chica loca

Saray, una niña como cualquier otra. Sin embargo, esta niña siempre a sido rechazada por todos, la creen loca y rara, los otros niños nunca juegan con ella porque dicen que no es de este planeta. Por lo tanto, Saray no tiene amigos, solo uno que otro profesor habla con ella en los recreos y el almuerzo

Saray.    Diary.

Hoy ha sido uno de los peores días de este año. Ya tengo 14 años y aun así nadie se atreve a cruzar palabra alguna conmigo. A veces ni siquiera los profesores me toman en cuenta en clase ni porque me siento al frente o levanto la mano para responder alguna pregunta.

Hoy en la clase del Señor Trejos cuando miraba por la ventana del salón, logre ver un avión con algo que parecía una bomba, según yo, este venia directo hacía nosotros y como siempre reaccioné y me lancé al suelo para cubrirme debajo de algo. Esto supuestamente fue otra de mis malditas alucinaciones. Ya estoy harta de estar viendo cosas que solo en mi mente suceden y nadie más puede ver, me siento sola y sin nadie con quien pueda hablar de algo.

—¡Maldición, desearía poder hablar con alguien que no me tome como una loca lunática que solo piensa en que el mundo se puede acabar en cualquier momento o que unos seres mágicos existen y la van a sacar de este infierno de colegio!

—Perdón Saray ¿Qué fue lo que dijo?

Oh oh, creo que volví a pensar en voz alta

—Nada profesora Maria del Mar...

—Más le vale, porque usted sabe que en mi clase usted tiene que estar en total silencio y poniendo suma atención a lo que estoy explicando.

—Si, claro... Como necesito saber algo que ya sé.... Vieja horrible -eso ultimo lo dije en voz baja para que doña odiosa no me escuchara, aunque creo que le hubiera valido un pepino cualquier cosa que viniera de mi. Como a todos las malditas personas que me rodean.

Los adolescentes son aún más crueles que los niños o los adultos. No entiendo que les pasa. ¿Acaso es que su cerebro entra en un estado de estupidez en esta etapa de la vida?

Salí de la clase, era la última del día pero debía ir a la oficina del director como todas las semanas a recoger los informes y quejas de estudiantes y profesores acerca de mí. El director Mayer era un hombre justo y honesto que sabía que no era mi culpa. Él era el único que creía en mí y me permitió estar en su escuela por más de una semana.

—Buenas tardes Saray. -El señor Mayer me saludaba desde su escritorio con una sonrisa en el rostro.

—Buenas tardes señor Mayer. ¿Como se encuentra hoy? -entré en la oficina y tomé asiento en mi silla. Literalmente ya tenía una silla para mí, se encontraba a un lado de la sala, era una silla alta giratoria, era muy divertida.

—Muy bien, gracias por preguntar.

—¿Y que tienes para mí hoy?

—Bueno hoy son algo inusuales. -dijo sacando de su cajón unas diez cartas bien gruesas.

—Si, lo siento. Esta semana han sido más ataques de lo normal.

—Lo sé. ¿Has tomado tus medicamentos?

—Todos y cada uno de ellos, sin excepción alguna. -el señor Mayer ladeó la cabeza.

—¿Tampoco funcionó el brazalete?

—Lamento decirle que no. - hace una semana que fuimos a un nuevo terapeuta. Era un hombre joven con aires de grandeza por ser nuevo en su trabajo. Este sujeto creó una banda tipo brazalete que se suponía iba controlar mis alucinaciones. Debo aclarar que solo las empeoró. Ahora solo tengo dolor en los brazos porque mini agujas me inyectan drogas cada hora.

—Saray.... Debo confesarte algo...

—Digame.

—Yo considero que deberías dejar las drogas y medicamentos -mis ojos se abrieron como platos. Nunca nadie me había dicho eso, ni siquiera mis padres.

—¿Está bromeando, no? Porque considero eso una muy mala broma.

—No es broma -se acercó más a mí —Los medicamentos no funcionan. Ese súper brazalete tampoco, yoga, té,  masajes, etc. Nada funcionó, todo eso te causó dolor, incluso problemas de salud.

eso es cierto

—Yo considero que solo debes de tratar de ser feliz, estoy seguro que lograrás controlarlo cuándo sea el momento. No estás loca Saray, que nadie te diga lo contrario, yo creo en ti, y tu también deberías.

—Gracias señor Mayer. -casi me salen lagrimas de los ojos por tan grata confesión.

—No fue nada. -me extendió las cartas gruesas, yo las metí en mi maletín. —Deberias ir a casa.

—Claro. -salí por esa puerta con muchas cosas en la cabeza.

Antes de llegar a mi casa pasé por una librería, era uno de esos lugares que parecían haberse detenido en el tiempo, me fascinaba.

La mujer de la tienda me dijo que habían libros en rebaja. Me extendió una gran caja con libros viejos.
Uno de ellos me llamó la atención, era un libro que parecía nuevo, casi recién impreso. Sus tapas eran de un color azul oscuro, con la luz parecía que el color cambiaba de tono, tenía un dibujo de una roca en el centro, no tenía nombre ni autor, en la parte trasera solo venía una inscripción:

Pasado<
Presente
Futuro>

Cuando lo revisé por dentro sus páginas estaban en blanco, que raro.

—Señora, este libro está en blanco -la mujer se acercó, miró el libro y luego me miró a mí.

—Esto es raro, seguramente es una falla de impresión.

—Es como un diario. -la mujer me volvió a mirar.

—Si quieres puedes llevártelo, aquí no me sirve de nada.

Yuuupiii ahora podía cambiar mi viejo diario, ya solo le quedaban unas pocas hojas.

Cuando llegué a casa dejé las cartas en la mesa del comedor y subí a mí habitación para escribir en mi nuevo amigo.

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