C A P Í T U L O 34
—Odio en lo que se convirtieron las películas de ciencia ficción —expresé en la penumbra de la habitación, iluminada solo por el film que se reproducía en mi DVD.
Los efectos especiales que acompañaban a las escenas se me hacían tan exagerados que era imposible disfrutar la película.
—Aun así, creo que es notable la evolución que tuvo el género en otros sentidos —comentó Michael a mi lado.
—Supongo... —murmuré distraídamente mientras intentaba concentrarme en la película que ambos veíamos. Pero la tarea era complicada cuando sus caricias no me permitían centrarme en lo que mostraban en la pantalla.
Me removí en mi lugar y ajusté la cabeza en su pecho mientras veía al grupo de robots movilizarse por la ciudad destruida.
Había querido pasar un día tranquilo con él, viendo películas y consumiendo comida chatarra, por lo que le invité a pasar la tarde con la excusa de celebrar haber cumplido los dos meses de relación hace unos días. Una de las cajas de pizza ya se encontraba vacía sobre la mesita de noche y junto a ella descansaba una botella de gaseosa a medio tomar.
Ambos estábamos en pijama y acurrucados sobre mi cama, realizando comentarios sobre la producción cinematográfica a medida que las escenas se desarrollaban en la pantalla y daban paso a situaciones que no podía dimensionar.
Y todo había estado tranquilo hasta que su mano se escabulló por mi camisa para dejar una serie de caricias que me hicieron estremecer. Mis orejas se pusieron calientes cuando su piel entró en contacto con la mía, pero se acercó a mi abdomen y una carcajada salió expulsada de mis labios, provocando que la mano traviesa detuviese su recorrido.
Michael se quedó quieto en su lugar por un segundo y luego se movió lo suficiente para observarme con un brillo juguetón en sus ojos.
Uno que conocía bastante bien.
Antes de que pudiese darme cuenta de lo que ocurría, Michael se movió, me fijó sobre el colchón y se sentó sobre mi cadera para luego hacerme cosquillas hasta que las lágrimas escaparon de mis ojos y lo único que se escuchaba eran las carcajadas retumbando por toda la habitación.
—Michael... ya, por... favor —rogué como pude entre risas mientras manoteaba para alejar sus dedos de mi abdomen.
Mi estómago comenzó a doler y un nudo se apretó en mi garganta, pero no podía detener la risa por mi cuenta. Un momento después se detuvo y yo caí en mi lugar, pausando las risas a medida que el tiempo pasaba e intentaba calmar mi respiración acelerada con pequeños ejercicios.
Michael estaba igual de agitado que yo por el movimiento mientras me dedicaba una sonrisa suave y escaneaba mi rostro, antes de deslizar sus ojos por mi cuerpo con lentitud.
No sabía de qué manera me veía en ese momento, pero la vergüenza ocupó cada parte de mi ser al imaginar lo desaliñado que estaba.
Aun así, me quedé inmóvil en mi lugar cuando alzó una de sus manos para acomodar algunos mechones que cayeron sobre mi frente. Se acercó con lentitud y las sonrisas a juego desaparecieron cuando nuestros labios se rozaron y mis parpados bajaron en respuesta.
Sus labios capturaron los míos y la intensidad con la que me besó me hizo tomar su rostro para acercarle más, al mismo tiempo que sus manos se instalaban en mi cintura para mantenerme inmóvil en la cama.
Michael parecía un hombre hambriento mientras mordisqueaba mi labio inferior, antes de comenzar un recorrido por mi cuello, chupando y mordiendo a su paso. Sus manos se deslizaron por debajo de mi camisa y subieron, provocando que la tela se alzara a medida continuaba avanzando.
El suave toque me hizo temblar y morder mi labio inferior cuando un cosquilleo intenso se instaló en mi vientre.
Una mordida en mi clavícula me hizo jadear y Michael se alejó, dejándome sin aliento cuando vislumbré su cabello despeinado, el brillo de excitación en sus ojos y el leve sonrojo que resaltaba sus pecas en contraste con sus labios rojos e hinchados.
Parpadeó hacia sus manos, como si apenas estuviese notando lo que había hecho, y alzó una vez más su mirada para encontrarla con la mía.
—¿Puedo?
Al comprender lo que Michael estaba preguntando, me sentí un poco avergonzado y al mismo tiempo aliviado de que considerara mis sentimientos aun y cuando se encontraba excitado.
Asentí con nerviosismo, un momento antes de que Michael sacara por completo la camisa de mi cuerpo para lanzarla al suelo. Sus manos exploraron cada tramo de piel expuesta, circularon mi ombligo y molestaron mis pezones, previo a que su boca capturara uno de ellos para comenzar a succionar.
Un sonido vergonzoso salió de mis labios sin que pudiese detenerlo y él se apartó solo para observarme por unos segundos antes de estrellar su boca con la mía, en un intenso juego de lenguas y mordidas que me dejó mareado de placer.
Las risas fueron reemplazadas por el chasquido de nuestros labios y los sonidos que ambos dejábamos escapar de vez en cuando, producto de cada toque atrevido.
Las manos de Michael bajaron al borde de mi pantalón de pijama y comenzaron a bajarlo junto a mi bóxer. Iba a medio camino de una pierna cuando se apartó del beso alucinante para golpearme con la ráfaga de deseo que exponían sus ojos.
—¿E-Esto está bien?
Apretó mi muslo descubierto y yo asentí, aturdido por el beso que acabábamos de compartir. Lamí mis labios y coloqué una de mis manos sobre su mejilla, dejando una leve caricia.
—No tienes que preguntar por todo —murmuré—. Confío en ti.
Estaba nervioso, pero sabía que Michael no haría nada que pudiese incomodarme. Tanto como me sentía expuesto, estaba encantado con todas las sensaciones que estaba experimentando y lo último que quería era que se detuviese.
Deslizó un poco más la prenda con su mano fija en mi muslo y sus ojos sobre los míos, midiendo mi reacción.
—Claro que debo preguntar. —Besó el interior de mi muslo descubierto—. Tengo que asegurarme de que disfrutes todo lo que haga.
La pequeña sonrisa que se instaló en su rostro no hizo más que desatar un vendaval de emociones que me hicieron sentir cálido.
Al deshacerse de la parte inferior de mi ropa, abrió mis piernas y se acercó para otro beso corto, pero profundo, que me hizo curvar los dedos de los pies. Mis piernas se enredaron alrededor de su cintura y la fricción a mi carne expuesta me sacó un gemido que murió en su boca.
Sus manos se colocaron en mis rodillas y abrió mis piernas con brusquedad justo cuando se alejaba de mis labios para bajar la mirada al lugar en el que nuestros cuerpos se encontraban.
Michael se lamió los labios y la sola acción provocó que mi pene se sacudiera. Se veía erótico y muy hambriento mientras se acomodaba para desnudarse con una rapidez que me hubiese hecho sonreír si no hubiese estado ocupado intentado recuperar el aliento.
Completamente desnudo, recorrió mi anatomía de pies a cabeza, haciendo que me sintiese un poco cohibido e inseguro sobre lo que podría pensar al respecto. Aunque sus ojos no mentían al expresar lo mucho que le gustaba lo que estaba mirando.
Sus ojos se detuvieron con curiosidad sobre la dura carne que descansaba sobre mi estómago a la espera de un poco de alivio. Acercó un dedo y lo movió antes de mirarme para ver mi reacción. Deslizó varios dedos, jugueteó por unos segundos y luego la tomó en su mano para darle un apretón.
Jadeé ante la sensación de una mano diferente a la mía y me perdí en la curiosidad de Michael.
Movió la mano un par de veces de arriba abajo y estableció un ritmo que me hizo temblar mientras intentaba callar los sonidos que querían salir. Michael mordió sus labios justo cuando una ráfaga de placer insoportable recorría mi cuerpo hasta el estremecimiento. Estaba perdiendo la cabeza y solo sabía que necesitaba más de ese explosivo cosquilleo.
Antes de entender lo que ocurría, Michael inclinó y metió mi pene en su boca. Mis ojos se cerraron y mis labios se abrieron cuando el sonido más vergonzoso que escuché salió de lo más profundo de mí ser. Rodé mis ojos se forma inconsciente y coloqué mis manos sobre la cabeza de Michael que de forma torpe deslizó su lengua alrededor de toda la longitud, antes de meterla a su boca como pudo.
Primero con torpeza y luego con habilidad, marcó un ritmo que me tuvo moviendo las caderas en respuesta sin poder controlarme. Mi mente se perdió y mi cuerpo respondió al placer tan grande que sentía.
Mis piernas se abrieron más y mi espalda se arqueó cuando Michael bajó un poco más y succionó, antes de apartarse por completo para respirar.
Un quejido salió de mis labios y de inmediato una húmeda lengua se encontraba deslizándose por mi ardiente piel, dando alivio con el contraste de temperatura.
Michael capturó la cabeza y chupó con fuerza, provocando que mi espalda se arqueara de nuevo y me derramara en su cavidad ante el orgasmo sorpresivo que me invadió.
Abrí mi boca para tomar una bocanada de aire mientras la neblina de placer se asentaba y luego se dispersaba a medida que recuperaba el sentido.
Por la hendija de mis parpados vislumbré a Michael limpiando los bordes de su comisura, luego se acercó para dejar un beso en mi mejilla y se deslizó hasta capturar mis labios entre los suyos.
Aún estaba perdido, por lo que le besé en automático y suspiré satisfecho cuando se apartó para acostarse a mi lado.
—Eso fue nuevo —susurró con voz ronca. Su mano se colocó con posesividad en mi cintura y me acercó hasta que estuvimos pegados—. ¿Lo disfrutaste?
—¿Bromeas? Casi succionas mi cerebro por-
Me detuve cuando Michael se pegó más y algo duro chocó contra mi abdomen. Bajé la mirada y mis orejas se calentaron al ver su miembro subiendo y bajando con angustiante lentitud por mi abdomen.
Alcé la vista para encontrarme con unos ojos gris tormenta mientras su cuerpo subía y bajaba con agitación por lo que acababa de hacer. Moví mi mano para apartar el par de mechones que se pegaron a su frente por el sudor y suspiré de forma entrecortada cuando mis latidos retumbaron en mis oídos por los nervios.
—¿Puedo hacer lo mismo por ti?
Michael parpadeó un par de veces y se inclinó para dejar un beso en mis labios.
—Maldición, si lo dices mirándome de esa forma, no hay manera de que pueda negarme.
Rozó nuestras narices
—Te daría todo lo que me pidas ahora mismo si continuas mirándome así. —Se inclinó para besar cada parpado y mejillas, antes de dejar un pico en mis labios.
Se deslizó más cerca y jadeó con el contacto de su pene contra mi abdomen. Su cadera se movió y luego del primer roce, estableció un ritmo constante que me hizo sonrojar.
Esa era la primera vez que veía un pene distinto al mío y no sé sintió tan extraño como pensé. Por el contrario, la necesidad que mostraba su rostro me hizo sentir tan excitado que pude advertir cómo otra erección nacía a pesar de haberme corrido minutos atrás.
El cuerpo completo de Michael acompañaba el movimiento mientras se frotaba de forma descarada contra mí en busca de alivio. Comencé a salivar y mordí mi labio, incapaz de dejar de mirar el obsceno pedazo de carne que estaba moviéndose.
Mi mano se deslizó hacia su cintura y continúo hasta la cuerva de su espalda, cuando alcé la mirada para encontrarme con la suya.
Sus labios estaban abiertos, sus ojos entrecerrados y suaves jadeos acompañados de sonidos encantadores estaban empezando a ponerme caliente.
Me moví hasta que estuve de rodillas y él se acomodó para permitirme explorar aquello que estaba dispuesto para mí. Copié las acciones de Michael y deslicé mi lengua, mordí o succioné cada trozo de piel que apareció ante mí.
De vez en cuando me apartaba para darle atención a su boca y luego volvía a mi intensa exploración, con el objetivo de memorizar cada peca o lunar que saltó a la vista.
En un impulso de necesidad, mis caderas se movieron provocando un roce entre nuestros miembros que nos sacó gemidos a juego. Abrí sus piernas y comencé a moverme con desesperación a medida que sentía que el orgasmo se acercaba y los sonidos que Michael expulsaba se volvían más agudos y constantes.
Sin poder detenerme, me alejé para meter el pene en mi boca, aunque bastó unas cuentas lamidas para que se viniera en mi boca, justo como yo lo había hecho.
Tragué lo que pude, pero en mi inexperiencia hice un desastre con la viscosa sustancia, que cayó por el borde de mi boca y siguió hasta ni pecho. Limpié con una de las camisas desechadas el lío y me acosté al lado del chico que aún intentaba normalizar su respiración, con un brillo de satisfacción iluminando sus irises; sus mejillas estaban tan rojas como sus labios por las constantes mordidas.
Deslizó una mano alrededor y besó la comisura de mis labios antes de apartarse. Su palma se movió de mi espalda a mi trasero y luego volvieron, dejando caricias. Continuó de esa forma por un rato hasta que en medio de otro beso deslizó un dedo entre mis mejillas para frotar la piel alrededor de mi agujero.
—¿Estás cansado? —preguntó en un susurró mientras pegaba su frente a la mía—. ¿Te gustaría probar algo más?
El exceso de contacto de Michael me tenía mareado y deseoso de más. No había dejado de besarme ni de tocar mi cuerpo ni por un segundo. Parecía fascinado con cada tramo de piel a su paso y eso me hizo querer explorar más.
Estaba asustado, no iba a negarlo. Pero ahora que conocía su toque y la delicadeza con la que me trataba para no lastimarme, estaba dispuesto a seguir adelante.
—Me gustaría —murmuré, intentando dejar la vergüenza de lado.
Michael mordió mi labio inferior.
—¿Estás seguro? —dudó—. No quiero que lo arruinemos por apresurarnos.
Me alejé un poco para liberar mi labio de la presión de sus dientes para bajar y dejar un beso en su mandíbula.
—Estoy muy seguro. —Mis orbes fijos en los labios rojos por tantos besos compartidos—. Deseo esto, lo prometo.
Nuestros ojos se encontraron y yo intenté transmitirle toda la seguridad que pude en ese momento. Agarré su rostro y en medio de un nuevo beso le insté a subirse sobre mí. Con lentitud se irguió y con sus muslos abrió mis piernas para instalarse entre ellas con agilidad.
Sus manos me marcaron y sus labios se deslizaron por mi piel tanto como pudieron cuando dejó mi boca para hacer su recorrido de mi mandíbula a mi clavícula, con mordidas y chupetones de por medio.
Rodeó mi ombligo con su lengua e hizo que mis pezones se volvieran en extremo sensibles hasta el punto de que tan solo su aliento chocando otra mi piel me hacía temblar.
Mi espalda se arqueó y Michael maldijo antes alejarse e inclinarse en el borde de la cama para buscar algo en el piso. Al incorporarse, tenía dos envoltorios de aluminio en las manos.
Alcé una ceja de forma inquisitiva y él tuvo la decencia de lucir avergonzado.
—Un hombre debe estar preparado para lo que sea —se defendió.
Abrió uno de los envoltorios y embadurnó sus dedos del líquido transparente, antes de frotarlos y llevarlos a mi entrada para deslizarlos alrededor de la piel durante unos segundos. Luego apretó y un dedo comenzó a deslizarse en mi interior, generando una sensación incomoda mezclada con el leve ardor que sentía en la zona.
Al instante se detuvo para analizar mi rostro.
—Si te duele o incomoda, dímelo —pidió—. Lo que menos quiero es hacerte daño.
Asentí y apreté mis dientes mientras Michael me preparaba con calma y paciencia, siempre atento a mi bienestar. Un dedo se convirtió en dos y luego tres de sus dedos entraban y salían mientras realizaba diversos movimientos para estirarme de forma adecuada.
Mis caderas comenzaron a moverse de forma desvergonzada, necesitando desesperadamente sentir más de esa placentera sensación que me recorrió cuando tocó algo en mi interior.
El ardor nunca desapareció, pero a medida que me acostumbraba la sensación solo sirvió para complementar el placer que ya comenzaba a sentir.
—Si así te ves con mis dedos dentro de ti, no me quiero imaginar cómo te verás cuando me entierre en ti.
Mi pene pulsó mientras los ojos se Michael seguían detallando la forma en que sus dedos se perdían en mi interior. Llevó su mano a su pene y comenzó a masturbarse al ver la forma en que mi entrada se abría con el movimiento.
Mis piernas se abrieron más y su ceja se alzó en respuesta.
—¿Intentas decirme algo? —deslizó su dedo por mi muslo descubierto y mi boca se abrió para soltar un sonido vergonzoso.
Maldijo entre dientes y extrajo sus dedos para abrir el envoltorio del condón y cubrir su pene con lubricante, antes de colocar la cabeza en mi entrada.
—Voy a entrar, avísame si duele.
Asentí, incapaz de completar algún pensamiento o formular una oración coherente.
Michael comenzó a entrar y mi cuerpo se tensó cuando el ardor inicial se convirtió en dolor punzante. Se detuvo un momento y se inclinó para juntar su frente con la mía.
—Necesito que te relajes, dulzura. —Aspiró una bocanada de aire—. Dolerá más si estás tenso.
Bajó su mano hasta mi pene y comenzó a moverla hasta que creció de nuevo y el placer comenzó a opacar el dolor. Dejó besos, mordidas y lamidas mientras continuaba entrando, hasta que estuvo enterrado en mi interior.
—¿Estás bien?
Su frente se pegó a la mía al mismo tiempo que su cálido aliento chocó contra mis labios. Moví la cabeza en respuesta, provocando que nuestras narices se rozaran.
—Estoy bien, pero dame un momento —suspiré—. Por favor
Michael asintió y repartió besos por mi rostro, sacándome una tonta sonrisa que se convirtió en una pequeña carcajada que correspondió, sonriendo.
Luego de un par de roces más y mi señal de aprobación, se arrodilló sobre la cama con mis piernas abiertas sobre sus muslos mientras veía el lugar en el que nuestros cuerpos se unían. Salió un poco de mi interior y luego entró con suavidad sin dejar de mirar la forma en que me abría. Afianzó su agarre en mis caderas y aumentó la velocidad de sus movimientos a medida que se deslizaba con mayor facilidad.
Sus ojos se apartaron del lugar y recorrieron mi cuerpo hasta llegar a mi rostro.
Michael se inclinó y besó mi cuello, antes de suspirar.
—¿Te he dicho ya lo precioso que eres?
Michael entrelazó nuestros dedos sobre las sábanas mientras entraba y salía de mi interior sin dejar de mirarme ni por un segundos; sus orbes fijos en mí y en las expresiones que hacía.
Inclinó su cabeza y chupó mi pezón para que luego su lengua se enredara alrededor de la pequeña protuberancia, sacándome un fuerte gemido. Atrapé mi labio con los dientes en un intento por contener todos esos sonidos que querían salir mientras mi mano viajaba a su cabello para jalonearlo de forma brusca.
Nuestras caderas continuaron moviéndose y mi pene se frotaba contra su abdomen, contribuyendo al cumulo de sensaciones que me golpeaban al mismo tiempo, haciéndome perder la cabeza.
Los ojos de Michael estaban acuosos y brillaban con intensidad mientras me veía, sus mejillas exhibían un profundo sonrojo y sus labios entreabiertos no dejaban de expulsar esos irresistibles sonidos que presionaban los botones correctos.
El movimiento en su pelvis se detuvo de pronto y cuando estuve a punto de quejarme, sujetó mi cadera con fuerza y se estrelló contra mí con fuerza renovada.
Su cuerpo se inclinó de nuevo para atrapar mis labios en un beso necesitado, todo dientes y lengua. Mis piernas se engancharon en su cintura y sus manos se aferraron a mis caderas justo de antes de que mi cadera se moviera en respuesta a la suya.
Mis manos se aferraron a los hombros de Michael y mis uñas se enterraron en su piel cuando un estremecimiento me recorrió, anunciando lo cerca que estaba de venirme.
Enterré la cabeza en la almohada y me dejé llevar por las sensaciones mientras el movimiento de caderas aumentaba con cada segundo que pasaba y las manos de Michael recorrían con hambre cada trozo de piel que aparecía ante él.
—Joder, Stephen —murmuró con desesperación bajando la cabeza para morder mi clavícula—. Maldición... no puedo detenerme.
Michael estaba sin aliento, lamiendo cada porción de piel que podía, dejando uno que otro chupetón como un hombre hambriento y lamiendo con una necesidad me hizo perder la batalla ante todo el placer que estaba sintiendo.
Sin ser consciente de ello, me vine con una fuerza abrumadora que me hizo tomarle del rostro para tomar sus labios con torpeza, debido a lo perdido que estaba en esa nube de placer. Michael mordió mis labios y maldijo justo antes de venirse con pequeños espasmos que me hicieron sonreír complacido.
Estaba tirado sobre esa cama, más satisfecho que nunca mientras miraba al irresistible chico sobre mí con sus ojos cerrados, intentando calmar su respiración y salir de la bruma de placer en la que se vio envuelto. Su cabello estaba despeinado y algunos mechones caían por su rostro ahora perlado por el sudor.
Moví mi mano para acariciar las hebras y mis ojos se perdieron en el furioso sonrojo que adornaba esa expresión saciada que tenía.
Mi mano bajó a su rostro, posicionándose sobre su mejilla con dulzura, y Michael abrió sus ojos, exhibiendo un gris claro que me pareció encantador. El brillo que poseía solo hizo que mi corazón se saltara un latido por lo abrumador que era estar con él.
Una sonrisa tonta se instaló en su boca justo antes de bajar nuevamente sobre mí y dejar un casto beso sobre mis labios.
—Eso fue asombroso, Stephen.
De forma repentina, se irguió en su lugar, se salió de mi interior, provocando un jadeo en ambos. Retiró el condón y lo amarró para luego tirarlo en la papelera. Tomó su camisa para limpiar el desastre sobre ambos, antes de tirarla lejos e inclinarse para dejar un montón de besos en mi rostro.
Reí en respuesta y él mostró esa encantadora sonrisa que hacía que mi corazón se acelerara. Se acomodó sobre el colchón y yo me acurruqué a su lado con la cabeza apoyada en su pecho, procurando recuperar el aliento.
Su mano se colocó sobre mi cabeza y sus dedos comenzaron a juguetear con mi cabello.
—¿Te sientes bien? —Un beso fue dejado en mi sien justo antes de que un suspiro saliera expulsado de sus labios—. ¿Cómo estuvo? ¿Lo hice bien?
Reí ante la ternura que me provocaba su emoción.
—Estuviste más que bien —halagué. Luego me erguí para encontrarme con su mirada—. ¿Acaso lo dudas?
Sus mejillas adquirieron una coloración roja antes de que apartara su mirada de la mía con evidente vergüenza en sus rasgos. Sonreí enternecido y me incliné para dejar un beso en su frente. Me levanté de la cama e hice una mueca cuando una punzada en mi espalda baja se hizo presente con el movimiento.
Caminé a mi closet en busca de dos camisetas, me coloqué una y la otra se la aventé a Michael mientras me dirigía al DVD para colocar la siguiente película. Volví a la cama cuando la pantalla se iluminó y destapé la otra caja de pizza para colocarla entre los dos.
Cuando los estudios encargados de la producción aparecieron, Michael apoyó su cabeza en mi hombro y luego de un suspiro, murmuró:
—Déanann tú chomh sásta liom... [Me haces tan feliz].
No tenía idea de qué significaban sus palabras, pero el sentimiento en su murmullo agitó mi corazón y me hizo acurrucarme contra él mientras la siguiente película comenzaba.
─────•☆•─────
Bueno, como comprenderán, editar este capítulo fue dificil y admito que fue una de las razones por las que me costó volver. Pero aquí estamos.
Solo dejenme decirles que no tengo mayor hater que yo misma y no pude creer todas las barbaridades que escribí jsakjsa y los amo por aceptar cada tontería que expresé. PERO, ahora sí tenemos capítulo serio y bonito uwu
Espero que les guste el cambio (tengo fe de que lo noten, porque muchos expresaron que releyeron este capítulo una y otra vez)
Quiero que sepan que yo más que nadie amo lo que escribo y que no estuviese reescribiendo esta historia si no sintiese que fuese necesario hacerlo. Así como soy capaz de alabar mi trabajo, también soy capaz de ser objetiva y reconocer cuándo algo no es bueno.
Me gusta la historia y desde el momento en que la terminé, supe que merecía algo mejor.
Solo me queda agradecer toda la paciencia y el apoyo que he recibido de ustedes. Me hace muy feliz ver la cantidad de personas que continuan allí aguardando por una actualización, pese al tiempo que me he perdido.
En verdad, gracias. No tienen idea de todo lo que significa para mi <3
Por lo que, hoy sólo necesito opiniones sinceras:
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Gracias por leerme.
Los amo un montón ♡
Nos leemos más pronto que tarde... tal vez :D
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