12- Mentiras, omisiones y una sorpresa
La maratón sexual entre Marco y yo duró casi toda la noche. Él me daba placer y luego yo a él, y así, hasta que a mí me dio un calambre en una de mis piernas y ese fue el horrendo final de una noche magnífica.
─No te preocupes Fuego. Es normal que algo así suceda. Llevamos horas y creo que...
─Ni lo digas Marco... ─Sabía por dónde iba su mente y no quería que siquiera pensara en ello, pero...
─Solo iba a decir que creo que no has tenido buen sexo en mucho tiempo y es normal que tu cuerpo se resienta.
─Aggghh. Lo sabía. Sabía que dirías algo así y, para tu información, el sexo que he tenido, ¡ha sido grandioso! ─Mentira. Apenas podía conseguir que el estúpido de Paul me tocara. Lo peor era que Marco sabía que estaba mintiendo y lo estaba disfrutando.
Justo cuando estaba dispuesta a tirarme encima de él y envolverlo en besos, un teléfono empezó a sonar.
─¿Es el tuyo o el mío? ─pregunté haciéndome la desentendida, sabiendo exactamente que era el suyo.
─El mío ─respondió a secas. Tomó su teléfono de la mesita de luz y se levantó para encerrarse en el baño y tomar la llamada.
La verdad que nada de eso me daba buena espina y como buena tóxica que era, me levanté en puntitas de pie y coloqué mi oreja en la puerta del baño, con el fin de escuchar la conversación.
─¡¿Qué?! ¡¡¡No!!! Es la tercera vez en el mes que esto pasa. Es claro que tenemos un topo adentro. Quiero que descubras quién es, ¿ok? ¡Y quiero que lo hagas cuanto antes!
Su temperamento había pasado de ternura a enfado en cuestión de segundos, por lo que supe que sería mejor no meterme en su camino, y volví rápidamente a la cama, antes de que él saliera del baño y se percatase de que lo había estado escuchando.
─Alguna... ¿Novedad? ─consulté haciéndome la desentendida.
─Un problema del trabajo, tengo que irme. Lo siento. Prometo volver cuanto antes ─expresó mientras buscaba una camisa y unos pantalones para ponerse.
─¿Piensas... Dejarme? ─pregunté con evidente molestia─. Estuvimos uno encima del otro toda la maldita noche Marco. ¡¡¡No soy una cualquiera como para que me dejes así como así!!! ─le grité con todas mis fuerzas.
─No creas que me da gusto irme ─sostuvo, tratando de contener sus emociones, al tiempo que se abotonaba la camisa─. Pero es algo que no puedo dejar sin resolver y tengo que ir y verificar que todo salga a la perfección.
─Entonces iré contigo ─espeté, levantándome de la cama a toda velocidad para comenzar a recoger mis ropas del suelo y vestirme.
No sé cómo hice, pero antes de que él pudiera contestarme, ya me había puesto casi toda la ropa.
─No entiendes Cassie. ─Cassie. Sabía que si me llamaba así era porque se trataba de algo malo e intentaba suavizar la situación.
─Oh no. NO NO NO. No me vengas con Cassie. No ahora Marco. Ya vivimos esto. ¿Lo recuerdas? Porque yo no le he olvidado.
En nuestro segundo intento de estar juntos, las jugarretas que hacía en su trabajo y que él me escondía como una forma de protección, fue la pared que terminó por separarnos. Tantas mentiras, tantas omisiones, hicieron que nuestro lazo se debilitara al punto de que terminé optando por dar un punto final a la relación.
No fue fácil. Lo amaba demasiado y eso me destruyó completamente. Superarlo, si es que se puede decir así, me llevó años. Hasta que conocí al imbécil de Paul y las cosas parecieron mejorar un poco, pero fue solo una fantasía.
─Mira, prometo que iré, arreglaré esto y volveré para estar contigo y contarte todo. Dicen que la tercera es la vencida Fuego, y no pienso perder esta oportunidad contigo.
Se acercó a mí y colocó su frente contra la mía. Nuestros labios y cuerpos tan cerca que podríamos tocarnos, pero ni él ni yo hicimos el intento. Solo nos mantuvimos rozando nuestras frentes y sintiendo la respiración del otro acariciando nuestras pieles.
─Prométeme que volverás. Prométeme que regresarás sano y salvo ─susurré, aunque me aseguré de acentuar cada una de mis palabras─. Prométeme que regresarás a mí.
─Siempre Fuego. Siempre.
Y con un beso en los labios que, de alguna manera se sentía como una despedida, le dije adiós y lo vi marcharse.
Me quedé recostada en la cama donde habíamos compartido los mejores momentos de mi vida en muchos años, llorando por temor a que la historia volviese a repetirse y que yo fuese tan ciega que no quería verlo.
Me hubiese gustado recurrir a Stacy y contarle sobre lo que había pasado, pero eso era una de las tantas otras cosas que no podía hacer. El trabajo de Marco no podía ser compartido con nadie, porque su verdadero trabajo, el que nadie conocía, no era del todo santo. Él también provenía de una familia mafiosa y, como tal, tenía que ocuparse de los negocios de la misma.
Para el resto del mundo, Marco era un renombrado abogado de Queens, lo cual era completamente cierto; pero no era su ocupación principal. Solo era una tapadera ante los ojos de los curiosos.
Stacy no era ninguna tonta y sabía que ella tenía idea de las ocupaciones extraoficiales de Marco, pero ella ya tenía demasiados problemas con la desapareción de Gino Jr., y no quería meterla en más líos. Así que opté por secar mis lágrimas en el más completo silencio de esa enorme casa y, quizás, ver si podía dormir algo hasta que Marco regresara.
Había colocado mi cabeza en la almohada, después de sacarme la ropa y quedarme con una camiseta de Marco encima. Estaba dispuesta a conciliar el sueño, justo cuando mi maldito teléfono sonó.
Consideré no responder, pero siendo la hora que era y pensando que podría tratarse de Marco, hice una excepción.
Era un mensaje de WhatsApp. Número desconocido. Pensé que no iba a perder mi tiempo respondiendo, pero algo en el mensaje captó mi atención.
No tengo mucho tiempo. La señora de la limpieza me prestó su teléfono. Necesito de tu ayuda si es que todavía estás dispuesta.
Y la sangre se me heló cuando leí de quién se trataba.
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