C A P Í T U L O 10
—Muy bien, chicos, ya realizamos la primera evaluación y aunque sus notas no fueron tan satisfactorias como esperé, aún están por encima del promedio general entre mis estudiantes —dijo Caster, como si estuviese orgulloso de que fuésemos menos estúpidos que la mayoría.
—Ahora procederé a entregarles sus exámenes, para luego explicarles la dinámica de la siguiente evaluación. —Golpeó las hojas de examen contra el escritorio al tiempo que comenzaba a nombrar a cada estudiante para retirar su evaluación.
—¿Cómo crees que te fue en el examen? —preguntó Michael a mi lado, mientras yo realizaba un boceto miniatura que se me ocurrió de pronto en la última página de mi libreta.
—Quisiera decir que bien, ya que estudié muchísimo para eso. Pero con Caster uno nunca sabe. —Realicé una circunferencia rápida y dibujé un árbol algo deforme allí, para poder recordar en casa lo que quería plasmar—. Todos sus exámenes son sobre situaciones hipotéticas que debemos analizar y si ve alguna fisura en tu argumento, se vale de eso para privarte de la calificación completa.
—Si tú tienes tantas dudas habiendo estudiado, no quiero pensar en mi calificación, luego de haber leído el contenido de manera superficial para decir todo con mis propias palabras.
Alcé la mirada de la hoja y le vi con burla.
—¿Solo leíste el contenido para un examen con Caster?
—Bueno, yo... —El profesor llamó a Michael y este se levantó con prisa para ver su calificación; mientras tanto, yo volví a lo mío simulando con líneas imperfectas las raíces del árbol para terminar el boceto. No sabía lo que era ni porqué lo dibujaba, pero en casa lo desarrollaría mejor.
—Stephen, no me lo vas a creer. —Cerré mi libreta justo cuando Michael llegó a mi lado emocionado—. Saqué veintitrés sobre veinticinco porque se me olvidó llenar la ficha técnica que pidió en el cuarto ejercicio.
Abrí mi boca para decir algo, pero le voz de Caster llamándome me interrumpió. Me levanté con rapidez y recibí mi examen junto a una felicitación del profesor por haber superado sus expectativas, aunque mi nota fue más baja que la de Michael por un punto.
No sabía cómo diablos hacía para salir tan bien cuando nunca estudiaba de manera adecuada. Lo mismo pasó en el examen de Econometría I y ni siquiera tenía la clase copiada.
—Muy bien, chicos... —El profesor se levantó del escritorio cuando terminó de entregar los exámenes y apuntó un par de cosas en la pizarra que de inmediato copié—. Ya pasó un mes desde que les expliqué la dinámica de mis evaluaciones y es momento de explicarles en qué consiste el proyecto y la manera en que será dividido, así que daré las pautas para su elaboración. —Hizo un cuadro y comenzó a llenarlo—. Como la materia estudia los impactos sociales producidos a nivel socioeconómico, el proyecto consistirá en visitar un ente, empresa u organización de su elección para hacer un análisis detallado de las acciones, estados de cuenta, plantear su contribución a la economía y encontrar alguna problemática para darle su respectiva solución.
» Sin embargo, como ya les dije, representa la mitad de la calificación total, pero dividida en varias evaluaciones ya que consta de dos etapas, divididas en fases que iremos desarrollando poco a poco. La primera etapa es la de investigación y planeación; requerirá de dos asesorías y un informe con defensa de los resultados obtenidos —Colocó las respectivas calificaciones, junto a la actividad en el cuadro—. Luego viene la segunda etapa que es la de ejecución y obtención de resultados, en la que llevarán a la práctica todo lo que escribieron en su informe. —Terminó de rellenar las casillas—. Y aunque no estoy acostumbrado a hacer esto, como obsequio por haber salido tan bien, realizarán el proyecto en parejas.
Sin siquiera planearlo, mi cabeza se giró hacia Michael, el cual me miraba también con atención, al parecer pensando lo mismo que yo. Luego giramos a ver al profesor que sacó una hoja de su maletín y la pasó por los asientos para que anotáramos nuestros nombres.
—La razón por la que lo hago en parejas es para que tengan la oportunidad de compartir opiniones con su compañero y para que la búsqueda y ejecución de la actividad sea más fácil. Aunque, por supuesto, eso exigirá un trabajo bastante elaborado y muy completo de su parte. No olviden que quiero algo decente.
Ambos colocamos nuestros nombres en la lista y pasamos el resto de la clase jugando "el ahorcado", mientras fingíamos planear el proyecto como sugirió el profesor.
⋆ ⋆ ⋆
Terminé de dar los toques al árbol —que no pude desarrollar en clase por falta de materiales— y coloqué mi firma, antes de guardarlo en la misma carpeta en la que guardé el dibujo de las serpientes. No sabía de donde venía la inspiración para realizar esos dibujos, pero me gustaba bastante el resultado final de ambos.
Por error, abrí la última gaveta del escritorio con mi pie y mis ojos se encontraron de lleno con la fotografía de mi madre que guardaba con tanto recelo. Me quedé inmóvil en mi lugar, sin saber qué hacer, mientras detallaba los hermosos rasgos de la mujer que murió al darme la vida.
Odiaba pensar en el pasado y en las cosas que no tenía, pero había tantas de ellas que a veces me encontraba estancado, deseándolas.
Casi nunca pensaba en mi madre. La mayor parte del tiempo no tenía razones reales para hacerlo. Pero habían otros momentos, en los que la soledad me asfixiaba tanto —al punto de abrumarme—, que no podía evitar enfocar mis pensamientos en ella y en la idea de lo que hubiese sido mi vida si ella no hubiese muerto cuando nací.
No la extrañaba, porque ni siquiera la conocí, pero a veces me encontraba queriendo haber tenido aquel amor maternal del que hablaban tanto; aquel amor que era tan grande que superaba a cualquier otro.
A veces también me preguntaba si con ella viva mi solitaria vida hubiese sido más alegre y menos miserable de lo que la sentía junto a mi padre.
Era jodido y triste vivir junto a alguien a quien no parecías importarle en lo más mínimo. Y me sentía tan solo, tan abandonado, que por momentos solo quería gritar y expulsar toda mi frustración de esa forma.
Aparté mis ojos de la fotografía y mi pecho se oprimió de manera dolorosa cuando estos se posaron sobre los materiales que usaba cuando pintaba al óleo y acuarelas; aquellos materiales que dejé abandonados y escondidos de mí cuando se convirtieron más en una carga que en una forma para desahogarme.
Cerré mis ojos con fuerza y respiré profundo cuando una mala sensación me invadió al recordar aquellos tiempos en los que viví en el internado y me esforzaba tanto por complacer a mi padre que perdía irremediablemente la pasión por ciertas cosas que me gustaban.
Pensamientos negativos comenzaron a nublar mi cabeza hasta que el tono de mi teléfono sonando disipó la nube gris que yo mismo creé. Cerré la gaveta como pude con el pie y abrí mis ojos para buscar mi teléfono sobre el escritorio. Atendí la llamada sin ver de quien se trataba y respiré más tranquilo al saberme a salvo de mis propios pensamientos.
—¡Hey! —Una voz animada se escuchó al otro lado.
Busqué en medio del caos mental el origen, hasta que recordé de donde venía.
—¿Michael? —pregunté, no muy seguro.
—Stephen, ¿podrías explicarme porqué a estas alturas preguntas si soy yo? ¿Acaso no has guardado mi número de teléfono? ¿No soy digno de estar entre tus contactos? —dramatizó, provocando que parte de mi malestar se disipase y una pequeña sonrisa apareciese en mi rostro.
Me levanté del escritorio y me tiré de espaldas en la cama, cansado por haber estado toda la tarde en la misma posición dibujando. Cubrí mis ojos con el antebrazo y suspiré.
—Lo siento, contesté la llamada sin ver de quién se trataba.
Un pequeño silencio invadió la línea.
—¿Estás bien? —Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
—¿Por qué lo preguntas?
No había manera de que se hubiese dado cuenta, ¿no?
—No lo sé, no suenas como tú mismo —murmuró—. Suenas más..., apagado que de costumbre.
—Oh, no es nada, solo... —Un nudo se formó en mi garganta—. Hace un momento recordé cosas que no quería recordar.
Cuando repasé en mi mente lo que dije, me recriminé a mí mismo por haberle revelado a Michael parte de lo que había ocurrido. Comentarle algo no tendría sentido y, en caso de que lo tuviese, él no podría hacer nada para borrar todo lo malo que había estado pensando.
—¿Estás ocupado? —preguntó de pronto, sacándome de mis pensamientos.
—No —respondí inseguro.
—¡Genial! Entonces, salgamos un rato.
—No tengo muchas ganas de salir, Michael.
—¿Me vas a dejar esperando aquí afuera?
—¿Qué? —Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana para ver a Michael apoyado contra su auto, sosteniendo el teléfono con una mano y saludándome con la otra mientras una sonrisa iluminaba su rostro. Estaba vestido de manera casual, con una chaqueta de cuero marrón, una camiseta roja y unos pantalones negros.
—Entonces, ¿qué dices?
—Es muy tarde.
—Son las diez, Stephen —bufó—. Eres muy joven para darme ese tipo de excusas.
Me quedé en silencio por un momento y estudié mis opciones. Pensé en excusas realistas que podría decirle para no ir, pero nada sonaba lo suficientemente convincente para alguien como Michael, que era como un repelente a negativas injustificadas.
Al final, sin nada más que pudiera hacer para librarme, suspiré con resignación y le hice señas desde la ventana.
—Dame un momento. —El asintió emocionado y yo corté la llamada para correr a la ducha a darme un rápido baño.
Me apresuré todo lo que pude y en menos de diez minutos ya me encontraba frente al closet buscando ropa parecida a la que Michael llevaba puesta, porque no tenía idea de a donde me llevaría. Vestí un pantalón negro, una camiseta gris y saqué mi chaqueta favorita, antes de perfumarme y darme un vistazo rápido al espejo para cerciorarme de que me veía bien.
Tomé mi juego de llaves, me aseguré de tener suficiente dinero en la cartera y salí al encuentro del chico que ya sonreía emocionado mientras me abría la puerta de su auto con una estúpida reverencia, instándome a pasar.
Rodé mis ojos y tomé asiento antes de que Michael me cerrara la puerta, simulando ser un caballero, o un tonto, no lo tenía muy claro.
Hizo lo mismo y pronto partimos a una zona que no había frecuentado mucho en la ciudad. Un par de minutos después, Michael detuvo el coche frente a lo que parecía un pub. Bajamos y él aseguró el auto antes de entrar al elegante local que nos recibió con un ambiente bastante ameno. La música estaba a un volumen moderado y las charlas se escuchaban por todo el lugar, haciendo contraste con el sonido de los platos y copas contra las mesas.
Michael y yo tomamos asiento frente a la barra y un mesero se acercó a nosotros a tomar nuestros pedidos. Le miré sin saber qué pedir, porque en realidad no frecuentaba lugares así, pero él solo sonrió e hizo un ademan para que no me preocupara.
—Dos cervezas Guinness para comenzar, por favor. —Cuando el bartender se fue por nuestras bebidas, miré a Michael con curiosidad por el pedido que había hecho, ganándome un encogimiento de hombros por su parte—. Solo en Irlanda puedes conseguir esa cerveza negra con su sabor completamente auténtico. Pero en este lugar... —Suspiró con placer, antes de mirarme—. Verás, la magia de Guinness está en la manera en que el barman vierte la cerveza y logra crear la agradable espuma cremosa, cosa que solo en este lugar he logrado encontrar.
El barman llegó con nuestras cervezas y Michael le dio un buen trago a la suya hasta dejarla casi en la mitad. Yo miré la mía con curiosidad y luego le di un pequeño trago, haciendo una mueca. No era tan amarga, pero tampoco estaba acostumbrado a beberla.
—Bebe con confianza. Si te emborrachas, yo te cuido las espaldas. —Me giñó el ojo y se acercó un poco más a mí para que le escuchase mejor.
Le di otro trago a la cerveza, antes de dirigirle una mirada interesada.
—¿Cómo sabes todo eso sobre la cerveza y su autenticidad?
—Irlanda es como un segundo hogar para mí porque mi familia por parte de mamá es irlandesa —contó—. Antes de que mi abuelo muriese, viajábamos en cada festividad para pasar el tiempo allá, pero luego de su partida las cosas cambiaron.
Miró su cerveza por un momento, antes de darle otro trago.
—Lo siento —fue lo único que pude comentar, al no saber qué otra cosa decir.
—No importa, en realidad no éramos muy cercanos, así que no me afecta tanto.
Asentí, dándole el último trago a mi cerveza. Michael también bajó su jarra vacía y pidió al bartender otra y otra, hasta que perdí la cuenta de las cervezas que llevaba y de las risas que había soltado con cada anécdota o broma que Michael me contaba.
No supe en qué momento nos habíamos acercado tanto, pero la música estaba más alta y las charlas eran un poco más difíciles de mantenerse. Dejé mi jarra vacía en la barra y observé a mí alrededor al montón de personas que aún se encontraban comiendo, bebiendo o charlando con entusiasmo a pesar de ser solo un jueves.
No estaba acostumbrado a los lugares concurridos, pero el ambiente del local era bastante agradable y me encontré pensando en que había sido una muy buena idea haber aceptado la invitación de Michael.
Cuando me giré en el taburete para informarle lo que pensaba, le encontré peligrosamente cerca de mi rostro, mirándome con atención. Mi aliento se atascó en mi pecho y mi corazón se saltó un latido al ser consciente de su cercanía.
Sin embargo, fui capaz de tomar distancia para aclarar mi cabeza antes de enfrentarle.
—No sé qué me pasa, Stephen, pero estoy un poco mareado.
Sonreí.
—Todas las cervezas que te bebiste —señalé—, eso te pasa.
Soltó una pequeña risa.
—Esto no es nada para mí. —Cerró sus ojos y movió la cabeza hacia atrás un momento para relajarse. Luego los abrió de nuevo, sacó un par de billetes del bolsillo trasero y los dejó sobre la barra—. Creo que es mejor que nos vayamos. Me siento bien, pero ando conduciendo y te llevo conmigo, no voy a tentar a la suerte.
Se levantó del taburete y guardó su cartera mientras yo colocaba también algo de dinero sobre la barra. Nos despedimos del barman que nos atendió muy bien y salimos de allí riéndonos de todo y de nada al mismo tiempo.
El frío de la noche golpeó mi rostro con fuerza y cerré mis ojos para perderme en la sensación agradable que me embargó de pronto. La noche fue estupenda y no tenía palabras para agradecerle a Michael lo que había hecho por mí.
Giré mi cabeza en su dirección para agradecerle por todo, cuando me di cuenta de que también me miraba. Tenía una sonrisa de medio lado y sus ojos tenían un brillo hipnotizante.
No supe si fue por la cantidad de cervezas que tenía encima o el ambiente tan embriagador que nos envolvía, pero esa noche la sonrisa de Michael se me hizo más linda y la mirada que me dirigió me hizo sentir diferente.
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No sé ustedes, pero yo estoy emocionada por los pensamientos de Stephen AAHHHHH
Es que..., es tan difícil conseguir algo de él ༼ ༎ຶ ෴ ༎ຶ༽
Aunque, la verdadera pregunta aquí es: ¿cuántas cervezas se necesitaron para que Stephen formulara esos pensamientos? Nunca lo sabremos jskjas
Solo esperemos que no lo olvide, porque fueron varias cervecitas (。•́︿•̀。)
En fin, ¿qué tal el capítulo? ¿Les gustó? ¿Algo específico que quieran comentar?
Por ahora, estaré oculta entre las sombras de mis notificaciones leyendo sus hermosos comentarios y viendo el amor que le dan a la historia con sus votitos <333
Muchas gracias por todo el apoyo que le dan a la historia, me hacen muy feliz '◡' ♡*
Nos leemos muy pronto:)
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