C A P Í T U L O 2

—Stephen.

Esa voz...

Parpadeé un par de veces y miré a mí alrededor, notando que la oscuridad de la última vez me rodeaba y que los mismos ojos juzgadores estaban abiertos frente a mí.

—¿Quién eres?—pregunté de nuevo, intrigado por lo familiares que se me hacían.

—Responderé a esa pregunta solo cuando tengas una respuesta para ti mismo.

Arrugué mi frente, inconforme.

—¿Qué quieres de mí? —cuestioné, sin saber la razón por la que aparecía aquí.

—¿Yo? ¿Querer algo de ti? —bufó—. Jamás. Lo único que nos une es que yo quiero lo contrario de lo que tú quieres.

—¿Y qué es lo contrario?

—¿No deberías de saberlo tú? —preguntó y el toque de burla en su tono me fastidió.

—No sé muchas cosas.

—No sabes nada —corrigió.

—Puede ser —admití.

—Dime algo...

—¿Qué?

—¿A que le tienes miedo?

Levanté la cabeza con brusquedad y miré a mi alrededor, notando que estaba en la sala de audiovisuales de la universidad —a la que nos llevaron una vez llegamos—, y que me había quedado dormido; eso debido a la noche de insomnio que tuve.

Me pasé las manos por la cara y di gracias al cielo porque nadie se hubiese dado cuenta de lo sucedido. Miré hacia escritorio y el tutor a cargo de la orientación anual tenía su atención puesta en unos papeles, sin ser consciente de la falta que cometí.

Inspeccioné el aula y observé al montón de estudiantes —de diversos años y especialidades— que bromeaban y charlaban entre ellos, procurando no hacer tanto ruido para no recibir un llamado de atención.

Cuando dictaban cursos introductorios o realizaban alguna orientación, juntaban a los estudiantes, sin importar la carrera o semestre cursado, y los colocaban en un salón audiovisual tres veces más grande que un aula normal, para facilitar la tarea de impartir la charla.

Verifiqué a los gemelos a mi lado para notar que James jugaba con su teléfono y Jered leía un libro. En esta oportunidad ambos fueron colocados en la misma aula que yo.

Minutos después de espabilarme, el tutor asignado comenzó a pasar listas y a verificar a los estudiantes que ya estaban presentes. El aula se encontraba casi llena y yo estaba en exceso aburrido luego de haber confirmado mi presencia.

Estaba distraído mirando hacia la ventana, cuando un estruendo me hizo sobresaltar en mi lugar. Dirigí mi atención hacia la zona del que provino el ruido y un chico se encontraba en el suelo recogiendo sus cosas, mientras otros dos le ayudaban a levantarse, y a unos pasos de ellos, una chica les miraba de cerca luciendo avergonzada por lo ocurrido.

Un grupo de personas se reunió alrededor de ellos y el bullicio en el salón creció, alertando al tutor encargado, quien frunció el ceño insatisfecho.

—Jóvenes, por favor, hagan silencio.

Uno de los chicos, el más alto de ellos, se acercó al profesor y le tendió una mano que al instante fue estrechada.

—Disculpe los inconvenientes causados, no fue nuestra intención armar tanto alboroto.

El tutor asintió complacido por sus palabras.

—Solo asegúrese de que no vuelva a suceder. —El profesor rompió el contacto y tomó una carpeta del escritorio—. Por favor, díganme sus nombres para ubicarlos en la lista.

El chico castaño asintió e hizo señas con la cabeza a los otros chicos —que ya habían recuperado la compostura—, para que se acercaran. Mientras tanto, la multitud de estudiantes se dispersó y cada persona tomó asiento en su respectiva mesa.

—Mi nombre es Michael Blut. —El chico castaño fue el primero en hablar y el profesor revisó la lista antes de asentir.

—Perteneces a esta orientación —informó mientras anotaba algo—. Siguiente.

—D-Derek Blut.

El tutor miró al chico que cayó al suelo por encima de sus lentes y luego buscó en la lista, antes de asentir de nuevo.

—También está aquí. —Alzó la mirada y la intercaló entre los otros dos.

—Andrew y Addison Blut —respondió el tercer chico por ambos.

El tutor repitió el mismo proceso, durando un poco más que con los anteriores, y un minuto después negó con la cabeza. Pasó varias páginas y luego alzó la mirada.

—Ninguno de ustedes pertenece a esta orientación, pero pueden dirigirse al salón A-404, en este mismo pasillo, que es el que les corresponde.

Los dos chicos asintieron y se despidieron de los otros para trasladarse al aula asignada. El profesor cruzó un par de palabras más —que no pude escuchar—, con los sujetos, y ambos se dirigieron a sus respectivos lugares.

La tutoría comenzó y por las próximas dos horas recibimos una charla sobre la universidad y su modus operandi; algo que hacía parte de los requisitos obligatorios. Cuando la charla acabó, me desperecé, me despedí de mis hermanos y, con mis cosas en mano, salí de allí para dirigirme al departamento de Economía.

Mientras caminaba por los pasillos para ir a mi primera clase, capté por el rabillo del ojo la manera en que algunos se apartaban con sutileza para darme paso y la forma en que otros me miraban con cautela, como si fuese alguien muy peligroso.

Negué con la cabeza y reprimí con todas mis fuerzas las ganas de sonreír por lo extrañas que podían llegar a ser las personas algunas veces. Después de todo, la razón por la que actuaban de esa manera se debía a toda la película que se crearon sobre mí en sus cabezas.

Todo empezó un par de semanas después de haber comenzado la universidad, cuando el extraño apodo de «la Bestia Miller» llegó a mis oídos. Al tiempo, descubrí que la gente empezó a correr el absurdo rumor de que yo era una persona agresiva y que mantener distancia conmigo era la mejor opción si querían tener una vida universitaria normal.

No supe si fue mi expresión seria o los rasgos endurecidos de mi rostro lo que los llevó a suponer tal estupidez, pero la situación me divirtió y me alivió al mismo tiempo, ya que me facilitaron la tarea de mantener a todos alejados.

Una vez entré al salón, tomé uno de los últimos puestos como acostumbraba, esperé a que todos se acomodaran y el profesor iniciara la clase. Por horario, debía ver Contabilidad Social I con Holán Caster que...

—Buenos días, jóvenes. Espero que hayan tenido unas maravillosas vacaciones, porque les tendré ocupados por los próximos meses. —Caster atravesó la habitación con la característica altivez que tanto me irritaba, lo que contrastaba con lo excelente que era como profesor.

Dejó sus pertenencias en el escritorio, sacó un marcador de su maletín y se acercó al centro de la sala para inspeccionarnos a todos al tiempo que pasaba la lista de asistencia. Era algo que normalmente hacía para determinar con una sola mirada quién rendiría en su materia y a quién vería de nuevo en recuperación.

Agradable.

—Muy bien, chicos. Estoy feliz de empezar un año más y estar a cargo de la materia Contabilidad Social I por tercer año consecutivo. —Recorrió la mirada por todo el lugar con una sonrisa altiva—. Espero que no tengan ningún inconveniente con la materia, cosa que no pasará si cumplen con sus deberes al día y son responsables. —Aclaró su garganta—. Antes de comenzar, me gustaría explicarles un poco en qué consiste Contabilidad Social I e indicarles mi metodología de trabajo.

Juntó sus manos.

—Como dato importante, deben saber que el objetivo de la asignatura es contribuir a la obtención y transmisión de conocimientos, metódicos y sistemáticos, principalmente cuantificados, de los impactos sociales producidos en el medio natural y cultural, a nivel socioeconómico.

Se dio la vuelta y diseñó un esquema en la pizarra con los beneficios de la materia. Tomé un par de apuntes sobre la explicación y diseñé mi propio esquema.

—Gran parte del porcentaje de la nota se destina a un proyecto social que deben realizar a mitad de semestre. —Hizo un cuadro en la pizarra y distribuyó el porcentaje en cuatro evaluaciones, en donde dicho proyecto representaba la mitad de la nota—.Como pueden ver, solo con ese proyecto aprueban o suspenden mi materia, así que deberán esforzarse para hacer algo decente —advirtió—. No obstante, hablaremos sobre esto cuando sea el momento adecuado.

El profesor volteó, escribió algunas cosas más y estuvo a punto de explicarlas cuando un golpe en la puerta lo interrumpió. Frunció el ceño y con voz neutral indicó a la persona del otro lado que pasara.

La puerta se abrió y el mismo chico castaño de la orientación apareció, luciendo apenado por llegar tarde.

—Disculpe la interrupción, ¿es usted el señor Caster, profesor de Contabilidad Social I?

—El mismo. —Asintió—. ¿Pertenece usted a ésta clase o me necesita para algo?

—Pertenezco a la clase —respondió—. Disculpe la tardanza, pero me costó un poco ubicarme.

Caster levantó una ceja y sonrió con diversión mal disimulada.

—No se preocupe, pero apresúrese y tome asiento, por favor. —Tomó la lista de asistencia y le miró—. ¿Cuál es su nombre?

—Michael Blut.

El chico cerró la puerta detrás de sí, mientras el profesor se encargaba del reporte, y miró a su alrededor buscando un puesto vacío.

Las aulas disponían de mesas para cinco personas que, según estadísticas inexistentes, mejoraban la convivencia de los alumnos.

Hasta entonces no tuve que preocuparme, porque circulaban tantos rumores extraños sobre mí que nadie quería a Stephen Miller, alias la Bestia Miller, como compañero de asiento. O eso pensé hasta que vi cómo la mirada de Michael se desviaba hacia mi mesa, con una sonrisa de complemento.

Esto no podía estar sucediendo...

⋆ ⋆ ⋆

Al finalizar las clases, me dirigí a la salida, sintiéndome exhausto de solo pensar en las actividades que ya nos habían asignado. Aparte, a eso tuve que sumarle el gran esfuerzo que requirió ignorar las miradas y los intentos para hablarme del chico nuevo.

Cuando llegué al estacionamiento y creí que podría respirar con tranquilidad, alguien se colocó frente a mí, deteniendo mi paso y obstruyendo mi camino. Al ver de quien se trataba, disimulé una mueca cansada y suspiré.

Michael Blut.

El chico que, para mí desgracia, se sentaría a mi lado.

Era la primera vez que lo detallaba, ya que todo el rato traté de evitar cualquier tipo de contacto con su persona. Pero, mirándolo de cerca, pude suponer que Michael era uno de esos tipos que entraban en la categoría de lindos.

Su cabello castaño claro se veía un poco rojizo, con pequeños toques rubios que resaltaban al contacto con el sol. Sus ojos eran color gris tormenta y su mirada expresiva me observaba de una manera que no supe descifrar. Un par de pecas se esparcían de manera desordenada sobre su nariz y mejillas, y una gran sonrisa se entendía por su cara.

—¿Puedo ayudarte en algo? —pronuncié con menos fastidio del que quise, sin saber qué otra cosa decir.

—Sí, me gustaría saber tu nombre. —Alcé mi ceja de forma inquisitiva—. Supongo que, como somos compañeros de puesto, podemos ser amigos.

—Lamento decirte que tu suposición es errónea. —Lo esquivé y seguí mi camino, pero a pocos pasos me detuve y lo miré por encima del hombro. Como pensé, me miraba con curiosidad—. Yo no tengo amigos, Blut.

Quise pensar que ese chico escucharía todos los rumores sobre mí y terminaría alejándose como el resto. Incluso intenté convencerme de que todo estaría bien y que no habría nada de qué preocuparme.

Pero tenía un mal presentimiento y no podía deshacerme de esa sensación extraña en mi pecho que se instaló desde que ese chico se sentó a mi lado.

Algo me decía que su insistencia no terminaría ahí y por alguna razón sentí que las cosas cambiarían de forma drástica.

Tan solo esperaba que todo terminara bien.

⋆ ⋆ ⋆

Algunos días pasaron desde la llegada del chico raro, y las cosas se tornaron un poco incomodas para mí. Mientras buscaba una mesa para el almuerzo, pensaba en lo inusual que se me hacía la insistencia de Blut, y en cómo lidiaría con ella de ahora en adelante. Sin embargo, el que fuese nuevo y no supiese de mi era una desventaja, porque no sabía qué hacer para alejarle.

Cuando vi una mesa vacía en la esquina del comedor, me acerqué, tomé asiento y me dispuse a comer. Un par de minutos después, mis hermanos aparecieron y ocuparon los asientos restantes mientras traían temas de conversación a la mesa que estuvo silenciosa antes de su llegada.

Convivir con ellos, aun y cuando llevaba años haciéndolo, me resultaba incómodo, más que nada porque no estaba acostumbrado ni a la compañía, ni al ambiente familiar que ellos sí compartían gracias a su madre. Por esa razón, la mayor parte del tiempo me sentía fuera de lugar.

Un sonido me distrajo de mis pensamientos y al mirar a mi derecha, visualicé a los Blut —a un par de mesas de donde estaba—, llamando la atención de todos en el comedor con el espectáculo que estaban haciendo.

La chica extraña, cuyo nombre no recordaba, apoyó un pie en el asiento y el otro en la mesa, mientras se inclinaba hacia adelante y zarandeaba a Michael por el cuello de su camisa, al mismo tiempo que este último hacía ademanes, instándola a calmarse. Entretanto, Andrew se reía y el chico tímido, que tampoco recordaba cómo se llamaba, miraba su comida con vergüenza.

El rostro de Michael mostraba tanto pánico y se veía tan cómico, que no pude evitar reír por verle en una situación tan bochornosa. No obstante, me arrepentí al instante cuando sentí la intensa mirada de mis hermanos sobre mí.

Aclaré mi garganta e intenté fingir que nada sucedió mientras terminaba lo último de mi sándwich y bebía un poco de jugo. Pero mis intentos fracasaron, pues aun sentía la mirada de asombro de los chicos sobre mí.

—Ya terminé por aquí, así que me voy adelantando —informé, rascando mi nuca con incomodidad, antes de levantarme con bandeja en mano.

Se miraron entre ellos y asintieron, pero no presté mucha más atención porque me fui de allí, rumbo al bote de basura.

Odiaba recibir miradas de cualquier tipo, sin importar de quien viniesen.

Después de tirar los residuos, salí de la cafetería y me encontré con Michael en el pasillo, mirando la pantalla de su teléfono con frustración. Miró hacia arriba y cuando notó que caminaba en esa dirección, guardó el dispositivo en su bolsillo y se acercó con una sonrisa.

—Hola.

Apreté mis labios, no muy seguro de cómo reaccionar. Sin embargo, decidí rodearle y continuar mi camino hacia el salón.

El chico era extraño, pero no menos amable por ello. Aun así, eso no significaba nada para mí.

—Oye, espera...

No me detuve ante su petición, pero un agarre alrededor de mi muñeca me impidió caminar. Me di la vuelta y observé su agarre con una ceja levantada, antes de mirarlo a él, que captó el mensaje y quitó su mano, luciendo avergonzado.

—Lo siento —murmuró.

Lo analicé por unos segundos, preguntándome qué podría querer una persona como él de alguien como yo. ¿A qué se debía tanto interés, si tan solo habían pasado un par de días desde su llegada, y no había hecho más que evitarle? ¿Por qué tanta insistencia en acercarse?

¿Cuáles eran sus intenciones y por qué no lograba detectar malicia en él?

—¿Puedo preguntar qué pretendes? —Me miró con curiosidad—. Creo haber sido lo suficientemente claro con mis acciones: no estoy interesado en tener ningún tipo de contacto contigo, así que, si me disculpas...

Esquivé su existencia y di un par de pasos hasta que su voz me detuvo:

—Está bien —dijo con resignación—. ¿Podrías al menos darme algunos consejos para que mis acercamientos sean efectivos antes de irte?

Enarqué mis cejas con sorpresa y me di la vuelta para comprobar que se trataba de una broma. Al ver que no lo era, abrí y cerré mi boca un par de veces, impactado por su pregunta.

—¿Me estás pidiendo consejos para acercarte? —dudé—. ¿Escuchaste algo de lo que dije hace un momento?

Esto debía ser una broma.

Sin embargo, la sonrisa de lado que apareció en su rostro, me dijo que no.

—Quien no arriesga, no gana —citó el dicho y luego se encogió de hombros—. Al menos debía intentarlo, ¿no?

Por una milésima de segundo quise sonreír, movido por su capacidad para hacer temblar mis barreras con sus ocurrencias. Pero me contuve de inmediato, porque eso significaría darle esperanzas y no estaba dispuesto a que eso sucediera.

Negué con la cabeza un par de veces y retomé mi camino, solo permitiéndome sonreír cuando estuve lejos de él y su terquedad. Ni siquiera podía despreciarle porque su carisma me dificultaba la tarea.

Pero algo era seguro: Michael Blut no podía ser de este planeta.



─────•☆•─────

Heey, ¿qué tal se encuentran? ¿qué tal su día? ¿esperaban esta actualización? No importa, lo inesperado es lo mejor (a veces) jsjsj

Solo paso por acá con el segundo capitulo y, ademas, para preguntarles qué les ha parecido. Esta versión del capitulo 2 me tiene enamoradísima y estaba ansiosa por mostrarselas. 

¿Qué les pareció la primera interación entre Michael y Stephen? ¿Qué opinan sobre la actitud de Stephen al respecto?

¿Y sobre la caida de Derek? JSKAJS Yo soy Derek en la vida pasando pena:(

Pero bueno, sin más que decir.... Voten y comenten si les ha gustado ;)

Me hace muchisima ilusión leer sus hermosos comentarios y estoy feliz por el lindo recibimiento que tuvo la historia <3

Gracias por leerme ♡

Nos leemos en el siguiente capítulo uwu


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top