C A P Í T U L O 26
Observé por unos largos minutos el cheque que mi padre había dejado en la mesa como todos los meses para que dispusiese del dinero en las compras de la casa, que solo yo hacía porque él pasaba más tiempo en la empresa en la que trabajaba que en casa.
Leí una y otra vez la nota que decía: «Aquí está el dinero del mes. Si hace falta, no dudes en pedir más»
Tomé el dinero y suspiré, sabiendo que no tenía otra opción porque en realidad ya era hora de reponer algunas cosas que faltaban. Salí de la cocina para subir a mi habitación y darme una ducha, antes de salir de la casa ya arreglado rumbo al súper mercado.
Golpeé el volante con mis dedos mientras me estacionaba con cuidado y aseguraba mi auto una vez había salido.
Entré al gran establecimiento jugando con más llaves en mis manos mientras con la otra tomaba la gran lista de mi bolsillo que había comenzado a escribir una semana atrás para leer todo lo que hacía falta.
Con carrito en mano, comencé a recorrer los pasillos cuando a mi mente vino el recuerdo de Michael y yo corriendo como idiotas para llegar a la caja primero que el otro.
Solté una pequeña risa cuando me detuve en la sección de carnes y tomaba una bandeja de chuleta sin nadie que me la quitara de las manos, ya fuese que lo hiciese cierto chico que me tenía más idiota de lo normal o alguna ancianita random salida de la basura.
Rodeé cada corredor que lo requirió para obtener todo lo que necesitaba de la lista y, antes de darme cuenta, ya lo tenía todo.
Mientras esperaba pacientemente en la fila para pagar, mi mirada se desvió por casualidad a las revistas que descansaban en la pequeña estantería de acuerdo a edición y fecha. Solté el carrito por un momento y agarré la primera que llamó mi atención para comenzar a ojearla con curiosidad cuando una página llena de anuncios y ofertas de agentes inmobiliarios saltó a la vista.
Observé la cantidad de conjuntos residenciales que ofertaban en distintos precios de acuerdo a la zona de la ciudad en la que se encontrase. Leí cada descripción y beneficio, así como cada requisito que debía cumplirse para adquirir un lugar de esos.
Francamente la mayoría de los condominios eran costosos, pero valía totalmente la pena por la comodidad y seguridad que ofrecían. Aunque difícil de pagar, era bastante accesible y con un buen sueldo, una buena administración del dinero y mucha paciencia, en un par de meses podría conseguirse.
Hasta ahora la idea de dejar la casa e irme a vivir solo nunca pasó por mi mente. Siempre tuve la esperanza de forjar algún vínculo con mi padre y esa inexistente conexión era lo único que me mantenía anclado a esa casa llena de recuerdos tan dolorosos que me hacían daño.
Pero las cosas eran diferentes ahora. Tenía veintiún años, estaba a mitad de mi carrera universitaria y nada con mi padre había mejorado, por lo que continuar viviendo allí solo parecía una vana excusa para seguir aferrado a aquello que me causaba tanto sufrimiento.
Seguí ojeando la revista, sin poder dejar de pensar en las ofertas que había visto con anterioridad cuando casi al final de la penúltima hoja había anuncios de trabajo y solicitudes de empleados con condiciones a cumplir bastante específicas.
Había ofertas bastante interesantes, otras no tanto, pero decidí que no podía conformarme con cualquier empleo cuando estaba apostando por un proyecto tan grande.
Tiré la revista en el carrito y tomé la siguiente para revisar la sección de empleos cuando un carraspeo me hizo alzar la vista del trabajo de administrador que estaba analizando.
Una señora que rondaba los cuarenta aproximadamente me miraba con amabilidad mientras señalaba la fila ante mí.
—Chico, la fila ha avanzado.
Miré al frente, notando lo que decía.
—Lo lamento, estaba distraído.
La mujer asintió complacida mientras yo caminaba hacia la caja para que embolsaran todas mis compras. Pagué por todo y salí del establecimiento sintiéndome ansioso por la idea que comenzaba a cocinarse en mi cabeza.
Cuando estuve a metros de mi auto, me detuve y detallé el Honda Civic 2017 gris que me llevaba a todas partes. Había sido el regalo de cumpleaños número dieciocho de mi padre y el único que obtuve de su parte.
Mientras lo detallaba la determinación que sentía comenzó a mermar, haciéndome sentir desanimado. No quería sentirme culpable por dejarle, pero también sabía que por mi salud mental lo más correcto era hacer lo que estaba pensando.
Por el bien de ambos.
Guardé las compras en el maletero del coche y llevé conmigo las dos revistas para dejarlas sobre el asiento del copiloto. Tomé la que no había terminado de leer y continúe analizando cada oferta hasta que una en específico llamó mi atención.
Pedían a una persona que como mínimo tuviese condición de pasante si no tenía título universitario. Aunque a su vez ésta tenía que tener conocimientos generales y específicos sobre contabilidad. El horario era bastante accesible teniendo en cuenta mi condición de estudiante y la paga era más que suficiente para conseguir lo que quería con mucho esfuerzo y dedicación.
No era un economista propiamente, pero siempre fui bueno con los números y mis conocimientos sobre el tema eran amplios. Esperaba que algunas referencias por parte de mis profesores fuesen suficientes para optar por el cargo.
Lancé la revista de nuevo al asiento del copiloto y recosté la cabeza en mi asiento mientras cerraba los ojos y me preguntaba si era correcto seguir con lo que tenía en mente.
Cuando era más joven tuve un trabajo de medio tiempo en una pequeña tienda de conveniencia que abría las veinticuatro horas del día. No sabía nada del mundo laboral y los objetivos a cumplir no se comparaban en lo más mínimo.
En aquel entonces solo había intentado comprar mi batería junto con sus accesorios y ahora intentaba independizarme de mi padre e ir a vivir solo.
Había sacrificado muchas cosas y había invertido mucho tiempo para lograrlo. Pero aun así lo que quería ahora se encontraba a un nivel superior.
Hasta ahora había ahorrado bastante bien el dinero que me daban de manera fácil, pero aún no conocía la sensación de resguardar dinero propio para cubrir todas mis necesidades. El nivel de administración que debía tener ahora no se parecía en nada al de antes, más que nada porque todos los gastos correrían por mi cuenta.
Las dudas comenzaron a hacer los suyo y mis inseguridades me llevaron a pensar que no sería capaz de lograr algo tan grande como lo que quería. Tomé una profunda respiración y luego solté todo el aire mientras pensaba en lo que haría ahora.
Encendí mi auto y comencé a conducir por la ciudad cuando comprendí que posiblemente lo mejor sería consultar con alguien sobre lo que estaba pensando y recibir alguna asesoría con algún experto.
Mordí mi labio y apreté el volante con fuerza cuando mis manos comenzaron a temblar mientras cambiaba el rumbo para dirigirme hacia la casa de Michael. No sabía en qué podría ayudarme, pero sentía una inexplicable necesidad por verle y hablar con él para calmar un poco la ansiedad que comenzaba a volverse insoportable.
Me detuve frente a su entrada y me dediqué a observar la casa por unos minutos, sin saber qué hacer. Observé las revistas en el asiento y una nueva determinación se apoderó de mí, llenándome del valor que necesitaba para salir del auto y tocar el timbre de la casa.
Enrollé las revistas y las guardé en los bolsillos traseros de mi pantalón respectivamente justo antes de que Derek abriera la puerta y me recibiera con una sonrisa.
—Hey, Stephen, qué agradable verte. —Me miró de arriba abajo—. ¿Qué te trae por aquí?
Asentí a Derek en señal de saludo y sobé mi nuca con nerviosismo mientras esquivaba su mirada.
—¿Se encuentra Michael?
Se hizo a un lado y me permitió la entrada.
—Está en su habitación, ya sabes dónde queda —sonrió de una forma que no pude comprender
Le di las gracias, un poco confundido, y caminé sin mirar atrás, subiendo las escaleras de dos en dos para llegar lo más rápido posible a la persona que me hacía sentir seguro. Toqué la puerta un par de veces y un «adelante», me hizo asomar la cabeza para ver a Michael acostado en su cama sin camisa y observando su teléfono.
Cuando no hice el intento de entrar, él alzó la mirada que pasó de la calma a la sorpresa cuando descubrió que se trataba de mí.
—Hey, no te esperaba.
Michael se incorporó en la cama y dejó el teléfono a un lado para observarme con interés y algo de curiosidad.
—Lo siento, es solo que...
—No tienes que disculparte por venir a visitar a tu novio, ¿sabes?
Cerré la puerta tras de mí, aún con el nerviosismo burbujeando en mi interior y me acerqué a dónde estaba para sentarme a su lado. Las revistas en mis bolsillos impidiendo que me relajara.
—¿Cómo estás? —Una pequeña sonrisa hizo acto de presencia en su rostro.
—Mucho mejor ahora que estás aquí —susurró acercándose—. ¿No hay un beso para tu novio?
Rodé mis ojos con fastidio aunque el gesto se vio arruinado por la sonrisa que se extendió momentos después por mi cara.
Le tomé del cuello y me acerqué hasta dejar un pequeño beso en la comisura de sus labios. El brillo en su mirada casi me deslumbró cuando se alejó de mí.
—Ahora, a eso le llamo estar mejor que nunca.
Mordí mi labio inferior y desvié la mirada para inspeccionar el siempre ordenado cuarto de Michael. Todo se encontraba en su lugar como de costumbre y sin darme cuenta mi mirada se fijó en la escultura que adquirió hace poco mientras me preguntaba de qué forma abordaría el tema que quería tocar con él.
—Stephen, basta. —Volví a mirarle sin saber a qué se refería cuando tomó mis manos entre las suyas y separó mis dedos de la carne en dónde comenzaba a romperme la piel.
Michael frunció su ceño y me miró con extrañeza mientras me analizaba. Ladeó la cabeza sin comprender lo que ocurría, para luego preguntar:
—¿Qué ocurre? Me estás preocupando.
Detalló mis manos para cerciorarse de que todo estuviese en orden antes de verme con precaución.
—Yo... en realidad vine porque quería hablar algunas cosas contigo.
—¿Algunas cosas?
Lo miré fijamente preguntándome la razón por la que sentía aquella profunda necesidad de discutir esto con él y saber su opinión. Pero aún había mucho que no comprendía.
Parecía curioso e intrigado. Busqué valor en su mirada y suspiré cuando comprendí que el valor debía encontrarlo en mi interior. Separé mis manos de las de él y palpé mis bolsillos traseros.
—Compré esto —murmuré
Saqué las revistas de los bolsillos traseros y las coloqué sobre la cama, revelándolas por primera vez. Ambas las abrí en la página que me interesaba y las dejé ante Michael esperando a que revisara el contenido para saber su opinión.
Michael observó con curiosidad mis movimientos mientras intercalaba la mirada entre las revistas y yo, intentando comprender lo que ocurría. Cuando notó la expectación con la que le miraba, tomó ambas revistas y analizó el contenido con el objetivo de entender lo que intentaba mostrarle.
Ojeó ambas páginas expuestas y leyó cada oferta de la misma forma en que yo lo hice, antes de apartar ambos objetos y observarme.
—Creo que... me postularé para algo —confesé sobándome el brazo—. Siento que llegó el momento de asumir que las cosas no se arreglarán con Steve, así que ya no le veo el sentido a vivir en un lugar que me hace tanto daño día a día. —Me removí en la cama hasta encontrarme más cerca de él. Por alguna razón, necesitaba la cercanía—. Tal vez ya sea el momento de buscar mi propio lugar.
Michael asintió con lentitud. Miró las revistas sobre su cama con seriedad, antes de clavar sus ojos en los míos con una intensidad que me hizo sentir pequeño.
—¿Estás seguro de esto? —Su mano se deslizó entre la mía, entrelazando nuestros dedos y dándome un apretón que me dio las fuerzas para contestarle.
—No. —Reí con nerviosismo. Me sentía perdido y no sabía a quién recurrir—. Tengo miedo, este es un gran paso e incluso aunque intento convencerme de que esto es lo mejor, hay muchas dudas rondando en mi mente en este momento. Me siento culpable por hacerle esto a Steve, pero es yo ya no puedo más. En unos meses cumpliré veintidós años y quiero que las cosas sean diferentes.
Michael cerró la distancia entre ambos y me encerró entre sus brazos con fuerza, al parecer intuyendo que su cercanía era todo lo que necesitaba. Me aferré a él con la misma intensidad y enterré mi nariz en su cuello para aspirar ese aroma que tanto me gustaba en él.
—Yo te apoyaré en la decisión que sea que tomes. —Su voz sonaba amortiguada, debido a que sus labios estaban sobre la piel debajo de mi oreja—. Si crees que esto es lo correcto, yo no puedo hacer más que estar a tu lado dándote las fuerzas que necesitas para seguir.
La sensación de seguridad sumado al alivio tan enorme que sentí al oírle decir aquello, me hizo pensar que había tomado la decisión correcta al venir aquí y confesarle lo que estaba ocurriendo. Lo supiese o no, su opinión era importante para mí y mi reacción natural lo dejaba en evidencia.
Su apoyo era lo que más necesitaba en ese momento y no lo supe hasta que pronunció aquellas palabras.
—Gracias —susurré sobre su cuello, provocándole un pequeño estremecimiento.
Las mano de Michael continuaban dando caricias en mi espalda y cabello, respectivamente, pero al escucharme, detuvo todo movimiento y se apartó un poco de mi para mirarme con confusión.
—¿Por qué?
Me encogí de hombros.
—Por esto... —Me dediqué a detallar sus ojos—. Tu opinión es realmente importante para mí.
Una linda sonrisa apareció en su rostro, provocando que mi corazón se saltase un par de latidos por la emoción. Verle sonreír siempre era un lindo espectáculo que no quería dejar de presenciar nunca.
—Tu bienestar también lo es para mí —dejó un pequeño beso en mis labios, junto a un par más que no pudo evitar repartir por mi boca—. Lo que sea que necesites, no dudes en pedirlo. Estaré más que feliz de ayudarte.
Desvié la mirada.
—En realidad, yo no quiero molestar, pero... —Tragué nervioso por lo que estaba a punto de pedir—. ¿Crees que tú padre podría darme su opinión profesional al respecto? También quería que me diera algunos consejos para ahorrar de manera adecuada.
Michael sonrió de medio lado y acarició mi mejilla con su mano mientras me observaba con ternura.
—No es ninguna molestia, Stephen. Mi familia es tu familia y sé que papá te dará esa opinión con gusto.
Una emoción que no pude comprender me embargó luego de oír aquello y tragué grueso para tragar el nudo que se formó de pronto en mi garganta. Me aparté un poco de él cuando me sentí abrumado por los sentimientos del momento y solo así me percaté de que seguía sin camisa.
Alcé una ceja y le señalé.
—¿Intentas algo con eso?
Sonrió de medio lado.
—Depende, ¿está funcionando?
Resoplé y me levanté de la cama para peinar mi cabello hacia atrás y respirar con más tranquilidad desde que entré a la habitación. Ya no me encontraba tan tenso y me sentía un tanto liberado después de hablar sobre lo que rondaba por mi mente.
Un movimiento me sacó de mis pensamientos y cuando miré sobre mi hombro, noté que Michael se había colocado una camiseta y ahora amarraba los cordones de unas botas que se había colocado.
Tomó las revistas y me las extendió mientras me miraba de forma interrogante.
—¿Esperarás aquí hasta que llegue papá? No creo que tarde tanto, creo que hoy solo tenía una junta y volvía a casa.
Pensé en su pregunta mientras detallaba la pared llena de pinturas. Luego asentí distraídamente, aceptando su propuesta.
—Te gusta mucho el arte abstracto, ¿cierto?
Michael asintió confundido y yo asentí complacido por ello. Caminé hacia la puerta, con él siguiendo mis pasos. Salimos de su habitación y bajamos las escaleras para dirigirnos a la cocina, llamando la atención de los demás, que me miraban entre perplejos y confundidos.
Sentada frente a la isla jugando algo en su teléfono se encontraba Lena, cuando nos vio, dejó el aparato a un lado y salió a saludarnos emocionada.
—Stephen, querido —me abrazó con ese cariño al que comenzaba a acostumbrarme, antes de alejarse para estrujar mis mejillas—. ¿Cómo estás?
—No me quejo —sonreí como pude sobre su agarre—. ¿Cómo está- estás tú?
Me corregí sabiendo que odiaba que siquiera insinuara que estaba mayor. Ella sonrió complacida y me guió de la mano a una de las sillas altas que rodeaban la isla.
—Todo de maravilla —Intercaló su mirada entre su hijo y yo, antes de sonreír con amplitud—. Hice unos scones que saqué hace poco del horno, ¿quieren?
—Joder, claro que sí. —Michael tomó asiento de inmediato y ambos observamos a la señora Lena servirnos un pequeño plato con scones y una taza de té.
—Estamos esperando a papá, Stephen quiere hacerle un par de consultas.
—Oh... —Me miró con curiosidad—. ¿Ocurre algo malo?
Negué un par de veces mientras tragaba el panecillo que había metido a mi boca segundos antes.
—No, es solo que... estaba pensando en mudarme y pensé en pedirle un par de consejos.
La señora Lena me observó por unos segundos con una expresión que no pude descifrar antes de mirar a su hijo con la misma expresión. Michael y ella intercambiaron miradas por unos segundos más, antes de volver a mirarme con una sonrisa.
—Bueno, Mason está a punto de llegar, pueden esperarlo aquí mientras voy a cambiarme.
Se sacó el delantal para dejarlo sobre el espaldar de una silla, antes de salir de la cocina dejándonos solos. Michael y yo terminamos de comer nuestros scones y treinta minutos después, Mason atravesó la entrada de la cocina para acercarse con rapidez a la nevera y tomar un vaso de agua.
Miré a Michael y él sonrió, haciéndome entender que todo estaría bien.
—Hey, papá. Te estábamos esperando.
Mason dejó el vaso de agua a un lado y nos miró con confusión.
—¿A mí? —Dejó su maletín a un lado y se sentó frente a nosotros—. ¿Qué ocurre?
Coloqué el par de revistas que llevaba sobre el mesón provocando que desviase la mirada hacia ellas.
—Quería hacerle un par de consultas con respecto a un trabajo que quiero tomar —comencé explicando. Masón alzó la mirada y me detalló con interés—. También pedir consejo sobre un par de lugares que estuve viendo para ir a vivir.
Mason me analizó de la misma forma en que lo hizo la señora Lena y miró a Michael de la misma forma, haciendo que me preguntase la razón de las miradas.
Tal vez era extraño para ellos que buscase ayuda en personas ajenas a mí y no en mi familia.
Pero así era la vida.
Mason volvió a mirarme aunque ésta vez una sonrisa reemplazaba su anterior seriedad. Tomó las revistas con entusiasmo, pareciendo incluso emocionado de que le estuviera consultando a él.
Antes de comenzar, el padre de Michael me explicó que como estudiante universitario podrían intentar aprovecharse de mis capacidades sin remuneración de por medio por la falta de experiencia, por lo que debía tener algunas cosas en cuenta. Me preguntó por las materias que ya había visto en la universidad y reflexionó un momento sobre los beneficios que tenía haberlas visto.
Mason analizó todo con seriedad, me dio algunas sugerencias y me confirmó que el trabajo sería suficiente si lo aprovechaba de manera adecuada. También me ayudó a crear un balance que me permitiese ahorrar el suficiente dinero para obtener en tan solo un par de meses lo que me había propuesto.
Tomaba nota de todo lo que decía en el teléfono y Michael a mi lado hacia comentarios sobre el tema que eran aprobados por su padre. Apunté un par de cursos que el señor Blut me sugirió que hiciese y al finalizar le di la mano para agradecerle por todo.
—Muchas gracias por darme algo de su tiempo, Mason.
Movió su mano, restándole importancia.
—No fue nada, muchacho. Espero que logres todo lo que te propongas. —Me dio un apretón en el hombro, antes de que un brillo juguetón apareciera en sus ojos, recordándome al brillo travieso que aparecía en los de Michael—. Ojalá mis hijos también pensaran en irse pronto.
Michael y yo reímos por la insinuación de su padre y no dejamos de hacerlo mientras atravesábamos la sala de la casa, bajo la atenta mirada de sus hermanos, hasta llegar a la puerta.
Me giré hacia Michael una vez en la salida y le miré con seriedad.
—No dejes de agradecerle a tu padre por lo que hizo por mí hoy, por favor. —Exhalé con algo de alivio—. Fue de mucha ayuda y ahora me siento más tranquilo.
—Para él no fue nada y estuvo gustoso de ayudarte. Pero está bien, le dejaré saber lo agradecido que estás.
Michael y yo nos miramos por un largo rato, queriendo estar más cerca del otro, pero sabiendo que sus hermanos estaban atentos a cada uno de nuestros movimientos y no dejaban de observarnos.
—Te debo el beso de despedida —susurré lo más cerca que pude de su cara, antes de darme la vuelta y correr hacia mi auto con una gran sonrisa en mi rostro.
Mi sonrisa se amplió al ver su expresión consternada y solo alcé la mano en forma de despedida antes de salir de allí sintiéndome más ligero y cómodo con la decisión que había tomado para mí futuro.
Gracias al padre de Michael ya tenía un punto de partida y un nuevo rumbo al que podía aspirar.
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Hola, bellezas, espero que se encuentren bien y me hayan extrañado jaksjak
No traigo excusas :'v Ciertamente, éste capítulo fue muy difícil de editar. Estaba más desordenado que mi vida:)
Admito que me me gustan los cambios que estoy realizando a toda la historia. La siento más mía y eso me agrada mucho. Realmente espero que se están notando y, como plus, les esté gustando uwu <3
Estos capítulos que vienen me gustan mucho porque se dedican a Stephen y su vida personal a nivel individual. Esa toma de decisiones a futuro que todos debemos hacer de vez en cuando en determinado momento de nustras vidas porque creemos que es lo mejor...
Bueno, sin más que decir, el resto ya lo saben: voten y comenten si les está gustando.
Se aceptan todo tipo de sugerencias;)
Los amo un montón ♡
y muchas gracias por apoyarme al leer <3
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