C A P Í T U L O 16
Cuando Michael dijo que me ayudaría a olvidar los malos recuerdos que tenía con respecto a algunas actividades, no me esperé encontrarme en la vieja y sucia aula de música observando fijamente el saxofón que se encontraba dentro del estuche negro sobre la mesa.
Ver el instrumento allí generó una serie de emociones en mi interior que me transportaron a mis años de niñez y me llevaron a recordar la razón por la que comencé a tocar el saxofón en primer lugar.
—¿Y? —preguntó Michael. Se le veía ansioso y emocionado—. ¿Qué te parece la sorpresa?
Aparté la mirada del instrumento para mirarle con seriedad. Michael comenzó a retorcer sus manos con nerviosismo y yo tragué grueso para bajar el nudo en mi garganta. Observé de nuevo el instrumento y solté una pequeña risa emocionada, antes de tomarlo en mis manos y comenzar a revisarlo.
Mientras le daba una ojeada, pude ver por el rabillo del ojo la manera en que Michael observaba con atención cada una de mis acciones. Aparté mi mirada de la llave de octava y suspiré.
—¿Sabes la razón por la que comencé a tocar el saxofón? —murmuré pensativo mientras lo admiraba.
Michael negó, cruzándose de brazos mientras me detallaba con interés.
Deslicé mi dedo por el anillo de suspensión y sonreí.
—Mi fascinación por el saxofón surgió cuando escuché el jazz por primera vez. Recuerdo que estábamos en hora de descanso, cuando colocaron la película de los Aristogatos. —Sonreí con nostalgia—. Desde ese momento quise ser un gato jazz. —Reí avergonzado por los pensamientos que tuve de niño—. Así que..., investigué qué era eso a lo que llamaban «saxofón» en la escena en que todos cantaban y desde ese momento comenzó mi aventura.
» En ese entonces la mayoría de mis compañeros tenían sus intereses puestos en el deporte, por lo que el club de música quedó en el olvido. Recuerdo comenzar a pasar mis tardes en la sala llena de instrumentos para comenzar a familiarizarme con la sensación de ser un músico. —Moví mi peso de un pie a otro—. Los primeros días solo me senté allí mirando cada instrumento, con la tonta idea de que era importante sintonizar con ellos, antes de poder tocarlos —reí avergonzado mientras negaba con la cabeza—. En mi mente creí que debía ganarme su aprobación para poder tomarles, así que... cuando sentí que la tuve, tomé el que Google me mostró cuando busqué «saxofón» y comencé a tocarlo.
» Estaba emocionado, casi eufórico, pero esa emoción duró poco cuando soplé por primera vez y el único sonido que salió fue el de mi fracaso inminente. —Bufé, resentido con mi yo del pasado—. Era un niño torpe e ingenuo que pensó que al primer intento tocaría tan bien como esos gatos lo habían hecho en la peli. Creí que solo con querer bastaría para ser el mejor. Aun así, no me rendí y soplé hasta que mi mandíbula dolió, aunque nada pasó. Ese día me sentí tan desilusionado, que pensé que no era merecedor del título «gato jazz»
Desde el rabillo del ojo vislumbré la pequeña sonrisa que se formó en los labios de Michael.
—En mi emoción e ignorancia, pensé que tocar el saxofón era tan simple como soplar la boquilla, pero obviamente no fue así y eso lo aprendí a la fuerza. —Suspiré con pesadez al recordar todas las dificultades que pasé para aprender a tocar—. Hoy en día, tras analizar mis acciones del pasado, podría decir que fui un tonto por pensar que las cosas serían diferentes cuando no estaba haciendo nada por cambiarlas.
» Pero semanas después de no haber conseguido ningún resultado, noté que el conserje se detenía un momento en el salón de música, siempre a la misma hora, y luego se iba como si nada hubiese pasado. Al principio me sentí incómodo, pero entonces un día el señor McKeon rompió el silencio y me dijo: «Chico, ¿qué infiernos intentas hacer? Estás haciendo todo mal».
» Sus palabras me impactaron tanto, que no pude hacer más que sentirme avergonzado y herido por mi falta de habilidades. Aun así, me acerqué, le extendí el saxofón y con pena le pregunté: «¿qué debo hacer para ser un gato jazz?»
Michael soltó una carcajada y yo le seguí al instante, no pudiendo evitar reírme de mis propias ocurrencias. Limpié mis ojos de las lágrimas causadas por la risa y decidí retomar la historia.
—Recuerdo que me miró como si fuese estúpido y luego de chasquear la lengua con fastidio me prometió que me enseñaría a tocar de manera adecuada si me portaba bien y sacaba buenas calificaciones. —Observé el instrumento en mis manos, sintiéndome vulnerable de pronto—. Esa fue la primera vez que alguien se preocupó por algo que concerniese a mí.
Aclaré mi garganta y decidí volver al hilo de la historia.
—Gracias a él comprendí que había toda una técnica involucrada para sacarle sonido al instrumento. Pero la clave de todo, está en la manera en que se colocan los labios alrededor de la boquilla del saxofón y la forma en que aprovechas los músculos de la cara para hacerlo. No obstante, es más fácil decirlo que hacerlo, pues la embocadura es algo que se desarrolla con el tiempo, y al no existir una guía definitiva que explicase la manera adecuada, solo pude seguir recomendaciones para conseguir una embocadura "personal".
» Cuando aprendí que debía usar el diafragma para aprovechar la respiración, que debía articular bien, y que mi lengua actuaba como válvula para dejar entrar o salir el aire, tuve casi todo dominado.
Miré a Michael con suficiencia.
—Y no es por alardear, Michael, pero mi lengua probablemente alcanzó niveles astronómicos en cuanto a movimiento y ahora debo besar como los dioses.
Michael sonrió con picardía.
—Cuando quieras lo probamos —susurró tan bajo que no pude entender lo que dijo.
—¿Qué?
Aclaró su garganta.
—Que olvidé estacionar el carro.
Fruncí mis cejas, confundido, y luego negué con la cabeza, antes de mirar el instrumento dorado que mis manos sostenían con fuerza.
—En fin, cuando al fin pude tocar el saxofón, me sentí el niño más feliz del mundo, ¿sabes? Tocar un instrumento de viento amerita tener una conexión más profunda con la melodía que estás creando, porque a diferencia de los instrumentos de percusión o cuerda, cuyo sonido ya está allí, con los de viento debes crear el sonido con el aire propio.
» Así que..., por primera vez sentí que algo me pertenecía. No a alguien más, solo a mí y..., joder, eso se sintió demasiado brutal en su momento.
—Por fin sentiste que eras un gato jazz —murmuró Michael a mi lado. No supe en qué momento atravesó la sala, pero su cercanía se sintió reconfortante.
—Me sentí todo un gato jazz —confirmé, algo extrañado de que Michael no se burlase de mí por ello. Después de todo, sonaba ridículo.
Aunque el brillo en su mirada me hizo saber que él pensaba que todo esto era genial. Parecía incluso emocionado con la historia que acababa de contarle.
—Bien, gato jazz, ¿qué me dices de tocar algo para mí? —Subió y bajó las cejas juguetonamente, haciéndome sonreír—. Estoy ansioso por escucharte.
Miré el saxofón en mis manos y mordí mi labio con nerviosismo mientras me preguntaba si realmente podía hacer eso. Llevaba mucho tiempo sin...
Interrumpiendo mis pensamientos, Michael posó su mano en mi hombro y le dio un leve apretón.
—Tú puedes hacerlo.
Algo en mi interior se calentó al ver la confianza plasmada en sus ojos.
Asentí un par de veces, intentando convencerme a mí mismo, y tomé una profunda respiración para calmarme. Me enderecé en mi lugar y, luego de limpiar con sumo cuidado la boquilla del instrumento, opté la posición correcta. Entonces, comencé a tocar la primera pieza que se me ocurrió mientras mi cuerpo se dejaba llevar por el melodioso sonido que tomaba forma a medida que mis labios expulsaban el aire necesario.
El saxofón se convirtió en mi escape cuando la soledad se transformaba en algo demasiado difícil de soportar en un lugar en el que casi siempre estuve solo y en el que sentí que no le importaba a nadie, más que al conserje que me enseñó a tocar.
No obstante, justo ahora, una especie de hormigueo comenzaba a recorrerme de pies a cabeza debido al subidón de adrenalina que me produjo tener entre mis manos el instrumento y ser capaz de tocarlo una vez más.
También sentí una inmensa satisfacción por no haber olvidado nada de lo que aprendí años atrás —con tanto esfuerzo— en aquella sala vacía.
En ese pequeño lapso de tiempo, volví a ser ese niño pequeño que soñaba con ser un gato jazz y cuya fascinación por el saxofón superaba cualquier otra emoción que hubiese experimentado antes. Abrí mis ojos —que no sabía que había cerrado— y miré a Michael sentado sobre una mesa observándome fijamente, sin perderse ninguno de mis movimientos.
Sin saber la razón, mis ojos se fijaron en los de Michael y no se apartaron de ellos hasta que terminé la pieza de jazz que había elegido. En sus ojos bailaba una emoción que nunca había visto y sus labios se alzaron en una sonrisa que iluminó su mirada.
De alguna manera que no podía explicar, un sentimiento de seguridad me recorría cuando estaba a su lado y algo en su mirada me trasmitía la sensación de que podía hacer cualquier cosa que me propusiese si así lo quería.
Luego de unos segundos de estar embelesado mirándole, separé el instrumento de mis labios con lentitud y tomé una respiración profunda, antes de soltarlo todo. Esa había sido la bocanada de aire más satisfactoria que tomé en mucho tiempo.
Había olvidado lo gratificante que se sentía tener la respiración agitada luego de interpretar un número o lo acelerado que mi corazón latía, haciéndome sentir vivo.
Mordí mi labio, sintiendo la emoción recorrer mis venas, y segundos después me permití sonreír con alegría ante el conocimiento de lo que hice momentos atrás.
Dejé el instrumento sobre su estuche con todo el cuidado que pude y giré sobre mi eje para transmitirle a Michael todo lo que estaba sintiendo en ese momento con tan solo una mirada. Estrujé mis manos con nerviosismo y —sin saber el motivo que me impulsaba a hacerlo—, me acerqué a él con paso confiado y le abracé con fuerza, tomándole desprevenido.
Él se tensó bajo mi toque por un instante, pero luego de asimilar lo que ocurría me devolvió el abrazo con la misma intensidad.
—Gracias, Michael —susurré sobre su oreja, mientras afianzaba mis brazos alrededor de su cuello—. No sabes cuánto te agradezco esto que has hecho por mí.
Sus manos se deslizaron con delicadeza por mi espalda hasta envolverse por completo a mí alrededor. La sensación que me invadió cuando me tocó, me hizo recordar a la manera en que me sentí cuando me enseñó la técnica del tiro con arco. Fue desconcertante e interesante el estremecimiento que recorrió mi cuerpo cuando le sentí tan cerca.
—No hay nada que agradecer, lo he hecho con gusto —susurró de igual manera mandando un escalofrío por mi columna.
Luego de eso, ambos perdimos la noción del tiempo y permanecimos abrazados por un buen rato, aparentemente cómodos al estar de esa manera con él otro.
Casi sin darme cuenta, me perdí en el calor de sus brazos y en lo íntimo del momento, olvidando por completo que ambos estábamos en la universidad y que aún nos quedaban un par de clases por ver.
No obstante, las clases no protagonizaron ninguno de mis pensamientos mientras estuve en aquella sala en compañía de Michael.
En todo lo que pude pensar mientras su pulgar acariciaba con delicadeza mi contado, fue en la profundidad de la situación en la que nos encontrábamos, porque eso no fue algo tan simple como él viéndome tocar y yo rememorando lo mucho que me hacía sentir el saxofón.
Fue algo mucho más significativo.
Fui yo mostrando una parte de mi vida que me empeñé en mantener oculta por mucho tiempo. Fui yo expresando mis emociones a través de pequeñas corrientes de aire y fue él escuchando con atención cada sonido armónico que fui capaz de crear en ese instante, sin quejarse.
Se trató de Michael haciéndome recordar la sensación de libertad que experimenta una persona tras hacer algo por gusto. Y se trató de mi recuperando aquella parte de mi ser que perdí por intentar complacer a los demás.
⋆ ⋆ ⋆
—¿Tienes algo que hacer luego de aquí? —Michael metió sus manos en los bolsillos del pantalón mientras jugaba con una pierda en el suelo, sin mirarme a la cara.
Parecía un poco cohibido.
Acabábamos de salir al estacionamiento para ir a casa, luego de perdernos las dos últimas clases que teníamos en el día, sin ser verdaderamente conscientes del tiempo que estuvimos en la vieja sala de música.
—No que yo sepa —murmuré mientras tomaba con fuerza el asa del estuche del saxofón—. ¿Por qué?
—Es que..., luego de verte tocar yo- verás, yo... —Mordió su labio, pareciendo mortificado—. Tuve esa sensación de que debía hacer algo y quiero mostrártelo.
Apoyé todo mi peso en una pierna mientras analizaba cuidadosamente la postura de Michael. No entendía el repentino cambio en su estado ánimo y la manera en que actuaba me hizo sentir que lo-que-sea que quería mostrarme era importante para él.
—Está bien —me limité a decir.
Michael asintió y se dirigió hacia su auto. Antes de subir, me dirigió una última mirada.
—Sígueme.
Sin saber qué más hacer —y sintiéndome demasiado confundido para refutar—, le seguí de cerca, recorriendo las calles de la ciudad, hasta detenernos frente a su casa.
Pasamos el umbral de la puerta, siendo recibidos por un silencio ensordecedor muy extraño para venir de la vivienda de los Blut. Derek alzó la mirada desde el sofá y nos sonrió con amabilidad, mientras sostenía un libro en sus manos.
—Hey, Stephen, ¿qué tal?
—No me quejo. —Me encogí de hombros.
Michael dejó sus llaves sobre la mesa del café y miró a su hermano con intensidad.
—Derek, ve buscar a los chicos —pidió—. Y asegúrate de que traigan sus instrumentos con ellos.
El menor parpadeó un par de veces, luciendo demasiado impactado. Fijó su mirada en mí y luego miró a su hermano como si intentase comprender lo que estaba ocurriendo. Cerró el libro en sus manos y con una lentitud admirable se levantó del sofá.
—¿Que haga qué?
—Que llames a los chicos, Derek. —Chasqueó sus dedos mientras señalaba hacia las escaleras—. Y si lo haces para hoy, sería estupendo.
Derek abrió su boca, pero nada salió de ella. Dejó su libro en la mesita y apresuró sus pasos hacia la escalera como si temiese que Michael se arrepintiese de sus palabras.
Miré con intriga al chico a mi lado y no pude evitar preguntar:
—¿Qué ocurre, Michael?
Una sonrisa de medio lado apareció.
—Toma asiento mientras yo voy a buscar mi batería —Señaló el sofá, ignorando por completo mi pregunta.
Parpadeé un par de veces y negué con la cabeza mientras dejaba el instrumento que cargaba sobre el sofá.
—Yo te ayudo.
Ambos nos dirigimos a las escaleras cuando un par de estruendos se escucharon en la segunda planta. Cuando llegamos al pasillo, tres puertas se abrieron con fuerza casi al mismo tiempo, mostrando a los hermanos de Michael que salían de manera torpe y desesperada, antes de pasar junto a nosotros y bajar despavoridos.
Cuando creímos que todo había acabado, la chica de cabello corto que se acercó una vez a la mesa del almuerzo, intentando llamar la atención de Michael — y cuyo nombre no recordaba—, salió de uno de los cuartos y nos miró a ambos con desconfianza, antes de fijar sus ojos llenos de confusión en Michael.
No recordaba cómo se llamaba, pero estaba seguro de que estaba entre Mila, Marga o Mensa. El problema era que siempre fui malo con los nombres.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué los chicos actúan como locos?
—Porque lo están —afirmó Michael con diversión, encogiendo sus hombros—. En fin, si no quieres perderte del show, puedes bajar y sentarte en el sofá, Margaret.
Margaret. Estuve cerca.
—¿Qué show?
—Baja y verás. —No esperó una respuesta de su parte y entró a su habitación conmigo siguiendo sus pasos.
Cuando comprobé que estábamos completamente solos en la plata de arriba, me giré hacia Michael con curiosidad.
—No sabía que ella era tan cercana a ustedes —expresé mi inquietud, asegurándome de que nadie más pudiese escuchar.
Michael pareció confundido al principio, hasta que por sus ojos atravesó el conocimiento.
—¿Te refieres a Margaret? —Hice un sonido de afirmación—. Bueno, ella es especial en esta casa. Nuestros padres han sido amigos de toda la vida y desde que tengo uso de razón ella ha estado a nuestro alrededor. Los mellizos son los más cercanos a Margaret y son los que mejor se la llevan con ella. Por alguna razón, a Derek le cae mal y, aunque yo la conozco de toda la vida, no convivo tanto con ella como para afirmar que somos cercanos.
Por algún motivo, la afirmación de Michael sobre Derek me sorprendió en demasía. Me costaba imaginar a su hermano menor guardándole algún tipo de rencor a alguien. Derek se veía demasiado tranquilo para su propio bien y parecía ser más el tipo de persona que predicaba amor y paz al prójimo, que alguna otra cosa.
Pensé en Margaret nuevamente y me pregunté si Derek sentiría el mismo malestar que yo cuando ella estaba presente. Para ser honesto, algo en ella me daba desconfianza.
Por los siguientes minutos Michael y yo nos dedicamos a bajar las piezas de su batería, mientras los chicos preparaban la sala para el pequeño espectáculo que al parecer pensaban montar allí.
Dos viajes después, ya todo estaba instalado en la sala y yo me distraje por un momento al ver la manera en que Addison afinaba una guitarra eléctrica, Andrew instalaba un teclado y Derek ajustaba un bajo.
Supuse que cada instrumento pertenecía a quien lo usaba.
Cuando cada pieza estuvo en su lugar y la batería se encontró armada, los chicos detuvieron sus movimientos y miraron a su hermano mayor con desconfianza, aunque fue Andrew quien rompió el silencio.
—¿Tú..., quieres que toquemos? —La situación era muy obvia, pero en todo esto había un trasfondo desconocido para mí y que tenía a los hermanos de Michael dudando.
El chico a mi lado se encogió de hombros antes de caminar hacia el banquillo de su batería y crear algunas combinaciones de sonido con los toms y los platillos. Cuando acabó, les miró apenado.
—Solo si ustedes están de acuerdo.
Los chicos se miraron entre ellos y un brillo de emoción se instaló en sus ojos, antes de asentirle con la cabeza a su hermano mayor.
—Queremos —intervino Addison.
—¿Qué está pasando aquí? —El ruido se detuvo y todos volteamos a ver a la señora Lena de pie en la entrada de la cocina con Mason a unos pasos detrás de ella. Recorrió a todos con la mirada, como si intentase comprender lo que ocurría, hasta que sus ojos se detuvieron en mí y sonrió con emoción—. Oh, Stephen, ¡has vuelto!
Se acercó a donde estaba con una sonrisa y me abrazó con el mismo cariño que me transmitió la primera vez que nos vimos.
—¿Cómo está, señora Lena?
Hizo una mueca y se alejó de mí.
—Ya hemos hablado de esto, Stephen. Obviemos el «señora» cuando te refieras a mí, llámame Lena. —Se cruzó de brazos y me miró con severidad, aunque la pequeña sonrisa que apareció en sus labios dañó su intento de reprenderme—. Por cierto..., asegúrate de venir más seguido. Me gusta tenerte aquí.
Antes de abrir mi boca para responderle, Mason se unió a nosotros y palmeó mi hombro a modo de saludo.
—¿Cómo estas, muchacho? —Me dio un pequeño apretón y una de esas sonrisas características de su familia.
—Estoy muy bien, gracias —Asentí con una sonrisa, no pudiendo evitar ser contagiado por su buen humor.
Ambos eran tan amables que me hacían sentir parte de la familia, aunque no estuviese ni cerca de serlo, y eso era algo que me hacía tenerles respeto.
Lena parpadeó hacia lo que estaban haciendo los chicos y les miró con curiosidad. Mason detrás de ella colocó una mano en la parte baja de su espalda.
—¿Van a tocar, chicos? —fue su padre quien preguntó.
—No, hemos sacado todos los instrumentos para hacer una exhibición —respondió Michael con sarcasmo.
Mason rodó sus ojos.
—Muy chistoso —contestó de igual manera—. Si así de ingenioso fueras para otras cosas...
Mientras padre e hijo seguían con el contrapunteo me di cuenta de que Margaret me observaba con atención e intriga. Cuando notó que la había pillado mirándome, miró rápidamente a los chicos y fingió prestarles atención, como si nada hubiese pasado.
Me encogí de hombros y volví a mirar a Michael frente a su batería, sintiendo una extraña emoción por ver una faceta de él que no me esperaba. Se veía imponente allí sentado, aunque no había manera de que lo admitiese frente a él.
Michael estaba sonriendo, pero su emoción pareció crecer cuando notó que le estaba mirando con fijeza.
En ese instante, me pregunté qué había pasado para que Michael decidiese tocar de nuevo, cuando obviamente había dejado de hacerlo. La emoción y confusión de sus hermanos solo comprobaba mi teoría de que algo había pasado; incluso la actitud nostálgica de sus padres —que se sentaron para ver lo que harían los chicos— me dijo que habían extrañado ver esto.
Michael aclaró su garganta, provocando que el bullicio desapareciera. Pareció pensativo por unos segundos, mientras seguía haciendo sonidos con la batería; luego su rostro se llenó de reconocimiento.
Todos lo miraban expectantes, esperando sus instrucciones. Después de todo, la batería era un instrumento que marcaba el ritmo y necesitaban de ella para comenzar.
—¿Qué les parece si tocamos Black Star de Yngwie Malmsteen?
Todos parpadearon y le miraron como si estuviese loco.
—Que quieres que toquemos ¿qué?
Michael dio vuelta a sus baquetas con habilidad mientras una sonrisa inocente aparecía en su rostro.
—Oh, vamos, debemos causarle una buena impresión a Stephen.
Alcé mis cejas con asombro justo cuando sus hermanos voltearon a mirarme al mismo tiempo. Los chicos asintieron, inseguros, antes de colocase en sus posiciones.
Líneas de estrés se formaron en el rostro de Addison porque Black Star destacaba por la guitarra eléctrica y la mezcla entre la música clásica con licks de hard rock. Yngwie había creado lo mejor del metal neo-clásico, según lo que sabía. Y gracias a sus excepcionales habilidades y técnica veloz abrió camino a la exposición de subgéneros de los '80.
Siendo honesto, ni en mis fantasías más salvajes me esperé ver a los Blut con instrumentos en sus manos apunto de interpretar Black Star, pero pensándolo mejor, de esa familia podía esperar cualquier cosa.
Luego de un momento en el que todo estuvo en silencio, la canción comenzó con Andrew dándole los toques clásicos a la melodía con el teclado, evidentemente ajustando la pieza a los instrumentos que poseían.
Michael dio un par de toques a los toms y con ello dio apertura a la guitarra de Addison; el sonido del bajo de Derek opacado por el maravilloso trabajo manual que su hermana realizaba. La batería comenzó a sonar con movimientos constantes creando una maravillosa combinación con la guitarra que me aceleró los latidos y me cortó la respiración.
La melodía no era traviesa ni instaba a la locura como otras canciones. No obstante, me encontré perdido en el estilo que tomaron prestado de Yngwie y mi cabeza comenzó a moverse en medio del disfrute.
De pronto, el estilo cambió y Far Beyond the Sun del mismo artista comenzó a sonar. Estaba perplejo y la adrenalina me golpeó cuando Addison y Michael combinaron la batería y la guitarra en sonidos progresivos que daban un aire competitivo entre ambos.
El ritmo era más rápido que la canción anterior y —sin percatarme de lo que hacía—, mi vista se centró en los movimientos de Michael, sin poder evitar detallar la manera en sus venas sobresalían o la forma en que sus músculos se tensaban con cada golpe que daba al instrumento o la manera tan hermosa en que parecía mover su cuerpo para ejecutar la melodía. Su cara se encontraba roja por la intensidad del momento, su ceño levemente arrugado en medio de la concentración y su mirada llena de euforia y desafío.
Estaba fascinado por el contraste de sonidos que llenaban la sala, pero me encontraba más enfocado en el chico que golpeaba con euforia la batería que en cualquier otra cosa.
Ya casi finalizando la canción, Michael hizo una maniobra espléndida que cortó mi respiración y me alteró el pulso. Pocas veces en mi vida sentí esa sensación de adrenalina y emoción. Estaba tan envuelto en todo que sentí por un momento como si yo mismo estuviese tocando.
Cuando culminaron, se tomaron un pequeño momento para regular sus respiraciones agitadas y controlar los erráticos latidos de sus corazones. El pecho de cada uno subía y bajaba con rapidez y, cuando sus miradas se encontraron, sonrisas satisfechas aparecieron ante el conocimiento de lo genial que lo habían hecho.
Sus padres se levantaron de sus asientos y aplaudieron con emoción, mientras vitoreaban y gritaban halagos. Margaret vociferaba lo maravilloso que Michael lo había hecho desde su posición. Pero el chico no pareció tomarle importancia cuando me observó directamente y tomó una respiración profunda.
Michael era algo para admirar con su respiración agitada, sus mejillas exhibiendo un furioso sonrojo, el mechón de cabello que caía por su frente y sus labios entreabiertos intentando tomar todo el aire que podía.
Pero sobre todo, con esa sonrisa traviesa de medio lado que iluminó su rostro e hizo saltar un latido de mi corazón.
⋆ ⋆ ⋆
El frío de la noche me hizo temblar en mi lugar cuando atravesamos la puerta para salir de la casa. Con la emoción aun recorriendo mis venas y el estómago lleno por la cena a la que había sido invitado, no creí haberme sentido tan bien en mucho tiempo.
Michael se detuvo a mi lado con las manos metidas en los bolsillos y un gesto pensativo que portó consigo luego de recoger los instrumentos y guardarlos.
Algo parecía molestarle y cuando estuve a punto de preguntar lo que ocurría, se aclaró la garganta.
—Stephen, ¿qué... —sus mejillas se sonrojaron un poco mientras desviaba su mirada hacia la calle—... qué te pareció lo que viste hoy? —La duda en su voz me hizo sonreír.
—Eso estuvo increíble, Michael. No me esperé que fueras tan bueno tocando.
Mis palabras se quedaron realmente cortas con lo que quería expresar. Pero en ese instante no podía encontrar las palabras adecuadas para decirle lo maravilloso que me había parecido todo.
Aún podía sentir en mis venas la emoción que me recorrió cuando le vi tan salvaje tocando el instrumento, invadido por la euforia.
Y estaba seguro de que la imagen no saldría de mi mente en mucho tiempo.
—Todo fue gracias a ti, Stephen. —Su afirmación me tomó por sorpresa—. Cuando te vi tocar y dejar atrás los malos recuerdos que tenías sobre el saxofón en ese viejo salón de música, sentí que no podía quedarme de brazos cruzados. —Pateó el suelo—. Verte me hizo sentir que no podía seguir así.
Mordió su labio con nerviosismo y me miró.
—Llevaba un largo tiempo sintiéndome inconforme con cada cosa que tocaba. Era un sentimiento muy desgastante que me llevó a dejar de lado la batería. —Su expresión era mortificada—. Semanalmente los chicos y yo reuníamos nuestros instrumentos y tocábamos a nuestros padres, justo como hicimos hoy. Pero hubo un tiempo en que se sintió tan mal para mí, que decidí abandonarlo sin darle explicaciones a nadie.
» Sin embargo, cuando te vi tocar el día de hoy, esa emoción que sentía cada vez que mis hermanos y yo completábamos una canción, luego de haberla practicado mucho para que saliera increíble, volvió. —Suspiró entrecortadamente, antes de mirarme—. No sabes el peso tan grande que me has quitado de los hombros. Tocar la batería me ahogaba. A veces la usaba para desestresarme, pero la mayor parte del tiempo solo me generaba sentimientos negativos. Así que..., gracias.
No supe qué decir, más que nada porque no comprendía la verdadera magnitud de la situación. Pero algo cálido se instaló en mi pecho cuando vislumbré la expresión agradecida de Michael y la manera en que sus ojos me miraron con un sentimiento desconocido para mí.
Ni siquiera estaba seguro de haber hecho algo.
—No hay nada qué agradecer, solo... —«sigue sonriendo de esa manera».
Negué con la cabeza, avergonzado por mis pensamientos, y me apresuré a mi auto. Antes de entrar, miré a Michael por una última vez, notando lo confundido que parecía por mi actitud.
—Adiós y..., gracias por todo. —Tomé asiento, antes de ponerme en marcha.
Mientras manejaba por las calles desoladas de camino a casa, me pregunté qué diablos me pasaba últimamente. Mis manos apretaron el volante con fuerza y mi mandíbula se tensó ante los galopantes latidos de mi corazón que parecían querer perforar mi pecho por la fuerza que ejercían.
Cuando me detuve frente a mi casa, apagué el auto, apoyé la frente sobre el volante y llevé mi mano a mi pecho mientras intentaba darle sentido a la forma en que mi cuerpo actuaba.
Ese sentimiento cálido que se instaló cuando le vi mirarme con aquella intensidad, seguía latente en mi pecho y estaba comenzando a preguntarme de qué se trataba.
¿Era realmente solo admiración lo que sentía por Michael?
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Aristogatos es una de las películas que con cariño recuerdo de mi infancia e incluirla en la historia es especial para mi <3
Siempre me ha gustado este capítulo porque creo que desprendernos de aquello que nos hace mal es importante, pero me gusta pensar que no todo se trata de olvidar, sino también de renovar. Así que algo parecido quise plasmar aquí.
En el area multimedia está la interpretación que hizo Stephen.
Y aquí les dejo las canciones que enterpretaron los chicos:
https://youtu.be/e7F3FoCgFvU
https://youtu.be/m6MSnZdFmkE
En fin, espero que les haya gustado el capítulo ˘⌣˘
Muchas gracias por leerme (ノ' з ')ノ♡
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