a Satán -un ser monstruoso con cabeza de cabra, torso de simio, patas de dinosaurio y garras de oso-, ser que se le pareció a Luzbel en un sueño. Éste se comunicaba con Luzbel a través estos mismos sueños o hablándole directamente, como Draig al Sekiryūtei, lo que le convertía, si se le quiere decir así, en un profeta para los demonios. Esta particularidad fue heredada por su hijo, y por su nieto, Rizevim.

Pero había algo en el que los demonios y los ángeles caídos sí estaban de acuerdo: el placer carnal. Los ángeles caídos, al no tener que estar vigilando si pecaban o no carnalmente, tenían vía libre para hacer lo que quisieran. Y como las relaciones entre demonios y ángeles caídas -o viceversa- estaban terminantemente prohibidas, tenían que recurrir a una raza dedicada exclusivamente a tener relaciones sexuales: las súcubos, en el caso de los demonios y ángeles caídos, y los íncubos, para las diablesas y ángeles caídas.

Esta subespecie, tanto súcubos como íncubos, tienen un origen incierto y dudoso. Algunos dicen que las primeras Nigug fueron una especie de regalo por parte de Ereškigal, la diosa del Inframundo mesopotámico, a los recién caídos demonios (el motivo sería el de "dar ánimos" a los demonios para debilitar a los ángeles puros y así poder reconquistar al Panteón abrahámico), de las cuales nacerán las súcubos. Otros dicen, por el contrario, que las Nigug y los Papnu son los hijos directos de Lilith y el demonio Asmodeus...

Sea cual sea el origen de éstos, algo está claro: tanto súcubos como íncubos sirven para aliviar el estrés de los demonios y ángeles caídos de clase baja -generalmente-. Siempre hay alguna que otra súcubo de alto poder que solo atiende a aristócratas -y viceversa también-, pero son las menos. Por lo general las súcubos tienen jornadas extenuantes (solo descansan entre cliente y cliente) pero no importa: ellas obtienen su alimento del líquido seminal, el cual está cargado de azúcar (incluso tienen una amplia gastronomía en base a este). Por su parte, los íncubos no tienen una jornada tan dura, pues las diablesas y ángeles caídas son menos frecuentes.

Por lo general, los íncubos y súcubos trabajan en sitios similares, como los burdeles humanos: tienen habitaciones individuales, habitaciones un poco más grandes, si son varios clientes cada vez, y las más grandes por si es una "fiesta". También suelen tener un pasillo reservado para los habitáculos para los bailes privados, tanto femeninos como masculinos. Por último el burdel, o Eš Edam para las súcubos e íncubos, está articulados alrededor de un semicírculo -o círculo- donde las súcubos o íncubos bailan para los espectadores. Todo esto acompañado de exquisitos licores y comidas de todo los lugares del mundo humano.

Donasheek ya sabía más o menos lo que se iba a encontrar a donde sea que Halima se encuentrara con Girim. Si sus pensamientos son correctos, Girim debía ser una Nigug: solamente una podría tener control de las velitas aromáticas y, lo que es más aplastante, la única que sabría escribir. Las súcubos no saben escribir, no les hace falta en su trabajo. Y si Halima estaba en una aventura con una Nigug, debía ser una bastante peculiar, pues éstas nunca se involucraban con sus clientes, es más, ¿qué hacía una ángel caída en un burdel de súcubos? Lo más normal sería que fuera a uno de íncubos.

Y para responder esa pregunta, pregunta que le vino a la mente como río que desemboca en el mar, se montó en su auto al día siguiente de adentrarse en la casa de Halima para, una vez se montase en su auto, seguirla hasta donde sea que esté el burdel de que Girim dirigía. Y así hizo: al día siguiente Donasheek se subió al coche, aparcó justo detrás de donde lo tenía aparcado Halima y, cuando ésta salió de su casa y arrancó el coche, el ángel caído siguió el coche de Halima.

La siguió por el centro de Grigory-capital, por los campos del lado angelical del Inframundo. La siguió hasta que Donasheek pudo ver un cartel en medio de la carretera en el que estaba inscrito en hebreo, latín, griego y árabe "Usted está saliendo de Grigory. Extreme precauciones". Este era el límite actual entre Grigory y el territorio demoníaco del Inframundo, más concretamente el Castillo Furcas, demonio que controla toda la zona fronteriza con Grigory, la protege y guarda de posibles invasiones por parte de los Cadres.

Una vez atravesaron el territorio del Caballero Furcas, pasaron al territorio del Conde Furfur, el Ducado-Condado Murmur, el Principado Seere y al fin, tras casi 4 horas de viaje, a casi 500 kilómetros de Grigory, llegaron al Ducado Gremory. Un territorio del tamaño de la Península Ibérica que gobierna la Duquesa Gremory, Rías Gremory, con mano de hierro. El Ducado se articula en torno al Palacio de Gremory, de estilo renacentista, donde vive Rías Gremory, aunque apenas reside ahí. Alrededor, en un área de casi 500.000 kilómetros cuadrados, están dispuestos los distintos latifundios dirigidos por terratenientes que le deben a Rías X% de la cosecha. Éstos, a su vez, reciben X% de la cosecha de los demonios campesinos que trabajan los campos.

Donasheek iba siguiendo el auto de Halima, atravesando los campos del Ducado de Gremory. Se podían ver a los campesinos arando la tierra o guiando a los animales para que pastasen. Algún que otro molino de viento tradicional también se podía observar. Al rugir de los motores, los campesinos dirigían su mirada a los autos con la boca abierta. Jamás habían visto coches o algo por el estilo, pues los demonios abrahámicos apenas habían evolucionado -tecnológicamente hablando, claro está-. Ellos seguían estancados en los arados y carromatos.

Ambos autos siguieron recorriendo los campos del Ducado Gremory cuando, tras casi media hora de haber entrado en éste, el auto de Halima giró bruscamente a la derecha, por un camino que apenas estaba asfaltado (el camino por el que habían viajado no estaba ni asfaltado ni nada, pero este tramo sí tenía un asfalto incipiente). El auto de Halima siguió por este camino semi asfaltado por unos 10 o 15 minutos más cuando al fin pareció llegar a su destino.

Éste era un gran edificio enorme, de 3 plantas de alto, pero esas pocas plantas las compensaba con una longitud inmensa, media casi 50 metros de largo. Tenía una entrada principal y un aparcamiento para coches, obviamente para autos de ángeles caídos, pues los demonios no usaban coche. Donasheek pudo observar que al otro extremo del aparcamiento había un pequeño establo para caballos, confirmando que los demonios también iban a ese sitio. Donasheek aparcó el coche a unos huecos de donde Halima había aparcado.

Se quedó sentado en su asiento para que Halima no se diese cuenta del obvio hecho de que le habían seguido desde Grigory. Espero varios minutos, casi un cuarto de hora para al fin bajarse del auto y dirigirse al edificio. Éste tenía inscrito en un cartel de neones rosas arriba de la puerta "Ul-Egal" en sumerio, que se traduciría como "Templo/palacio del placer/amor". El edificio tenía ventanas, pero tenían las cortinas echadas. En las puertas había alguna que otra súcubo descansando o esperando algún carruaje para dirigirse a algún palacio de algún que otro aristócrata.

Donasheek atravesó la puerta del edificio y entró en un pequeño pasillo que servía como vestíbulo de entrada. Al final de este pasillo había otra puerta, pero antes de entrar, Donasheek tuvo que pararse en una oficina pequeña con un cristal de por medio. Al otro lado estaba un demonio sentado en una silla de oficina.

-Disculpe buen hombre, tome esto. -dijo el demonio a Donasheek dándole una especie de pulsera negra com algo escrito en sumerio y hebreo. -Tendrá acceso a todo lo que desee con esto. Disfrute... -susurró el demonio de la entrada a Donasheek. Sabía perfectamente que era un ángel caído, pero daba igual eso ahora.

-Gracias... -susurró el ángel caído en voz baja para poder entrar en el burdel.

Y cuando abrió la puerta del burdel, pudo observar cómo era éste por dentro: un gran espacio oscuro, sin apenas luz. En medio de éste, un escenario con varias barras de metal donde varias súcubos bailaban danzas eróticas. Alrededor del escenario había mesas individuales con asientos, así como mesas un poco más grandes para grupos de amigos, donde demonios y ángeles caídos se sentaban, pedían algún licor o comida y disfrutaban de la vista. A la derecha del escenario estaba colocado un estand donde una súcubo con poca ropa -una camiseta sin sujetador y un tanga negro servía bebidas alcohólicas de todo tipo. Una pequeña entrada al lado del estand daba lugar a la cocina dónde súcubos más mayores y más pequeñas (las que no podían o aún no recibían clientes) cocinaban.

Al fondo de la sala, yendo a la derecha o la izquierda había dos pasillos: uno a la derecha y otro a la izquierda. Éstos daban a las salas privadas, donde grupos de amigos contrataban a súcubos para bailes privados, así como habitáculos donde las súcubos bailaban para demonios -o ángeles caídos-. En el pasillo contrario, lo mismo pero para diablesas y ángeles caídas: incubos bailaban eróticamente para ellas en salas privadas.

Justo a la derecha de la puerta donde estaba Donasheek de pie, una escalera bajaba al primer sótano, un lugar donde los ángeles caídos y demonios se divertían, pues tenía distintos juegos de casinos, dardos, televisiones y consolas de videojuegos. Iban a este sitio cuando acababan con las súcubos o los íncubos, en el caso de las diablesas o ángeles caídas. En cuanto al segundo sótano, ahí estaba la alacena, donde guardaban las bebidas o demás cosas que necesitaran.

A la izquierda, por el contrario, una escalera subía a la primera planta, donde estaban las habitaciones donde los demonios y ángeles caídos "disfrutaban" de las súcubos. Habitaciones más pequeñas para simples parejas o enormes salones para orgias. La segunda planta por arriba, la última planta, era lo mismo pero para ángeles caídas y diablesas.

En resumen, Donasheek había llegado a un Eš Edam curioso: era un burdel, club de striptease, taberna y casino todo a la vez. Y era un también un lugar, digámoslo así, de unión y concordia, pues era el único sitio donde un demonio y un ángel caído -o al contrario también- podían entablar una conversación amena y disfrutar de una comida, bebida o súcubo juntos. Ya si salían del sitio y se habían peleado a dentro, lo resolvían con las armas en el patio.

Donasheek entonces se dirigió hacia el estand donde estaba la súcubo tabernera. Caminaba con las manos en los bolsillos, el sombrero cubriéndole los ojos. Quería pasar desapercibido, cosa inútil, pues aquí también había ángeles caídos en igualdad de condiciones con demonios. Donasheek se sentó en un taburete alto del estand y pidió algo para tomar.

-Buenas guapetón...~ -dijo la tabernera con un ligero gemido*.

*Las súcubos suelen hablar de esta manera para comunicarle a sus clientes que están disponibles*

-Olvídate, estoy felizmente casado. -dijo cortante Donasheek mostrándole el anillo de matrimonio a la tabernera, la cual hizo un puchero.

-¿Entonces qué te apetece? ¿Beber, comer, disfrutar? -respondió la tabernera sin ese gemido típico, en señal de que ya no estaba disponible.

-Saber. -fue lo que respondió el ángel caído secamente sacando de su bolsillo una foto. -¿Te suena? -preguntó Donasheek a la tabernera enseñándole una foto de Halima.

-No me suena. Una cara bonita como esa me sonaría, pero no. -respondió igualmente seca la tabernera.

-Gracias de todos modos... -susurró Donasheek levantándose para irse, pero la tabernera dijo algo al parecer inaudible, pero él con sus sentidos mejorados lo pudo escuchar.

-Si realmente quieres saber, ve al casino, creo recordar que pasaba mucho tiempo ahí~... dijo la tabernera en un ligero susurro que Donasheek sí escuchó.

-Eso sí me vale... -susurró Donasheek en una voz aún más baja que la de la tabernera.

Y para allá que fue Donasheek. Se dirigió a la escalera que bajaba al primer sótano, el casino. Bajó las escaleras y llegó a una gran sala, sin ventanas, con luces artificiales brillantes. Toda la sala estaba plagada de tragaperras, ruletas de la suerte, dardos, tapetes para póker y diversos juegos de mesa. En el fondo de la sala, colgada de la pared, una gran pantalla plana donde estaban un grupo de demonios viendo algo.

Donasheek entró en el casino y pudo ver a muchos demonios y ángeles caídos jugando en las distintas maquinitas o echando partidas de algún juegos de mesa. Póker, Blackjack, la Ruleta de la Suerte, las tragaperras, lanzar dardos, en cada uno había demonios y ángeles caídos jugando y apostando el poco dinero que les quedaba. El ángel caído de gabardina gris y sombrero de ala ancha dejó su sombrero en la entrada y pasó adentro del casino.

Su curiosidad le llevó a donde estaban los demonios viendo un partido en la televisión, única televisión que habían visto en sus vidas. Estaban retransmitiendo un juego de Rating Game*, en el que se enfrentaban el Elector Glasya-Labolas, Zephydor, y el Rey Bael, Sairaorg Bael.

*Los Rating Games surgieron en el mundo demoníaco como una manera de entrenar a los reencarnados de los aristócratas para futuras batallas. Con el tiempo, el carácter bélico de los juegos pasó a uno lúdico cuando se empezaron a retransmitir a los demonios más pudientes fuera de la aristocracia.*

Donasheek se sentó en el sofá que estaba delante de la pantalla y comenzó a ver el partido. Sairaorg estaba luchando contra la Pieza Reina de Zephydor, a la que venció sin dificultades. Ahora sólo quedaba Zephydor, mostrando en el contador "1-2", es decir, solamente quedaban 2 piezas por parte se Sairaorg y una por parte del Elector Glasya-Labolas.

-¡Venga ya! ¡Quieres irte a la mierda! He perdido más de 100 Yewerik'is en que ganabas, zoofílico de mierda... -gritó un demonio arrojando su dinero al suelo. Estaba enfadado de perder su apuesta al parecer.

-¡Sí! Otra vez que gano, estoy en racha jejeje... -dijo por el contrario otro demonio que ganó su apuesta. -Ahora a disfrutar con mi querida Nagirinna y de su cuerpo... -dijo con una clara erección en su entrepierna levantándose del sofá.

Donasheek se quedó sentado en el sofá, viendo las reacciones de los demonios al ver el partido terminar. Sabiendo que no tendría ninguna respuesta satisfactoria de demonios demasiado excitados por haber ganado una apuesta o demasiado irascibles por perderla, se levantó del mismo y se fue a donde el póker, donde ángeles caídos y demonios estaban por terminar una partida.

Estuvo Donasheek un rato viendo la partida, partida que ganó un ángel caído mayor, tendría unos 500 años (60 años humanos). Los demonios le dieron la mano en señal de respeto y se despidieron de él, pues ahora se iba a disfrutar de un par de súcubos, gemelas para ser precisos. Donasheek se sentó en su asiento y habló a los presentes, incluido al maestro de ceremonias, un demonio relativamente joven.

-Disculpen las molestias amables caballeros. ¿Sabrían decirme sin conocen a esta señorita de aquí? -dijo Donasheek enseñando la misma foto que había mostrado a la tabernera de la planta de arriba.

-¿A esa zorra? ¡Por supuesto! -exclamó un viejo demonio apagando el puro que se estaba fumando. -Ganaba todas las partidas la muy puta. -confesó lleno de ira el demonio.

-Sí, es cierto. Dicen que se follaba a la Nigug, Girim. ¿Sabes qué? No me extrañaría jajajajajajajaja. -se rió un ángel caído joven al lado del viejo demonio.

-Gracias por la información caballeros, suerte en la próxima partida. -se despidió Donasheek haciendo una leve reverencia.

-Si quieres saber más sobre esa chica, ángel caído, ve y pregunta a Anği. Era su súcubo favorita al parecer. Creo que hoy no tiene clientes... -aclaró el maestro de ceremonias a Donasheek, el cual agradeció y se fue.

Y con ese nombre en la cabeza Donasheek se dirigió esta vez a la segunda planta, a donde tenían las habitaciones las súcubos. Esta segunda planta eran dos pasillos, uno a la izquierda y otro a la derecha. El de la izquierda era de las súcubos más veteranas y el de la derecha el de las primerizas. Justo delante de las escaleras, una súcubo estaba sentada a modo de secretaria. Donasheek fue y preguntó por la súcubo de nombre Anği. La secretaria respondió que estaba en la séptima puerta en la izquierda. Donasheek se lo agradeció.

Cuando estuvo en la puerta indicada, llamó a la puerta varias veces. Encima de la puerta había una xilografía de un sol con una luna, haciendo referencia a su nombre, Anği (eclipse en sumerio). Donasheek podía escuchar desde el pasillo los gemidos, sonidos obscenos, choque de piel contra piel de las habitaciones colindantes. Creó escuchar a la izquierda a una simple pareja y a la derecha un trío de un demonio y un ángel caído con una súcubo.
Al ver que no tenía respuesta, Donasheek entró en la habitación de la súcubo, donde la pudo ver acostada, colocándose unas medias, dejando al descubierto su fruto.

-¿Quién eres? Se supone que hoy no tenía a nadie.. -dijo la súcubo cortante sentándose en la cama.

-¿La conoces? -preguntó Donasheek lanzándole la foto de Halima, cayendo ésta justo enfrente de su fruto prohibido.

La súcubo, de piel roja* y ojos dorados, agarró la foto con sus dedos y la vió. Claro que la reconocía, era su amante y amiga intimida, Halima. La única que ha sido capaz de provocarle cinco orgasmos seguidos en una misma sesión. Ningún cliente lo ha hecho, solamente ella. Al parecer una mujer conoce mejor el cuerpo de una mujer que un hombre. Anği suspiró y dejó la foto en la mesita de noche.

*Las súcubos suelen tener colores vivos (violeta, rojo, verde, azul...) para llamar la atención de sus clientes. También tienen unas medidas casi perfectas y cuernos y cola, como remanentes de sus antepasados sumerios*

-No, no he visto a esta chica en mi vida. -dijo la súcubo seriamente. Su cola sin embargo su cola decía lo contrario, estaba agitándose sola, en señal de estar emocionada.

-Mientes, tu cola dice otra cosa... -dijo Donasheek señalando el obvio hecho de su cola acabada en corazón.

-Está bien. La conozco. Halima es mi mejor amiga, amante y cliente. Yo y Girim la compartimos, hoy le toca a Girim. -confesó Anği a Donasheek, el cual sonrió satisfactoriamente.

-Encantado de conocerte Anği. Aquí tienes tu premio. Disfrútalo y no preguntes. -dijo Donasheek sacando un bote de semen, no más de 50 centilitros. Se lo dió a la súcubo y ésta lo bebió como si fuese agua.

Justo cuando Donasheek estuvo por salir de la habitación, un círculo mágico apareció en la pared de la habitación, no sólo en la de Anği, sino en la de todas las súcubos e íncubos. A través del circulo mágico se pudo escuchar la voz de una súcubo, era Girim. Donasheek y Anği escucharon atentamente lo que Girim tenía que decir.

-Atención, hijas e hijos míos, clientes de todos los lugares del Inframundo. Dentro de 15 minutos mi querida Halima dará un discurso para todos ustedes. ¡No olvidéis en asistir! -exclamó Girim en un tono alegre a través de los círculos mágicos.

Donasheek y Anği se miraron y asistieron. La súcubo de piel roja se vistió con lo mínimo (una camiseta blanca larga y unos tangas negros junto con las medias y unos tacones) y se levantó del lecho, abrió la puerta y se dirigió a la planta principal. Donasheek la siguió con la cabeza alta, quería evitar tentaciones. Pero los dos sabían que Halima tenía algo que decir, algo que Donasheek grabaría y se lo mostraría a los Cadres. Algo que provocaría un sismo en la sociedad demoníaca y en la de Grigory.

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Palabras: 3354.

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