T.3.10
La tropa del Lahak Yeshu'a estaba cansada, dividida y con la moral por los suelos. Esto era porque los ángeles caídos del ejército, la mitad de éste para ser precisos, querían detenerse en un burdel de súcubos para reponer fuerzas, descansar y continuar la marcha más tarde; por otro lado los ángeles puros no querían descansar, querian seguir la marcha y alcanzar el objetivo de su misión, con más bajas demoníacas mejor, pues esto era un Milkhemet Mitzvah o Guerra Santa debido a las oraciones de Raynare antes de partir.
Debido a esta situación, los ángeles caídos decidieron mandar a Tnufael, el segundo al mando de la legión del Sekiryūtei "Hijos del Dragón Celestial" a comunicar al portador de Draig Goch la situación de la tropa de procedente de Grigory. Por su parte, los ángeles puros hicieron tres cuartos de lo mismo mandando a Sibael, un ángel puro conocido por ser recto en la fe de Padre y docto en las leyes sagradas. Ambos ángeles se dirigieron al castaño y le comunicaron el problema que había en la tropa: los ángeles caídos querían descansar y reposar en el burdel, los ángeles puros no, convencidos en el aspecto sagrado de la contienda. Issei se quedó en silencio sin saber muy bien qué responder.
Fue Akeno, la hija de Baraquiel, quien dejando atrás su timidez y ternura propuso la idea que, según ella, podría convencer a ambas partes en disputa: violar a las súcubos que allí hubiesen para, posteriormente, saquear el burdel, matando a los demonios de su interior y ejecutando a los ángeles caídos que estuvieran en su interior. La idea no es que fuese muy ortodoxa, pero parecía contentar a a los ángeles puros, aunque no tanto a los caídos, pues ésta implicaba matar a hermanos de Grigory inocentes.
Por su parte, Mitelt y Kalawarner pensaron que a la hija del Cadre Baraquiel se había vuelta loca por esa repentina propuesta, pero lo que ellas no sabían -y sí tenían constancia Issei, Raynare y Asia- es que Akeno había sufrido muchísimo bajo el yugo de Gremory durante sus 12 años de cautiverio en el Inframundo. Y fue la ángel caída pelinegra de ojos amatista la que, con los ojos cerrados montada en su montura pronunció lo siguiente:
-Herem... -dijo Raynare en una voz alta y clara para que todos la escuchasen. Akeno también la oyó y sonrió ampliamente. Por fin alguien que estaba con ella, pensó.
-¿Qué es el Herem, Raynare? -preguntó el castaño acercándose a ella con su montura.
-El Herem, Sekiryūtei, es el Exterminio Sagrado. El asesinato del enemigo religioso, en este caso los demonios, súcubos e íncubos. -respondió por detrás Sibael, el ángel puro que le habló anteriormente. -Por muy cruel o duro que suene, el Herem se ha hecho en el Inframundo por ambas partes, tanto demonios como ángeles caídos, es algo normal y común. -terminó por decir Sibael retirándose a su puesto en la legión.
-Y razón no le falta, Issei. El Herem demoniaco es sin dudas más cruel y perverso que el nuestro: torturan, violan, asesinan a incontables ángeles caídos, no perdonan los llantos de los niños ni las súplicas de los viejos, tanto caídos como caídas. Dicen llamarlo "Werera"... -dijo Raynare santiguándose por haber dicho una palabras en satánico, el idioma sagrado de los demonios.
Issei tragó saliva al imaginarse las terribles incursiones demoníacas a territorio de Grigory. Hordas de demonios sedientos de muerte y sangre llegando a una pobre aldea de Grigory para saquearla sin piedad, torturar, violar, asesinar a sus habitantes y luego irse de ahí como si nada hubiera ocurrido. Es difícil creer que estos demonios son descendientes lejanos de Angeles del Cielo. ¡Hasta qué punto podía corromperse el alma abrahámica!
Sin pensárselo mucho, Issei y las chicas marcharon hacia las puertas del burdel, que se llamaba Kirimah-namsag (Jardín del Placer). Las tropas rodearon el burdel, colocando una empalizada alrededor de éste, detrás de las cuales se situaron Issei y las chicas, así como los ángeles puros. Cabe destacar que el burdel que encontraron eran excepcionalmente grande: 100 metros de largo, 65 metros de alto y 30 metros de ancho. Por ser tan grande, ordenó que los ángeles caídos que había en su ejército entrasen y "descansasen" ahí.
Los ángeles caídos procedieron a entrar en el gigantesco burdel, eran demasiados ángeles caídos los que entraron, dos mil quinientos ángeles caídos no iban a entrar, eso es obvio, pero sí entraron un pequeño contingente de quinientos ángeles caídos liderados, como no, por Tnufael, quien guiaba a sus compañeros con una daga de luz azul oscuro en su mano.
P.O.V. Tnufael (+18)
-¡Pronto éstas rameras sabrán lo que vale un Ángel caído de verdad! ¡Acabad con los demonios y llevaos de aquí a los compatriotas de Grigory! ¡Es momento de disfrutar! -exclamé a todo pulmón a mis compañeros soldados, quienes estaban ansiosos de probar carne. Juraba que incluso alguno que otro babeaba incluso.
Me dirigí entonces a donde las súcubos del lugar bailaban para el público y, como si diera un golpe de estado, las maté con la daga de luz degollándolas. Esto alertó a los guardias que estaban en la trastienda, pero no fueron problema, les neutralicé rápido con sendas dagas de luz arrojadas al cuello. Procedí entonces a hablar ante un público asustado por lo que estaba pasando. Y era normal, no todos los días asaltan tu burdel de confianza y matan a las bailarinas delante de tus ojos.
-Disculpad las molestias hermanos, pero este sitio tiene que ser cerrado. Vamos a desinfectar... jeje jeje -reí en voz baja con la daga se luz ensangrentada en la mano. -Todos los que seáis de Grigory podéis iros de aquí, será mejor de esta manera. -aclaré antes de bajar del cabaret donde las súcubos habían estado bailando.
Ordené entonces mediante señales con las manos de que los demonios tenían que ser purgados, allá donde estuvieran. Y así se hizo: mis compañeros matamos a todo demonio que nos encontrábamos en el burdel, ya sea en las habitaciones o en las salas donde bailaban las súcubos para ellos. Fue una masacre indiscriminada, matábamos a los demonios con nuestras armas de luz, y si eras de los sádicos usabas tus propias manos. Yo mismo maté a casi 100 demonios con mi daga de luz. Era una orgía, sí, pero de vísceras y sangre por doquier.
Hablando de orgías, una vez matamos a todos los demonios que estaban en el burdel y expulsamos de ahí a los compatriotas de Grigory, sólo quedaban las súcubos y la Nigug del lugar. En total eran 100 súcubos las que había junto la Nigug. Eramos quinientos por lo que tocaba a 5 ángeles caídos por súcubo. No había ningún problema porque la Nigug era para mí obviamente. Como no hubo problemas por el reparto, me llevé a la Nigug, de nombre Namtaga, a la trastienda.
Namtaga era una súcubo de color, al igual que los humanos, blanco, con ojos dorados y pelo carmesí largo y ondulado hasta las caderas. Las proporciones eran, como todas las súcubos, perfectas: 100-60-80. Iba vestida con un traje típico de sacerdotisa sumeria y, por supuesto, tenía cuernos y cola, como toda súcubo. En resumen, era una belleza, una belleza exclusivamente mía para hoy.
Ya en la trastienda, la arrojé al suelo para demostrarle que el dominante aquí era yo y no ella. Con mi daga de luz rompí el vestido que traía puesto y contemplé su cuerpo desnudo y vulnerable. Pronto tuve una erección en mi entrepierna (qué raro que no me haya pasado antes) y procedí a disfrutar de ella y todo lo que tenía para ofrecer: culito, boquita y su fruto prohibido. En cuanto empecé a disfrutar de ella el tiempo volaba y perdí la noción del tiempo, pero es que Padre, está tan buena...
Sin embargo ella no parecía disfrutar mis dotes amorosas, y eso que muchas ángeles caídas me han alabado tras noches de fogosidad y pasión conmigo. Pero creo que es normal que no lo disfrute, soy alguien rudo y descuidado y creo que la habré hecho sangrar con mis apasionadas embestidas en su fruto prohibido. Ella gritaba que parase pero yo aún no había acabado, yo digo cuando acabo y no una sucia nigug que solo se dedica a parir rameras y a alabar a Satán.
Estaba por fin apunto de correrme en su boca cuando un grupo de 5 ángeles caídos entraron en la trastienda desesperados, corriendo desde la habitación donde habían estado. Sus ropas interiores estaban rasgadas y tenían heridas en el rostro y en el torso, jadeantes y preocupados vinieron a donde yo estaba para hablarme de algo preocupante al parecer.
-¡Tnufael, Tnufael! ¡La súcubo que nos tocó ha huido! -dijo uno de los ángeles caídos, uno de mediana edad e incipiente barba.
-¡¿Qué?! -exclamé indignado corriéndome en los labios de la Nigug. Al parecer a ellos no les preocupaba lo que estaba haciendo. -¿Cómo qué se os ha escapado una sucia ramera? -pregunté indignado subiéndome los pantalones para luego ponerme la armadura.
-¿Cómo... era la súcubo...? -preguntó de repente la nigug con voz ahogada y cansada.
-¿Eso qué te importa sucia súcubo? -le replique en un estado de ira e indignación mezcladas.
-Era púrpura... con cuernos largos rosas en la base y blancos en las puntas... ¿os acordáis de algo más? -preguntó el ángel caído a sus compañeros, quienes negaron con la cabeza. Normal, estaban pensando con la cabeza equivocada en esos momentos al ver a la Nigug desnuda ante ellos.
-Herzha... si es ella no la vais a encontrar ya. Es una sombra que ni siquiera yo sé donde está cuando estábamos todas reunidas. -confesó Namtaga a los ángeles caídos los cuales se disgustaron por la noticia.
Yo estaba a cuadros. Estos inútiles se les escapa una súcubo del montón y encima esta zorra dice que es una sombra. Esto sí que no. Me harté de todo y ordené a los ángeles caídos que estábamos allí que se llevaran a las súcubos, a todas, con nosotros, les pusieran unos trapos para taparlas y que las apresen con cadenas de luz a los pies, manos y cuello. Serian nuestro entretenimiento durante la larga marcha que nos espera. Entonces salimos del burdel con todas las súcubos y nos dirigimos a donde estaban los comandantes del Lahak Yeshu'a.
Fin del P.O.V. Tnufael.
Issei y las chicas estaban juntos hablando entre sí alrededor de un fuego improvisado que Issei había encendido gracias a la Boosted Gear. Los angekes caídos que se habían quedado fueran estaban jugando entre ellos a las cartas o simplemente charlando entre ellos amistosamente; los ángeles puros estaban rezando en pequeños grupos sin que nadie interfiriera. Estaban todos tranquilos y calmados esperando cuando un ángel caído avistó con el rabillo del ojo a Tnufael y a los demás ángeles caídos quienes llevaban a las súcubos atadas de pies y manos con ellos.
-¡¿Pero qué estáis haciendo?! -exclamó Sibael, el ángel puro que estuvo hablando con Issei antes, al ver a las súcubos atadas. -¡Tendrían que estar muertas! ¡No seguir vivas con vosotros! -gritó indignado el ángel puro a su hermano caído, quien llevaba a la Nigug como si de un perro se tratase, atada del cuello y a cuatro patas.
-Sibael-aj nuestro trabajo aquí está hecho: los demonios están muertos y nos hemos entretenidos con las súcubos. Ahora nos las llevaremos como compañía en la marcha. ¿Entendido? -respondió Tnufael soberbio y prepotente jactándose de lo que él y los ángeles caídos habían hecho allá adentro.
-No tan rápido Tnufael-san... quiero verlos. -dijo Issei levantándose de donde estaba dirigiéndose hacia Tnufael demostrando quien mandaba ahora.
-Sí Sekiryūtei... -bajó la cabeza en señal de respeto. A continuación, ordenó a los que habían estado con él que llevaran a afuera los cadáveres de los demonios, cuatrocientos en total.
Fueron entonces los ángeles caídos hacia el interior del Eš Edam. Estaba hecho un desastre, sangre y vísceras salpicadas por todas partes, cadáveres de demonios tirados por los pasillos, las camas, en las salas y en los habitáculos para bailes privados. En la sala principal había varios montones con decenas de demonios horriblemente asesinados. Tnufael ordenó que fuera desalojando las habitaciones y pasillos de todos los muertos. Tenía un plan en mente y haría que las súcubos participasen en éste.
Una vez estuvieron todos los cadaveres de los demonios afuera del burdel, los ángeles caídos fueron amontonando los cadáveres en el suelo en varias pilas de cientos de cadáveres, unos encima de otros, llegando a tener las pilas casi 2 metros de alto. Había 4 de estos enfrente de donde las súcubos estaban viendo todo con lágrimas en los ojos, pues esos eran sus clientes habituales y ese edificio había sido su hogar desde que nacieron.
Tnufael se dirigió a Issei para que viese los cadáveres de todos los demonios que habían matado a dentro del burdel a sangre fría. Sibael también ser acercó para confirmarse de que eran todos. Los tres fueron rodeando los montones de cadáveres mientras que Issei se aguantaba las ganas de vomitar ahí mismo. Él jamás se imaginaba que la crueldad abrahámica podría ser tanta y tan gráfica. Una vez contaron todos los cadáveres, Sibael pareció estar satisfecho y se volvió con sus compañeros soldados puros del Lahak Yeshu'a. Issei también iba para su montura pero Tnufael no había acabado.
-¡Rameras! Venid con nosotros, aún os queda algo por hacer antes de servirnos como entretenimiento... -ordenó Tnufael a las cien súcubos que había raptado junto con sus compañeros ángeles caídos.
-¿Qué quieres ahora de nosotras? ¿Acaso violarnos no os satisfechó lo suficiente? -escupió con veneno en su voz la Nigug del burdel, Namtaga.
Tnufael ignoró olímpicamente lo que dijo la Nigug y se dirigió con las súcubos al burdel para cometer una última atrocidad. Las obligó a todas ellas a arrojar por las paredes y suelos de lujosa madera, así como a los lechos y ricos asientos y sofás, todo el alcohol que tenían para beber en la alacena y en la trastienda. Vodka, whisky, cerveza, ginebra, sake, todo tipo de bebida alcohólica fue arrojada por todo el burdel en todos lados. Estuvieron tirando todo el alcohol hasta la entrada del burdel. Una vez echado por encima de las paredes externas también, Tnufael obligó a la Nigug a prenderle fuego a si propio burdel con una antorcha que la propia Asia Argento había hecho momentos antes.
-Despedíos de este sucio sitio, rameras, pues solamente las cenizas quedarán de él. -dijo asqueado Tnufael alejándose de ahí para dirigirse, ahora sí definitivamente, a sus compañeros de escuadrón.
Namtaga, con lágrimas en los ojos y antorcha en mano, puso su mano so re su pecho, rezó a Satán por auxilio y tiró la antorcha hacia dentro del burdel, prendiéndolo en llamas tan vivas que quemarian por varias horas. A partir de ahora sus vidas no serían más que un continuo ir y venir entre tiendas de campañas del Lahak Yeshu'a para servir a los á caídos del ejército, ante los oídos sordos de Issei y las chicas.
Pero en lo profundo del bosque, la súcubo que había logrado escapar de la masacre, Herzha, corría y corría a más no poder de ahí. En sus ojos no había más que lágrimas por su anterior vida y por su hogar. Estuvo corriendo por varias horas hasta que, de la nada, sintió una presencia demoníaca muy fuerte cerca. Su instinto fue seguirla, y no se defraudó en lo absoluto, aunque en ese momento no lo quisiera admitir. Habia encontrado su salvación: la Duquesa Gremory en persona.
_________________________________________________________________________________
Palabras: 2600
¿Una súcubo que huye y se encuentra con Rías Gremory? ¡Qué podría salir mal! Un burdel en llamas y todas las súcubos esclavizadas, pero por ahora ninguna batalla importante. ¿Qué le pasará al Lahak Yeshu'a? ¡Descúbrelo en el siguiente capítulo!
Un cordial saludo.
Atte.
E.S.Z.
PD: Aspecto de Herzha, la súcubo huida.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top