C3: Parque.
—¿Qué tanto mirabas?—cuestionó Isabella acercándose a la ventana de su habitación.
De inmediato el corazón de su mejor amigo se aceleró dándose cuenta que si ella seguía acercándose entonces descubriría a Richard.—sólo la habitación de Richard...la ventaba estaba abierta...—comentó el muchacho.—¿Por qué no vamos al parque por un helado? De repente me muero por uno de chocolate con chispas de menta—anunció lanzándole una pequeña sonrisa.
Los ojos de Isabella se posaron brevemente encima de él y su entrecejo se frunció un momento después. Soltó una risita divertida y detuvo su anda para cruzarse de brazos y lanzarle una mirada cargada de burla
—¿No será de menta con chispas de chocolate?—se burló y las mejillas de Joel se tiñeron de rojo.
—¡Eso fue lo que dije!—reprochó de mala gana.—Anda, Isabella...
—¿Sabes una cosa? Es tan increíble y difícil de pensar que en esa habitación pasaba tarde enteras jugando con Richard y con mi hermano...es increíble porque pasamos tantos momentos divertidos ahí...y es imposible de pensar porque nuestra relación en verdad dio un giro de mil grados—explicó y Joel soltó un suspiro.
—Tú puedes decir lo que quieras pero yo sé que en el fondo sigues siendo esa niña dulce a la que en su regalo de cumpleaños le regalé una lagartija verde—murmuró el muchacho y las mejillas de la chica tomaron un poco de color.
—No puedo creer que haya llorado horas porque Mariposa se murió tres horas después de que llegara hasta mí—susurró en medio de una negación y Joel se echó a reír.
—Eras una nena y me olvidé hacerlo perforaciones a la botella para que pudiese respirar, en realidad fue mi culpa que Mariposa muriera—se burló e Isabella negó—Pero estoy completamente seguro que sigues siendo esa nena de buenos sentimiento...la misma que hablaba todo el tiempo de su hermano y su mejor amigo...
—Supongo que muy en el fondo...—masculló con media sonrisa.
—¡Cállate, tonto!—reprochó la chica.
—Vamos por ese helado de una vez, Isa...
(...)
—¿Se puede saber qué es lo que te pasa?—cuestionó Leslie sentándose junto a Richard en el sofá de la sala.
El rubio soltó un largo suspiro e inspiró profundamente mientras negaba firmemente.—No me pasa nada, sólo me duele un poco la cabeza y ya—explicó lanzándole una mirada fugaz.
—¿Por qué no me acompaña al centro comercial? Le llamé a Greeley para que me acompañase pero dijo que no podía—explicó ofreciéndole una pequeña sonrisa—Después tú y yo podemos ir a cenar...o mejor aún—murmuró acercándose hasta su oído. Richard inspiró profundamente y cuando sintió los labios de la chica sobre su cuello se apartó de inmediato.
—No tengo ganas, gracias—respondió poniéndose de pie—¿Sabes? Necesito pensar un poco, nos vemos después...—agregó comenzando a caminar en dirección a la puerta principal de su casa.
Leslie lo observó de mala gana y se cruzó de brazos.—Te juro Richard Yashel Camacho que sí cruzas esa puerta no nos volveremos a ver—le espetó cruzándose de brazos con una mirada fulminante instalada en sus ojos marrones.
Richard negó un poco y siguió con su camino sin importarle el grito furioso que brotó de los labios pintados de color carmín de su novia.
Inspiró profundamente llenando de aire fresco sus pulmones, sintiendo de inmediato una sensación abrumadora recorriendo cada uno de los centímetros de su piel. Era abrumador, sí. Pero se sentía condenadamente bien.
Negó un poco y comenzó a caminar lentamente para dirigirse al parque cerca del fraccionamiento, ese parque donde solía pasar mucho tiempo con sus amigos.
Sus amigos.
Cada dos minutos la conversación de Isabella y Joel se reproducía en su mente y hacía que su corazón temblara dentro de su pecho porque lo aceptara o no, él se sentía de la misma manera.
Siempre se había sentido de la misma manera, desde pequeño siempre le había gustado quedarse contemplando a la niña de cabello negro y ojos marrones que no salía un sólo momento de su cabeza. A la misma niña que accidentalmente le había teñido el cabello rubio cuando tenía ocho años. A la misma niña que los alentaba a él y a Zabdiel cuando jugaban fútbol en el patio trasero de su casa.
¿Dónde demonios había quedado esa niña? Claro.
Se había convertido en la chica rebelde que siempre estaba metiendo en problemas. En esa chica que solía fastidiarlo cada vez que tenía oportunidad. En esa misma chica que esa misma tarde le había confesado a Joel creyendo que estaban solos que gustaba de él.
Isabella De Jesús gustaba de él. Era tan imposible de creer, sin embargo ella misma lo había dicho.
Sin darse cuenta se encontró a sí mismo de pie en el parque sin saber muy bien que hacer. Había estado tan inmerso en sus pensamientos que ni siquiera recordaba cómo es que había llegado. Inspiró profundamente y posó su mirada en los niños que jugaban a medio metro por delante de él, se reían y gritaban mientras un enorme perro de pelaje marrón claro corría detrás de ellos.
Divisó a Isabella sentada contra un enorme tronco de un árbol y sin pensárselo un solo segundo se acercó a ella a paso lento.
—Hola—saludó en voz baja. Isabella levantó la mirada de inmediato y se quedó completamente quieto observando fijamente al recién llegado que le ofrecía una pequeña y débil sonrisa—¡Vengo en son de paz!—masculló de inmediato.
—Hola...—musitó la chica.
—¿Puedo sentarme?—cuestionó lentamente y automáticamente los ojos de Isabella se hicieron un poco más pequeños.—De verdad, vengo en son de paz—agregó Richard y ella negó un poco.
—Si quieres...—murmuró llevando su mirada al frente.
—¿Te pasa algo? Luces un poco extraña—anunció él tomando asiento junto a ella, cerca pero cuidando no tocarla.
—Sólo me duele un poco la cabeza y ya—musitó en voz baja.
—¡Gran excusa!—decretó el muchacho y los ojos de Isabella automáticamente se posaron encima de él.—De verdad, puedes confiar en mí...
—¿En serio?—cuestionó la muchacha.
Richard rio en voz baja y negó un poco—Sé que nosotros no tenemos una muy buena relación que digamos pero...eres Isabella, la niña con la que pasaba todas mis tardes cuando éramos pequeños ¿lo recuerdas? Y eres la hermana de Zabdiel, mi mejor amigo...—susurró y ella dejó escapar el aire de sus pulmones lentamente.
—No me pasa nada—respondió.—Sólo estaba pensando y ya...
—Pues debió haber sido algo realmente importante porque parecías muy concentrada—declaró sin dejar de observar a los niños que seguían jugando a unos metros de ellos sin percatarse del par de muchachos que los observaban fijamente.
—Creo que se parecen un poco a nosotros—comentó Isabella en voz baja sin ser capaz de apartar la mirada de los niños.
Richard esbozó una pequeña sonrisa y se quedó en completo silencio un par de minutos procesando el comentario de la chica a su lado.—Es cómo sí nuestra infancia hubiese reencarnado en ellos...—agregó en voz baja.
—¿De verdad lo crees?—cuestionó él en un hilo de voz.
—Si.—respondió Isabella soltando un pequeño suspiro—Es como cuando jugábamos con Maxi...en este mismo parque...
—¿No extrañas eso?—preguntó Richard llevando su mirada momentáneamente a ella.
—Supongo que muy en el fondo lo hago ¿sabes?—susurró ella.—Extraño ser esa niña que pasaba el rato corriendo de un lado otro...la niña que no tenía ningún tipo de preocupación...
—¡Eras tierna!—anunció el chico en voz baja y automáticamente una risita divertida brotó de los labios de la chica. El corazón de Richard comenzó a bombear con más fuerza y sintió su piel erizarse de golpe apenas el sonido de la risa de Isabella llenó el aire.—¡Me gusta cuando te ríes!—soltó de golpe y de inmediato las mejillas de la muchacha se tiñeron de color rojo.
—¡A mí me gusta más cuando no!—inquirió en voz baja.
—Pues a mí sí y creo que deberías de portar más seguido esa sonrisa, es muy linda a decir verdad—hizo una pausa—Y no es por ofenderte o algo parecido—agregó de inmediato y ella rio de nuevo.
—Tengo la sensación de que tienes miedo a decir algo y que de repente yo me transforme en Hulk—bromeó y Richard negó un poco.
—Quiero que quede completamente claro que eso lo dijiste tú, no yo—respondió en voz baja y ella se echó a reír.—Pero lo de la sonrisa es muy en serio...—susurró Richard mirándola fijamente.
El corazón de Isabella comenzó a latir descontroladamente dentro de su pecho y negó un poco sin dejar de observarlo. Era como si de repente se le hubiese olvidado que él era Richard y ni siquiera cuándo él comenzó a acercarse a ella lentamente se apartó.
El aliento mentolado de Richard chocó contra las mejillas de la pelinegra y fue capaz de admirar las pequeñas motas doradas que adornaban el iris de su ojo. De lo largas que eran sus pestañas y de la mirada indescifrable que él le estaba obsequiando en ese momento.
Tenía la sensación de estar flotando en el aire y para ser sincera le gustaba la sensación que estaba embargando su cuerpo entero. Un carraspeo de garganta seguido de una risita divertida llenó el aire y los hizo separarse de manera inmediato.
Joel les lanzó una sonrisa divertida mientras sostenía un par de helados—¿Interrumpo algo, muchachos...?
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¡SALUT, AHRE! ¿Cómo están?
Sé que he tenido demasiado olvidado este libro pero en realidad no es así...pasa que primero quiero terminar las otras historias para meterme de lleno en esta. Les va a encantar, lo sé.
Espero que disfruten mucho y les mando millones de besos.
Love, Gloria.
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