13- Confesiones
No voy a mentir. Me había olvidado por completo de Lara. Hasta ahora.
Su mensaje me dejó helada. Era como si alguien del más allá me estuviese escribiendo, pero no, tenía que ser ella. O al menos eso quería creer.
Me tomé un par de minutos para sopesar si debía contestarle o no. Ahora que estaba metida en tantos líos, uno más no parecía adecuado; aunque le había dado mi palabra de que la ayudaría. Eso fue suficiente para que terminara de decidirme y comenzar a tipear en la pantalla.
Sin embargo, elaborar una respuesta no me fue nada fácil. Tipeé y borré, y volví a tipear varias veces, hasta que encontré las palabras adecuadas.
Solo dime qué debo hacer.
Cinco minutos. Diez. Quince. Media hora. Tres horas... Más de la mitad del día había pasado y ninguna respuesta volvió del otro lado.
Comencé a pensar en miles de posibles escenarios por los cuales Lara no hubiese respondido a mi mensaje, y ninguno era bueno. Si tan solo hubiese sido más rápida a la hora de contestarle. ¿Qué podía hacer ahora?
Me planteé ir nuevamente hasta el apartamento donde la conocí, pero hacerlo levantaría sospechas. Tenía que idear un plan para sacarla de allí, de la manera más limpia posible; aunque la única manera en que el plan podría funcionar era pidiéndole ayuda a Marco. Quien por cierto todavía no había regresado.
Intenté llamarlo varias veces, pero las llamadas iban directo al buzón de voz. ¡Maldita sea! ¿Y si algo le había pasado? No podría soportarlo.
Los minutos pasaban lentos. Cada segundo que miraba el reloj parecía estirarse interminablemente. Estaba atrapada en un limbo entre la incertidumbre y el miedo, preguntándome si Marco estaba bien y por qué Lara no había respondido aún. ¿Le habría pasado algo? El silencio, tanto de su parte como de Marco, era más aterrador de lo que estaba dispuesta a admitir.
Sin poder soportar ni un segundo más, decidí que tenía que accionar de alguna forma.
Tomé las llaves de uno de los vehículos de Marco y fui directo hasta el garaje. Me subí a la Ferrari azul y me coloqué el cinturón de seguridad rápidamente. Mi mente estaba nublada. Los peores pensamientos circulaban por mi cabeza. ¿Y si Marco estaba en peligro? ¿Y si Lara también?
Estaba a punto de arrancar el auto cuando escuché el ruido de una puerta. Mis manos se congelaron en el volante, y contuve la respiración.
Miré por el espejo retrovisor y vi la silueta de Marco en la entrada del garaje, apoyándose en la pared. Su camisa estaba manchada de sangre, y uno de sus brazos estaba vendado de forma improvisada.
—¡Marco! —grité mientras me bajaba del auto apresurada, corriendo hacia él.
Él intentó sonreírme, pero su rostro delataba el dolor.
—Estoy bien, Fuego... —murmuró antes de que pudiera siquiera tocarlo—. Solo... me complicaron un poco las cosas.
—¿Te dispararon? —pregunté, con la voz temblorosa, mientras lo ayudaba a entrar en la casa.
—Es solo un rasguño —respondió con su típico tono despreocupado, pero el sudor en su frente contaba otra historia.
Lo llevé hasta el sofá, donde se dejó caer pesadamente. Me arrodillé a su lado, observando la venda mal colocada. Sin decir nada más, fui a buscar el botiquín de primeros auxilios. Mientras limpiaba cuidadosamente la herida, me di cuenta de lo cerca que había estado de perderlo.
—Marco... —comencé a decir, mi voz cargada de emociones reprimidas—. ¿Qué pasó?
—Alguien nos traicionó —dijo, apretando los dientes—. Nos estaban esperando, pero logramos salir de ahí. No te preocupes, ya lo estamos manejando.
Mi corazón latía desbocado, y, por un segundo, todas mis preocupaciones sobre Lara quedaron en segundo plano. Marco había estado al borde del peligro, y yo ni siquiera lo había sabido.
—Cassie... —su voz rompió mi trance—. Tienes que contarme qué está pasando contigo. Te noto distraída. ¿Pasa algo?
Asentí, dándome cuenta de que no podía seguir ocultándole lo que me estaba pasando.
—Hay algo que no te conté... —comencé, sin saber por dónde empezar. Me levanté y caminé por la sala, intentando organizar mis pensamientos—. Hace un tiempo, cuando descubrí que Paul me engañaba, decidí dejar la casa que compartía con él. De modo que tuve que empezar a buscar un nuevo lugar dónde vivir. Ahí fue cuando la conocí...
Marco levantó una ceja, claramente confundido.
—¿A quién conociste? —consultó.
—A Lara —respondí, mientras me volvía a sentar a su lado, con la mirada fija en el suelo—. Ella era la persona que buscaba compañera de cuarto.
Marco frunció el ceño, su mirada volviéndose más inquisitiva.
—¿Qué tiene que ver ella en todo esto?
Suspiré, intentando ordenar mis pensamientos, mientras la ansiedad comenzaba a acrecentarse en mi interior.
—Lara está en problemas. O, mejor dicho, lo estaba cuando la conocí. Su ex es Lucca Palermo —dije lentamente, dándole tiempo para asimilar el nombre—. Me pidió ayuda para escapar de él, pero después... todo se complicó. Yo tenía demasiadas problemas y hasta el día de hoy, no supe más de ella.
Marco cerró los ojos un instante, como si el nombre de Lucca trajera consigo recuerdos desagradables. Cuando volvió a mirarme, su expresión era sombría.
—¿Palermo? —repitió, con incredulidad—. No me digas que te metiste con esa familia. Cassie, Palermo no es alguien con quien puedas jugar. Él controla buena parte del bajo mundo de Nueva York.
Asentí, sintiéndome pequeña bajo su mirada de preocupación. Las palabras de Marco solo confirmaban lo que ya temía.
—Lo sé. No quería meterte en más problemas, Marco. Ya tienes suficiente con tus negocios, y pensé que podría manejarlo sola. Pero ahora... ahora creo que algo le pasó. Me escribió, pero después dejó de responder, y no sé qué hacer.
—¿Hace cuánto que no responde? —preguntó, su tono de voz más firme.
—Desde esta mañana —le dije—. Le mandé un mensaje y nada. Estuve esperando todo el día y no sé si está bien.
El silencio cayó entre nosotros por un instante, mientras él procesaba la información. Luego, con un movimiento lento, se inclinó hacia adelante, aunque el dolor de su herida lo hizo apretar los dientes.
—Cassie, no puedes hacer esto sola. Si Lucca está involucrado, esto es peligroso, mucho más de lo que imaginas. Necesitas ayuda.
Lo miré fijamente, sintiendo cómo el miedo comenzaba a instalarse en mi pecho.
—¿Qué podemos hacer? —pregunté, mi voz temblorosa.
─No creo que te agrade mi respuesta, pero apenas la conoces, Fuego. Realmente no es tu responsabilidad. No le debes nada.
Marco se levantó con esfuerzo del sofá, caminando lentamente hasta la ventana. Podía ver que estaba intranquilo, pero preferí no intentar averiguar más sobre lo que le había sucedido.
—No le debo nada —dije en voz baja, más para convencerme a mí misma que a Marco—, pero no puedo dejarla sola. Lucca es peligroso, y si está en sus manos, no sé qué podría pasarle.
—Lo sé —contestó Marco sin girarse—, pero tú también estarás en peligro si te involucras. Si Palermo se entera de que te estás metiendo en esto, podría hacerte daño. ¿De verdad estás dispuesta a arriesgar tu vida?
Mi corazón latía con fuerza. No quería arrastrar a Marco a más problemas de los que ya tenía, pero algo en mi interior me decía que si no hacía algo por Lara, nunca me lo perdonaría.
—Lo estoy —afirmé, mi voz más firme esta vez—. Si no la ayudo, ¿quién lo hará?
Marco suspiró, girando finalmente para mirarme. Su expresión era una mezcla de resignación y preocupación.
—Está bien, Fuego. Pero lo haremos a mi manera. No voy a dejar que te expongas sola. Palermo es más peligroso de lo que crees. Si nos metemos en esto, tenemos que ser muy cuidadosos.
Sentí una especie de alivio al escuchar sus palabras, sin embargo, no podía permitir que él corriera más riesgos por mi culpa.
—Gracias —murmuré—. No quiero que esto te afecte más de lo necesario, Marco. Ya has hecho demasiado por mí.
—No pienses en eso ahora —respondió, acercándose a mí y tomando mi mano—. Vamos a resolver esto juntos. Pero antes que nada, tenemos que saber en qué nos estamos metiendo exactamente. Lucca es impredecible, y no podemos dar un solo paso sin estar seguros de lo que vamos a hacer.
—¿Qué sugieres? —consulté, sintiendo cómo mi estómago se revolvía de los nervios.
—Primero, necesitamos más información sobre Lara. Tienes que intentar comunicarte con ella de nuevo. Si no responde, entonces buscaremos otra forma de localizarla.
Me levanté y fui directo a mi teléfono. Mientras Marco hablaba, ya estaba escribiendo otro mensaje para Lara. Mi corazón latía con fuerza mientras mis dedos se movían sobre la pantalla.
Lara, por favor, dime si estás bien. Estoy preocupada. Si necesitas ayuda, estaré aquí.
Envié el mensaje, sintiendo la tensión acumularse en mi pecho. Volví a sentarme junto a Marco, que ahora se veía más alerta.
—Vamos a esperar un rato —indicó—. Si no responde, me pondré en contacto con alguien que pueda darnos más información sobre Palermo y su gente. Tienes que estar preparada, Fuego. Esto podría ir muy mal.
El silencio que siguió fue sofocante. Mi mente iba a mil por hora, intentando anticipar todos los escenarios posibles. No quería pensar en lo peor, pero a medida que las horas pasaban, se me hacía más y más difícil.
Marco se levantó nuevamente, tambaleándose ligeramente por el dolor. Quise detenerlo, pero me lanzó una mirada que me hizo entender que no había nada que pudiera hacer. Era un hombre acostumbrado al dolor y a la acción.
—Voy a hacer algunas llamadas —sostuvo, mientras se dirigía hacia la otra habitación.
Al quedarme sola, tomé el teléfono una vez más, esperando con todo mi ser que alguna señal de vida apareciera en la pantalla. Nada.
Los minutos pasaban, cada segundo se sentía como una eternidad. Finalmente, Marco regresó, con una expresión más sombría de lo habitual.
—Conseguí un poco de información. Palermo está moviéndose más que de costumbre. Algo está pasando en sus círculos, y no es bueno —afirmó, sentándose a mi lado—. Todavía no sabemos si Lara está directamente involucrada, pero si lo está, estamos en terreno peligroso.
—¿Qué hacemos entonces? —pregunté, aunque ya temía la respuesta.
—Esperamos —respondió—. Necesito más tiempo, pero si no escuchamos nada de Lara pronto, tendremos que considerar tomar medidas más drásticas.
La palabra "drásticas" resonó en mi mente, llenándome de un nuevo tipo de miedo. No quería pensar en lo que eso significaba, aunque sabía muy bien que el tiempo se estaba acabando.
Mientras nos sentábamos en silencio, me di cuenta de algo. Mi vida había cambiado drásticamente desde que me alejé de Paul y me reencontré con Marco. Y lo que comenzó como una simple búsqueda de un nuevo hogar había terminado en una red de secretos, mentiras y peligro. Ahora, no había vuelta atrás.
Marco y yo estábamos juntos en esto, para bien o para mal. Sin embargo, lo que me aterraba más que cualquier otra cosa era el pensamiento de lo que podría pasar si no encontrábamos a Lara a tiempo.
No podía evitar sentir que el destino estaba jugando conmigo, empujándome más y más hacia el abismo de la vida criminal que tanto había tratado de evitar.
Sentí la mano de Marco sobre la mía, y aunque su contacto me brindaba algo de consuelo, no podía sacudir la sensación de que lo peor estaba por venir.
—Fuego, escúchame —dijo, su voz firme pero suave—. Pase lo que pase, no te preocupes. Voy a protegerte.
Y, aunque sabía que las cosas podían ir mal, estaba segura de que lo haría. Marco me protegería, incluso si eso significaba poner en riesgo su propia vida y, eso, no era algo que me gustara en absoluto.
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