C A P Í T U L O 24

Cosas como el descanso y el tiempo libre sonaban demasiado lejanas cuando llegaba la semana de parciales y debíamos dedicar la mayor parte del tiempo posible a abarcar los contenidos con la esperanza de pasar una materia que debíamos estudiar desde el principio y no al final cuando ya no había más opción.

No obstante, no podía decir que estaba arrepentido por eso cuando mi tiempo lo había pasado con Michael las últimas semanas. No podía sentir remordimiento cuando la salida a la discoteca que tuvimos hace dos semanas seguía repitiéndose en mi cabeza como una vieja película que quería que se repitiese.

El problema era que la semana de exámenes estaba consumiendo mi vida. Mis ojeras tenían ojeras y ya no sabía lo que era dormir ocho horas seguidas. Ya había tenido las tres primeras evaluaciones y lo único que quería hacer era rendirme sabiendo que aún me faltaba una. Sentía que no podía con el estrés y el cansancio que me generaban tantas horas de estudio y pocas de sueño.

Hace una semana presentamos el segundo informe del trabajo de contabilidad social y tuvimos la defensa en dónde expusimos la problemática del lugar. Holvan nos felicitó y la recaudación de fondos había sido un éxito la última semana dado que la publicidad había sido tan efectiva que muchas personas se estaban sumando.

Al menos en esa materia ya teníamos la mitad de la nota.

Pero había visto tantos números los últimos días, que sentía que estaba perdiendo la cabeza.

—Si la formula general es Y= β0 + β1X1 + β2X2 + u. Entonces, al asignarle los valores, tendría... —murmuré distraídamente mientras mordía la punta del portaminas y analizaba el ejercicio que estaba resolviendo, precedido por la serie de ejercicios resueltos que tenía en la libreta que descansaba sobre la mesa.

Cuando visualicé en mi mente el propósito del ejercicio, comencé reemplazar las variables con los datos que tenía y tomé la calculadora para realizar las cuentas que necesitaba. Anoté los números que obtuve en la pequeña pantalla, culminando de esa forma el antepenúltimo ejercicio de la guía. Luego comprobé cuidadosamente el resultado en el solucionario y sonreí con satisfacción al comprobar que mi resultado era el correcto.

Me estiré sobre mi asiento y exhalé con fuerza cuando mis huesos crujieron por el movimiento. Las pocas horas de sueño que había tenido los últimos días estaban comenzando a dejar estragos en mi cuerpo cansado. Había dejado todo para última hora como de costumbre y ahora me encontraba intentando recuperar el tiempo perdido en la silenciosa biblioteca, pero existían factores externos que me estaban imposibilitando un poco la tarea.

Como el chico caprichoso que se sentaba a mi lado demandando un poco de atención.

—Stephen...

Era la quinta vez que Michael intentaba llamar mi atención y era la quinta vez que le ignoraba para continuar con los ejercicios.

—No me ignores —El tono caprichoso casi me hace sonreír, pero luché con todas mis fuerzas para no hacerlo porque necesitaba que Michael comprendiera que se trataba de un asunto serio.

Una pierna chocó contra la mía y mi atención se dirigió al chico que apoyaba la parte superior de su cuerpo sobre la mesa y descansaba su cabeza sobre sus brazos mientras me miraba con el entrecejo fruncido y un pequeño puchero en los labios.

Ah, maldición. ¿Cómo podría resistirme a él cuando me miraba de aquella manera?

Ni siquiera estaba seguro de cómo había logrado resistirme por tanto tiempo a su encanto. Michael sin duda me había engatusado por completo.

—Michael, hemos venido a estudiar —le recordé—. En dos días tenemos el último parcial de la semana y apenas hemos abarcado la mitad del contenido.

Se irguió en su lugar portando una expresión resignada.

—Lo sé, pero... —Bajó su mirada y detalló las manos que jugaban sobre su regazo con los hombros caídos—. Es que no me has prestado ni un poco de atención desde que llegamos aquí, solo miras ese tonto libro.

Sin duda, ese parecía el reclamo de un niño pequeño.

—Tenemos que estudiar —intentaba hacerle entender.

Se encogió de hombros, sin mirarme a la cara ni por un momento mientras seguía observando sus manos, aunque ahora la arruga en su ceño había incrementado, haciéndole ver resentido.

—Lo que sea, ya no importa. —Apoyó nuevamente la mitad de su cuerpo sobre la mesa para acostarse; sus brazos cruzados y un lado de su cara descansando sobre ellos, evitando mi mirada—. Sigue ignorándome por ese tonto examen que supongo es más importante que yo.

Moví mi cabeza hacia los lados, negando con lentitud, sin poder creer todo el reproche infantil que había recibido de Michael por una razón que no tenía ni pies ni cabeza.

¿Cómo podía lucir tan adorable aún y cuando se comportaba como un idiota? ¿Por qué me sentía enternecido por su actitud?

Solté el aire con lentitud y miré a mí alrededor sin saber de qué manera proceder ante la situación en la que me encontraba. Mordí mi labio y analicé la postura tensa de Michael sobre la mesa mientras pensaba en qué hacer para mejorar su humor.

Lo admitiera o no, odiaba que Michael estuviese enojado conmigo, así que me era imposible ignorar la inquietante necesidad de contentarle.

Acerqué mi silla a la suya y coloqué mi brazo izquierdo sobre la mesa, antes de bajar la parte superior de mi cuerpo para estar a su altura. Coloqué mi mano derecha sobre su nuca y comencé a dejar caricias lentas sobre su piel, sin saber qué otra cosa hacer.

Jugué con el nacimiento de su cabello y una sonrisa se me escapó cuando Michael comenzó a removerse para estar más cerca de mi toque.

—Sabes que eres importante para mí, Michael —susurré, sabiendo que me escuchaba por la cercanía que compartíamos—. Pero también sabes que debemos dar lo mejor de nosotros para aprobar los parciales.

Mis caricias en su piel continuaron, pero la única respuesta que recibí de él fue un leve movimiento en su cuello que me permitió deslizar mi mano con más comodidad. Acerqué un poco más mi cuerpo al suyo y me detuve cuando mi nariz chocó contra su esponjoso cabello, permitiéndome aspirar el agradable aroma de su shampoo.

Sonreí cuando se removió un poco más y dejé un pequeño beso en su cuello, provocándole un estremecimiento.

—Prometo compensarte luego si me dejas estudiar —propuse en un suave murmullo.

Alejé un poco mi cabeza cuando Michael movió la suya hasta que nos encontrábamos mirándonos de frente; nuestros rostros tan cerca del otro que nuestras narices se rozaban.

—¿Me compensarás? —La ilusión en sus ojos me hizo sonreír.

—Lo haré, pero a cambio tendrás que estudiar mucho —condicioné.

La sonrisa de Michael hizo que mi corazón se sintiera liviano y el pequeño beso que dejó sobre mi nariz aceleró los latidos de mi corazón a tal punto que me sentí frenético.

—Quiero que éste sábado vayamos a un lugar —expuso con emoción—. Este mes inauguraron un juego de Paintball y quiero que vayas conmigo.

Se irguió sobre su lugar, provocando que me apartara, mientras buscaba algo en su mochila con torpeza. Sacó un panfleto y me lo extendió, sin apartar la mirada de mi rostro.

Se trataba de un fliyer promocional sobre el juego del que Michael estaba hablando. La hoja contenía los horarios y exponía un par de ofertas con precios accesibles por el primer mes de inauguración, incluyendo algunos beneficios.

Levanté la mirada con algo de duda cuando me topé con los orbes rebosantes de emoción de Michael que esperaba una respuesta de mi parte.

No había manera en que pudiese negarme cuando me miraba de aquella manera.

Simplemente no podía decir que no, incluso si no me entusiasmaba tanto la idea. No obstante, podría probar si con ello su sonrisa perduraba.

Suspiré rendido mientras le extendía el panfleto de vuelta.

—Está bien —acepté.

El castaño dejó el objeto a un lado para tomar mi rostro entre sus manos y mirarme a los ojos con una emoción contagiosa.

—Este sábado —murmuró, rozando nuestras narices—. Te prometo que no te arrepentirás.

Me dio un pequeño beso en la boca que terminó con mi labio inferior entre sus dientes. Chupó la carne maltratada y se apartó para acomodarse en su puesto.

Abrió la libreta que estuvo cerrada la mayor parte de la mañana y ubicó la página en la que se encontraban la mitad de sus ejércitos resueltos.

—Ahora sí, a estudiar —exclamó con entusiasmo girando el lápiz entre sus dedos—. Estos ejercicios no se resolverán solos.

Cuando notó que no me había movido del lugar en el que me había dejado, arrugó la frente y me señaló con el grafito en su mano.

—¿Qué esperas para empezar, Stephen? —La pequeña reprimenda me hizo alzar una ceja con incredulidad—. No seas holgazán.

Esto era el colmo.

Entrecerré mis ojos y moví mi cabeza en señal de negación, sin poder creer el nivel de manipulación que Michael ejercía y que le permitía tener sobre mí.

Me giré en mi silla para retomar los ejercicios que había dejado de lado con el sonido de la risa de Michael de fondo. Pasé al siguiente problema sin poder borrar la sonrisa en mi rostro mientras recordaba la pequeña escena que había montado mi novio y los nuevos planes que tendríamos para el fin de semana si se esforzaba lo suficiente.

Tomé una vez más la calculadora y suspiré.

¿Siempre cedería tan fácil ante él?

⋆ ⋆ ⋆

El lugar se encontraba en total silencio. Observé a mí alrededor con cautela con el arma pegada a mi pecho mientras me cercioraba que no estuviese siendo cazado por alguien. Cuando comprobé que nadie se encontraba cerca, salí de mi escondite para movilizarme a otro lugar.

La zona de guerra, como había denominado el guía, se encontraba en un terreno de tierra, equipado con escombros compuestos por cauchos gigantes y objetos metálicos de gran tamaño, esparcidos estratégicamente para crear un campo de batalla.

El objetivo era eliminar a todos los miembros del equipo contrario, de los cuales quedaban solo tres según el marcador digital que colgaba en medio del campo.

El equipo en el que estaba Michael y el mío estaban empatados, con la misma cantidad de personas. Y algo en mi interior me decía que el pequeño manipulador al que denominaba pareja de vez en cuando seguía rondando por allí.

La vestimenta que cargaba me quedaba un poco apretada, pero deseché el pensamiento cuando un ruido me alertó, provocando que detuviese mi recorrido.

Me agaché todo lo que pude utilizando un montón de chatarra como escondite y caminé con lentitud sin dejar de estar atento a mi entorno. Cuando llegué al final de mi escondite, una persona apareció en mi campo de visión apuntándome, pero no le di chance a reaccionar cuando una bala de pintura cayó sobre su pecho al instante en que le disparé por reflejo.

Cuando cayó muerto frente a mí, suspiré con alivio y miré a mi alrededor, sabiendo que tendría que moverme con rapidez porque había expuesto mi ubicación con el ruido. En medio de mi inspección, divisé una camioneta destrozada a unos metros de dónde estaba y corrí sin dejar de mirar a mis lados, antes de arrodillarme para resguardarme por seguridad. Cuando me acerqué a la puerta para ver el panorama, oí un golpe seco que me sobresaltó por una segundo, antes de que un cuerpo cayera a unos pasos de mí sin vida.

Me levanté con precaución y cuando salí de mi escondite me encontré cara a cara con un Michael que me miraba con picardía y apoyaba el arma en su hombro. Una sonrisa arrogante adornando su rostro mientras se acercaba con lentitud.

—Manos arriba, gusano —articuló bajando el arma para apuntarme—. En este pueblo ya no cabemos los dos... —Se detuvo a unos pocos pasos de mi— Alguien envenenó el abrevadero —imitó el acento de Woody a medida que terminaba el repertorio del juguete.

Rodé mis ojos y posicioné mi arma para apuntarle también.

—Joder, Michael —pronuncié con burla—. Madura.

Una pequeña carcajada llenó el lugar vacío.

—Hakuna matata. —Se encogió de hombros con una sonrisa juguetona adornando sus labios—. Algún día descubrirás de qué se trata.

Puse mis ojos en blanco una vez más.

—Lo que sea.

Le disparé y esquivó con facilidad el punto de pintura al predecir lo que haría. Se posicionó también para dispararme, pero yo me tiré al suelo para rodar por él y así evitar que impactara contra mí.

Me arrastré por la tierra y me escondí detrás de unas láminas de metal, al mismo tiempo que oía pasos acercarse con rapidez a mi posición. Cargué el arma y salí rápidamente, pero cuando estuve a punto de dispararle, una bala impactó contra mi brazo, haciendo que me detuviese. Le miré con sorpresa pero lo único que encontré fue una mirada llena de confusión para luego ver cómo desviaba sus ojos al punto de pintura que adornaba su pecho.

Ambos encontramos nuestras miradas tras asimilar lo ocurrido y luego observamos de forma simultánea hacia nuestro costado para ver a una chica con una sonrisa victoriosa que soplaba el extremo de su arma de forma juguetona.

—Espero no haber pisoteado su orgullo, caballeros.

Michael negó con diversión mientras comenzaba a caminar hacia donde yo estaba parado, aun observando a la chica.

—Lo único que has pisoteado es mi oportunidad para ganarle a él. —Me señaló—. Pero como también perdió, lo dejaré pasar.

La chica se carcajeó cuando rodé mis ojos con fastidio y le encajé el codo en el estómago al chico, sacándole un quejido. En respuesta, Michael envolvió un brazo por mis hombros y de esa manera nos dirigimos a la habitación de equipamiento cuando el juego se dio por terminado.

—¿Te divertiste? —preguntó mientras entregábamos el uniforme al encargado.

—Sí —Me encontré sonriendo mientras nos dirigíamos hacia la salida.

Michael me observó con atención durante unos segundos, sin quitarme los ojos de encima. Encontré nuestras miradas cuando la suya comenzó a ponerme nervioso y levanté una ceja.

—¿Pasa algo?

Michael bajó la mirada al suelo por un momento, antes de volver a encontrar su mirada con la mía, con un ligero rubor en sus mejillas.

Dejó de caminar mientras abría y cerraba la boca, sin éxito. Se frotó el cuello con nerviosismo y suspiró con resignación, bajo mi atenta mirada.

—¿Puedo tomarte de la mano? —preguntó con un leve titubeo—. ¿Te sentirías incómodo si lo hacemos en público?

También dejé de caminar y estudié la postura nerviosa de Michael que se negaba a mirarme a la cara. Pensé por un momento en lo que me estaba preguntando mientras miraba la zona boscosa donde nos encontrábamos en las afueras de la ciudad.

Mi mirada se desvió hacia la entrada del lugar a unos cuantos metros de donde estábamos parados donde estaba estacionado su auto, sin saber que responder, considerando que no sabría cómo me sentiría si no lo intentaba.

No obstante, cuando estuve a punto de formular la respuesta, Michael se adelantó.

—Olvídalo —dijo de inmediato, desviando la mirada lejos de mí—. Estoy siendo egoísta.

Michael comenzó a caminar y una pesadez se instaló en mi pecho mientras veía su espalda alejarse de mí a paso lento hacia el estacionamiento del lugar.

No era que no quisiese tomarle de la mano, pero tampoco sabía cómo afrontar la situación sin sentirme expuesto. ¿Y si me incomodaba? No quería herirle.

Le seguí el paso y ambos nos montamos en el auto, siendo protagonistas de un ambiente pesado mientras íbamos de camino a casa. Michael lucía pensativo y en todo el rato había permanecido en silencio, dando miradas intercaladas al espejo retrovisor a medida que avanzábamos.

No sabía qué hacer para romper el pesado silencio que se había instalado. Desde que fortalecimos nuestro vínculo y nos hicimos más cercanos, no había estado en otra situación en la que tuviera que hacer algo para remediar las cosas ente ambos.

Justo cuando pensaba que pasaríamos todo el viaje en un silencio incómodo, Michael se aclaró la garganta y me señaló un pequeño puesto al otro lado de la calle.

—¿Quieres un helado?

Estuve a punto de decirle que lo único que quería era que las cosas estuvieran bien entre ambos, hasta que me di cuenta que esa era mi oportunidad para remediar todo.

—Sí —dije casi en tono suplicante con la esperanza de que me mirara.

Michael asintió sin mirarme y estacionó su auto a un lado de la calle, antes de apagarlo y bajar, conmigo siguiéndole los pasos al pequeño puesto.

Mi mirada nuevamente se fijó en la espalda de Michael mientras caminaba al pequeño carro en el que una señora servía un par de conos a unas chicas que reían con fuerza por algo.

Mi atención se dirigió hacia la mano de Michael y me pregunté cómo me sentiría al respecto. ¿Me importaba lo que las demás personas pensaran de mí por salir con el chico que me gustaba? ¿Era más importante la opinión de otros que mis propios deseos? ¿Valía la pena reprimirme por personas a las que no conocía?

Cuando fue nuestro turno, Michael dio un paso al frente y pidió un helado de limón antes de mirarme sobre su hombro con curiosidad.

—¿De qué quieres tu helado, bheag bhiast?

El pequeño apodo que me tenía y del cual aún desconocía su significado, logró disipar las inseguridades que se agolparon en mi interior. Me acerqué hasta colocarme a su lado, bajo la atenta mirada de la señora que nos analizaba con curiosidad.

—Quiero un helado de oreo.

Mientras prestaba atención a los movimientos de la dama que servía nuestros helados, moví mi mano vacilante hasta rozar el dorso de la mano de Michael. Nuestros dedos se enredaron explorando la sensación, antes de que nuestras manos se entrelazaran de forma intuitiva, como si hubiesen esperado un simple roce de la otra por mucho tiempo.

La mujer terminó de preparar el helado de Michael y se lo tendió antes de comenzar el mío. Pero los nervios que bailaban en mi interior solo me permitieron tener todos mis sentidos atentos a la sensación de tener mi mano unida a la del chico a mi lado.

Sabía que la vergüenza era visible en mi expresión por el calor intenso que cubría mis mejillas, pero intenté no pensar mucho en ello mientras intentaba controlar los latidos desbocados de mi corazón.

No fue hasta que la mujer terminó mi helado y me lo extendió, fijando su mirada en nuestras manos, que los nervios se sintieron a flor de piel. Por un momento temí sentirme juzgado por aquella desconocida, pero cuando ella nos miró con una sonrisa emocionada, mi cuerpo tenso se relajó.

Michael pagó por los helados y nos alejó a ambos del pequeño carro, tirando de mi mano para que le siguiera.

Cruzamos una pequeña plaza mientras el cielo se llenaba de colores cálidos por la llegada del atardecer que comenzaba a desvanecerse para darle paso a la noche. Mi atención se desvió de una nube con matices rosáceos cuando un apretón en mi mano llamó mi atención. Mis ojos se fijaron en la expresión llena de intriga que Michael me estaba dedicando en ese momento.

Con solo una mirada supe que estaba buscando explicaciones que ni yo mismo podría dar porque no sabía qué responder a aquello. Lamí la punta de mi barquilla y bajé la mirada a nuestras manos unidas, sintiendo que una cálida emoción me embargaba por el gesto.

Moví mis dedos de forma graciosa y sonreí bajo su atenta mirada que ahora estaba fija en nuestras manos unidas.

—No es que no quisiese darte la mano. —Acaricié sus nudillos con mis dedos tras encogerme de hombros—. Es solo que nunca he tomado la mano de nadie antes y me preguntaste si me sentía incómodo con esa exhibición pública. Todo lo que hice en ese momento fue reflexionar sobre los sentimientos que el gesto podría provocar, pero luego me di cuenta de que no podía saberlo hasta intentarlo.

Miré a nuestro alrededor, aún nervioso por la cantidad de personas que nos rodeaban, pero lejos de sentirme paranoico por lo que estábamos haciendo. Las personas tan solo iban y venían tan inmersas en sus propios asuntos que no notaban al par de chicos que se tomaban de las manos en la plaza.

—Supongo que a veces es inevitable preocuparse por lo que piensen los demás.

Michael fijó su mirada en la barquilla cuando comprendió que había terminado de explicarme y permaneció de aquella manera por un momento, antes de suspirar y lamer su helado.

—Entiendo lo que dices. —Asintió—. También me preocupan algunas cosas y en ocasiones me embargan los nervios, pero luego pongo en una balanza aquello que significa más para mí y todo vuelve a su cauce. Lamento si actué extraño hace un momento, no intentaba presionarte con mi actitud o algo por el estilo, solo estaba preocupado por haber excedido los límites con aquella pregunta que te hice.

Moví la cabeza en señal de negación y le di un apretón a nuestras manos unidas.

—No diré que jamás me incomodará nada de lo que hagas, pero al menos puedo asegurarte que me agrada que me consultes las cosas y consideres tanto mis sentimientos. —Desvié la mirada lejos de la suya, incapaz de mantenerla con las cosas vergonzosas que estaba diciendo—. Ahora sí, idiota, mucha cursilería por hoy, continuemos caminando.

Retomé mi andar por aquella plaza abarrotada de personas con nuestras manos unidas de manera firme mientras le llevaba con velocidad por todo el camino hacia el auto, avergonzado conmigo mismo y nervioso por la frecuencia de mis latidos.

Michael y yo nos detuvimos frente al auto y nos apoyamos contra la puerta uno al lado del otro con las manos entrelazadas. Comimos el helado en silencio al mismo tiempo que nos dedicamos a apreciar la belleza del cielo que había dado paso a la noche con esos puntos luminosos que poco podíamos detallar por la contaminación lumínica.

Mientras miraba las estrellas, reflexioné sobre lo difícil que a veces era no ser capaz de expresar con libertad los sentimientos que se experimentan. Lo tortuoso que es quedarse callado y guardar todo aquello que quiere salir a la luz.

Mientras admiraba el cielo junto al chico que había convertido en mi pareja, me di cuenta de lo mucho que me preocupaba sentir para luego salir herido.

Aun así, en el fondo sabía que podía confiar en él y dejarme llevar un poco.

—Hoy la pasé muy bien. —Le di un apretón a su mano—. Gracias.

Abrió sus ojos con asombro y soltó una pequeña risa nerviosa, mientras un leve sonrojo se apoderaba de sus mejillas. Asintió levemente y volvió a mirar el cielo con una expresión relajada y una enorme sonrisa.

Yo hice lo mismo y me sentí repentinamente tranquilo con todo. Sentía una paz que últimamente experimentaba mucho, estando a su lado.

Apreté nuestras manos unidas y sonreí ante la sensación.

Esto era algo que nunca quería que acabara.

Michael sostuvo mi muñeca y la acercó a su boca para tomar un poco de helado. Luego limpió los restos que quedaron en sus labios, sin apartar sus ojos de los míos.

—¿Tienes algo que hacer mañana?

Negué, algo atontado y desconcertado por las acciones de Michael.

—Quiero comprar unas cosas en la mañana —informó comiendo de su propio helado—. ¿Quieres acompañarme?

Me encogí de hombros con la mirada en la acera, incapaz de verle a la cara luego de haber estado observando sus labios.

—No hay problema.

El asintió pensativo.

—¿Paso por ti a las ocho?

Asentí, disfrutando de la sensación de nuestras pieles rozándose. Su calidez me hacía sentir una tranquilidad indescriptible.

La respiración se atascó en mi pecho cuando unos labios chocaron contra mi mejilla. Giré mi rostro por la sorpresa y nuestras narices terminaron rozándose por la cercanía que ahora teníamos. Michael bajó su mirada a mis labios y sin darme tiempo a pensar me dio un casto beso, antes de apartarse con expresión relajada.

—A las ocho, entonces.

Tragué grueso y no hice nada más que perderme en el chico a mi lado que sonreía mientras miraba hacia el cielo.



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Llevo semanas sin darle un ojo a esta historia desde que comencé a escribir Princeps inferorum porque mi mente se enfocó completamente en ello. Que por cierto, les informo por acá que estoy publicando una nueva historia que está participando en el ONC y pasó la primera ronda jskajsa

Trata sobre ángeles y Príncipes del infierno (demonios), por si quieren darle una miradita. También es una historia lgbt y estoy muy emocionada con todo lo que he escrito hasta ahora.

Les dejo la sinopsis por aquí, por si les interesa:

« "No puedes escapar de tu destino".

Fueron las palabras que pronunció el padre de Drystan la noche de su decimoctavo cumpleaños; la misma noche que le fue revelado el mayor secreto que la familia Dankworth guardaba debajo su prestigio.

Ahora, con su destino sentenciado, Drystran deberá asumir su responsabilidad como descendiente de Príncipes del Infierno, que consiste en exterminar a todos los ángeles que impedían que las almas llegaran al inframundo.

Por un instante creyó que no tendría otra opción.

El problema era que no le habían revelado toda la verdad y tal vez cuando lo descubriera sería demasiado tarde...»

Si gustan, pueden pasarse por la historia uwu

Sin más que decir, espero que les haya gustado el capítulo <3

Muchas gracias por leerme (' з ')

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