5. D A S O T

Abrió la boca para responderle a HyungWon cuando la puerta se abrió de nuevo, una cabellera rosa se asomó al interior.

—Ven, Jiminie —pidió SeokJin con amabilidad.

—¡Nos vemos! —se despidió Shen Yue, aleteando su mano de arriba abajo con ánimo.

—No llegues tarde, te haremos una fiesta del té —le recordó Momo dedicándole una sonrisa dulce.

¡Goodbye!

Se despidieron finalmente al unísono con una palabra que JiMin no reconocía pero supuso que significaba adiós.

SeokJin iba delante, regañando a JungKook sobre sus ansias por causar problemas. Las palabras eran cansinas y más bien parecían una cantaleta, un llamado de atención de un padre a su travieso hijo del cual ambos estaban aburridos.

Para sorpresa de un nervioso JiMin; quien iba jugando con sus dedos silenciosamente en la parte de atrás, después del eterno discurso de su mayor, éste soltó una risita y un suspiro, sacándole a JungKook una risa genuina. Mayor fue su pasmo cuando el castaño le regaló a SeokJin una sonrisa enorme, mostrando sus incisivos y arrugando la nariz. Como un conejito.

Sonrió enternecido por el amor con el que SeokJin miraba al doncel, como si fuera lo más valioso del mundo. Y el hecho de que JungKook dejara mimarse como un niño; devolviéndole una tierna mirada amielada, lo hizo pensar. No conocía al doncel pero parecía querer el repudio de la gente a su alrededor, actuaba déspota y orgulloso, sin embargo era tan... dulce con su mayor.

Se preguntó entonces el porqué de esa soberbia actitud hacia los otros. Y lo que más le causaba curiosidad era el inicio de aquella revalidad con Hirai Momo.

Rodearon el área privada de la realeza, un poco más allá de los estanques principales, hasta llegar al campo de entrenamiento para los guardias imperiales. Había algunos soldados corriendo alrededor del campamento, otros practicaban Kenjutsu con sus bokken y otros estaban practicando técnicas de pelea por turnos, escuchando los consejos del general que miraba a poca distancia.

SeokJin le ordenó al castaño que se uniera al entrenamiento. Como si estuviese acostumbrado, JungKook saludó a todos a su paso antes de unirse al grupo de soldados que calentaban con estiramientos un poco alejados de los demás grupos.

—Mira cariño, él es mi esposo. —Señaló el área donde practicaban cuerpo a cuerpo.

Siguió con la mirada la dirección a la que apuntaba su mayor y cuando dio con la persona, su rostro lo dijo todo. No quiso decirlo pero quizá se había decepcionado un poco. Desafortunadamente conocía a ese hombre poco alto, de piel canela y ligeramente fornido. Después de las anécdotas que SeokJin le había contado, se había imaginado a un gallardo soldado, corpulento, glorioso, valiente... no a TaeMin.

Conocía a Lee TaeMin desde que eran niños. Sus padres trabajaban juntos, por ende ellos de vez en cuando se encontraban y por mucho que le cayera bien, detestaba tener que trabajar a su lado porque siempre le tocaba hacer las tareas más complicadas ya que TaeMin apenas podía arrastrar dos cubetas llenas de agua sin terminar terriblemente agotado.

Dejaron de verse cuando su padre falleció y lo último que supo de él fue que se había unido al ejército. Tan pronto se enteró corrió a contarle a TaeHyung, donde se permitió burlarse mientras le contaba acerca de todas las veces que tuvo que rescatarle de los ratones bodegueros, perros callejeros y de la señora Fa cuando le pedía leer frente al grupo.

TaeMin era un chico escuálido, con menos fuerzas que él mismo, temeroso, tartamudo y poseía dos pies izquierdos que lo hacían caer todo el tiempo. No era alguien rápido, ni afanoso o siquiera coordinado.

Así que se encontraba sorprendido.

¿Él era el galardonado hombre que salvó a su pelotón completo en las guerrillas del norte?

La vida sí que daba vueltas.

No podía creer que el mismo niño que le temía a la lluvia fuese el mismo que cometió tantas proezas.

Y el mismo que acababa de guiñarle un ojo.

Parpadeó repetidas veces, mirando incrédulo al soldado. Se señaló con discreción, cuidando de no ser visto por el peli rosa. Un jadeo escapó de su boca cuando TaeMin asintió lentamente, agitando levemente su mano antes de dedicarle una sonrisita ladeada acompañado de un nuevo guiño.

—¿Estás bien, cariño? —le preguntó SeokJin, tocando sus mejillas calientes.

—Es- es que... —Su mayor estaba en cinta, no podía preocuparle o causar una discusión entre la pareja pero no sabía qué tan correcto era ocultarle el descarado aunque pequeño coqueteo de su esposo. —Me... me guiñó, p-pero-

Las palabras se perdieron en el aire cuando SeokJin se dirigió no al soldado, que seguía haciendo muecas y saludándole, sino directo hacia el general.

Abrió la boca sorprendido.

Era un metro ochenta y cinco de musculatura, portaba orgulloso el color de la tierra en su tez y sus rasgos marcados junto con el ajustado traje de combate, le daban esa apariencia varonil; gloriosamente imponente. Él sí lucía como alguien capaz de defender con sólo una katana a todo un pelotón.

Y ahora estaba en problemas por su culpa.

—Kim NamJoon, ¿qué pretendes, ah?

Reclamó el peli rosa, cruzándose de brazos. La sonrisa del difamado desapareció tras una mueca de pura confusión.

Nunca se acostumbraría a los cambios de humor de su precioso doncel. Eran tan repentinos y explosivos que no sabía lo que le esperaba cada que se encontraban después de un día de trabajo. A veces tenía la buena de suerte de que SeokJin estuviese necesitado de él, tan lindo y sumiso; esperando que se hiciera cargo del calor de sus entrañas. A veces recibía gritos y regaños sin razón alguna, justo como ahora.

—¿Crees que puedes guiñarle el ojo a todos los donceles guapos que veas? ¿Ah?

—¿De qué hablas Jinnie?

—Nada de 'Jinnie', infiel —acusó con molestia antes de señalar su vientre—. Estoy embarazado, que lo sepas.

NamJoon ladeó una sonrisa.

Jaló del hanbok a su esposo para no lastimarle, SeokJin colocó las manos sobre el firme pecho para no permitir que se acercara más, pero el general sujetó su nuca con una mano, apresando su cintura con posesividad y en medio de las quejas de su lindo doncel, le besó para callarlo.

Sin importar que estuvieran a mitad de un entrenamiento, con curiosas miradas en su dirección, NamJoon reclamó la boca de su esposo con vehemencia y no se separó hasta que no sintió a SeokJin ceder, correspondiendo el rudo beso. Le soltó únicamente para tomar su rostro con suma delicadeza, acariciando su tersa piel con los pulgares.

—Llevas en tu vientre a nuestro hijo, el fruto de mi amor y devoción por ti —le recordó con voz melosa, presionando una sonrisa sobre una de sus mejillas—. ¿Por qué crees que quisiera de amante a alguien que no seas tú?

—Porque le guiñaste el ojo a mi JiMin. —Puchereó.

JiMin se acercó cabizbajo, haciendo una caravana hacia la pareja.

—Lo siento mucho, SeokJin-ssi. Todo es un malentendido. Creí que su pareja era Lee TaeMin. —se explicó, irguiéndose nuevamente sin levantar la cabeza. —El general no me ha mirado en ningún momento.

—Oh, cariño... no te disculpes. —Acarició el cabello del doncel, dedicándole una pequeña sonrisa comprensiva.

NamJoon vaciló, mirando la sonrisita de SeokJin. Y ahora su esposo estaba feliz.

Suspiró. Definitivamente nunca se acostumbraría. Y aunque adoraba como se veía su precioso chico; con esa prominente barriga que lo hacía lucir adorable, deseaba que el embarazo terminara pronto.

—¿De dónde conoces a ese joven? —inquirió SeokJin.

—Cuando trabajaba con mi padre, él a veces nos ayudaba en el puerto. Éramos amigos en la infancia —explicó.

—¿Viene de castigo también?

Preguntó NamJoon con curiosidad, mirando al abochornado doncel. No se veía capaz de romper ni un plato. Ironizó sus pensamientos con una sonrisa, lo mismo creía de JungKook y ahora el joven se la pasaba más en los campos de entrenamiento que haciendo cualquier otra cosa.

—Para nada. —SeokJin aleteó la mano para restarle importancia—. Jiminie es un buen chico, sólo quería que conociera un poco más del palacio, iba a llevarlo con su familia en un momento.

El general asintió.

—Lee TaeMin.

El soldado trotó hasta ellos, deteniéndose a una distancia considerable. Juntó su puño contra la palma de su mano, inclinándose con respeto.

—A sus órdenes, mi general —espetó fuerte y claro.

—No estás aquí para coquetear con los consortes del emperador —advirtió con severidad—. Acompaña al doncel con su familia y regresa inmediatamente.

—Nam-

—Tú te quedas conmigo, Jin —interrumpió, atrayéndolo a su lado—. Apuesto que has estado caminando para todos lados a pesar de las indicaciones del médico.

Y mientras la pareja discutía; SeokJin vociferando que no era ningún inútil, NamJoon tratando de convencerlo de descansar, Lee TaeMin se acercó al doncel.

—¿Nos vamos, mi señor?

Con una sonrisita, le ofreció su brazo para sujetarse y JiMin por alguna razón rio bajito, terminando por aceptar la invitación.

—Eh, ChimChim, ¿me recuerdas?

—Lo hago...

Cuando eran niños no le agradaba el mayor pues por su culpa trabajaba el doble, pero debía admitir que siempre supo sacarle una sonrisa, aún en los peores días.

—¡Minnie!

Se agachó, tirando de la tela de su vestido hacia atrás para que sus niños no la pisaran y los abrazó con fuerza cuando ambos cuerpecitos chocaron con el suyo, aferrándose como era su costumbre a sus prendas.

Tiraron de él dentro de la vivienda mientras le contaban todo lo que había pasado desde el día anterior.

El eunuco a cargo de la casa les dio un baño de burbujas por la mañana, mientras la mucama preparaba el desayuno junto a su madre. Jamás habían comido tanto en su vida por lo que guardaron lo que les sobró para la señora Mu.

—Quisimos guardar para ti también pero Hana noona dijo que era sucio guardar comida en los bolsillos —contó MinHyuk entristecido.

—La acusamos con mamá pero le dio la razón —reprochó SooBin con los ojos entrecerrados, resintiendo la traición de su progenitora.

Después de quejarse sobre cómo su madre se puso del lado de una desconocida, le platicaron que un tutor les daría clases de ahora en más cada mañana. Éste les enseñó el alfabeto con una canción, jugaron mucho, dibujaron muchas cosas y justamente ese día les había regalado lo necesario para que pudieran practicar su escritura.

—Hobi hyung vino a jugar toda la tarde y comimos juntos —relataba SooBin, dejando en el regazo de su hermano mayor sus juguetes preferidos, pero al no poder decidir cual le gustaba más, optó por mostrarle todos—. Trajo mochis.

—Hyung dijo que mis mejillas parecían dos mochis rellenitos. —MinHyuk apretó sus mofletes entre sus cortos deditos, sonriendo únicamente para hacer notar los gorditos carrillos—. Dijo que eran parecidos a los tuyos.

—¡Hyuk! Hobi hyung dijo que era un secreto —reprendió al otro niño.

—Oh.

Fue todo lo que dijo antes de encogerse de hombros y cambiar de tema.

Después de haber visto todos los juguetes y dibujos de sus niños, decidieron salir al jardín para la comida. SooBin le comentó que su madre quería hacer un picnic por lo que el eunuco había ordenado traer una mesa exclusivamente para el jardín y con ayuda de Hana, hicieron los preparativos.

—Hyuk, atrapemos oruguitas —propuso SooBin, mirando el enorme jardín con ojitos ansiosos.

—Iugh.

Contra su voluntad, SooBin arrastró a su gemelo a buscar orugas en el césped.

JiMin aprovechó para acercarse a su madre, quien le daba de comer a la vieja vaca que estaba recostada muy a su gusto sobre el verde pasto. Parecía mucho más cómoda que en el establo de su casa.

—Mamá.

La mujer le sonrió a su hijo, estirando ambos brazos hacia él y JiMin no dudo en hincarse para abrazarla.

—Hola, señora Mu —saludó sonriente, acariciando la cabeza del animal. Volvió la atención a su madre, acomodando la manta sobre sus piernas—. ¿Está bien qué estés afuera?

—Vinieron unos médicos en la mañana y me dijeron que podía pasar las tardes aquí mientras no haga mucho frío o esté lloviznando —explicó, acariciando el cabello del doncel con cariño—. ¿Sabes?, tu padre me llevaba de picnic antes de tenerte. Atravesábamos el pueblo con una canasta llena de comida y nos sentábamos a las orillas del riachuelo cerca de la colina a la que te llevaba, ¿lo recuerdas?

—Lo hago, mamá.

—La vista era muy similar a esta. —Sonrió nimiamente, cortando del pasto una flor de pétalos blancos y centro amarillo—. Con estas florecitas, JinYoung me hacía coronas o anillos. Cuando se marchitaban regresábamos al río a hacer más. —Soltó una risita a pesar de mirar el paisaje con ojos tristes—. Sólo quería recordar uno de esos días.

JiMin no supo qué contestar, ChungHa no esperaba una respuesta. Besó la frente de su hijo, indicándole con el mentón que fuera a jugar con sus hermanos en lo que la comida estaba lista.

Por respeto al duelo de su madre, hablar de su padre estaba prohibido. Pocas veces llegaban a mencionarle en casa y siquiera los gemelos preguntaban, era una costumbre silenciosa a la que acordaron para cuidar de la mujer que les dio la vida. Y quizá en algún momento deseó poder contarles a sus niños quien fue su padre, le hubiera encantado contarles anécdotas sobre el comerciante más importante de Joseon, cuan colosal era el barco en el que viajaba y cada una de las historias traídas del mundo occidente. Pero, si para que su madre estuviera bien debía enterrar ese tema, entonces lo haría.

Que lo mencionara ahora le causaba un extraño malestar en el estómago. Sobre todo por el dolor que le causaba a la mujer hablar de aquella colina.

—¡Señor Hobi!

El canto de sus niños lo sacaron de sus pensamientos.

El consejero levantó al par en brazos para que pudieran abrazarlo.

JiMin apenas entendía cómo es que HoSeok se ganó la confianza de sus hermanos tan rápido, en especial del tímido MinHyuk. Era como si los tuviera bajo un hechizo, la sola mención del hombre era suficiente para que los ojitos de ambos niños brillaran como un par de luceros.

—Hola, JiMin-ssi. —Se acercó el eunuco, bajando por fin a los gemelos para dejarlos ir a jugar. Sin querer barrió con curiosidad el cuerpo del pelinegro en busca de algún signo de dolor o incomodidad, sin embargo se dio cuenta de lo que hacía y apartó la vista, bajando la mirada para que no se notase el ligero bochorno en su rostro—. Pensé que te quedarías bajo los cuidados de SeokJin hoy, ya sabes... por lo de anoche.

Sus mejillas se tintaron de color ciruela. Sentía el calor hasta las orejas.

—Y-Yo, estoy bien —musitó tímido, jugando con el dobladillo de la manga de su vestido.

—Está bien —comentó con una sonrisa sincera—. Si necesitas ayuda puedes pedírmela.

Asintió, desviando la mirada a las florecitas blanca esparcidas a montones por todo el jardín. El recuerdo de su padre volvió a golpear su nostálgico corazón, y su suspiro no pasó desapercibido para el consejero.

—¿De verdad te encuentras bien, JiMin-ssi?

—Mi padre y yo teníamos un lugar especial muy parecido a esto. Recolectábamos flores para hacerle tiaras a mamá, aunque nunca supe cómo hacerlas. Solo cortaba lo que se veía bonito.

HoSeok se hincó para recolectar suficientes florecitas hasta obtener un pequeño ramillete. Le tendió un mano al doncel para invitarlo a sentarse a su lado, justo frente a él. JiMin miró con atención como el castaño comenzó a entrelazar los tallos con rapidez; sus manos expertas hicieron magia en cuestión de minutos, había hecho una bonita tiara de margaritas.

—Lamento la pérdida del señor Park, fue un gran hombre. —El eunuco se irguió frente a JiMin, dejando la diadema con extrema delicadeza sobre su cabeza—. Imagino que pasaron bellos momentos familiares.

Se limitó a asentir.

Su padre le confesó cuando era muy pequeño; seguramente creyéndole demasiado ingenuo para evocar en el futuro, que esa colina sólo la pisarían las personas que más amara en su vida.

Desde aquel entonces dudó del amor que JinYoung le profesaba a la mujer que con el paso del tiempo apagó su sonrisa. Su madre jamás puso un pie en aquella colina. Y JiMin deseó no haberlo sabido nunca.

Cuando quiso contestar; desviar la atención del tema, un jadeo los hizo posar su atención sobre un castañito que dejó caer un par de melocotones sobre el césped dramáticamente. Posó su manita contra su pecho de forma lastimera.

Park SooBin se sentía traicionado por sus mayores, ¿cómo era posible?

—Pueden pasar a comer —avisó la mucama.

Ellos miraron al niño correr a la mesa y suspiraron al unísono, JiMin se resignó a entender la nueva faceta de su hermanito.

Tomaron asiento en los lugares disponibles, sin darle más vueltas al asunto.

—Soobinie...

HoSeok trataba inútilmente llamar la atención del pequeño celoso que le reclamó por haberle hecho únicamente una tiara a JiMin. Mientras tanto MinHyuk comía pasteles de luna sobre el regazo de su hermano mayor, prestándole poca atención a su berrinchudo gemelo pues disfrutaba mucho ser mimado por el doncel.

—¡No es justo! —gritoneó enfurruñado, inflando sus mejillas con molestia a la par que cruzaba sus bracitos sobre su pecho—. ¡Yo me iba a casar con Hobi hyung no Jiminie!

JiMin sintió el pastel de luna atascarse en su garganta, obligándolo a toser desesperado por un poco de aire.

—SooBin-ah, yo no me casaré con tu hermano.

—¿Entonces por qué le hiciste una tiara? —reclamó.

—JiMin-ssi se ve lindo, ¿no crees?

El pequeño aún con los brazos cruzados asintió.

—Jiminie es muy bonito —espetó.

—Yo creo que se merece todas las coronas de flores del jardín.

HoSeok se encogió de hombros, SooBin miró a su hermano antes de darle la razón al hombre.

—¿Qué me dices si te enseño a hacerlas?

Así fue como el enfado del castañito terminó. SooBin se alegró al instante, gritando a los cuatro vientos que aprendería a hacer muchas para que su hermano pudiera ponerse una todos los días.

La efusividad del niño hizo que JiMin posara su atención en ellos, cruzando sin querer la mirada con HoSeok, quien le sonrió nimiamente. Sus mejillas ardieron en erubescencia, sin embargo correspondió el gesto con una sonrisa tímida.

Todo ocurría sin saber que a lo lejos, un par de ojos chocolate vigilaba la escena. Nadie podía imaginar las intenciones tras la retorcida sonrisa que se pintó en el rostro de aquel doncel.

—El oficial naval Seo mandó una carta urgente. Al parecer hay rumores en el mar sobre un posible informante infiltrado de nuestra nación que está pasando información entre las naciones aliadas.

—¿Navales?

—No, su majestad. Civiles —dijo NamJoon.

YoonGi sopesó la información con cautela. Cierto o no aquel rumor estaba poniendo en tela de duda su fidelidad a los acuerdos de paz y si eso ocurría, podría desatar un enfrentamiento innecesario por habladurías de aquellos más ignorantes que los mismos peces.

Sin embargo, rumores de tal magnitud no iniciaban de la nada o sin motivo alguno.

—¿Dónde comenzó tal disparate?

—En los azuces de las aguas del mar del Este.

—Casas y pertenencias —sentenció—. Quiero una examinación total de los comerciantes de nuestra región, incluso los que van sobre tierra. Pregunten si escucharon sobre posibles infiltrados en sus barcos.

—Pueden mentir al respecto, mi señor.

—La única forma de sacar a las ratas de sus ratoneras es armando un perfecto escándalo que las haga escabullirse —murmuró con una sonrisa ladeada—. Reforzaremos la vigilancia en las fronteras, cualquiera que sea visto tratando de escapar será llevado a los calabozos para interrogarlo.

—Si de ratas hablamos, Park JungSoo nos ha mandado una carta pidiendo ayuda. Un ejército de menos de cincuenta japoneses ha entrado al territorio del norte exigiendo hablar con el comarca, sin embargo fueron capturados y asesinados; uno de los soldados confesó antes de morir que una guerra se aproximaba.

Se levantó de su trono y se dirigió al mapa de relieve en medio de la sala, pidiéndole a NamJoon que se acercara.

—Aquí. —Señaló la simbología que cortaba las comarcas—. Debieron de cruzar toda la frontera China que colinda con el territorio del norte para llegar hasta JungSoo. Sin embargo en imposible que alguien pudiera pasar por estas montañas sin conocerlas a la perfección.

—¿Rodearon? —NamJoon pensó detenidamente en la idea pero la descartó después de unos segundos—. Pudieron llegar por mar también, pero... sería imposible.

—Si lo que dice el oficial Seo es verdad, podría ser que todos estos rumores sean provocados para pasar desapercibidos por traidores comerciantes del norte y JungSoo realmente nos está poniendo una trampa, pidiéndonos apoyo militar para debilitarnos y atacar cuando estemos con la defensa baja —sentenció. Apretó los labios en busca de silencio mientras pensaba detenidamente la estrategia—. Mandaremos una carta avisando que nuestras tropas están en camino pero antes de cualquier movimiento mandaremos un equipo de espías que deberán volver con un detallado informe sobre la situación en el reino.

—¿Qué hacemos con la petición del imperio japonés? Nos han escrito pidiendo apoyo para calmar las revueltas del pueblo sobre la flébil condición del gobierno.

—Hirai nos dio a su hija. No hará nada que ponga en riesgo la alianza por ahora, así que él puede esperar a que obtengamos la información necesaria para actuar. —Colocó una marca en el mapa y un tabique de madera sobre la isla de Japón—. Si le brindamos protección, causaremos un malentendido. Es más factible iniciar la investigación en mi territorio y cortar este problema de raíz.

—Atacaremos el ejército de aquel general rebelde que osó desobedecer a su emperador y poner en riesgo la paz en nuestra nación.

—Podremos destituir a JungSoo si logramos comprobar que es un aliado de los traidores.

—Yo mismo dirigiré las tropas, mi señor. Por mi honor.

—No esperaré menos de usted, general. —Sonrió complacido con la lealtad del hombre a quien confió su vida entera—. Cuando vuelva HoSeok pídele que redacte una carta para la dinastía China, quisiera poner al tanto de todo esto al emperador.

—Sí, su majestad.

—Puedes retirarte, NamJoon —ordenó antes de suspirar. Estaba exhausto—. Sé que es tarde pero necesito que SeokJin prepare a mi consorte.

—Creí que a JungKook no le gustaba que Jin lo alistara —musitó ligeramente sorprendido.

—No me refería a él.

NamJoon hizo una pequeña venia al entender de quién hablaba y salió de la sala del trono en busca de su terco esposo que debía estar limpiando en algún lugar. No era de su incumbencia, pero sentía cierta curiosidad por saber que había hecho ese tal JiMin para ser el nuevo preferido del emperador.


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Glosario:

Kenjutsu: Es un arte marcial japonés de la época feudal que se practicaba con espadas.

Bokken: Son espadas de madera que suponían una katana, eran para practicar durante los entrenamientos.

Mochi: Es un dulce/pastel japonés hecho de "mochigome" (arroz glutinoso), el mochi actual tiene relleno de distintas jaleas pero en ese entonces se comía solito.


Así la relación entre ustedes y yo. Jajaja, lo siento 🤧🤧🤧

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