21.
El demonio Astaroth era, si cabe, el peor de los Jóvenes Demonios. Era, desde el punto de vista del Rey Bael, un fetichista degenerado, incluso perturbador para estándares demoníacos. Su obsesión con las monjas le granjeó el apodo de "El Raptor de Monjas".
Él nació, aproximadamente, en el siglo XIII, más concretamente en el año 1212. Hermano menor del Maō Belzeebub, Ajuka Astaroth. Siempre ha vivido como a él le ha dado la gana, hasta que el Rey Bael le propuso unirse a un grupo que el mismo Rey y la Duquesa habían fundado: "El Movimiento de Liberación del Inframundo".
Dicho grupo estaba formado por los jóvenes herederos de las casas demoníacas: Bael, Sitri, Gremory, Astaroth, Phoenix, Agares y Glasya-Labolas. El objetivo era unificar el Inframundo, expulsando a los caídos y parcas, purificándolo* y, una vez dominado, salir y conquistar al resto del mundo sobrenatural: el Cielo, Asgard, el Olimpo, América, etc.
*En términos de guerra, purificar un territorio es, básicamente, matar a los habitantes del dicho territorio y ocuparlo con población del país invasor.*
Ahora mismo habían dado el primer paso para poder unificar el Inframundo: tenían que resucitar a Lilith, la madre de todos los demonios, y esposa del Maō Lucifer original. Y para ello tenían que manipular a la portadora del Sephirot Graal, Valerie Țepeş. Ella Estaba en el Cielo, junto a los Cadres y a los Arcángeles, para poder firmar un tratado de paz y terminar las hostilidades entre los ángeles, caídos y puros.
Habían invadido el Cielo, al igual que sus antepasados en la Gran Guerra Abrahámica. Pero algo había salido mal esta vez: todas las legiones, tanto de la familia Astaroth y de la familia Agares habían sido masacrados en una gran batalla en el Tercer Cielo. Astaroth y Agares estaban incrédulos, no podían, o más bien no querían, creerse como, aún teniendo superioridad numérica, habían sido derrotados. Ahora solo quedaban ellos dos.
Diodora desafió al Cadre de las estrellas, Kokabiel, a que pelease con él, pero el Cadre rechazó la lucha. Eso lo dejo un poco desencajado; se supone que Kokabiel era un maníaco de las batallas y de la guerra, ¿por qué no peleaba con él? Había cambiado, "¿ahora se preocupaba por la paz? ¡Qué le den!" pensó Diodora. Entonces los vió al fondo: un sacerdote que él conocía y una joven rubia que él mismo hizo que expulsasen del Convento.
Ambos, la joven rubia y el sacerdote, se acercaron hacia donde él estaba flotando y le dijeron con voz furiosa y con determinación en acabar con el mal que atormentaba sus vidas:
-¡Con nosotros te enfrentarás, demonio Astaroth! -exclamaron ambos apuntándole con sus armas de luz, la rubia una alabarda y el Padre con un hacha de dos manos.
-No, no, no... Conmigo no os vais a enfrentaros... Pero sí con mis lindas y obedientes esclavas. -replicó Diodora negando con la cabeza.
Entonces, chasqueó los dedos y aparecieron 15 círculos mágicos con el emblema de la familia Astaroth. De dichos círculos salieron 15 personas, más concretamente 15 jóvenes novicias que el mismo Diodora había secuestrado de distintos conventos de toda Europa: Portugal, España, Francia, Italia, Grecia, Rusia, Noruega, Irlanda, Armenia, etc.
-¿Así qué éstas son las novicias que fueron secuestradas, no? Asia, te encargo que las perdones y las purges. Yo me encargo de Astaroth. -declaró el Padre Freed desplegando sus alas blancas y empuñando dos hachas de luz blanquecina.
-Déjamelo a mí, Padre. Yo me haré cargo de las pobres almas que están cautivas por el demonio. -manifestó solemnemente Asia desplegando sus alas negras e invocando su típica alabarda de luz verde.
Entonces, Asia se dirigió a donde estaban las novicias. Todas tenían los ojos en blanco, sin ningún atisbo de vida en ellos, parecían estar muertas en vida.
Asia, con la alabarda en su mano derecha, apuntó a cada novicia pronunciando sus nombres.
-Adela, Brigette, Fiorella, Agatha, Anoushka, Anahid, Erika. -nombró Asia a los peones de Diodora. -Aíne, Lucille. -nombró esta vez a los Alfiles. -Cristina, Henna. -mencionó a los Caballeros. -Audra, Renata. -mentó a las Torres. -Gyda. -señaló por último a la Reina. -Habéis sido secuestradas, violadas, usadas como juguetes y desechadas por el demonio Astaroth. Pero yo, Asia Argento, ex-novicia del Convento de María de Novella de Florencia, amante del Sekiryūtei, y ángel caída al servicio de los Cadres, os libraré de vuestro sufrimiento y os exorcizaré en nombre de Yeshua Ibn Mariy. ¡Deus Vult! -gritó con su alabarda en posición de lanza mientras cargaba contra la Reina de Diodora, Gyda.
La Reina del séquito de Diodora, Gyda, consiguió a tiempo crear un hechizo de magia, envolver sus puños en dicha magia e intentar golpear a Asia. Pero Asia logró esquivar sus puños y, en un movimiento rápido y certero, le clavó la punta de la alabarda en el cuello.
-Una menos, ahora a por los alfiles. -pensó Asia observando alrededor.
Las dos Alfiles, Aíne y Lucille, empezaron a lanzar hechizos ofensivos hacia Asia, la cual los esquivaba magistralmente. En respuesta, Asia creó dos lanzas de luz, y se abalanzó hacia las Alfiles. Asia, con habilidad, clavó las dos lanzas en los vientres de las Alfiles.
-Que Dios las acoja en su gloria...-susurró Asia al ver caer a las dos Alfiles. -Ahora solo quedan las Torres y los Caballeros. ¡Tengo una idea! -le brilló la bombilla Asia al ver a las Torres de Diodora, Audra y Renata. -Las Torres se caracterizan por su fuerza y por su deficiente agilidad. –razonó Asia en su cabeza. –¡Entonces ya sé qué hacer! –exclamó internamente alegremente.
Cuando dijo eso, las Torres del demonio Astaroth, Audra y Renata, cargaron contra Asia, pero al instante, Asia realizó un hechizo de agua que las encerró en una burbuja gigante. Pasaron unos minutos, los cuales Asia se los pasó atacando a las Peones de Diodora, matándolos uno a uno, para esperar que las Torres murieran ahogadas. Pasaron 10 minutos y todos los Peones y las dos Torres ya habían muerto.
–¡Genial! Funcionó como esperaba. Ahora solo quedan las dos Caballeros. –dijo en voz baja mientras veía con el rabillo del ojo a los dos Caballeros, Cristina y Henna.
Las dos Caballeros desenvainaron dos espadas, la española sacó una espada que a Asia se le recordó a algo. Mientras, Henna desenvainó una simple hacha de oscuridad.
–Esa espada... Me suena de algo... –masculló Asia al ver de refilón la espada de Cristina.
–¿Así que te sorprende la espada? ¡Pues es Tizona! Una de las espadas que portó mi antepasado: ¡Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid! –reveló la monja balanceando la espada.
–¿¡El Cid!? ¡¿El mismo que aparece en el Cantar del Mío Cid?! –exclamó Asia con preocupación. –¡Mierda! ¡Si esa espada me roza siquiera un poco estaré muy jodida! ¿Qué hago? ¿Qué demonios hago? –dudó errática Asia poniéndose las manos sobre la cabeza.
Entonces, sin que nadie se lo esperase, la ángel al servicio de Miguel, y amiga de la infancia de Issei, Irina, apareció volando con su par de alas y de un tajo decapitó a la última Caballero se Diodora. Asia se sorprendió al ver a Irina ser tan rápida. Irina se le acercó y le dijo que sentía llegar tan tarde.
–No pasa nada Irina-san... Solamente estaba preparando una estrategia... –replicó a Irina Asia con un tierno puchero.
–Claro... estar desesperada con las manos en la cabeza parecía muy buena estrategia jeje jeje jeje. –replicó Irina con sarna dándole golpecitos en la espalda. –De todas maneras, cógela, Tizona te ha elegido como portadora. –reveló Irina señalando a la espada española.
–¿A mí? Pero si soy una pecadora y ni siquiera soy española. –recriminó Asia con un tono de dejadez y tristeza.
–No pasa nada Asia. Fuiste una monja que fue expulsada no por haber curado a un demonio, sino por una tetra de Diodora en persona. –confesó Irina a Asia.
–¿Una tetra? ¿Qué clase de tetra? –preguntó Asia a Irina, a lo cual, la castaña solo quedó en silencio.
–Esa tetra es que tú y el Padre Freed tuvisteis una aventura amorosa. –confesó una joven peliazul con un mechón verde. –Y al parecer el Santo Pontífice le creyó. –terminó de hablar la joven peliazul mientras cargaba una gran espada azul a la espalda.
–¿Xenovia? ¿Qué haces aquí? –cuestionó Irina al ver a su compañera exorcista.
–Vi que solo quedaba una esclava del demonio Astaroth y acabé con ella. –respondió la peliazul de nombre Xenovia.
Entonces, en el cielo, donde estaban luchando Diodora y el Padre Freed, vieron como Diodora le atravesó el pecho al sacerdote, arrancándole el corazón con la mano desnuda. Freed cayó al suelo moribundo a los pies de Asia. Asia estaba destrozada al ver al sacerdote que la crió desde pequeña en el Convento de Santa María de la Novella.
–¡Padre Freed! ¡Padre Freed! –exclamó Asia llorando al ver el cuerpo casi inerte del sacerdote alemán. –¡No! ¡No! ¡No! –negaba erraticamente Asia con muchas lágrimas en su bello rostro.
–Kleine Asia... –susurró moribundo el Padre Freed a Asia. –No pude vengarme del demonio Asia, no pude vengar a mi familia, no pude vengar a Lint... –dijo también llorando al recordar a su hermana pequeña. –Véngate tú de mí, kleine Asia. –dijo sus últimas palabras Freed.
–Claro que lo haré Padre Freed... –susurró Asia abrazando el cadáver del anciano sacerdote.
En ese momento, se escuchó una risa maniática procedente del demonio Astaroth. Hacia poco que había acabado con su acérrimo enemigo desde hace 50 años. Pero no estaba del todo contento, Seekvaria había sido asesinada por la ángel caída portadora de Fafnir. Ahora solo quedaba él.
–¡Jajajajajaja! –río perversamente el demonio Astaroth. –¡Por fin he acabado con ese maldito sacerdote!. –dijo desquiciado y riéndose locamente.
–Diodora Astaroth... –dijo fríamente Asia mientras señalaba al demonio peliverde. –Tú me quitaste mi vida en el convento, me has arrebatado a la única figura paterna que he tenido... –dijo mientras miraba cabizbaja. –¡Y ahora vas a morir! –estalló Asia explotando un aura mágica alrededor de ella.
–¿Qué es este poder tan inmenso? –dudaron Irina y Xenovia sudando por el inmenso poder. Diodora solo alzó una ceja en señal de confusión.
Entonces, Asia empezó a gritar y a convertirse en un monstruo horroroso que hizo temblar a todo el Cielo. Los ángeles caídos y puros estaban preocupados por la integridad de la pobre Asia.
Una vez acabada la transformación, Asia se había convertido en un ser salido de una pesadilla perturbadora.
Era un ser oscuro, sin cuerpo, ni siquiera tenía cara, solamente tenía un punto verde como ojo. Tenía, además, 4 pares de alas negras. Ahora Asia solo se llevaba guiar por instintos básicos: comer, matar y reproducirse. Comer y matar lo haría justo ahora.
–¡Tú Diodora! –¡Vas a morir en el nombre de Dios! –exclamó la cosa negra y con alas en la que se había convertido Asia.
–¡Por Satán! ¿Qué cojones es eso? –exclamó asustado Diodora al ver la cosa negra con alas.
–¡Soy tu peor pesadilla Diodora! ¡Muere! –habló Asia con voz de ultratumba.
Entonces, Asia se abalanzó hacia Diodora, abriendo una boca de oscuridad y tragándoselo de un solo bocado callando al demonio que en ese momento estaba llorando como un niño asustado.
–Descansa en paz, Freed Sellzen. –dijo Asia con pena mientras se destransformaba en su forma humana otra vez, desmayandose en el proceso.
En ese momento, Irina y Xsnovia se la llevaron a donde estaban los demás Cadres y Arcángeles para que pudieran firmar la paz y fundirse en una nueva facción: La Facción Abrahámica. Una monarquía, con Yeshua a la cabeza, pero con un Parlamento en el que estuviesen ángeles, tanto caídos como puros.
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PALABRAS: 1939.
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