C6: Robador de besos.
—¡Lo odio!—murmuró Isabella entornando los ojos.
Jimenna se echó a reír y negó un poco.—Yo más bien creo que lo amas y no quieres aceptarlo...—anunció la muchacha sentándose en el filo de la cama de la pelinegra.
—¡No lo amo!—chilló la chica girándose para mirarla a los ojos.
—Haber. Dime dos razones por las cuales tú no deberías amar a Richard...—pidió.
—En primera porque tiene novia, digo no es que la espantosa y fea persona de Leslie sea mi persona favorita en el mundo pero creo que por lo menos merece un poco de respeto, ya sabes, respeto al prójimo y esa sarta de estupideces que suele decir mi madre cuando quiere darnos lecciones de vida a Zabdiel y a mi cuando se entera que hicimos algo estúpido...aunque ahora que lo pienso mejor ¿Qué derecho tiene esa mujer? Digo, nunca está. Se la pasa metida entre rollos de telas para hacer los trapos espantosos que usa Gigi Hadid y Kendall Jenner y...
—¡Enfócate!—musitó Jim cruzándose de brazos.
—Bueno, eso. Merece respeto igual que todas las personas en el mundo. Excepto Richard, él no porque es un maldito robador de besos y segundo, porque Richard no me puede gustar. Lo odio.—explicó enarcando una de sus cejas.
—Del odio al amor hay un solo paso—le espetó la novia de Zabdiel.
—¡Eso es tan cliché y este no es el caso!—reprochó la chica de inmediato.
—Yo creo que sí pero te da miedo aceptarlo.—comentó la muchacha en medio de un largo suspiro.—Isa...el hecho de que te guste Richard realmente no tiene nada malo...no puedes negar que es guapísimo...y aunque tú digas que lo odias y todo lo demás, yo sé que dentro de ti es otra cosa completamente diferente...—Isabella negó—Además, ustedes fueron mejores amigos cuando eran niños...siempre que esto pasa al final de cuentas resulta que uno de los dos estaba enamorado en secreto del otro y es la cosa más normal del mundo quiero decir...sentir amor es normal y creo que este es un muy buen momento para que lo dejes salir...—hizo una pausa—harían una pareja realmente linda...
—¡Deja de decir estupideces!—chilló la chica de nueva cuenta.
—¿Te gustó ese beso sí o no?—cuestionó Jimenna sin dejar de mirarla a los ojos.
—No.
—Isabella...—la presionó.
—No...
—¡Quiero la verdad!—replicó entornando los ojos.
—Está bien, si...me gustó el beso de Richard pero eso no significa nada—murmuró arrugando la nariz.
—Al contrario...yo creo que significa mucho...sé que no tenemos tanto tiempo conociéndonos pero desde que volviste y Zabdiel nos presentó...te convertiste en una hermana para mí y sé que probablemente la única persona en la que confías es Joel por todo ese tiempo que llevan siendo amigos pero...yo soy una chica y hay cosas que no puedes hablar con él...y conmigo si...
—Jimenna...
—Y quiero que sepas que cuando quieras hablar conmigo entonces ahí estaré...—añadió e Isabella suspiró.
—Me gusta Richard—confesó en un hilo de voz.—Creo que realmente no tiene mucho caso que siga ocultándolo si al final de cuentas es algo que todo el mundo nota o notará en algún momento...
—Por eso simulas que lo odias...—observó la chica.
—No...es decir, odio la persona en la que se convirtió...pero constantemente estoy pensando en ese Richard se ocho de años que pasaba el tiempo jugando conmigo...es algo estúpido, lo sé pero...—Jimenna negó .
—No es algo estúpido...es algo realmente bello, Isa...lo recuerdas siendo un niño y eso es todo...la mente de las personas regularmente tienen este tipo de memorias y su subconsciente se aferra a este recuerdo...de ahí parte el amor y la empatía que tienes con Richard...—la pelinegra la observó con una mueca de confusión y negó un poco.
—No me psicoanalices—le espetó cruzándose de brazos tratando de parecer firme. Jimenna se echó a reír y negó de nuevo.
—No lo estoy haciendo, es sólo un comentario...—respondió encogiéndose de hombros.—Creo que la rebeldía que sueles fingir sólo hace que mis teorías sean ciertas, la usas como mecanismo de defensa contra Richard porque no quieres que se dé cuenta que te gusta...—añadió con una pequeña sonrisa formándose en la comisura de sus labios.
—Realmente en este momento siento unas inmensas ganas de pegarte porque me sigues psicoanalizando—murmuró y luego las dos rieron.—¿Qué pasa con Leslie? Es antipática, si...pero sigue siendo su novia...y yo sería incapaz de meterme entre ellos dos...
—Yo creo que Richard sólo está con ella porque no le gusta estar solo—observó.
—¿Qué?
—Es simple, tu mecanismo de defensa es la rebeldía. Eres rebelde porque sientes que todas las personas que amabas en el pasado te dieron la espalda cuando te fuiste a ese internado en España.—hizo una pausa—el mecanismo de defensa de Richard es la compañía. No le gusta estar solo porque se siente vulnerable sino siente la cercanía de otra persona, esto puede ser un trauma que tiene producido por tu partida cuando eran niños...—Isabella la miró un momento, frunció el ceño y soltó un largo suspiro.
—Realmente a veces odio que estés en la facultad de psicología—murmuró afligida y Jim rio de nueva cuenta.
—A lo que voy es a que si mis teorías son ciertas, entonces Richard sólo está con Leslie porque no soporta la soledad, no porque realmente la ame...—anunció.
—¿Entonces como explicas todo el tiempo que han estado juntos?—cuestionó la pelinegra.
—Pueden fingir ser la pareja del año pero en el fondo todos sabemos que la mayor parte del tiempo es actuación...nadie en el mundo puede estar con una arpía frívola sin corazón como ella...—decretó.
—Te equivocas... si hay alguien que puede estar con una arpía frívola sin corazón como ella...—decidió Isabella en medio de un suspiro.
—¿Quién?
—Richard...
(...)
—Realmente es increíble que estés aquí—anunció el abuelo con una enorme sonrisa tirando de sus labios. Isabella cruzada de brazos; sentada frente al escritorio entornó los ojos y negó un poco mientras Zabdiel luchaba por no echarse a reír descontroladamente observando el esfuerzo sobrehumano que su hermana estaba haciendo.
—Te echaba mucho de menos, Abu—respondió la chica con su voz chillona. Isabella hizo una mueca de asco y Zabdiel rio en voz baja.—Oh por Dios, pero si son Zabdiel e Isabella—chilló emocionada. Zabdiel se puso de pie y le ofreció una pequeña sonrisa.—¡Estás guapísimo!—anunció lanzándose a sus brazos.—Te extrañé, primito...
—Yo también te eché de menos, Sam...—murmuró el castaño. Isabella permanecía de espaldas con la vista clavada en el adorno de metal de los tres péndulos que se golpeaban entre si encima del escritorio de su abuelo esperando que la estúpida voz chillona de Sammirya la llamase.
Realmente no entendía por qué diablos ella tenía que estar presente cuando su prima llegase. No es como que la reina Isabel II estuviese llegando a la universidad. Sólo era Sammirya con su estúpida sonrisa petulante que la exasperaba, sus rubias y mal teñidas extensiones y sus diez maletas repletas de ropa; sin embargo para su abuelo era importante.
¿Por qué a ella no la había recibido así?
—¡Isabella!—chilló con fingida emoción. Porque seamos sinceros ¿Quién se emocionaba por verla a ella? Ni siquiera el perro porque para su mala suerte no tenía uno.
Se puso de pie casi arrastrando los pies para lanzarle una pequeña sonrisa completamente fingida. No le apetecía verla pero estaba consciente que no podía ser grosera con la recién llegada que parecía recién haber salido de una pasarela de modas de Milano. Se sintió un poco ridícula delante de ella pero se le pasó de inmediato.
—Hola—saludó ella una vez que los brazos de su prima la liberaron.
—Realmente no puedo creer que vayamos a estudiar en la misma universidad...todo gracias al abuelo—anunció feliz. Los ojos de la muchacha volaron hasta su abuelo y entonces lo comprendió. ¡Ese era la persona ejemplo que él tanto anhelaba!—¿No es eso genial?—cuestionó a sus dos primos. Zabdiel le sonreía pero el rostro de Isabella era todo un poema.
Miles de emociones pasaban por ella excepto claro, la felicidad.
—Si—se obligó a responder.—Completamente genial...—susurró.
Supuso que eso lo podía tolerar. Con algo de suerte ellas no tendrían que compartir clases todos los días, por lo menos esperaba que eso no pasase.
—Y mejor aún, que vayamos a vivir en la misma casa—anunció con ese tipo de sonrisa que exasperaría hasta a la mismísima Alegría.
—¿Qué?—soltó un grito—¿Se puede saber quién demonios decidió eso?—cuestionó furiosamente sin importarle que tan grosera pudiese ser con su prima.
—Isabella...—advirtió su abuelo.
—Déjame ver lo entendí...puedes traer a tu nieta estrella a la universidad, eso no me interesa pero no puedes llevarla a vivir a mi casa, por Dios.—se mofó.—¿Por qué haces esto? ¡Es mi casa! ¡Y es la casa de Zabdiel!—chilló.—No puedes tomar ese tipo de decisiones sin consultarnos...
—Lo hice—declaró su abuelo.
—¿Qué? Claro que no porque a mí nadie me pre...juntó—susurró.—Pero si te preguntaron a ti...—acusó a su hermano.
—Te lo iba a decir...—murmuró Zabdiel con las mejillas en llamas.
—¡Vete a la mierda, Zabdiel!—le gritó antes de salir de la oficina de la dirección dejando a sus tres acompañantes completamente sorprendidos.
Avanzó tan rápidamente como sus piernas se lo permitían sin prestarle demasiada atención a las personas a su alrededor. Todo lo que quería en ese momento era desaparecer y no volver jamás. Realmente no entendía en que momento su vida se había complicado tanto.
Primero estaba esa estúpida sensación que había sentido con el beso de Richard, después la confesión que le había hecho a Jimenna y el psicoanálisis que ella le había dado que le habían estado robando el sueño desde entonces y ahora su querida prima Sammirya se mudaba a su casa. ¿De verdad la vida de alguien podía estar así de jodida?
Intento que las lágrimas no salieran de sus ojos porque lo que menos necesitaba en ese momento era tener a alguien preguntando qué demonios le pasaba hasta que se estrelló de lleno con un cuerpo más fuerte que el suyo.
Sintió unos fuertes brazos sosteniéndola por la cintura impidiendo su inminente caída y cuando levantó la mirada se encontró con los ojos color chocolate de Richard. La sonrisa petulante que él tenía en el rostro se borró de inmediato apenas se percató de las pequeñas lágrimas que resbalaban por las mejillas de la pelinegra.
—¿Qué te pasa?—susurró él lo suficientemente cerca de ella como para notar las motas doradas de sus ojos.—¿Estás bien?—cuestionó con preocupación.
—Sólo déjame ir, necesito estar sola—murmuró ella tratando de apartarse de él.
—Claro que no, ven aquí—ordenó tomándola de la mano para sacarla del patio de la universidad donde todas las miradas que esperaban una pelea por parte de la pareja ahora parecían realmente perplejas al verlos caminar de la mano.
Ella dejó que él la guiara sin preguntar absolutamente nada. Sabía que Richard la estaba llevando lejos del mundo entero y eso estaba bien en ese momento. Necesitaba pensar con claridad sin que nadie la molestara y aunque parecía una verdadera ironía de la vida en ese momento: él parecía ser una buena opción.
—¿Qué es lo que te pasó?—cuestionó Richard sin soltarla una vez que llegaron al parque cercano a la universidad. Isabella miró para todos lados tratando de entender y luego lo miró a él.
—Odio todo esto—respondió simplemente—Tal parece que mi abuelo me odia y todo lo que hace es sólo tratar de humillarme...odio sentirme de esta manera y odio que el mundo entero crea que puede tomar decisiones por mi...siento que todo el mundo me odia...—explicó simplemente. Richard la miró a los ojos y sin más la envolvió en un largo abrazo.
Ella de inmediato se estremeció y cerró sus ojos disfrutando en el acto de la loción del chico que se colaba en sus fosas nasales. Era lindo y la embriagaba.—Yo no te odio, Isa...
—Claro que lo haces, sólo lo dices para hacerme sentir mejor y no sé en que momento caímos en una especie de tregua. —murmuró ella con más lágrimas en los ojos.
Richard rio y la apartó de él para mirarla a los ojos. —No llores...
—Richard...—susurró. Él le ofreció una pequeña sonrisa y se acercó un poco a ella. Isabella realmente no era completamente consciente de la cercanía del chico pero podía sentir su aliento contra sus mejillas húmedas y su mano acariciando lentamente su mejilla. Cerró los ojos ante el contacto con los labios de Richard y pasó sus brazos por detrás de su cuello para profundizar su beso.
Él sonrió sobre los labios de la chica y se olvidó del mundo entero. Había deseado tanto ese beso desde la primera vez que la había besado que ahora le parecía que estaba soñando.
—Eres un buen robador de besos...—susurró ella una vez que se apartaron. Sus narices se rozaban y Richard rio en voz baja dejando otro beso pequeño sobre los labios de la pelinegra.
—No te odio, Isabella. Yo te quiero...
_ _ _ _
Luego de mil quinientos años de ausencia, finalmente estoy aquí...
¿Cómo creen que sería el shippeo ente Richard e Isabella?
¿Richbella? Creo que suena bien ¿no creen? ¿O que se les ocurre?
Nos leemos pronto, bebas.
Un beso enorme, Gloria, xx.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top