Capítulo III
Estación de policía, 11:32 pm…
“—La música es vida incluso después de la muerte.”
Demian amaba la música clásica. Sobretodo cuando tenía que aplicarla en su labor de forense.
Varias veces había deleitado a los cadáveres que tenia que atender con alguna sonata de orquesta teatral.
A veces Ludwing van Beethoven los deleitaba con sus famosas obras como: “La sinfonía N°5 en do menor.” Una de las obras más reconocidas de la historia de la música clásica.
A Demian le encantaba abrir los cuerpos con esa sinfonía. Y aunque sus compañeros lo veían muy macabro, la realidad es que nadie más que el propio Demian le daba un descanso eterno a sus occisos con semejante composición musical.
La sinfonía consta de cuatro movimientos cuyas partituras eran inspiración para los cortes del bisturí del forense.
El primer movimiento, ‘Algedro con brio', comienza con el famoso motivo distintivo de cuatro notas cortas seguidas de una nota larga, que se ha convertido en un ícono de la música clásica. Es un movimiento en forma de sonata qué presenta un aura poderosa y épica.
Demian siempre usaba este primer movimiento para drenar la sangre restante del cadáver en su morgue. Cuando la bomba de drenaje eléctrica extraía la última gota de sangre, Demian quitaba de forma sutil el tapón de la mesa de lavado. Viendo con tranquilidad como un torbellino de sangre cubría la mesa de acero inoxidable color platino, hasta irse por el desagüe.
El segundo movimiento, ‘Andate con motoʼ, era una parte más tranquila y melódica, con una melodía suave que se despliega en un contrapunto muy elegante; lo que era ideal a la hora abrir un cuerpo con sutileza.
Su bisturí se movía con delicadeza hasta cortar la zona pectoral y parte del plexo solar del cadáver. Trazando una “x” que, al ser abierta de lado a lado, pudiera otorgar una vista privilegiada de las costillas, músculos y pulmones dañados del cuerpo.
Mientras que el segundo movimiento de la sinfonía seguía sonando en la morgue, Demian examinó a profundidad las puñaladas de la víctima encontrada en el orfanato.
—Lo sabía.
Demian acababa de confirmar qué, en efecto, las heridas en el pecho fueron hechas postmortem. Es decir, después de morir. Sin embargo, no encontró algún rastro de tejido o evidencia que lograse esclarecer el asunto de quién pudo haberlo matado.
Luego de certificar sus dudas, Demian centró su atención en las piernas del cuerpo. Ambas tenían cortes de más de 15 centímetros de profundidad, lo que daba a entender que era para que no se le ocurriera escapar de su asesino. Por otro lado, hubo algo que captó la atención del chico casi al instante y es que, en la zona pélvica del occiso, se apreciaba una marca de quemadura del tamaño de una moneda. Inmediatamente tomó fotografías y empezó a darse cuenta que, aparentemente, se trataba de un sello.
La impresión en la carne era tan visible que se lograba distinguir lo que había en medio del sello.
“E. D”
¿Era acaso la marca personal de su asesino?, pensó Demian al examinar las coagulaciones de sangre en el tejido subcutáneo de la pelvis del hombre.
Cuando acabó de examinar el tren inferior del cadáver, el siguiente movimiento de la sinfonía N°5 comenzó a sonar a su alrededor.
El tercer movimiento, ‘Scherzo’, es una pieza enérgica y rítmica, con un carácter casi de danza en su sección central.
Cuando está parte de la sinfonía se escuchó, Demian decidió ir hacia la zona que, obviamente era la causa de muerte de su paciente.
—La cabeza desfigurada a base de golpes.
Demian acercó su linterna para intentar dar una descripción más detallada de las heridas con objeto contundente en sus apuntes.
Por lo general es necesario al menos dos golpes realmente fuertes en el cráneo de un ser humano para fracturar el hueso y dañar el cerebro hasta causar hemorragias internas, pero… Había más de dos golpes.
De hecho, fueron 7 golpes los qué Demian logró contar al lavar la sangre seca de la cabeza de su víctima. A consecuencia de eso, ahora era casi irreconocible qué alguien pudiera identificar un rostro en ese estado ya que muchos de los golpes también fueron a la cara.
—¿Quién te pudo haber hecho algo tan cruel?
No solo eran los golpes, sino que su asesino disfrutó de torturarlo antes de enviarlo al otro lado.
Finalmente, el último movimiento de la sinfonía, titulado: ‘Allegroʼ, se hizo escuchar.
El cuarto movimiento es un final emocionante y poderoso. Beethoven lleva al oyente a través de una serie de emociones antes de llegar a un clímax exultante y triunfante.
Es así como el forense de turno, Demian Jackson, comienza a cocer las incisiones hechas por él mismo para luego llevar el cadáver sin identificar a un espacio confinado y frío, mientras que entrega el informe a las autoridades encargadas del caso.
Luego de lavar los instrumentos con los que examinó el cadáver, Demian se quitó los guantes de látex y los arrojó a la basura. Dando por acabado su trabajo.
En su camino hacia la salida de la estación, vió de reojo a sus amigos, Sara y Adam, platicando mientras tomaban un café en el área de criminalística.
Aunque en primera instancia se vió tentado a ir y platicar con ellos, decidió mejor irse a su casa y dormir hasta que su siguiente turno volviera.
Demian no era antisocial. Sin embargo, prefería centrarse en él mismo antes de desperdiciar su tiempo con charlar insignificantes con sus colegas.
En cuanto Demian salió por la puerta trasera para irse al estacionamiento, su mirada se topó con la sombra de una persona encapuchada al final del terreno. El poste de luz en el que estaba aquella presencia titilaba cada tres o cuatro segundos, lo que agregaba un aura de misterio y terror en aquel extraño.
Creyendo que solo era un drogadicto o algo así, decidió darle la espalda y seguir yendo en dirección a su vehículo. Una camioneta negra que, con mucho esfuerzo, se compró a finales del año pasado.
En cuanto Demian llegó a su auto, se giró para ver si aquella persona seguía ahí y, para su sorpresa, ya no estaba.
Por un momento el joven sintió alivio, hasta que escuchó con su oído izquierdo unos pasos detrás suyo. En ese instante Demian se imaginó lo peor, por lo que se volteó y encaró a quien fuera que lo estuviera observando.
Por un momento su corazón se detuvo al confirmar sus sospechas. A unos cinco metros de su auto, había una persona, aproximadamente unos quince o veinte centímetros más baja qué él, escondida en el manto de la oscuridad del parking.
—¿Se te ofrece algo?—Demian preguntó con voz temblorosa.
La persona encapuchada no respondió al instante. Hasta que, del interior de uno de sus bolsillos sacó lo que parecía ser un rotulador o bolígrafo y se lo arrojó a sus pies.
—Lo necesitarás, merodeador.
El tono tan escalofriante con el que esa persona le habló a Demian lo hizo paralizarse. Su instinto le advirtió que tenía que correr. Pero la curiosidad es parte de todos los seres humanos y Demian no era una excepción.
—¿Quién eres? ¿Por qué me llamaste así?—interrogó, dando un paso atrás para abrir su auto sin perder de vista los movimientos del desconocido.
El encapuchado no dijo nada más, y así como llegó, simplemente dió media vuelta y desapareció entre la densa oscuridad.
Demian se inclinó y tomó el bolígrafo con su mano derecha para luego entrar de un salto en su carro y poner el seguro en cada puerta.
Encendió el auto y cuando la luz de las luces traseras y delanteras iluminaron gran parte del estacionamiento, el desconocido, o desconocida, ya se había ido.
Demian volvió a respirar con normalidad y la adrenalina empezó a bajar poco a poco.
Cuando sus nervios se esfumaron, empezó a inspeccionar el bolígrafo en sus manos y se dió cuenta que no era un bolígrafo ordinario. Incluso parecía caro.
Era negro con pequeños bultos plateados y había una inscripción en la base que tenía dos letras.
“E. M”
De repente, como si de un flashback se tratara, recordó lo que dijo el encapuchado en cuanto le lanzó el bolígrafo.
“—Lo necesitarás, merodeador”.
La palabra “merodeador” ya la había visto ese día. Por lo que, lentamente, y como si de una película de terror se tratase… Demian giró su cabeza hacia el asiento del copiloto y vió aquel supuesto diario que encontró tirado junto a su auto en las afueras del orfanato. Leyendo en voz baja el título:
—El diario del Merodeador…
El joven se quitó sus prismáticos un momento y se los volvió a poner para saber si su vista le estaba jugando una mala broma. Pero no fue así.
Demian se inclinó hacia su costado y con su mano derecha tomó el diario hasta ponerlo en sus piernas y abrirlo.
Al desplegar la primera página, su dedo índice se cortó con el papel casi amarillento del diario, sin embargo, a pesar de que una gota muy vistosa de su sangre se empezó a escurrir por las páginas, no le dió tanta importancia y prosiguió.
Fue entonces que se dió cuenta que, había una página nueva que parecía haber sido escrita recientemente.
El título de la misteriosa página decía:
“Las reglas del juego.”
Y aunque la situación ya parecía muy extraña y enigmática, le pareció cuanto menos curioso como la gota de sangre que fue absorbida por las páginas resaltaba resaltaba perfectamente el título de la página.
Demian empezó a leer las supuestas reglas y su expresión no tardó en pasar del desconcierto a la negación.
—Todo esto es… ¿Real?
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