C A P Í T U L O 14
—Creí que iríamos al zoológico —expresé a Michael mientras detallaba la enorme edificación frente a la que acabábamos de estacionarnos.
Estaba casi seguro de que no exhibían animales allí. De hecho, la elegante estructura tenía un enorme cartel en el que se leía «Archery club».
—Está bien, tal vez mentí un poco, pero no te preocupes. —Sacó la llave del switch y me miró con emoción—. Te prometo que te divertirás aquí.
Me encogí de hombros, sin saber qué esperar y le seguí fuera del auto para dirigirnos al interior del club.
Esa mañana me había levantado muy temprano por una llamada de Michael, alegando haberle prometido salir juntos para pasar el rato. Inesperadamente, me había levantado de muy buen humor e incluso me encontré emocionado por la aparente salida que tendríamos los dos.
No estaba seguro de lo que me ocurría, pero decidí no darle tantas vueltas al asunto y disfrutar el momento junto a él. Aunque justo ahora no sabía en qué diablos me estaba metiendo, literalmente.
Cuando entramos al edificio, no pude disimular la sorpresa que me causó la elegancia que poseía el lugar. Los cuadros sofisticados y las piezas invaluables que adornaban la edificación evidenciaban que los ricos pasaban tiempo de caridad allí.
Nos acercamos a la recepción y mientras Michael hablaba con la chica que masticaba chicle, yo me dediqué a observar los trofeos tras las vitrinas que se encontraban acomodados por año.
—Que tenga un buen día, joven Blut —escuché decir a la chica justo cuando una mano se posó en mi hombro, sacándome de mi ensoñación.
Michael me extendió un folleto mientras detallaba la vitrina que había estado mirando momentos atrás.
—Puedes leerlo, si gustas. Pero puedo explicártelo también.
Dimos la vuelta para comenzar a caminar por el largo pasillo cubierto por una alfombra roja. Abrí el folleto con interés, pero justo cuando pensaba comenzar a leerlo Michael colocó su barbilla en mi hombro, tomándome por sorpresa y haciendo que me sobresaltara en mi lugar.
—¿Alguna vez viniste a un club?—masculló mientras observaba el papel en mi mano. Giré un poco mi rostro para estudiar su expresión por un segundo, antes de negar y volver a mirar el folleto—. ¿Y el tiro con arco? ¿Lo practicaste alguna vez?
—No, nunca.
—Bueno, existen diferentes modalidades para practicar tiro con arco —masculló, sin separarse de mi—. Están los que practican a campo abierto, a campo cerrado, en canchas de entrenamiento y los que practican con distintos objetivos para subir de nivel en lo que a destreza se refiere. Incluso existe una actividad grupal que permite crear equipos de excursión para practicar tiro con arco en el bosque —explicó cada punto expuesto en el folleto mientras señalaba las imágenes—. Este club posee una escuela que entrena a los chicos para las olimpiadas; también brindan cursos para aquellos que aspiran a algo menos formal y ofrecen actividades recreativas como la que estamos a punto de realizar.
Michael me resumió el folleto en menos de cinco minutos por lo que, al no tener necesidad de leer más, lo cerré y me dediqué a detallar el lugar. Por su parte, mi acompañante separó su barbilla de mi hombro y se colocó a mi lado mientras me mostraba cada rincón lo mejor que podía.
Pasamos por varias salas de entrenamiento, nos topamos con una cancha llena de personas disparando a una serie de objetivos y terminamos en una sala llena de gente colocándose la indumentaria necesaria para comenzar a practicar.
Michael me tomó de la mano y me guió a un cubículo en el que se encontraba una chica registrando a las personas que participarían en las diversas actividades. Luego de hacer fila y colocar nuestros datos en una lista, nos dirigimos a lo que Michael llamó «zona de equipamiento» para tomar todo aquello que necesitábamos.
Unas enormes estanterías que iban del suelo al techo aparecieron en nuestro campo de visión, portando grandes cantidades de arcos distribuidas por modelo, tamaño, color, grosor y material de elaboración. También había una pequeña cabina con diferentes tipos de flechas.
Y yo me encontraba completamente perdido.
—Hey. —Michael llamó mi atención con suavidad, portando una pequeña sonrisa en sus labios—. No te preocupes, yo te enseñaré todo lo que necesitas saber. —Me guiñó el ojo, provocando que rodase mis ojos.
Luego estudié todo con curiosidad. Nunca había visto tantas cosas desconocidas para mí.
—Bien, antes de comenzar, me gustaría enseñarte cada uno de los objetos que ves en estos estantes y explicarte un poco sobre la utilidad de cada uno. —Asentí, interesado por aprender un poco más del tema. Me acerqué a él con curiosidad cuando tomó en sus manos uno de los arcos—. Cómo puedes ver, hay muchos tipos de arcos, cada uno con características diferentes que proporcionan diversos resultados. —Miró el objeto en su mano—. Este de aquí es el Arco Longbow; ellos no son recurvados, tienen una pala en forma de "D" y su grosor es menor que su anchura —señaló cada característica que mencionó para que lo comprendiese mejor.
Dejó el objeto en su lugar y tomó otro de la estantería contigua.
—Este de aquí es un Arco Shortbow, es más pequeño que el anterior, ligero, manejable, pero tiene menos potencia y menor alcance —Lo dejó en su lugar y tomó otro—. A este amigo se le conoce como Arco Recurvo y se utiliza mayormente en los juegos olímpicos. Es diferente a los demás porque su pala tiene una doble curva en forma de "S". —Señaló la pieza, ganándose un asentamiento de mi parte—. Tiene mayor fuerza y su disparo es suave.
Repitió el mismo proceso que con los anteriores, dejándolo en su lugar.
—Y por último, pero no menos importante, tenemos a esta monstruosidad: el Arco Compuesto. —Tomó el objeto mencionado del último estante. Lo detallé por un segundo, notando de esa manera que estos eran un poco raros—. Es un arco diseñado para reducir la fuerza que el arquero debe ejercer, mantiene el tensado y apunta mayor cantidad de tiempo con menos esfuerzo, por ello tiene mecanismo de poleas. —Lo observó por un momento con una sonrisa orgullosa—. Es una monstruosidad —repitió.
Colocó el objeto en su lugar y caminó hacia la repisa que contenía flechas de todos los tamaños y materiales.
—Con respecto a estas no hay mucho que decir. —Se encogió de hombros mientras tomaba una para detallarla—. Se escogen en base a la punta y el material. Hay de madera, pero al ser las más propensas a doblarse, están descartadas. Luego están las de aluminio, que son quebradizas y más homogéneas; por último, hay flechas de fibra de carbón, son ligeras, rápidas y alcanzan un vuelo más horizontal que otro tipo de material.
» La punta de la flecha determina el uso que se le va a dar a cada tiro, algunas usan puntas, pero lo más ideal es usar flechas separadas...
De pronto, dejé de escuchar lo que estaba diciendo para fijarme en cada expresión que hacía mientras me explicaba cada cosa que debía saber sobre los elementos del tiro con arco. Por alguna razón, no pude dejar de notar el brillo en su mirada mientras observaba cada objeto que me mostraba o la sonrisa emocionada que iluminaba su rostro de una manera maravillosa.
O la forma en que sus labios se encontraban rojos de tantas mordidas que les había dado en medio de cada explicación.
Michael estaba tan exaltado y emocionado que sus mejillas estaban rojas, lo que hacía que sus pecas resaltaran más. Su cabello estaba algo desordenado también por los movimientos bruscos que hacía en medio de su entusiasmo.
Verle hablar de algo que le gustaba siempre era satisfactorio. Michael tenía la capacidad de traspasar su emoción a las personas y captar su interés por más simple que fuese su explicación.
Ni siquiera podía apartar mi mirada de él.
Observarle era tan..., adictivo.
Cuando el pensamiento se completó en mi mente, me sentí avergonzado conmigo mismo, por lo que aclaré mi garganta y desvíe mi mirada a otro lugar para intentar aclarar mi cabeza. ¿Qué diablos había sido eso?
—Hey, Stephen. —Michael colocó su mano en mi hombro y cuando volteé a mirarle pude ver la expresión de preocupación que empañaba a su anterior emoción.
Al no comprender el cambio, pregunté:
—¿Qué ocurre?
—No lo sé, tú dime. Parecías algo... —Hizo una mueca de confusión—...perdido —concluyó con dificultad.
Por un momento, me sentí culpable.
—Lo siento, es que..., me distraje —«contigo».
Mordí mi labio con nerviosismo y miré la variedad de arcos y flechas que se encontraban colocadas sobre las estanterías para ser utilizadas. Tomé el primero que llamó mi atención y lo coloqué ante él para que lo observara.
—No sé nada de esto, pero creo que debemos usar el arco Recurvo Compuesto en forma de SD —expresé con total seriedad.
Michael parpadeó un par de veces antes de soltar una sonora carcajada que me dejó atónito y que alertó a las personas que se encontraban a nuestro alrededor. Luego de un par de minutos, secó las lágrimas que la risa excesiva provocó y fijó su mirada en mí sin borrar la sonrisa de su rostro.
—¿El qué? —Volvió a reír—. Por Dios, Stephen, has mezclado todo.
Agarró mi muñeca con una mano y con la otra tomó el otro extremo del arco que tenía sujetado. Lo solté con cuidado, sin apartar mi mirada de sus ojos —como si estuviese hipnotizado— y él lo dejó en su lugar, sin dejar de mirarme tampoco. Tomó el arco adecuado y lo colocó entre mis dedos para que lo tomase.
—Usaremos el arco Recurvo —dijo lentamente como si fuese demasiado estúpido para entenderlo—. Y lo utilizaremos porque tiene mayor fuerza y su disparo es suave.
Asentí, algo aturdido por el tono bajo de su voz. Era relajante hasta cierto punto.
—Además de ser el arco que utiliza Hawkeye, por supuesto —agregó con humor—. Ahora dime tú qué flecha usaremos si prestaste atención a mi explicación.
Parpadeé y observé la variedad de flechas con terror, esperando recordar el material de alguna.
Me daba pavor cuando dejaban decisiones importantes en mis manos.
—¿Fi-fibra de carbono? —ofrecí, rezando por no haberme equivocado.
Tampoco quería que Michael pensase que no me interesaba lo que había explicado.
—¡Bien! —Me elogió, provocando que mi corazón se saltase un latido.
Su aprobación me hizo sentir bien, y al mismo tiempo, la emoción en mi interior me hizo sentir estúpido. Por ello, mis mejillas se calentaron por la vergüenza.
—Estás aprendiendo, Stephen —bromeó.
Tragué saliva y me alejé de él con el arco que había colocado en mis manos. Recorrí nuevamente todos los estantes y luego le miré con interés.
—¿Cómo sabes tanto sobre todo esto? —Cambié de tema, con el objetivo de dejar la incomodidad que sentí atrás—. No te veía como deportista —fue mi turno de bromear.
Michael agarró un arco igual al mío para él y tomó un puñado de flechas para ambos. Me extendió una cantidad aceptable junto a un Carcaj para guardarlas.
—Por mamá —me respondió mientras comenzaba a caminar fuera de la zona de equipamiento para dirigirnos al campo de tiro—. Mis abuelos fueron socios de un club en Irlanda, en dónde mamá aprendió tiro con arco. Al tener su propia familia quiso inculcarnos alguna actividad para pasar el tiempo. Los chicos se desviaron un poco de sus intenciones, pero supongo que yo heredé sus ganas por aprender cosas nuevas y me dije que sería interesante aprender. Ella me enseñó todo lo que sé y ahora vengo aquí cada vez que quiero pasar el tiempo. —Enarcó sus cejas y se acercó hasta que sus labios estuvieron a pocos centímetros de mi oreja—. En realidad, los Blut son socios mayoritarios y hacen donaciones para mantener este lugar, así que poseemos ciertos beneficios aquí.
Michael dejó de hablar abruptamente, se alejó y me miró con atención. Segundos después, sus mejillas se sonrojaron.
—Lamento si te aburro con mi palabrería —balbuceó—. Normalmente cuando algo me emociona hablo mucho y...
—No, no. Me gusta oírte hablar de las cosas que te gustan.
No me di cuenta de lo que había dicho hasta que el rubor que Michael tenía en sus mejillas se intensificó y desvió su mirada a otro lugar.
Quise golpearme por el exceso de sinceridad que estaba teniendo el día de hoy, pero en vez de ello decidí mejor mirar a la zona de tiro que estaba a pocos pasos de nosotros. Allí había personas de todas las edades y géneros paradas a una distancia prudencial frente a un círculo blanco con líneas rojas y azules al cual apuntaban con su arco.
En un intento por eliminar la vergüenza que sentía, señalé el círculo con disimulo y pregunté:
—¿Cómo se llama el objetivo al que apuntan?
Michael miró con confusión, sin saber a lo que me refería, hasta que captó.
—Se llama diana.
—Genial, ¿y qué esperamos para acribillarle?
La sonrisa en su rostro se extendió mientras comenzaba a caminar a la zona de tiro que se encontraba vacía, conmigo siguiéndole los pasos. Nos detuvimos nosotros también a una posición prudencial de la diana y Michael se giró para mirarme de frente con su característica sonrisa.
—Bien, ahora pasaremos a la segunda lección del día: posición básica y estrategias de manejo.
Cuando pronunció esas palabras, me sentí como un niño debía sentirse en navidad al recibir regalos nuevos. La emoción era infinita.
—Puedes agarrar las cosas e intentar ponerte en posición; yo te guiaré y estaré al pendiente para corregirte en aquello que falles —aclaró—. Sólo debes colocar tu cuerpo de manera perpendicular al objetivo; tus pies también deben estar de manera perpendicular con cada hombro.
Seguí sus instrucciones lo mejor que pude mientras observaba cada uno de sus movimientos.
—Ahora, para cargar la flecha debes inclinar el arco hacia el suelo, así engancharás la cuerda con la parte trasera de la misma. Luego sujetas la cuerda con tres dedos debajo de la flecha, levantas el arco y lo abres. —A cada instrucción que daba le seguía la demostración de lo que debía hacer.
Michael deshizo su posición y me miró con emoción.
—Fácil, ¿verdad?
Claro, no pude encontrar ni una dificultad.
Observé a Michael realizar la posición un par de veces más mientras yo intercalaba mi mirada entre él y mi propio arco para determinar la manera correcta de hacerlo. Cuando conseguí el valor para intentarlo, recreé la posición que creí adecuada y levanté mi arco para apuntar a la diana.
Estuve a punto de preguntarle a Michael si lo estaba haciendo bien, hasta que le ví acercarse y colocarse detrás de mí por el rabillo del ojo.
—No es así —susurró cerca de mi oído. Su cálido aliento en mi cuello envió un escalofrío por todo mi cuerpo.
Su pecho se pegó a mi espalda y sus manos se aferraron a mi cintura.
—La pierna derecha debe ir atrás. —Una de sus manos bajó y luego de darle un golpecito a mi muslo, obedecí. Después subió lentamente sus manos por mis costados creando pequeñas corrientes eléctricas que me dejaron con el nerviosismo a flor de piel.
En esas instancias solo podía preguntarme porqué mi cuerpo estaba reaccionando de esa manera ante su toque. ¿Era normal sentir el repentino aturdimiento que me envolvió?
Las manos de Michael llegaron hasta mis hombros y luego de darles un pequeño apretón, las deslizó por ellos y presionó un poco para bajarlos.
—Tus hombros deben estar alineados —murmuró pausadamente, provocando que los latidos de mi corazón empezaran a acelerarse.
Luego movió sus dedos hasta mis codos con una lentitud tan torturante que mi piel se erizó bajo su tacto.
—El codo debe apuntar hacia abajo. —Continuó acariciando mi brazo hasta deslizar su mano hacia la mía, tocó levemente mis dedos y mi respiración se entrecortó.
Un calor abrasador comenzó a recorrer mi cuerpo haciéndome sentir sofocado de repente. Lo cual era extraño, porque ambos estábamos al aire libre.
—Relaja tu mano. —La movió un poco y cambió su posición—. Los dedos del arco deben estar a un ángulo de cuarenta y cinco grados.
No entendía porqué rayos una niebla nublaba por completo mi mente mientras mi cuerpo era golpeado por estremecimientos esporádicos provocados por el tacto tan delicado de Michael.
No entendía cómo una simple explicación de cómo realizar tiro con arco se había convertido en esto.
Michael solo intentaba mostrarme la posición básica y yo me encontraba jadeando sin razón aparente.
—Ahora...—Suspiré entrecortadamente cuando su ronca voz interrumpió el curso de mis pensamientos. Michael bajó sus manos, tocando todo a su paso hasta llegar a mi cintura, en dónde las fijó—. Relaja los dedos de la mano de la cuerda y suéltala —susurró en mi oído.
Mordí mi labio inferior y parpadeé un par de veces en un intento por disipar la bruma que cubría mi mente. Fijé mi atención en la diana, tomé un profunda respiración e hice lo que Michael me indicó para luego ver la manera en que la flecha salió disparada con rapidez hasta llegar al centro de mi objetivo.
Cuando la flecha se incrustó con éxito, sonreí con satisfacción y volteé a observar a Michael con emoción, esperando recibir alguna aprobación de su parte. Sus manos continuaban en mi cintura y una sonrisa de orgullo hacía contraste con el extraño rubor que cubría sus mejillas.
La adrenalina corría por mis venas mientras observaba el brillo en la mirada de Michael, pero en ese instante no supe si debía ligarlo a mi pequeño logro o al inquietante acercamiento que ambos aún teníamos.
No obstante, no tuve mucho tiempo para analizar la situación, porque Michael apartó sus manos de mí y dio un par de pasos hacia atrás para tomar algo de distancia.
Observó la diana por un momento y luego volvió a mirarme.
—Lo hiciese bien —elogió—. Ya eres todo un campeón.
—Ya quisiera —balbuceé, sin saber qué otra cosa decir. Los latidos de mi corazón seguían golpeteando mi pecho con fuerza y mis orejas continuaban calientes después del episodio que protagonizamos.
Aún no sabía qué diablos había ocurrido ni porqué había reaccionado de aquella manera. Pero ahora que ambos intentábamos aparentar que nada había ocurrido, me sentí estúpido por darle tantas vueltas en mi cabeza a algo que probablemente no significaba nada para Michael.
Por ello, tuve que hacer un esfuerzo para ignorar la pequeña molestia que me generó el pensar que para él podría no haber significado nada.
Abrí mi boca para decir algo más —al no soportar el extraño silencio que nos envolvió—, pero en ese instante algo en el cuello de Michael llamó mi atención.
Detallé su cuello con interés y tragué grueso cuando noté el dije de su collar. Era el mismo diseño que había dibujado en casa con tanto esmero, sin saber de dónde venía la idea.
Aún con los latidos de mi corazón desbocados, volví a mirarle a los ojos y señalé su collar con nerviosismo. No sabía qué me tenía más nervioso, si lo que había pasado antes o mi nuevo descubrimiento.
Me aclaré la garganta, avergonzado. Michael alzó una ceja sin entender y yo señalé su collar.
—Uh, está lindo. ¿Es tuyo?
Joder, quería golpearme. Necesitaba golpearme.
Lo tenía colgado en su cuello, ¿cómo era que lo primero que se me ocurría preguntar era eso?
Michael soltó una pequeña risa al ver mi vergüenza, y asintió, tomando el dije entre sus dedos.
—Sí, es mío. Fue un regalo de mi abuela materna. Tenía la creencia de que esto me protegería o algo así. —Dejó de mirar el dije para observarme—. No me preguntes demasiado, en realidad no sé mucho sobre eso. Solo sé que se trata de un símbolo celta.
Yo solo puse asentir, inquieto por la respuesta, inquieto por haber preguntado, inquieto por las emociones que estaba experimentando en ese momento y para las que no hallaba sentido. Me inquietaba la mirada intensa de Michael, pero mucho más me inquietaba el golpeteo de mi corazón o la calidez que se asentaba en mi pecho cada vez que lo hacía.
Me inquietaban sus sonrisas amables, pero más lo hacía lo que provocaban en mí.
Desvié mi atención de él para fijarla en la diana mientras intentaba relajarme y dejar todas esas sensaciones extrañas detrás.
Se suponía que este sería un día para divertirme, no un día en el que conseguiría más cosas en las qué pensar de las que ya tenía.
Mordí mi labio con nerviosismo y, luego de pensarlo por un momento, tomé una flecha de mi Carcaj, repetí cada cosa que Michael me enseñó en mi mente, las llevé a la práctica y apunté hacia mi objetivo con seguridad, antes de soltar la flecha y dar en el blanco.
Abrí mi boca con sorpresa y miré a Michael sin salir de la impresión, porque no me había esperado hacerlo bien. Salté como un niño pequeño atrapado en la emoción y alcé mi mano tras un grito de victoria. Michael soltó una pequeña risa por mi reacción y luego comenzó también a practicar tiro con arco, mostrándome con cada movimiento la destreza y agilidad que obtuvo en el deporte.
Continuamos practicando por un par de horas más, agregándole sazón con un reto que nos pusimos y que Michael me dejó ganar. No sabía porqué, pero él también había estado actuando extraño. Había reído y bromeado conmigo, pero estaba más callado de lo normal.
No sabía lo que ocurría, pero todo quedó olvidado cuando me invitó a comer unas hamburguesas en el club, aprovechando que era domingo familiar y había descuento. No sabía que tenía hambre hasta que mencionó la oferta que podíamos aprovechar.
Ambos dejamos el equipo que usamos en su respectivo lugar y nos dirigimos al área de comida con un par de charlas esporádicas para matar el tiempo.
Me sentía feliz, satisfecho, cómodo, pero al mismo tiempo una inquietud se alojó en mi estómago cuando no pude dejar de darle vueltas a lo que había pasado entre Michael y yo.
Tal vez no había sido nada, tal vez solo estaba dándole demasiadas vueltas al asunto y me estaba ahogando en su vaso de agua.
Pero entonces, si no había sido nada, ¿por qué no podía dejar de pensar en ello?
Si no había sigo nada, ¿por qué me sentía así?
─────•☆•─────
Buenos días/tardes/noches criaturitas uwu
He vuelto con un nuevo capítulo.
Este en especial me emociona mucho, así que espero que cause lo mismo en ustedes :p
En la zona multimedia dejé la imágen de uno de los dibujos que Stephen realizó de los símbolos celta, sin saber de qué se trataba. El que está allí es el que Michael tiene como dije. Aunque al final ambos dibujos tienen que ver con él (más adelante hablaré un poco de ello). Mientras tanto, dejo el otro dibujo aquí abajo:
Sin más que decir, no leemos en el siguiente capítulo uwu
Espero que el capítulo haya sido de su agrado; si lo fue, pueden votar y comentar con total confianza ;)
Amo todo el cariño que le dan a la historia <3
Gracias uwu
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