XIX - El Gran Duque Infernal

Cat navegaba con destreza a través de un sinnúmero de archivos digitales, escaneando antiguos textos sumerios y descifrando jeroglíficos en busca de alguna pista que los condujera hacia ÉL; la entidad que llevó a Holly a la locura y a su eventual perdición.

El silencio era interrumpido por el sonido ocasional de los teclados y el zumbido de los dispositivos electrónicos, así como el vaivén de la joven que rodaba de un extremo a otro de la estancia, montada en la silla gamer color rojo.

Samuel y compañía la observaban perplejos y admirados por su capacidad de concentración y la velocidad de sus tecleos. La joven no se limitaba a hacer uso de un solo equipo de cómputo sino que transmitía la información de uno a otro con la finalidad de que cada monitor realizara una tarea en específico.

En uno de ellos tenía abiertas una cantidad ingente de archivos, mientras otro se encargaba de regresar a lenguas vivas aquellos misteriosos jeroglíficos de los cuales, ni siquiera ella tenía conocimiento de su significado. En otro más se plasmaban cientos de pinturas provenientes de aquella lejana civilización.

Después de unos momentos de intensa búsqueda, la joven levantó la mirada con una sonrisa de satisfacción.

—¡Lo encontré! —exclamó, levantando su lata de cerveza para terminar el restante de un solo sorbo. Su mirada triunfal delataba que se sentía más que satisfecha con los esfuerzos realizados—. Estoy segura de que este es el que buscan.

Samuel se puso de pie y se apresuró a acompañarla tras la silla, observando atónito el monitor. Sus ojos verdes refulgían de exultación.

—¿Estás segura?

—¿Quién crees que soy? ¿Acaso pensaste que no podría encontrarlo? Desconozco por qué esta información ha sido vedada al público puesto que dentro de los archivos públicos de esta civilización se encuentra una gran cantidad de ritos y supersticiones, pero supongo que podemos hacernos una idea de los motivos.

—¿Qué encontraste? —intervino Barker, no obstante, no se dio el lujo de dejar su cómoda estancia en el sofá del recibidor, en donde había estado recostado durante las últimas cinco horas, levantándose ocasionalmente para servirse tazas y tazas de café.

—Parece que los sumerios tenían un culto secreto dedicado a Astaroth, el Gran Duque Infernal. Me pareció extraño, ya que los cultos a este demonio no están directamente relacionados con la mitología sumeria, al menos no hay ningún archivo público que avale esta premisa. La figura de Astaroth aparece principalmente en las tradiciones demonológicas posteriores al período sumerio. Y sin embargo, helo aquí: la Orden de Astaroth, actualmente conocida como la de los Buscadores de la Puerta. En la antigüedad se creía que tenían la capacidad de invocar y controlar demonios, siempre con pagos de sangre a cambio, y estas transacciones se efectuaban en una noche muy especial conocida como La noche innombrable. Creo que tenemos un buen punto de partida.

Samuel la miró con sus ojos brillando de emoción.

—¿Y por qué se han ocultado estos archivos del ojo público? —cuestionó Desmond, que había salido de la cocina para escuchar más a fondo la explicación.

—No estoy segura de eso. En la historia que todos conocemos, Astaroth es un demonio, no relacionado con la civilización sumeria. Se trata de una figura que aparece en la demonología occidental, específicamente en textos de gran relevancia como el Ars Goetia, el cual forma parte del grimorio La llave menor de Salomón. —Samuel dirigió su atención a la imagen en blanco y negro, pintada en estilo puntillista, de un demonio con alas de murciélago montado sobre un dragón, luciendo una corona en su cabellera oscura. Al instante sintió un vuelco en el pecho—. En ese grimorio es en donde se describe a Astaroth como un ángel caído y uno de los demonios más importantes durante la rebelión de Lucifer. Pero en estos archivos lo mencionan como el hijo proscrito de la Diosa Astarté, quien representaba a la fertilidad, la guerra y la sexualidad en varias culturas, incluyendo la griega, la fenicia, la cananea y, desde luego, la babilónica. No me queda claro el por qué los textos históricos han velado esta relación entre madre e hijo, pero estoy segura de que es importante, y algo me dice que este culto a Astaroth tiene mucho que ver en ello.

—¡Vaya! —exclamó Barker al tiempo que se ponía de pie con aire despreocupado—. Parece que lo ha encontrado, ¿no es así?

Samuel no supo cómo responder. De repente todo se le nubló. La imagen de aquel demonio se le había clavado en lo más profundo de su organismo, haciendo estragos en cada célula de su cuerpo como una serpiente venenosa y letal.

—¿Samuel? —preguntó el detective, confundido.

—Esto —susurró él—, esto es exactamente lo que necesitamos... ¡Caytlin! —gritó, la joven lo observó, sobresaltada—. ¿Puedes encontrar más información sobre las actividades de ese culto en la actualidad? Es posible que ellos sepan cómo deshacerse de ese demonio.

—Claro, debe haber algo de información al respecto. Aunque, tengo muchos datos más sobre esa entidad demoníaca, y me refiero a su historia dentro de la civilización sumeria. Una entidad que, por lo poco que he leído, tiene un pasado bastante violento. Pero te entregaré la documentación por escrito, creo que me vendrá muy bien realizar una investigación exhaustiva sobre este ser que, a decir verdad, tiene todo un pasado. Un pasado que, aunque no sea especialmente aterrador, me resulta muy peculiar dado su misterio. No entiendo con qué objeto el intentar borrar su huella a través de la cultura babilónica, pero sé que me resultará más que satisfactorio conocer todos los pormenores.

—¿Cuándo crees que podrías tener lista esa investigación?

—Si me dejan trabajar en paz, mañana mismo.

Samuel y compañía partieron del departamento de Cat rápido y en silencio. La joven, una vez se dio la vuelta en aquella estrafalaria silla suya, se perdió por completo de cualquier otra palabra que se mencionara entre ellos. Ni siquiera les dijo a qué hora podrían tener aquella misteriosa información, si es que debían volver a su departamento o si les enviaría la documentación por correo electrónico.

No obstante, decidieron no interrumpir más y volver al hotel.

Afuera, Samuel echó una lacónica mirada al edificio departamental, sintiendo que se estaba acercando cada vez más. Las respuestas pronto le serían reveladas, pero aquello no impedía que el temor se apoderara de él, instalándose en su pecho como había permanecido durante el tiempo que abandonó a Holly. Cuando aún conservaba la libreta, cuando ÉL continuaba a su lado.

Se había convertido en esa sombra insidiosa que se aferraba a su vida como una plaga. Su hogar se convirtió en una cárcel silenciosa, una cloaca impregnada de su malévola presencia. Cada rincón oscuro, cada ruido inexplicable, eran un recordatorio de su constante compañía, cruel e ignominiosa, que se hacía más evidente cada vez que él pensaba en ello, atrapándolo en sus garras heladas.

Cuando su cabeza lo traicionaba y ante él aparecían los pensamientos de aquella entidad que ahora tenía un nombre, todo su cuerpo temblaba de terror, un sudor frío empapaba su piel, el corazón golpeaba con ferocidad, y la respiración se convertía en un jadeo agónico.

Sabía que no podía escapar de ÉL; ÉL siempre estaba ahí, observando y esperando en la oscuridad. Mencionarlo e incluso pensar en su aterradora presencia era peligroso, era como invocarlo.

ÉL... Astaroth.

Astaroth.

Cada sílaba se aferraba a su mente como una terrible maldición, y ahora le taladraba la cabeza con aquel vil recordatorio: luchar contra aquella entidad sobrenatural era una batalla perdida desde el principio. 

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