Epílogo-Amor parisino.
Richard tomó su mano y comenzaron a caminar a paso lento por la orilla del lago que atravesaba la ciudad. Era un poco raro ver un lago en medio de la ciudad pero hey; era París.
Y estar en París caminando de la mano de Richard Camacho era definitivamente la cosa más loca y linda que le había podido haber pasado en la vida. Richard se acomodó el abrigo y después le dedicó una amplia sonrisa que ella correspondió de inmediato. . El clima en París era frío pero era lo mejor sin duda alguna.
—¿Nos podemos quedar a vivir aquí?—preguntó Isabella mientras se ajustaba más su abrigo. Richard se rio levemente.
—Así que quieres vivir en París, eh—murmuro apretando un poco más mi mano. Asentí riéndome. Sabía que eso no podía ser posible, no cuando había una empresa de por medio. Suspire.
—Seria lindo—admití y el asintió levemente.—¿A dónde vamos?—pregunté. El me miro unos segundos y se quedó en silencio, sin embargo, pasamos por el puente de mármol que habíamos visto la noche anterior, era enorme a decir verdad. Algunas personas iban y venían de un lado a otro, algunas parejas caminaban de la mano con sonrisas en sus rostros, había madres con sus hijos, incluso ancianos caminando por la orilla del río. Pasamos frente al museo D'Orsay, era realmente hermoso, un enorme edificio color marfil con vistas negras, al frente tenía siete enormes arcos como ventanales, a los lados había dos enormes torres, como parte del edificio y en el centro de la imponente fachada de cada una había un reloj enorme. Era precioso. Continúe observando al frente y de pronto quedó a mi vista el puente de los candados.
Miró a Richard con los ojos bien abiertos y él le dedicó una pequeña sonrisa.
—Tengo una sorpresa para ti...así que realmente espero que te guste mucho...
—¿Una sorpresa...?—cuestionó Isabella sintiendo la manera tan desenfrenada en la que su pulso estaba latiendo.
—Si...—respondió simplemente y tomándola de la mano la guío por las calles de París. Era sorprendente ver la manera en la que Richard se desenvolvía por las calles de la ciudad como sí la conociese como la palma de su mano.
Se detuvieron en un puente y en cuanto Isabella se percató del lugar en el que estaban sintió sus ojos escocer un poco por las lágrimas que estaba acumulándose rápidamente. Odiaba ser tan débil y llorar por todo pero era completamente imposible no hacerlo cuando su novio no dejaba de sorprenderla un solo segundo.
Richard era único y ella lo amaba más a qué propia vida.
—Esto es increíble...—murmuró más para ella misma que para él.
Richard rio.—Todas las llaves de todos estos candados están en el fondo del río, los lanzan ahí para que guarde su promesa de amor—le explicó el muchacho sin dejar de sostener su mano.
Isabella llevó sus ojos marrones hasta la reja completamente llena de candados de todos los tamaños, las formas, diseños y los colores que una persona se pudiese imaginar.
—¿Cómo sabes todo eso?—peguntó. Él se encogió de hombros con una risita traviesa.
—Bueno, google es muy sabio, sabes.—ambos rieron—Las llaves de los candados se arrojan al río y se dice que de esa forma el amor de la pareja será eterno y no se volverán a separar. Es por eso que este río se considera el guardián del amor, o el río de los enamorados—ella lo miró unos segundos.
¿Se podía poner más de un candado en la rejilla? Si lo que se decía era cierto, entonces ¡Quería poner diez!
—Eso es fantástico—dijo sincera. Él asintió entusiasmado.—un río para los enamorados, es demasiado cursi pero la verdad es que me gusta cómo suena, lo cual creo que me convierte en otra persona todavía más cursi pero...
—Pero te amo, siendo cursi o no, te amo con todas mis fuerzas—la interrumpió Richard.—Esta es tu sorpresa...—murmuró sacando del bolsillo de su abrigo una caja de terciopelo negra.
Cuando la abrió quedó ante sus ojos un candando en forma de circulo color negro con sus iniciales grabadas en él y una llave dorada con base de corazón.
El corazón de Isabella dio un gran vuelco y lo abrazó con todas sus fuerzas mientras dejaba que finalmente sus lágrimas salieran a flote. Richard sonrió complacida y frotó su espalda lentamente.—Eres el mejor ser humano del muncho, Richard...—le dijo en el oído y automáticamente la piel del muchacho se erizó de golpe.—Todavía no termino de decidir que de bueno hice en la vida para merecerte...
—Existir, eso fue lo que hiciste...—respondió él apartándose.—Pero vamos, no llores. Quiero que disfrutes y te quiero ver con una sonrisa en los labios...—rio—Y claro que no podíamos venir al puente de los candados sin poner el nuestro...—murmuró retirándole las lágrimas de las mejillas delicadamente con sus dedos.
Se miraron a los ojos y con una pequeña sonrisa se pusieron de rodillas delante del barandal de metal completamente abarrotado de candados. Colocaron cuidadosamente su candado y Richard no fue capaz de soportarlo más. Se acercó a ella lentamente y dejó un largo y casto beso sobre sus labios.
—Esto es increíble...—susurró Isabella sin poderse terminar de creer lo que estaba haciendo.
—¿Estás lista para lanzar nuestra llave?—cuestionó él poniéndose de pie y ayudándola a ella para que también lo hiciera. Isabella asintió lentamente.
—Hazlo tú...—susurró ella entregándosela. Richard negó.
—Lo haremos los dos...—respondió de inmediato—¡A la cuenta de tres...!—murmuró.—Una...—comentó él.
Isabella le sonrió.—Dos...
—Tres...—anunció Richard y juntos lanzaron la llave.
Richard sonrió ampliamente llevando la mano de su novia hasta sus labios.
—Te amo—murmuró.
—Yo te amo más, muchísimo más—dijo sincera dedicándole una tierna sonrisa que fue directamente al corazón del muchacho—realmente no puedo creer que investigaras todo eso sólo por mi...—murmuró mientras lo abrazaba de nueva cuenta.
Sonrió.—Quería sorprenderte haciéndome el intelectual...—confesó y luego los dos se echaron a reír.—¿funcionó...?
—Creo que si...
(...)
La cena había sido estupenda; rieron un montón de cualquier tontería mientras charlaban amenamente. Algunas personas los miraban de vez en cuando pero era todo y de inmediato volvían a sus propios asuntos. El restaurant era lujoso pero no era la gran cosa, el color beige inundaba en las paredes y parte de los muebles. Había una ventana de cristal adornada con algunas esferas plateadas y del otro lado, la pared era un enorme ventanal de cristal que daba la vista justo frente a la Torre Eiffel.
—Sabes que estaba pensando—dijo Richard por lo bajo y ella negó con la cabeza.—Tú y yo no tenemos ninguna fotografía juntos en París todavía...—recordé. Ella asintió lentamente.
—Ya lo sé—respondió. Miró por la ventana y después lo miró a él—Tengo una idea...—admitió con una risita.
—¿De qué se trata?—pregunté. Ella me dedicó una pequeña sonrisa.
—Oh, eso lo sabrás más tarde—murmuró y se concentró en la cena.
(...)
—¿Vas a volver a atiborrarme de información sobre París...?—cuestionó Isabella a modo de broma. Richard se echó a reír.
—¿Sabías que la Torre Eiffel mide ciento veinticinco metros de ancho y trecientos metros de alto?—preguntó mientras caminábamos por la acera tomados de la mano admirando la imponente vista de la Torre Eiffel que tenían delante de ellos. Isabella lo miró con media sonrisa y después negó con la cabeza. —¿Y que fue seleccionado entre ciento siete proyectos diferentes?—ella negó de nuevo.—Ese fue el proyecto de Gustave Eiffel, es por eso que lleva su nombre—dijo un tanto emocionado.
—No tenía ni la más remota idea pero gracias por la información.—murmuró ella. Richard rio mientras besaba su mano.—Richard...
—¿Si...?—cuestionó él mirándola a los ojos. Isabella le sonrió y se acercó a él para hablarle al oído.
—Quiero hacerlo...
—¿Qué...?
—Sabes a lo que me refiero...—murmuró con las mejillas en la llamas.
—No vinimos a París para...eso...Zabdiel va a patearme el trasero y Joel y Christopher le van a ayudar...¿Sabes eso, cierto...?—la chica rio.—No me mires así...
—Por favor...
—No...
(...)
Isabella soltó una risita mientras Richard besaba sus labios desesperadamente. Se aferró a su cuello y cerró sus ojos permitiéndose disfrutar de la sensación de los labios del muchacho encima de los suyos.
Era una increíble cantidad de sentimientos abrumadores que estaban presentes en su cuerpo que sentía que de un momento a otro se desmayaría. Pero definitivamente era lo mejor. Viniendo de Richard era lo mejor.
Le sacó de un tirón la campera y él soltó una pequeña risita. Las manos de la chica comenzaron a recorrer la espalda de Richard hasta llegar al filo de su camiseta para sacársela un segundo después y él cerró sus ojos sintiendo el toque de Isabella y estremeciéndose en el proceso cuando sus manos de nueva cuenta le recorrieron la espalda. Para ese entonces el cuerpo entero del muchacho estaba en llamas y sentía que la ropa le quemaba la piel pero parecía que ella no se daba cuenta de ello porque lo hacía lentamente. Isabella sonrió un poco y Richard cerró sus ojos un momento de nueva cuenta antes de mirarla fijamente y decidir que no podía seguir con aquella tortura.
La condujo hasta la cama y la hizo sentarse en el colchón. Le ofreció una pequeña sonrisa y luego le sacó lentamente la blusa para dejarla en ropa interior. Ella por un breve momento sintió un poco de vergüenza pero se disipó en el mismo momento en el que los ojos de Richard le hicieron entender silenciosamente que todo estaba bien. Que todo iba a estar bien y que él iba a cuidarla siempre.
Richard sonrió y comenzó a deshacerse de su molesto pantalón haciéndolo lentamente como si estuviese torturándola. Acarició el vientre de Isabella y ella jadeó en voz baja estremeciéndose por completo ante las caricias de su novio.
Se acariciaron el uno al otro unos segundos y se sonrieron mutuamente. Se miraron a los ojos un momento y ella cerró sus ojos en el que segundo en el que Richard fue incapaz se seguir con eso. Besó sus labios inclinándose sobre ella mientras lentamente unía sus cuerpos con sumo cuidado y delicadeza tratando de no hacerle daño. La abrazó con fuerza y ella se quedó completamente quieta mientras trataba de recuperar el aliento y de que la bruma que rodeaba sus pensamientos se comenzase a disipar lentamente.
—Te amo...—susurró Richard sobre su oído.
Ella le ofreció una pequeña sonrisa mientras trataba de que su respiración volviese a la normalidad.—Te amo...para toda mi vida, Richard Camacho...te amo por siempre...
F I N.
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