C8: La ley de los mejores amigos.

—¿Se puede saber de qué me estás hablando?—cuestionó el rubio cruzándose de brazos sin dejar de mirarlo a los ojos.

—Besaste a mi hermana—lo acusó. Richard frunció el ceño y negó un poco.

—¿Se puede saber de dónde demonios sacas eso?—preguntó despreocupadamente.

—¿La besaste o no?—cuestionó el castaño de mala gana.

—Isabela me odia—observó—¿de verdad crees que hubiese permitido que yo la besara? ¿En serio, Zabdiel?—cuestionó él. Zabdiel parpadeó un par de veces y soltó un largo suspiro.

—Pero ella dijo...ella...

—Realmente creo que escuchaste mal o algo parecido...ella ni siquiera tolera que me le acerque por equivocación ¿tú crees realmente que va a dejar que invada su espacio personal y que encima la bese?—replicó Richard tratando de sonar convincente—De verdad, amigo ¿Qué te fumaste?—musitó en voz baja.

—¿De verdad no la besaste?—interrogó con confusión.

—No...

—Es que...—comenzó el castaño mirándolo a los ojos—conoces la ley de los mejores amigos, las hermanas son sagradas. Es algo que no puedes romper ahora...—explicó el muchacho.

—Créeme que eso lo sé de sobra, Zabdiel. —masculló. —Y creo que deberías ir con un médico para que te revise porque tú no escuchas bien y encima tienes ideas muy locas—se burló el rubio sintiéndose bastante culpable.

En todo el tiempo que tenía conociendo a Zabdiel nunca le había mentido. Mentirle en ese momento y encima que dicha mentira tuviese relación directa con Isabella lo hacían sentirse la peor persona sobre la Tierra. ¿Qué clase amigo era si no podía cumplir con una simple promesa de amigos? ¿Y qué demonios iba a hacer con Zabdiel cuando comenzase a tratar de conquistar a la chica? ¡Dios!

—Lo siento...—murmuró Zabdiel—es...creo que la discusión que tuve con Isabella esta mañana en la oficina de mi abuelo realmente me dejó muy mal...

—Es entendible...tu hermana es muy terca y huye de lo que siente—soltó de inmediato—No me mires así—reprochó a su amigo—ambos sabemos que eso es verdad, Isa desde que era pequeña huía de sus problemas...entonces, realmente no veo porque eso tendría que haber cambiado en absoluto—explicó.—¿quieres sentarte o prefieres seguir de pie? Estás comenzando a desesperarme...

—No, yo...tengo que irme , sólo quería...

—¿Advertirme?—cuestionó Richard en voz baja.

—Si...no, tú me entiendes, Richard...Isabella para mi es la persona más importante sobre la faz de la Tierra y sería completamente feo verla sufrir...por ti...—Richard negó.

—En primera, tu hermana me odia como a nadie más en la vida y en segunda, nunca haría nada para lastimarla...

—Perdóname, Richard—murmuró Zabdiel. Él no respondió; simplemente se quedó mirándole fijamente mientras el castaño deba media vuelta y se marchaba a paso lento dejándolo solo una vez más.

—Perdóname tú a mí, Zabdi...

(...)

—¿Y esa cara?—cuestionó Jimenna apenas vio a Isabella y Joel entrar en el aula. La pelinegra se dejó caer en su asiento descuidadamente y Joel suspiró.

—Mi vida se está yendo al carajo de a poco—respondió simplemente tirando con más fuerza las mangas de su suéter.

—¿Qué?

—Sammirya está mañana decidió cocinar...—anunció Joel—con pimienta...—añadió una vez que el entrecejo de la novia de Zabdiel se frunció claramente no entendiendo el punto que el chico quería resaltar.

—Oh, por dios...—susurró tomando las manos de la chica. Levantó las mangas del suéter revelando las manchas rojizas en sus brazos.—¿Esto fue a causa de la pimienta?—cuestionó llena de asombro.

—Soy alérgica a la pimienta, por supuesto que fue por eso—masculló ella.

—¿Sammirya no lo sabía?—preguntó en voz baja.

—Lo ha sabido desde siempre—refutó—De verdad que no voy a aguantar demasiado tiempo en esta situación. No la soporto en absoluto. Su sola presencia me molesta—expresó entornando los ojos.

—¿Por qué no hablas con Zabdiel? Si él la llevó entonces supongo que él puede hablar con ella para que se mude, no sé...a su propio departamento, a las casa de tus abuelos...a Alaska si es posible pero...creo que tienes que ir a la enfermería, Isabella...—susurró sin dejar de mirarla.

—Porque parece que Sammirya lo tiene embrujado o algo parecido. Para Zabdiel ella es la chica más tierna del mundo...esta mañana mientras mi piel se comenzaba a poner roja dijo que había sido un accidente porque no sabía que era alérgica y el idiota de mi hermano le creyó—masculló ofendida.—Además, digamos que en este momento mi relación con Zabdiel no es la mejor...

—¿Sigues molesta por lo de ayer?—cuestionó Jim apartando sus manos de los antebrazos de Isabella.

—Pasaron tantas cosas ayer...—murmuró Joel y automáticamente dos pares de ojos se posaron en él. Unos llenos de curiosidad y otros llenos de advertencia.

—¿Qué pasó ayer? Estoy realmente perdida—masculló la novia de su hermano.

—Bien, primero que nada luego de todo lo que pasó con Zabdiel tuve el impulso de salir corriendo de la oficina de mi abuelo. Cuando eso pasó; choqué con Richard...estúpidamente deje que me llevara y terminamos en el parque que esa a tres cuadras de aquí...estuvimos charlando un rato y después...me besó...—inquirió la pelinegra cerrando sus ojos un momento.

Y es que cada vez que Isabella De Jesús cerraba sus ojos podía ver los ojos color chocolate de Richard observándola fijamente con esa pequeña sonrisa de lado que muy a su pesar le gustaba. Podía recordar las pequeñas motas doradas que decoraban sus pupilas y lo mejor aún, podía recordar perfectamente bien el sabor de sus labios, su suavidad y la manera en la que se movían encima de los suyos.

Eran como dos pequeñas piezas de rompecabezas que después de mucho intentar e intentar se estaban uniendo finalmente. Aunque también podía recordar la charla que habían tenido después y como ella había huido tan patéticamente como era muy su costumbre.

Huir. Siempre huir; esa parecía ser el destino de Isabella.

—¿Qué?—murmuró Jim en medio de un gemido de sorpresa.—¿otra vez?—cuestionó con media sonrisa.

—No grites—chilló la chica cuando se percató que varias miradas curiosas estaban encima de ellos.—Además eso no es todo...me dijo que me quería...—un gritito de júbilo brotó de los labios de Jimenna y automáticamente se cubrió la boca con ambas manos cuando los ojos de la chica la fulminaron de inmediato.

—Lo siento—susurró.—¿Qué más pasó?—preguntó desesperadamente.

—Hice lo mejor que sé hacer en la vida—admitió.

—¿Le plantaste semejante beso, verdad? Por favor dime que lo besaste hasta que se te durmieron los labios—pidió en un hilo de voz.

—Hui.

—¿Qué?—gritó y de nuevo todas y cada una de las miradas se posaron en ellos. Joel rio nervioso e Isabella bajó la mirada—¿Qué están viendo, bola de chismosos?—se quejó.—¿Cómo demonios se te ocurrió esa idea tan...tonta?—masculló ofendida.—Isabella, este era tu momento...

—No es tan sencillo—susurró ella apartando la mirada.—¿Recuerdas que esto es...imposible, cierto?—cuestionó entornando los ojos.

—¿Imposible? En esta vida no hay nada imposible. Las personas suelen limitarse diciendo que es imposible porque es más fácil decir que es imposible en lugar de comenzar a luchar...así que no me vengas con que es imposible porque las dos...los tres sabemos que eso no es así...—explicó.

—¿Por qué no cambiamos de tema? De verdad no tengo ganas de seguir hablando de lo mismo...

—Aquí vienen Richard y Zabdiel—anunció Joel en voz baja. Jimenna le lanzó una enorme sonrisa a su cuñada y ella revoleó los ojos de nueva cuenta concentrándose en el filo de su mesa-banco.

—Hola—saludó Zabdiel en voz baja.

—Hola, mi amor...—respondió Jim poniéndose de pie para dejar un beso sobre sus labios.—Hola, Rich...

—Hola, linda—saludó el rubio.

—Uh, ¿quieren venir a comer con nosotros después de clases? Estábamos pensando que podríamos ir a la pizzería del otro día y...hablar...—anunció Zabdiel sin despegar su mirada castaña de la cabeza de su hermana que seguía con la mirada en el pupitre.

—Yo no tengo ningún problema, no sé si Joel e Isa quieran venir...—murmuró Jim.

—Yo tampoco tengo problemas...—decidió Joel encogiéndose de hombros despreocupadamente.

—¿Isa...?—murmuró su hermano.

—Yo...

—¡Hola!—saludó la voz chillona de su prima.—Richard, hacía mucho tiempo que no te veía, Dios mío...siempre fuiste realmente guapo pero creo que ahora lo eres mucho más—comentó Sam lanzándole una enorme sonrisa al rubio.

—Tú también estás hermosa, Sam—la halagó el chico.—Realmente es un placer verte...—añadió.

—¿Puedes creer que ahora vamos a ser vecinos?—cuestionó emocionada—Voy a vivir con Zabdiel y...mi primita...—anunció—Después podemos ir por un café o un helado ¿no?—musitó ella echándose un mechón de cabello hacia atrás.

—Buenísimo—respondió Richard al tiempo que la pelinegra se ponía de pie tan rápido como sus piernas se lo permitían. Los miró a todos y negó un poco.

—No tengo ganas de pasar tiempo con ninguno de ustedes—exclamó antes de comenzar a caminar en dirección a la salida.

—Isabella—la llamó Joel poniéndose de pie para seguirla.

—Déjala, Joel...—demandó Sammirya—Debe de estar en sus días...

(...)

—¡Lo odio!—masculló la chica entornando los ojos.—Te odio, Richard. ¡Te odio!—agregó caminando furiosamente hasta que se estrelló de lleno con el pecho de un chico más alto que ella.

—Ay, por Dios...si tanto me odias no tienes que golpearme de ese modo...—susurró el muchacho. Isabella lo miró fijamente y sus mejillas tomaron color de inmediato.

—Lo siento...no era contigo...—explicó mientras él trataba de recuperar el aliento.—¿Estás bien?—cuestionó en voz baja.

—Sin aire pero bien...—respondió.—En el folleto que me dieron de la universidad nadie me dijo que te reciben de esta manera—agregó con media sonrisa haciendo que las mejillas de la pelinegra tomaran más color todavía.

—Lo lamento—susurró de nuevo.

—No importa.—rio—la verdad es que siempre es bueno encontrarse con el tipo de personas que te sacan un poco de tu zona de confort...y el aire, pero más la zona de confort—bromeó—Soy nuevo y estoy perdido...aunque creo que ya te diste cuenta de las dos cosas...

—Un poco...—respondió ella.

—Se supone que tengo que llegar al laboratorio de química pero la verdad es que no entiendo muy bien el croquis que me dio la secretaria del director... ¿me podrías ayudar?—cuestionó sin dejar de mirarla a los ojos.

—Claro...¿puedo saber por qué de entre todas las universidades del país se te ocurrió elegir este infierno que hacen llamar colegio?—musitó comenzando a caminar a lado del muchacho.

Él rio completamente divertido y negó un poco—Te gusta mucho, por cierto...—susurró aferrándose a los tirantes de su mochila.—¿Tú por qué la elegiste?—cuestionó él.

—Yo pregunté primero—demandó la chica.

—Bien, porque es una universidad prestigiosa y mis padres...se basan un poco en ese tipo de cosas...yo tengo la fiel creencia que eso no importa pero claramente no compartimos ideas...—explicó él—¿Tú, por qué?

—Mi abuelo la fundó. Es el recto desde hace ciento cincuenta años...—los ojos del muchacho se posaron en ella completamente sorprendido y ambos rieron.

—¡Que exagerada!—se mofó.—¿De verdad tu abuelo es el rector de esta universidad?—cuestionó e Isabella asintió de inmediato.—Debe ser un poco...

—¡Es una mierda! Tener que soportarlo todo el tiempo...es tedioso...—murmuró.—Ahora que te he contado la mitad de mi vida... ¿me vas a decir cómo te llamas?—preguntó cambiando radicalmente de tema.

—¿Cuál es tu nombre?—cuestionó ofreciéndole media sonrisa.

—¿Es tu costumbre responder una pregunta con otra?—interrogó ella frunciendo el ceño. El muchacho soltó una carcajada y se encogió de hombros.

—A veces soy algo desesperante...—comentó.

—Me he dado cuenta, créeme... ¿ya me vas a decir tu nombre?—presionó.

—Primero dime el tuyo...—demandó.

Ella entornó los ojos provocando la risa del muchacho.—Isabella De Jesús...

—¡Qué lindo nombre! ¿Eres muy religiosa?—bromeó.

Ella lo miró mal y negó—Que gracioso...—él rio de nueva cuenta.

—Por cierto, soy Christopher...Christopher Vélez...

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