C A P Í T U L O 17
Bajé las escaleras con prisa cuando me di cuenta de lo tarde que iba a la universidad, pero mis pasos murieron cuando llegue a la sala y vi a mi padre de espaldas a mí.
Llevaba días sin verle. Parecía que Steve hacía lo posible por no encontrarse conmigo, incluso si con ello debía volver a casa cuando no estaba.
Sin saber qué otra cosa hacer, permanecí en mi lugar, pensando en que tal vez ante mí se presentaba otra oportunidad para hablar con Steve, aunque fuese por un momento.
Aclaré mi garganta y tomé valor.
—Buenos días, papá —pronuncié, observando que guardaba algunas cosas en su maletín de trabajo.
Steve no hizo el intento de dejar lo que estaba haciendo para devolverme el saludo. Pero pude percibir la manera en que los músculos de su espalda se tensaron cuando fue consciente de mi presencia en la sala.
Pasaron unos minutos en total silencio y cuando estuve seguro de que no diría nada, apreté mis labios y negué con la cabeza, decepcionado conmigo mismo por haber esperado algún gesto mínimo por parte de él. Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta y salí de casa sin desayunar, con una opresión en el pecho que no desapareció hasta llegar al salón de clases.
Era tan complicado vivir con una persona que ignoraba tu existencia todo el tiempo. Pero lo que más me dolía era que yo no era cualquier persona para que él actuase de esa manera.
Era su hijo, joder.
Estuve tan distraído con mis pensamientos, que no noté la presencia del chico que se sentó a mi lado. No fue hasta que sentí cómo presionaban mi costado, sacándome una pequeña carcajada que reaccioné.
Me sobresalté en mi lugar, quité la mano de mi cuerpo y miré a la persona que me había tocado. Michael me miraba entre sorprendido y encantado por mi reacción y yo me sentí avergonzado por ello.
—No sabía que tenías cosquillas, Miller.
—Eso no es algo que te incumba, Blut —respondí.
—Oh, sí que lo hace —sonrió—. Todo lo que tenga que ver contigo me interesa.
Tragué grueso y volví a mirar al frente, fingiendo que las palabras de Michael no me habían afectado de ninguna manera. No obstante, no fue muy difícil ignorar la sensación cuando el sentimiento de rechazo generado por mi padre aún continuaba en mi cuerpo causando un dolor emocional increíble.
Crucé mis brazos sobre la mesa y apoyé mi barbilla en ellos, sintiéndome descompuesto como para ver alguna clase. Sin embargo, no había nada que pudiese hacer, teniendo en cuenta que no había ningún lugar en el que me sintiese seguro.
—¿No dormiste bien? —Michael se había acercado e hizo la pregunta con un tono de voz tan suave que se sintió como una caricia.
Me sobresalté en mi lugar cuando su mano se posó sobre mi cabeza y la deslizó con delicadeza, pero no hice nada para apartarle porque la sensación, aunque inquietante, fue más que bienvenida en ese momento.
La tranquilidad que sentí cuando la mano de Michael comenzó a dar caricias a mi cabello me desconcertó momentáneamente, pero la sorpresa no duró mucho cuando un repentino cansancio comenzó envolverme con sus dedos masajeando mi cuero cabelludo.
El tiempo pareció paralizarse y los sonidos que segundos atrás predominaban en el lugar, desaparecieron a medida que la somnolencia se apoderaba de mí por completo. Mi vista se nubló y pronto no fui consciente de nada más que del hormigueo agradable generado por sus dedos.
—Descansa, yo te cubro.
Fue lo último que escuché cuando me rendí por completo a la sensación.
⋆ ⋆ ⋆
Ubiqué a los chicos en la cafetería y me acerqué con comida en mano para tomar asiento junto a ellos. Dejé la bandeja de comida sobre la mesa, aun sintiéndome conmocionado por haber dormido en las dos primeras clases.
No había dormido muy bien por haber estado haciendo un trabajo, y supuse que el cansancio emocional me terminó de tumbar. Pero lo que no había soportado había sido que Michael me viese de esa manera y hubiese fingido que nada ocurrió cuando me despertó en el primer descanso para ir a comer.
Mis pensamientos se disiparon cuando Michael se sentó a mi lado con su bandeja en mano y se acercó hasta que sus labios quedaron cerca de mi oreja cuando terminó de instalarse.
—¿Qué te está molestando? —Su cálido aliento me distrajo por un momento, pero la alerta generada por sus palabras fue más fuerte que la sensación.
—¿A qué te refieres? —Removí la avena que había comprado cuando se separó. A pesar de no verle, podía sentir sus ojos clavados en mí con insistencia.
—No lo sé, hoy has estado muy sombrío —murmuró solo para yo pudiese escucharlo, ya que nuestros hermanos se encontraban charlando frente a nosotros.
Me encogí de hombros y decidí comer la primera cucharada.
—No todos los días pueden ser felices, Michael.
Él no dijo nada luego de eso y el tiempo de descanso lo pasamos en silencio con las charlas de los chicos de fondo, aunque sabía que Michael no dejaría las cosas de esa manera y esperaría a que estuviéramos solos para insistir con el tema.
Di otra cucharada y recé por no tener ningún momento a solas con él.
⋆ ⋆ ⋆
—¿Vas a contarme lo que está ocurriendo o debo rogarte?
La voz de Michael me sobresaltó y por la sorpresa me golpeé la cabeza con el techo del carro, dado que momentos atrás me encontraba guardando mis pertenencias.
Me separé con cuidado y cuando la parte superior de mi cuerpo estuvo fuera del carro sobé mi cabeza, mientras mordía mi labio inferior para soportar el dolor.
—Joder, lo siento —Se acercó con prisa y cuando alzó la mano para revisar el daño, me aparté de manera brusca e inconsciente.
Él se quedó pasmado en su lugar aunque no pareció tomar el gesto de mala manera. Bajó su mano y me detalló por lo que parecieron horas, hasta que se cruzó de brazos, ahora con una seriedad que dañaba su expresión risueña.
—¿Qué está pasando, Stephen? Ya me estoy preocupando en serio.
—No está pasando nada.
Aparté la mano de mi cabeza y cerré la puerta trasera de mi coche.
—A mí no me engañas, dime qué ocurre. —Tomó mi brazo para llamar mi atención cuando notó que le estaba ignorando—. No traes buena cara desde esta mañana y en el almuerzo estuviste más callado de lo normal.
Bufé.
—El único aquí que nunca para de hablar eres tú, no yo.
Miré a mí alrededor, notando que estábamos casi solos en el lugar y que quedaban muy pocos estudiantes en el estacionamiento; cada uno de ellos ajeno al intercambio de palabras entre ambos. Volví a mirarle y aparté su agarre de mi brazo, antes de dar un paso lejos de él.
—Ya debo irme, Michael —avisé—. Tengo cosas que hacer.
—Estás mintiendo —apuntó de inmediato—. No sé qué está pasando, pero no voy a permitir que huyas como de costumbre solo porque no quieres enfrentarte a lo que está ocurriendo.
Mi boca cayó ante lo que Michael acababa de decir. Sus palabras eran crudas, y probablemente muy cercanas a la realidad de lo que estaba ocurriendo. Pero el que fuese capaz de decirlo en voz alta y en ese tono recriminatorio me enfadó.
No tenía derecho a señalar las batallas que debía luchar y las que no. Mucho menos a llamarme cobarde en mis narices cuando no tenía idea de lo que estaba pasando.
—¿Quién te crees para decirme eso con tanta ligereza? ¿Qué sabes tú de mí para hablar así? —Me acerqué a él de forma amenazante y golpeé su pecho con mi dedo índice—. ¿Qué conoces de mi situación para juzgarme de esa manera?
Michael pareció impactado por mi reacción, pero de inmediato recuperó la compostura.
—¿Qué carajos sabes para venir aquí a decirme cobarde en mi propia cara cuando no tienes ni una jodida idea de lo que vivo?
—Por supuesto que no sé nada de lo que está ocurriendo, pero no puedo permitir que continúes guardándote todos esos sentimientos para ti, como si no fuesen importantes. —Parecía desesperado—. Tienes que sacarlos, Stephen. No puedes continuar guardándote las cosas; un día explotarás y no habrá marcha atrás.
¿Quién era él para decidir por mi cuándo debía hablar de ello?
—Jódete, Michael, no puedes venir aquí a decirme cuándo demonios debo hablar de mis sentimientos. No tiene una maldita cosa que ver contigo. —Me giré bruscamente hacia mi auto, pero antes de tomar asiento en el puesto del conductor, le encaré con rabia—. Y olvídate de toda esta mierda en la que me envolviste ésta última semana, no te quiero cerca. Ni siquiera se te ocurra acercarte de nuevo, no me interesa ser tu amigo.
Las palabras tuvieron un sabor amargo en mi boca, pero en ese momento estaba tan enojado, que no reparé en la gravedad de lo que acababa de decir ni en las consecuencias que eso tendría.
En ese momento todo lo que quería era mantener a Michael alejado de mí.
Estaba herido, enojado, y la rabia corría con velocidad por mi torrente sanguíneo mientras entraba en mi auto y cerraba la puerta con demasiada fuerza.
Probablemente no era correcto que manejase en esas condiciones, pero mientras me alejaba del estacionamiento y conducía por las calles que llevaban a mi casa, en todo lo que podía pensar era en lo lejos que quería estar de la mirada dolida que Michael me dedicó cuando mis palabras llegaron a él.
No quería sentirme culpable por nada de lo que había dicho cuando el único culpable de todo había sido él por invasivo.
Aun así, una punzada se hizo presente en mi pecho cuando mi mente comenzó a aclararse y lo ocurrido se asentó como un peso muerto en mi mente.
Hice una mueca cuando en todo lo que pude pensar fue en esa expresión de cachorro herido que Blut había mostrado y golpeé el volante con frustración cuando comprendí lo idiota que había sido con la única persona que había intentado ayudarme.
Estacioné frente a mi casa y luego de golpear el volante por última vez recosté la frente allí, justo antes de que dos solitarias lágrimas bajasen por mis mejillas cuando todos los sentimientos que acumulé en el día me abrumaron.
¿Era mucho pedir que las cosas me salieran bien por una vez en la vida?
⋆ ⋆ ⋆
—Stephen... —Mi nombre fue pronunciado con un tinte de burla y desprecio que me hizo estremecer.
Tragué grueso y giré sobre mi eje para encontrarme con esos escalofriantes ojos que hacía tiempo no aparecían en mis sueños para atormentarme.
Odiaba tener que volver a escuchar esa voz que me hacía sentir tan pequeño. Pero lo que verdaderamente hizo que me paralizara en mi lugar por el miedo que me recorrió, fue esa mirada intensa que no dejaba de observarme en ningún momento.
Había algo en ese par de ojos que hacía que un escalofrío recorriera mi cuerpo y no sabía la razón. Tampoco estaba seguro de querer averiguarla.
Di un par de pasos atrás, en un vano intento por alejarme del par de orbes que me escrutaban, pero me detuve luego de unos segundos cuando noté que era inútil.
Crucé los brazos sobre mi pecho y temblé en mi lugar, aunque no había nada allí que lo provocase. Luego, volví a tragar saliva para controlar el pánico que comenzaba a consumirme.
—¿Qué hago aquí?
—No lo sé. —El tono en su voz no me agradó. Era de continua burla—. Aún me sigo sorprendiendo de lo patético que puedes llegar a ser.
—¿Disculpa? —retrocedí un par de pasos cuando aquellas palabras se sintieron como puñaladas.
—Descargar tu ira con otras personas no te ayudará a sentirte menos miserable de lo que ya eres.
A pesar de la rudeza con la que las palabras fueron dichas, no presté verdadera atención a eso. Mi mente viajó lejos de ese lugar y el recuerdo de la mirada dolida que Michael puso cuando descargué mi rabia con él me embargó, haciéndome sentir culpable.
—Te ves realmente patético hiriendo a otros solo porque no puedes lidiar con tu mierda solo —atacó—. Me pregunto si veré el día en dejes de ocultar todo bajo una alfombra como si fuese a desaparecer. Lamento reventar tu pequeña burbuja, pero solo retrasas lo inevitable.
Con miedo a la respuesta, pregunté:
—¿Qué es lo inevitable?
Los ojos adquirieron un brillo tan aterrador que me desperté sobresaltado del sueño. Me senté bruscamente sobre la cama y coloqué una mano sobre mi pecho cuando los latidos de mi corazón fueron tan intensos que sentí que se me saldría del pecho.
Hice ejercicios de respiración para tratar de apaciguar el agite en mi interior mientras subía mi mano libre y limpiaba el sudor de mi frente. Giré mi cabeza a la ventana abierta de la habitación cuando el lento movimiento de las cortinas llamó mi atención. Los colores del atardecer se filtraron a través de esta, haciéndome saber que había dormido un par de horas luego de llegar de la universidad.
Miré el reloj de mi mesa y suspiré al ver que el aparato marcaba las seis de la tarde. Removí mi cabello con frustración cuando una punzada en mi pecho se hizo presente luego de calmar mi angustia. Tomé mi teléfono y, sin pensarlo demasiado, marqué con rapidez el número de Michael antes de que el arrepentimiento se apoderara de mí.
La llamada repicó un par de veces antes de que la molesta voz de la contestadora se escuchara al otro lado. Repetí el proceso un par de veces y tiré el teléfono con fastidio a la cama cuando ocurrió lo mismo en cada intento.
Mordí la uña del pulgar, sin saber qué hacer para arreglar lo que había hecho, cuando la idea de ir a la casa de Michael a disculparme empujó lejos al resto de ideas que habían surgido.
Me pregunté si era correcto aparecerme en su casa, pero me levanté de inmediato, negándome a pensar mucho en ello. Después de todo, lo correcto era disculparme por haber desquitado mi ira con él cuando lo único que había intentado hacer era ayudarme.
Tomé una rápida ducha para borrar cualquier rastro del sueño y me apresuré a mi auto mientras creaba una serie de discursos potenciales en mi mente que podría decirle para disculparme cuando le tuviera frente a mí.
Llegué a su casa y —luego de arreglarme el cabello en el espejo retrovisor—, me acerqué a la puerta y toqué el timbre con un nudo en el estómago que me produjo una sensación de náuseas que se intensificó cuando la madera se abrió y Derek apareció con una galleta entre sus labios.
Frunció las cejas cuando me reconoció y metió la galleta de golpe a su boca, antes de masticar con rapidez y remover las migas que se acumularon en su mejilla. Tragó un momento después y me sonrió con amabilidad cuando terminó.
—¿Qué tal, Stephen? No te esperaba.
Me encogí de hombros al tiempo que resguardaba mis manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón.
—Todo bien, Derek. ¿Tú qué tal? —Un silencio incómodo se formó luego cuando asintió en respuesta a mi pregunta y ninguno tuvo nada más que decir. Suspiré y mordí mi labio, antes de mirarle directamente—. ¿Está Michael?
Derek miró sobre su hombro por un momento, antes de mirarme.
—Él dice que no está. —Cuando se dio cuenta de su error, comenzó a reír con nerviosismo—. Bueno, no me lo dijo él porque no hay manera de que me lo diga si no está, pero él quiere que sepas, aunque no esté aquí, que no está.
Un gruñido se escuchó, antes de que una mano se posara sobre el hombro de Derek y Michael apareciera. Empujó a su hermano lejos de la puerta, luego de bufar un "quítate" y se colocó ante mí.
—Vete —susurró, apenas comprobó que nadie más que yo escuchaba.
—Michael, yo-
—No quiero escuchar lo que sea que tengas que decirme.
Se dio la vuelta, pero antes de entrar a su casa, me miró sobre su hombro con enojo.
—Esto era lo que querías, ¿no? —cuestionó con ironía—. Ya puedes estar tranquilo, entonces. No pienso molestarte más.
Michael cerró la puerta en mi cara y aunque sus palabras me lastimaron, hice de lado la sensación cuando la expresión que colocó dijo más que sus propias palabras. Estaba herido y, aunque eso no era algo bueno, una chispa de esperanza se encendió en mi interior cuando la posibilidad de arreglar las cosas surgió.
Me merecía cada cosa que salió de su boca, después de todo, no había sido nada más que cruel con él. No obstante, mientras miraba la puerta frente a mí, me pregunté qué tan incorrecto sería patearla, movido por la frustración.
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Vamos, Stephen, patea esa puerta. Que nada te detenga de hacerlo xd
Bueno, gente bella, feliz navidad uwu
Supongo que este es mi regalo de navidad para ustedes dado que no preparé otra cosa xd
Stephen enojado por su propia frustración no me gusta. Tampoco un Michael achicopalado:(
¿Qué opinan sobre sus reacciones?
Sin más que decir o preguntar, espero que les haya gustado el capítulo <3
Muchas gracias por leerme (ノ' з ')ノ♡
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