C28: Una nota de despedida y un beso perdido.
—¿Richard...?—lo llamó Erick atrayendo su atención.—¿Estás bien...? No has probado tu comida para nada...
—Es que no tengo hambre...—respondió en un hilo de voz.
—¿Y piensas usar la misma excusa por el resto de la vida o algo parecido?—le preguntó en voz baja—Porque esa es la misma cantaleta que has dicho toda la semana...
—De verdad no tengo hambre, Erick.—susurró sin mirarlo.
—Sé que piensas que todo lo que te está pasando no es más que una gran mierda ¡y si, lo es!—le dijo el ojiverde—pero no puedes simplemente dejarte vencer sólo porque algo salió mal en tu vida...¿sabes cuantas cosas van a salirte mal a lo largo de toda tu existencia? ¿Te das por lo menos una idea de eso...?—Y entonces Richard lo miró un largo momento.
—Nunca me había pasado esto...—confesó. Erick suspiró y negó un poco.
—Pues supongo que eso significa que amas mucho más a Isabella de lo que tú mismo pensabas ¿no lo crees...?—musitó el muchacho.—¿Por qué en lugar de hacer una huelga de hambre silenciosa no vas y hablas con ella...?
—Porque no quiere verme...no toma mis llamadas, no lee mis mensajes...no quiere hablar conmigo...—le dijo y automáticamente los ojos verdes de Erick se desenfocaron un momento.
—¿Qué...?
—Zabdiel tampoco me dice nada...no sé que es lo que está pasando con ellos pero por lo poco que sé; ellos están enfadados de nueva cuenta...—contó frotándose la cara con ambas manos.—¿Eso que te dice...?
—Que esto es completamente extraño...no me lo tomes a mal pero por un momento pensé que cuando Isabella accedió a terminarte en frente de la loca de Sammirya era una especie de broma...—murmuró—pensé que era algo temporal, sólo para hacerle creer que en realidad lo estaba haciendo...nunca se me ocurrió pensar que en realidad estaba terminando contigo...
—Es que estoy completamente seguro que hay algo más...—confesó Richard.—Siento que algo más le está pasando pero no logro entender que...
—Las mujeres están locas, Richard—decidió Erick dejando escapar un largo suspiro.—Mejor no las trates de entender porque quién se volverá loco entonces serás tú...
—¿Y qué me aconsejas hacer; genio...?—cuestionó lentamente.
Erick jugueteó con uno de sus anillos y llevó su mirada al frente concentrándose en la enorme fila que esperaba por algo de comida.—Ve a verla...
—¿Qué no escuchaste que ella no quiere verme?—se quejó el rubio desesperadamente.
El pelinegro entornó los ojos y negó.—Ella no va a saber...
—¿Qué...?
—Tu balcón y el de Isabella colindan ¿verdad?—Richard asintió.—Así tipo Romeo y Julieta en pleno siglo veintiuno...
—¡Deja de reírte!—le reprochó Richard.
—No estoy riéndome—se defendió Erick—Pero si quieres ver a Isabella, si realmente quieres verla; quiero decir...entonces no se lo digas...entra a su habitación por su balcón y entonces ella no tendrá la oportunidad de decir que no quiere hablar contigo porque cuando lo haga ya estarás presente...—le explicó el muchacho.
—¡Qué gran idea!—anunció Richard poniéndose de pie.
—¡¿A dónde crees que vas?!—replicó Erick lleno de duda.
—A ver a Isabella...
—¡Pero no en horas de clase, idiota...!
(...)
Isabella posó su mirada en el montón de personas que iban de un lado al otro esperando a que finalmente fuese la hora de abordar sus respectivos aviones. Jugueteó con sus manos un momento y soltó un largo suspiro de pura frustración.
Zabdiel estaba completamente enfadado con ella y seguramente iban a morir –cuando su tiempo llegase- enojados mutuamente. Así que... él no iba a ir a despedirle ¿cierto?
...
—¿Tú de verdad crees que nosotros podemos ser amigos? En primero, yo creo que eres un idiota la mayor parte del tiempo. Segundo, eres algo detestable. Tercero, tu linda novia no me cae bien y creo que eso es algo que ya sabes. Hay millones de razones por las cuales no podemos ser amigos, Richard...
—La verdad es que yo creo que esas razones no son válidas ¿no lo crees? Sin contar el hecho de que Leslie no te cae bien, las otras dos no son válidas, por lo menos no para mi...sé que Leslie es una chica detestable la mayor parte del tiempo pero vamos...no me hagas pagar por ello...
Isabella lo miró un largo momento y soltó una carcajada.—¿Es mi imaginación o estás aceptando que tu novia es detestable?—musitó sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Pues si voy a irme al infierno, creo que al menos podría ser sincero ¿no lo crees?—cuestionó él y ella sonrió un poco.
—Creo que estoy comenzando a soportarte...—susurró lentamente y él sonrió ampliamente.
Ni siquiera era consciente de que el aliento de Richard estaba chocando contras sus mejillas pero eso era lo que menos le importaba en ese momento. Él la miró un momento y sin más preámbulos depositó un beso sobre sus labios.
Era un sentimiento tan abrumador que la hacía literalmente volar. Tenía la sensación de que estaba flotando y para ser sincera consigo misma le gustaba.
Era como un sueño. Eso tenía que ser. Estaba soñando.
No, Isabella no estaba soñando realmente
...
—Isabella...—la llamó su madre sentándose a su lado. Los ojos marrones de la chica la observaron fijamente y la mujer le ofreció una amplia sonrisa.
De nueva cuenta estaba viviendo la misma escena de unos años atrás de ella yéndose y dejando a todas las personas que amaba atrás. Sólo que esta vez no iba a encontrarse con un Joel Pimentel en España.
El único Joel Pimentel que conocía se quedaba en Miami con el corazón roto.
—¿Si...?
—¿Estás segura de lo que estás haciendo...?—cuestionó ella jugueteando con sus manos. Isabella la observó en silencio.
—¿Esto es lo mejor para mí, no?—respondió recitando cada una de las palabras de su madre. Los ojos de la mujer se desenfocaron un momento y automáticamente se llenaron de lágrimas cuando el recuerdo llegó a su mente.
Pero esta vez la Isabella que se marchaba no tenía ocho años. No lloraba. Y no parecía asustada.
—Nunca te dije porque tu padre y yo decidimos enviarte a un internado a España...—murmuró ella limpiándose las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano.
—¿Y que se supone que tiene de diferente esta vez, mamá...?—replicó en voz baja.
—Creciste creyendo que no te amábamos cuando en realidad te amábamos mucho más de lo que te podías imaginar...—comentó lentamente—Eras mi hija... nuestra hija ¿Cómo crees que no íbamos a amarte...?
—Pues parecía todo lo contrario...
—Zabdiel estaba enfermo...—soltó de golpe.
—¿Qué...?
—Tenía una enfermedad que hacía que su corazón se volviese cada vez más débil...y era tu hermano, tu único hermano; se cuidaban entre sí y era completamente increíble la conexión que ustedes dos tenían...se defendían entre sí y hacían todo juntos pero él estaba enfermo y tú nunca te diste cuenta de eso...
—Zabdiel a veces se enfermaba...—recordó—duraba días enfermo...en cama...—susurró.—Y era gripe...no era gripe...—ella negó.
—Cuando el doctor nos dijo que estaba enfermo nosotros estábamos devastados porque sólo un milagro podía hacer que él se salvase y os tratamientos al principio no estaban dando buenos resultados...—le explicó lentamente.—Ni todo el dinero del mundo podía salvarlo, Isabella...
—No entiendo...
—Era un niño que estaba enfermo... ¿Qué crees que iba a pasar después...?
—¿Me enviaste lejos porque se iba a morir...?—cuestionó horrorizada.—¡Eres un monstruo, mamá!
—Escúchame...—Isabella negó—El doctor dijo que Zabdiel necesitaba un descanso del ritmo de vida que llevaba pero seguía siendo un niño con inquietudes y no iba a conseguirlo con otra niña en la casa deseosa de jugar...—le explicó lentamente.—Por eso nos recomendó a tu padre y a mí que te llevásemos de vacaciones o algo parecido, que estuvieses lejos de Zabdiel para que él no tuviese la inquietud de ir a jugar contigo y pudiese descansar...—Isabella negó.
—¿Era una peligro para mi hermano...?—susurró.
—No, amor...¿Cómo tú ibas a ser un peligro para él...? Eras una niña...
—Y decidieron enviarme de vacaciones diez años a un internado...—su madre asintió.
—Hicimos hasta lo posible para que todo saliera bien y gracias a Dios las cosas resultaron bien...Zabdiel creció pensando que era alérgico a algo y por eso tenía recaídas...—Y entonces lo hizo. Se echó a llorar desconsoladamente.—No llores, Isa...—hizo una pausa—siempre te hemos amado como a nada en la vida pero lo hicimos para protegerlos a ambos, Isabella...los protegimos al uno del otro...
—Mamá...
—Sé que no he sido una madre ejemplar pero cuando el doctor me dijo que la enfermedad de tu hermano finalmente había desaparecido te juro que fue uno de los mejores días de mi vida...—murmuró tomando su mano.—Sé que siempre he sido una madre ausente pero estoy completamente segura que el amor que Zabdiel siente por ti es la cosa más pura que hay sobre la faz de la Tierra...es tu hermano mayor y así es el amor de hermanos, Isabella...puede que algunas veces peleen, se molesten el uno al otro pero al final de cuentas el amor que un hermano es capaz de sentir por el otro es la cosa más pura y más sincera que hay...porque lo amas sin importar sus defectos o sus virtudes...los amas sin esperar nada a cambio; lo amas porque es tu hermano y serías capaz de dar la vida por tu él...porque así es el amor de hermanos al final de cuentas...—negó—Isabella...
—No voy a irme...—decidió poniéndose de pie.—No voy a separarme de Zabdiel nunca más, mamá...nunca...
—Esa es la Isabella que esperaba reaccionara...
—Mamá...
—Puede que suene raro esto pero creo que la mejor versión de ti es siendo una rebelde...
—¿Qué...?—cuestionó la chica apartándose las lágrimas. Su madre le sonrió.
—Vamos a casa, Isa...vamos a arreglar las cosas con Zabdiel...
(...)
Richard entró en su habitación y lo primero que vio fue su ventaba abierta. Se quedó quieto observando el balcón de Isabella que permanecía cerrado y dejó escapar un largo suspiro.
¡Erick tenía razón! Si él entraba por el balcón ella no tendría la oportunidad de negarse a verlo.
Avanzó lentamente hasta el balcón y bajó la mirada debatiéndose mentalmente entre ir o no. Pero él no podía seguir perdiendo más tiempo lejos de ella. Necesitaba hablarle. Necesitaba que ella lo escuchase. Necesitaba al menos verla y saber que ella estaba bien.
Bajó la mirada mientras su cerebro trataba de encontrar una buena manera de llegar hasta el balcón de Isabella sin caer y morir –o peor aún, quebrarse todos los huesos del cuerpo- en el intento. Se encontró con una hoja doblada por la mitad que tenía su nombre en tinta morada.
De inmediato supo que esa caligrafía pertenecía a ella. La conocía a la perfección. Las extendió lentamente y soltó un largo suspiro admirando las primeras dos palabras de la nota que tenía entre sus manos.
Había visto suficientes películas como para saber que siempre que las cartas empezaban con el típico "querido..." era porque el sufrimiento estaba por venir.
Querido Richard;
El tiempo que duramos juntos realmente fue lo mejor que me pasó en la vida y te agradezco todos los momentos lindos que me hiciste pasar a tu lado. Te amo como a nada en la vida pero ni siquiera puedo mirarte a la cara porque cada vez que pienso en ti; la imagen de tus ojos observándome con decepción se hace presente y me duele. Duele mucho más de lo que te imaginas porque sé que te fallé.
Se supone que las personas valientes hacen este tipo de cosas de frente y no a través de notas pero he descubierto que no soy tan valiente como todos pensaban.
No te pido que me entiendas, sólo quiero que sigas adelante como siempre...
Con amor; Isabella, x.
Richard arrugó la hoja entre sus manos y cerró sus ojos un momento esperando a que las lágrimas que estaban acumulándose en sus ojos rápidamente salieran.
Se giró lentamente dispuesto a irse lejos cuando un sonido lo detuvo.
—Richard...—la voz ahogada de Isabella llegó hasta sus oídos pero él no se giró. Se mantuvo completamente quieto observando la pared de su habitación—Perdón...—murmuró lentamente.—Perdóname por ser tan idiota y no darme cuenta de todo el daño que te estaba haciendo...perdóname por ser tan débil y no luchar por lo que realmente importa...perdóname por mantenerte lejos todos estos días y no es excusa porque en realidad nada podría justificar el hecho de que fui una completa estúpida y lastimé a todo el mundo pero en especial a ti...perdóname de verdad...—le dijo la chica y aunque él no podía verla sabía que ella estaba llorando. Dio media vuelta y la encontró de pie en su balcón sin dejar de observarlo mientras las lágrimas escurrían por sus mejillas—La leíste...
—Voy a seguir adelante...—respondió Richard y el corazón de la chica dio un vuelco.
—Te dejé esa nota porque fui una tremenda idiota que pensó en irse a España porque creía que todos iban a estar sin mi.—hizo una pausa—me di cuenta que soy un imán para atraer problemas y no quería que eso siguiera pasando...pero me arrepentí en el momento en el que comprendí que no podía estar lejos de aquí...ya no...—suspiró—sé que debes estar completamente furioso conmigo y yo también lo estaría si fuera tú porque se supone que tendría que haberlo dicho de frente pero...lo siento mucho, de verdad...
—Voy a seguir con mi vida...—repitió Richard y ella apartó la mirada lentamente.
¡Ya estaba! Isabella De Jesús había perdido a Richard Camacho y todo era su culpa. Sólo de ella. De nadie más.
—Richard...
—Contigo, Isabella...—susurró sin dejar de mirarla fijamente. —Voy a seguir con mi vida pero siempre y cuando sea contigo...
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