O.V.A. [12] (Runas en el Desierto)

El bullicioso puerto de Haifa, protegido por las estribaciones de los montes de Galilea, en la costa norte de Palestina en los dominios de la Facción Abrahámica era testigo del desenfrenado trasiego de embarcaciones fenicias, griegas y egipcias que arribaban al puerto con las mercancías que los habitantes de la facción abrahámica compraban y vendían: papiro, lino o marfil egipcio, mármol, lana, vino y demás productos procedentes de Grecia y las islas del Egeo; oro, salazones, tintes púrpuras y metales preciosos provenientes de las colonias fenicias del Mediterráneo Central y Occidental, todo ello era intercambiado por perfumes, pescados, aceitunas y demás riquezas. En resumen, todos los panteones se beneficiaban del comercio que se producía en Haifa, además de otros puntos comerciales como Tiro, Egina o Tanis.

Pero de entre todos los comerciantes, libre-cambistas y compradores que se reunían en el puerto de Haifa para mercadear, aparecieron en una esquina del puerto dos círculos mágicos de teletransporte. El primero era blanco con los bordes negros, estando inscritas en éstos una serie de runas nórdicas, una por cada reino del Yggdrasil: Asgard, Muspellheim, Midgard, Nidavellir, Jötunheim, Helheim, Ljósálfheim, Niflheim y Vanaheim. En el centro una representación de Hugin y Munin terminaba el círculo mágico. De éste salieron los Æsir y las Ásynjur que tenían que venir a Palestina a firmar el tratado: Thor, Sif, Thrúdr, Baldr y los guardaespaldas de Odín y Frigg Erik y Rossweise. Del otro círculo mágico, uno dorado con los bordes celestes y el interior blanco en el que estaba inscrita una estrella de David, salieron los abrahámicos que fueron a Asgard a negociar con los dioses nórdicos la adhesión de éstos a la Alianza: Baraquiel, Kokabiel, Abhainn y Tamiel.

Los dioses nórdicos y los Cadres de Grigory aparecieron en una esquina del bullicioso puerto de Haifa debido a que Yeshua les había dicho a los Cadres y a los nórdicos que él mismo mandaría a alguien de confianza para que les guiase hasta Jerusalén donde les enseñarán a los nórdicos el Barrio de las Embajadas a los pies del monte Sión, así como el Palacio de Salomón donde se llevará a cabo la firma del tratado. Pero había un pequeño problema para los nórdicos y Cadres: Yeshua no les había especificado quién era esa persona de confianza, así que Abhainn se ofreció él mismo para ir a buscar a ese enlace entre Yeshua y ellos. Mientras tanto, los Cadres dejaron a los Aesir y a las Ásynjur hacer lo que quisieran en el puerto de Haifa. Craso error por parte de los Cadres.

En cuanto Abhainn se marchó del grupo y los Cadres dejaron de prestar atención a los dioses nórdicos, éstos se dispersaron por las cercanías del puerto, del mercado anexo a éste y por toda la ciudad en general. Sobra decir que los asgardianos, poco acostumbrados a estar afuera de Asgard no supieron comportarse acorde a su estatus ni al lugar donde estaban y que los Cadres, esperando a que llegasen Abhainn y el guía que Yeshua les había mencionado llegasen, tuvieron que ir arreglando los platos rotos que los nórdicos habían dejado tras de sí en Haifa, pagando a mercaderes, pidiendo disculpas a los habitantes de la ciudad o apaciguando a algún que otro clérigo abrahámico.

P.O.V. Baldr.

Palestina, esa tierra tan extraña a Asgard de la que procedía Elohim, quién derrotó al Padre de Todo hace casi mil años, ciertamente no era el lugar más apacible del Mundo Sobrenatural: arena, arena, palmeras, arena y más arena. No sé que vio Elohim en este lugar para asentarse aquí. Ciertamente, tampoco sé que vio Padre en los fiordos como para quedarse ahí a vivir. Pero a donde los ángeles negros de Elohim nos mandaron en Palestina no se parecía en nada a ese desierto: era una apabullante ciudad portuaria con barcos grandes atracados en el puerto y un mercado enorme con muchísimos puestos. Dicen llamarla Haifa o algo así.

Cuando el hijo de Kokabiel, Abhainn creo que se llamaba, se marchó a buscar a ese guía que nos llevaría a Jórsalanám para firmar el tratado de adhesión a la Alianza, los Cadres nos dejaron hacer lo que nos apeteciera en la ciudad. ¡Por fin un poco de libertad! En Asgard tenía que estar siempre cerca de mi madre Frigg o de Padre para que me tuvieran controlado y que no se desatarse el Ragnarök con mi muerte, por muy estúpida que esta fuera. ¿Acaso no saben que el Fin se desatará cuando ese patoso y mentiroso de Loki me mate? Sea como sea, disfrutando de mi breve libertad me dirigí al mercado que estaba anexo al puerto.

Cuando llegué al mercado, zoco lo llaman los de acá, mi vista quedó maravillada por lo que pude ver en la placita que ocupaba el mercado: puestos, puestos, puestos, puestos a donde abarcaban mis ojos. En los puestos frutas, dátiles, aceitunas, pescados, carne, todo tipo de comida llamativa a los ojos y apetitosa al estómago. Sin prisas pero sin pausa me dirigí al mercado y pasarme por los tenderetes donde los mercaderes vendían los productos. Llegué a uno de frutos secos y, sin pensar ni un segundo, me llevé a la boca un par de dátiles y lo saboreé delante del mercader, que me miraba con un tic en el ojo.

―¿Qué pasa? ―pregunté al mercader, quien parecía echar humo por las orejas. Creo que no estaba muy contento.

―¡Esos dátiles no son gratis, bárbaro tatuado! ―me recriminó el comerciante haciendo un gesto señalando su mano con el dedo índice. ―¡Diez séqueles! ¡Diez séqueles! ―empezó a exclamar como verdulero el mercader.

―¿A quién llamas bárbaro tatuado, narigudo come-arena? ¡Soy Baldr, Luz de Asgard e Hijo de Odín el Padre de Todo! ―exclamé más fuerte que el mercader, quién pareció no achantarse al encontrarse con un dios áss enfrente suya.

―¡Ni aunque fueras Enoc que se marchó con Adonai te dejaría irte sin pagar esos dátiles, bárbaro tatuado! ―volvió a recriminarme el comerciante aún más irascible que antes.

Sin mediar ninguna palabra más agarré al mercader del cuello y le arrojé al suelo, llamando la atención de todos los demás mercaderes y compradores. Puñetazo tras puñetazo, golpe tras golpe el mercader sangraba, pero los demás comerciantes me apartaron de él y me empezaron a dar golpes que ni siquiera sentía debido a mi poder. No tardó mucho cuando los guardias que protegían el mercado llegaron y apartaron a la turba enfurecida de mi. Y es que detrás de estos guardias vino Baraquiel, el Cadre con el que me enfrenté en Asgard. Enfadado y a la vez avergonzado, ordenó a los guardias que pusieran orden en el zoco y pagaran los dichosos diez séqueles al mercader. Hecho esto, me llevó a donde estábamos antes para encontrarnos con el guía, que resultó ser ¿un pescador?.

Fin del P.O.V. Baldr.

P.O.V. Thor.

Cuando los ángeles de Elohim nos dejaron a los aesir pasear por la ciudad portuaria a nuestro antojo, Sif y yo decidimos pasear por el paseo marítimo, donde las naves de los distintos panteones atracaban y desembarcaban las mercancías para comerciar. También naves de pasajeros atracaban, sobre todo ermitaños que vestían de negro y venían a esta tierra de peregrinación, o algo así lo llaman. Sin duda Sif y yo necesitábamos desconectar de estar tanto en Asgard y el caminata por el paseo marítimo ayudaba, por lo que le dijimos a nuestra hija Thrúdr que podía ir y pasear por la ciudad, ella también necesitaba conocer mundo.

Íbamos andando por el puerto de la ciudad cuando nos encontramos un pequeño estante donde dos mercaderes vestidos de púrpura tenían una especie de puesto sobre una caja. Encima de la caja había baratijas de oro y plata, mientras que a un lado del puesto tenían una estructura donde parecían secar tejidos de un tinte purpura que caía en un barreño. Impresionados por el tinte, Sif se apresuró al puesto mientras que yo la seguía detrás, más pausadamente. Cuando llegamos al puesto, Sif veía las baratijas asombrada por el brillo del oro y la plata, sin duda parecían de calidad. Me aventuraría a decir que ni los enanos del Nidavellir serían capaces de encontrar metal tan rico.

―¡Pruébese estas argollas, bella dama! Del oro más rico y exquisito de Tarsis. ―dijo uno de los comerciantes a mi esposa, la cual tomó las argollas y se colocó en las orejas. Le quedaban fenomenal a decir verdad.

―¿Cómo me quedan, Elskan? ―preguntó Sif posando ante mi, recibiendo un sonrojo de mi parte como cumplido. (Cariño)

―Ni el oro más fino de Nidavellir le hace competencia a ese oro... ―fue lo único que pronuncié sin dejar de mirarla. Sin duda estaba igual de bella que el primer día que la conocí.

―Pues deje que se pruebe uno de estos caballero... ―dijo el mercader dándole a mi esposa unos anillos de plata de ese mismo lugar, así como un vestido púrpura que acababa de secarse. ―¡Púrpura de Tiro para la dama rubia! ―dijo alegre el mercader, mientras que Sif se dirigía al probador, que era solo un biombo de madera detrás del puesto.

Y a los pocos minutos salió Sif del probador con el vestido púrpura y los anillos de plata en sus dedos. Decir que estaba hermosa era quedarse corta, ni siquiera Bragi podría cantar las hermosuras de Sif tal y como iba vestida. Ella volvió al probador para desnudarse y volver a ponerse la ropa que traía puesta de Asgard -un traje de piel y uno de seda azul- y nos acercamos al mostrador para pagar. Pusimos el traje y las joyas en el mostrador y el comerciante dobló el traje y guardó las joyas en una cajita de madera, tan rica como el metal y el traje.

―Pues sería todo cinco mil séqueles caballero. ―dijo el mercader con una amplia sonrisa dejando entrever que tenía un diente de oro. Sonrisa que se borró del rostro de Sif y mío.

―¿Cinco mil séqueles? No tenemos tanto dinero, es más, no tenemos ni un shekel de esos. Acabamos de venir desde Asgard a firmar la adhesión de nuestro panteón a la Alianza. ―intenté entrar en razón al mercader, quien pareció comprender lo que le estaba diciendo.

―Es una verdadera lástima caballero, si no tiene dinero, su esposa no tendrá el vestido ni las joyas. Aunque claro, podremos negociar el método de pago... ―me dijo el mercader poniéndose a mi lado agarrándome del cuello como si fuéramos colegas.

―¿Negociar el método de pago? ¿De qué está hablando? ―pregunté confundido al hombre, el cual sonrió con una mirada que me preocupó.

―Verá caballero, la tripulación del navío lleva casi una semana sin probar nada de carne, y eso que no somos abrahámicos... No sé si entiende a dónde quiero llegar... ―insinuó el mercader mirando por el rabillo del ojo a mi esposa Sif. Oh no, no me gusta nada lo que estoy infiriendo.

―¿Está usted insinuando que venda a mi esposa como una ramera a su tripulación? ―dije invocando con mi mano al Mjölnir, haciendo temblar al desdichado mercader y a su compañero, quien ya estaba agarrando a mi esposa de la cintura para llevársela a bordo.

―¡Claro que no caballero, a mi nunca se me ocurriría insinuar nada de eso! ¿Por quién nos ha tomado caballero? ―preguntó errático el mercader ante la vista de mi martillo.

―Demasiado tarde... ―con un golpe del Mjolnir lancé al mercader a volar, aterrizando en el carajo de la embarcación, mientras que el otro fue neutralizado con una patada en su entrepierna.

En eso llegó Kokabiel al puerto alertado por el rayo que invoqué con el Mjölnir. Vio el panorama y se lamentó por los pobres diablos de púrpura. Eso sí, tomamos lo que íbamos a comprar y lo mandamos a Asgard mediante un círculo mágico de teletransporte. Kokabiel nos llevó de a donde estábamos antes y pudimos ver a Baldr junto con Baraquiel y a Erik junto con Rossweise, quienes apenas se habían movido de ahí, a esperar al guía quien dizque ya estaba a pocas calles del puerto y venía junto con Abhainn. Al parecer era un viejo pescador de la zona...

Fin del P.O.V. Thor.

P.O.V. Thrúdr.

En el momento en que mis padres me dejaron ir y pasear por toda la ciudad cuando los abrahámicos nos dejaron me alegré muchísimo por ellos, pues en verdad necesitaban su tiempo a solas. Por mi parte pude ver como el tío Baldr se fue al mercado mientras mis padres se dirigieron al paseo marítimo, yo me adentré en el interior de la ciudad para pasear por las calles y ver cómo se vivía en la Palestina de la que tanto hemos oído hablar en Asgard. Quería saber si esos rumores -de que eran todos unos extremistas, que no comían carne, que tapaban a sus mujeres, que aprender a leer con sus textos religiosos...- eran ciertos, falacias o medias verdades. Así que me metí en la principal calle de la ciudad en dirección este.

Iba caminando por las calles y podía ver de todo: hombres que vestían de negro como ermitaños con cruces en sus cuellos y algo colgando de sus manos, mujeres que iban al mercado a comprar los avíos para aquel día, niños que jugaban en los casapuertas de las casa, que estaba echas de adobe la mayoría. Algunas mujeres sí iban tapadas hasta las rodillas, pero eran las menos. Algunos hombres estaban sentados en esterillas con un libro en sus rodillas enseñando a los niños a leer supongo. Mi caminar me llevó a una plaza un poco más grande que la del puerto donde pude ver a un hombre subido a una especie de torre al lado de lo que parecía ser un templo de los abrahámicos.

¡Allahu Akbar! ¡Allahu Akbar! ¡La 'ilaha 'illa-llahu! ¡La 'ilaha 'illa-llahu! ¡Muhammadu rasulu-llah! ¡Muhammadu rasulu-llah! ―exclamaba el hombre desde esa torre, como si estuviera llamando a los habitantes a entrar en el templo, tanto mujeres como hombre como pequeños. (¡Dios es el Más Grande! ¡Dios es el Más Grande! ¡No hay más dioses que Dios! ¡No hay más dioses que Dios! ¡Mahoma es el Mensajero de Dios! ¡Mahoma es el Mensajero de Dios!)

No sabía que hacer exactamente en ese momento. Si me quedaba en la plaza sin entrar parecería una falta de respeto para esta gente, pero si entro en el templo no sé qué tengo que hacer dentro. ¿Rezar en un idioma que no conozco? ¿Mover los labios haciendo como que oro? Estaba en una encrucijada cuando del templo salió el que parecía ser el clérigo del templo: un hombre mayor con profunda barba, un vestido negro hasta los pies y gafas, cargando un libro en sus manos y una especie de collar con bolitas alrededor. El hombre miró a todas partes, como asegurándose que todos los feligreses habían entrado en el templo. Entonces me pudo ver y, haciendo un gesto me dijo que entrase.

―Pero si no soy de aquí, soy de Asgard... ―dije un poco nerviosa, a lo que el hombre me habló en un tono cálido y cordial.

―No pasa nada, cualquiera es invitado a escuchar las palabras de Muhammad-Alayhi s-salām, gentiles o abrahámicos. ―dijo el hombre dejándome entrar al templo, donde todos los feligreses estaban sentados en una gran alfombra.

Entonces yo me quedé en una esquina viendo como el hombre mayor dirigía los ritos de los feligreses, quienes no paraban de exclamar lo mismo que el que estaba subido a la torre antes. Cuando terminaron de recitar, el que estaba en la torre le pasó al hombre mayor el libro, abriéndolo por una página al azar en apariencia. Los feligreses escucharon atentos lo que decía el hombre mayor, algo sobre la perfección de su Dios. El hombre mayor señaló la existencia de Siete Cielos como muestra idónea de dicha perfección. No supe como encajar eso y, sacando fuerzas de donde sólo Baldr sabe me atreví a hablar en voz alta.

―¿Si su Dios es Perfecto, y esos Siete Cielos son muestra de ello, porqué el Padre de Todo, Odín-afi, reina sobre más reinos y dominios que el Vuestro? ―cuestionó Thrúdr sin ánimo de ofender o menospreciar al dios abrahámica, provocando en los fieles un jadeo ahogado debido a la pregunta.

―Buena pregunta... ¿Eres gentil, no? ―preguntó el clérigo, a lo que respondí un escueto sí. ―¿Sobre cuántos reinos y dominios gobierna ese Odín? ―preguntó en un tono calmado desde su asiento recibiendo las miradas inquisidoras de los feligreses sobre mi.

―Nueve Reinos señor. Asgard, donde vivimos los Aesir y las Ásynjur; Midgard, donde habitan los humanos fieles a los Aesir; el Ljósálfheimr, el reino de los Elfos de Luz; Nidavellir el reino de los Enanos, mineros y artesanos en su mayoría; Muspellheim, el reino de los Gigantes de Fuego dirigidos por Surtr; Jötunheim, reino de Gigantes también, pero de hielo y roca; Vanaheim, reino de los dioses Vanr a los que Odín-afi venció en épica guerra; el Helheim, hogar de la diosa Hela y a donde van a parar los muertos deshonrosos y el Niflheim, el reino de la Niebla donde habita el terrible dragón Nidhöggr. ―terminé de enumerar los Nueves Reinos del Yggsdrasil al clérigo, quien iba contando con las manos.

―Tan cerca pero tan lejos de la perfección está ese Odín... ―pronunció el clérigo en un tono tranquilo. ―Nueve reinos de los cuales, si no mal recuerdo, cinco o están en abierta oposición a Odín o directamente no puede controlar. ¿Acaso miento muchacha? ―preguntó el imán, que así es como le llaman sus feligreses, impasible. Tragué saliva y tuve que confirmarlo. ―¿Veis? Ni siquiera ese Padre de Todo es capaz de controlar sus Nueve Reinos... ―dijo triunfal el clérigo a sus feligreses, reafirmando la supuesta perfección de Elohim.

―¿Pero acaso la Perfección de ese Dios vuestro no evitó que Luzbel cayese? ―me atreví a preguntar al contraataque, a lo que el imán sonrió ante la pregunta que le lancé.

―Shaytán es astuto chiquilla, tan astuto que logró engañar y emponzoñar la mente de uno de los ángeles más puros del Cielo. ¿Acaso no tenéis entre ustedes algo parecido? ¿Acaso ese dios vuestro, Loki, ha logrado engañar a todos ustedes convenciéndoos de vivir en Asgard, aún a sabiendas de que el Fin sucederá por su culpa? ―cuestionó el imán a mi pregunta con más preguntas aún, y con cada una parecía que estaba perdiendo este debate improvisado.

―Pero... ―me quedé literalmente sin palabras ante lo dicho por el clérigo, el cual sonrió complacido.

―La Perfección de Alá-Subhanahu wa ta'ala, no se ve siempre entre las hojas del Al-Corán o en las brillantes homilías de sacerdotes o rabinos, muchacha. ―dijo el imán levantándose junto con los fieles para proceder a salir del templo, pues ya era la era de la comida. ―A veces está en una taza té o en un delicioso plato de cordero jajajaja... ―dijo más desenfado saliendo del templo, yo acompañándole a mitad de la plaza.

Ya afuera en la plazoleta me despedí del imán, que se presentó como Bashir ibn Ibrahim. Contemplé el templo que ellos llaman "mezquita" y pude ver como todos los feligreses volvían a sus casas, mientras que yo volvía a donde estaba antes para esperar al Abhainn, el hijo del Cadre Kokabiel. Abhainn... ¿porqué le defendí de mi padre en ese combate? Padre invocó su Mjölnir, cosa que Odín-afi prohibió terminantemente, pero algo me empujó a hacerlo... No sé, lo dejaré pasar. Llegué a la placita que estaba enfrente del puerto y pude ver a Baldr, a mis padres, a los Cadres de Grigory y a Abhainn. Todos estaban escuchando a un hombre mayor, vestía unas sandalias viejas, una túnica beige aún más vieja y un bastón de un metro de alto. ¿Ese era el guía?

Fin del P.O.V. Thrúdr.

Una vez estuvieron todos de nuevo en la pequeña plaza del puerto de Haifa pudieron ver como Abhainn llegaba por fin con el guía que los llevaría a Jerusalén. A los Cadres por poco se les sale los ojos de la cuencas al ver quién era el guía que Yeshua había designado: un hombre mayor con una túnica beige vieja, unas sandalias aún más viejas, un bastón de casi un metro y unas polvorientas llaves en la cadera, llevaba también varios burros y mulas para que los Cadres y los Aesir y Ásynjur no tuvieran que andar mucho. Era San Pedro, el Portero del Cielo y Primer Papa.

―Cuando Yeshua dijo que era alguien de confianza no me esperaba esto... ―dijo Baraquiel sin salir del asombro.

―Ni yo cuando me dijo "Serás Pescador de Hombres" que acabaría siendo "Pescador de Dioses". ―dijo gracioso Pedro viendo a los aesir. ―Vamos, montad, que nos quedan aún varias horas de viaje hasta Yerushalayim... ―animo a los aesir y a las ásynjur presentes a montad en los burros y mulas para que no se cansaran.

Así comenzó un viaje que duró casi diez horas desde Haifa a Jerusalén. Viaje en el que Pedro iba contando anécdotas de los lugares por donde pasaban: Tel-Aviv era la la segunda ciudad portuaria más grande por debajo de Haifa, las tierras entre el mar Mediterráneo tenían por nombre Palestina, Israel o el en desuso Canaán. Aquí se habían asentado los 12 hijos de Jacob: Judá, Rubén, Gad, Aser, Neftalí, Manasés, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. Yeshua inició su ministerio en Cafarnaúm, en la tierra de Zabulón y Neftalí. Pedro también iba diciendo él era el guía porque Yeshua estaba en el Cielo terminando los preparativos para la firma del documento, mientras que María preparaba el Palacio para la firma.

Al fin, tras varias horas de viaje en burro, llegaron a las afueras de la ciudad más sagrada para las religiones abrahámicas: Jerusalén. Sus muros de piedra caliza tenían con el atardecer un matiz dorado, lo que asombró a los Aesir y Ásynjur, llenando de orgullo a los abrahámicos. Se podían ver minaretes y campanarios por encima de los muros, así como algunos pozos a las afueras de la ciudad. También algunos acaparadores de ganado que llevaban a los animales a los establos mientras que ellos volvían a sus casas. Toda esa estampa bucólica de la Ciudad Santa detuvo unos momentos a los viajeros, quienes contemplaron el atardecer desde una colina cercana.

―Yerushalayim shel Zahav... ―susurró Baraquiel en hebreo al ver la estampa de la ciudad. ―Una pena que nunca llegaste a verla, Shuri... ―dijo apenado Baraquiel, llamando la atención de Baldr.

―¿Shuri? ―preguntó el áss al Cadre, quien le respondió que era su esposa humana, a lo que Baldr decidió no preguntar más.

―¡Vámonos! ¡El Palacio de Salomón ya está a la vista! ―dijo animado Pedro señalando en la lejanía el Palacio de Salomón, donde Yeshua había firmado con los egipcios, fenicios y griegos.

El Palacio era solamente una estancia más de la ciudad, en la cara este de la misma cerca del Monte Sión. Al lado del Palacio estaba el barrio de las embajadas, donde estaba en un cristal el papiro original donde se firmó la Alianza. Y digo estaba porque se había sacado de ahí y se había trasladado al Palacio para que firmasen los Aesir y las Ásynjur. Pedro les guio hasta el Palacio de Salomón, donde pudieron ver a María, la madre de Yeshua sentada en el trono junto con su hijo Yeshua. Ambos estaban esperando a los nórdicos. Entraron al palacio y los Cadres se arrodillaron ante el Hijo del Hombre y su Madre Humana.

―¡Santo, Santo, Santo es el Señor, Rey del Universo! ―exclamaron los Cadres ante Yeshua, quien no sabía como responder ante tamaña muestra de respeto. ―¡Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo! ―si antes era Yeshua quien no sabía cómo reaccionar, ahora era su Madre Humana la que no sabía dónde meterse, pues en su vida la habían tratado así.

Los nórdicos pudieron al fin ver al hijo de Elohim, aquel que murió en una cruz como si fuera un vulgar ladrón y a su Madre, virgen. La mirada de ambos abrahámicos estaba a rebosar de esperanzas y alegría de que Asgard se uniera a la Alianza Sobrenatural que habían fundado hace casi un año. Los asgardianos vieron el enorme papiro donde estaban las firmas de los griegos, fenicios, egipcios, Cadres y Arcángeles. Yeshua se levantó de su trono junto con su Madre y habló a los nórdicos en su típico tono amoroso y suave.

―Bienvenidos a Jerusalén, asgardianos. Me llena de regocijo y esperanzas vuestra presencia aquí en Sión. ―dijo Yeshua saludando a los dioses nórdicos. ―Ahora, si podéis firmar en el papiro... ―procedió el de Nazareth a señalar a los dioses dónde tenían que firmar: un espacio que añadieron al papiro original con los nombres de los dioses y un escueto "confirmo" a un párrafo anterior en el que se estipulaba la adhesión de Asgard a la Alianza bajo las premisas de Unión, Cooperación, Comercio... .

―Claro, pero antes tenemos que esperar al Padre de Todo y Madre. ―dijo Baldr agarrando la pluma.

En ese momento se colaron por una ventana dos cuervos negros como la noche con dos runas en los ojos. Eran Hugin y Munin, quienes traían el sello de Odín y Frigg en sus patas. Dando graznidos se posaron en la mesa donde estaba el papiro y, dirigiéndose a donde estaban los nombres de Odín y Frigg firmaron con sus respectivas runas. Ante la firma del Padre de Todo y su esposa, Yeshua y su madre sonrieron ampliamente. Solo faltaban las de sus hijos y su nieta. Uno a uno fue firmando pues en alfabeto rúnico: Baldr firmó como "ᛒᛉᛚᛞᚱ", Thor como "ᚦᛟᚱ", Sif como "ᛊᛁᚠ" y Thrúdr como "ᚦᚱᚢᛞᚱ". Odín y Frigg traían, aparte de sus firmas ("ᛟᛞᛁᚾ" y "ᚠᚱᛁᚸᚸ") las de Heimdal e Iðunn ("ᚺᛖᛁᛗᛞᛉᛚ" y "ᛁᛞᚢᛝ" respectivamente). También firmaron en el papiro Rossweise y Erik como guardaespaldas de Odín y Frigg respectivamente. Una vez todos firmaron en el papiro, Hugin, con la voz de Odín como si fuera un altavoz graznó a Yeshua.

¿En hver mun bera rúnirnar okkar þegar við þurfum sjálf á að halda? ―graznó el cuervo con la voz de Odín, llamando la atención de los aesir y las ásynjur presentes. Yeshua sonrió aparentemente amable a Hugin. (¿Quién escribirá nuestras runas cuando nosotros ya no podamos?)

―Los mismos que recopilaron vuestros nombres y hazañas hace tanto tiempo... ―dijo Yeshua tomando una pluma y firmando en su renglón.

―¿Monjes cristianos? ―preguntó retóricamente Baldr sonriendo viendo a Yeshua firmar.

―Tal vez... ―terminó de rubricar su nombre Yeshua y, prestándole la pluma a su Madre, guio su mano para que María escribiese su nombre.

Terminada la ceremonia de las firmas del papiro, Baldr, Thor, Baraquiel y Kokabiel cargaron el mismo volviéndolo a meter en su funda de cristal. Yeshua y su madre guiaron a los aesir hasta el barrio de las embajadas, donde izarán el Hrafnsmerki (el estandarte del cuervo) y les enseñarán a los dioses nórdicos cómo funcionaban las embajadas. Llegaron a las puertas del Barrio de las Embajadas, el cual estaba ricamente decorado con columnas corintias del más blanco y puro mármol griego. Colgaron entre los cuatro el papiro nuevamente e izaron la bandera a la vista de todos. Los asgardianos pudieron ver como su bandera ondeaba junto con la abrahámica, la griega, la fenicia y la egipcia.

Entraron en el barrio y vieron como el sector nórdico estaba en construcción, por lo que no pudieron avanzar mucho más. Se congregaron en torno al obelisco que los egipcios habían construido en el centro del barrio y se despidieron, a las vistas de que las relaciones abrahámico-nórdicas fueran prósperas en un futuro. Y viendo cómo estaban interactuando Thrúdr y Abhainn, tal vez las relaciones sean más prosperas de lo esperado, para desgracia de Thor y Kokabiel...

╰───────────✧──────────────╮

Palabras: 4639

Y con este primer O.V.A. acaba definitivamente el segundo Arco de la Cuarta Temporada. Espero os haya gustado estas "Negociaciones a Dos Bandas" :D




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top