C15: Una rebelde enamorada.


—¿Te gusta?—cuestionó Richard sin soltar la mano de Isabella. Ella soltó un pequeño suspiro y asintió de inmediato.

—Es increíble...—susurró ella siendo completamente incapaz de apartar la mirada del lugar.—No tenía ni idea que existía este lugar...—agregó. Richard le ofreció una pequeña sonrisa y la observó un momento.

—Yo tampoco...lo descubrí hace un par de años—confesó lentamente.

—Pues es realmente increíble...

Isabella se quedó en silencio contemplando el imponente lugar en el que se encontraban. Una especie de claro que parecía haber sacado de una película romántica se extendía delante de ellos.

—¿Pero sabes que es lo más increíble de todo? cuestionó él. Los ojos de la pelinegra se posaron en los de Richard y le obsequió otra sonrisa haciendo que el corazón de Isabella se acelerara de golpe.

—¿Qué es lo más increíble?—preguntó.

—El hecho de que estemos juntos aquí...—susurró. Richard—Eso es lo más increíble de todo, Isabella... ¿Te das cuenta que después de todo lo que pasó por fin estamos juntos?—inquirió lentamente. La piel de la muchacha se erizó de golpe y asintió débilmente.

—¿Eso es todo lo que importa, no?—cuestionó con media sonrisa.

—Ven, vamos a sentarnos...—añadió tomándola de la mano para hacerla caminar. Isabella lo siguió en silencio y se rio cuando llegaron hasta una manta negra extendida en el suelo.

—¿Tan seguro estabas que iba a aceptar venir contigo hasta aquí?—preguntó ella tomando asiento lentamente.

¡Por eso odiaba los vestidos!

—No...pero tenía la esperanza de que lo hicieras—respondió él con una encantadora sonrisa. Ella se echó a reír y apoyó su espalda en el pecho de Richard una vez que él estuvo sentado a su lado.

Los brazos del muchacho la rodearon cariñosamente dejó un beso en la coronilla de ella. Un beso pequeño e inocente que hizo que hasta la última fibra del cuerpo de la pelinegra vibrara de emoción.

Porque muy a su pesar y aunque no quisiera admitirlo en voz alta; ese era el efecto que él causaba en ella.

—De verdad, esto es completamente increíble...—hilvanó ella.

—¿Te puedo confesar algo?—cuestionó en voz baja. Isabella asintió de manera inmediata sin despegarse ni un solo centímetro del cuerpo de la chica.

—¿Qué es lo que pasa?—susurró en medio de un suspiro.

—Primero prométeme que no vas a volverte loca o algo parecido...—pidió de inmediato.

—¿Por qué tendría que volverme loca?—preguntó ella. Richard sonrió.

—Escucha, si yo hubiese estado del otro lado créeme que hubiese hecho exactamente lo mismo...—comenzó el rubio lentamente.

—¿Por qué le das tantas vuelvas, Richard? Te prometo que no voy a volverme loca o algo que se le parezca pero estás comenzando a desesperarme...—se quejó—Así que puedes comenzar por hablarme claro porque realmente no estoy entendiendo nada...

—De acuerdo...—susurró llenando de aire sus pulmones—El otro día no sé exactamente qué fue lo que pasó pero...me vino a reclamar el hecho de que yo ye haya besado...—Añadió lentamente.

Isabella pestañeó un par de veces y soltó un gemido de sorpresa.

—¿Qué...?

—Por supuesto que le dije que todo había sido una confusión, que nosotros nos odiábamos y que era hipotéticamente imposible que hubiésemos compartido un beso pues nos odiábamos...—explicó de inmediato.—Y me creyó así que...

—De verdad que no puedo creer que Zab haya hecho eso...—musitó lentamente.

—Pero eso no es todo, Isa...

—¿Hay...hay más?—preguntó apartándose de Richard se inmediato. Se sentó frente a él y negó un poco.

—Zab me dijo que tenía prohibido acercarme a ti...

—¿Qué?—soltó de golpe.—Esto es... ¿Qué diablos le pasa a Zabdiel?—cuestionó

—Prometiste que no te ibas a volver loca—le recordó el rubio.

—Es que...no me estoy volviendo loca—se quejó de inmediato. Richard rio.

—Ya lo noté...

—¡Richard, estoy hablando en serio!—musitó entornando los ojos.

—Escucha, cariño...yo sé que Zabdiel no lo hizo porque sea una mala persona, sé que todo lo que hace, lo hace pensando en ti y me gusta eso...a veces puede sonar un poco exagerado pero al final de cuentas él es tu hermano mayor y se entiende...créeme que si yo tuviera una hermana igual de bella que tú me encargaría de ponerle una correa atada a mí para asegurarme que ningún sujeto se acerque a ella y la lastime...—ella entornó los ojos.

—¿Me estás tratando de decir que debería sentirme honrada porque quiere ponerme una correa como si fuese un perro?—cuestionó. Richard rio de nueva cuenta y negó de inmediato.

—No...

—Gracias a Dios no soy de tu familia—le espetó ella. Él negó de inmediato.—Realmente no entiendo que es lo que le pasa a Zabdiel...—murmuró.—Aunque creo que eso fue mi culpa...—agregó apartando la mirada.

—¿Por qué dices que fue tu culpa...?

—Porque me escuchó decírselo a Joel...—confesó.—Richard, ya sé que dije que nadie se podía enterar de lo que nosotros tenemos o algo parecido pero...se lo conté a Joel...es decir, yo confío ciegamente en él y sé que le podría decir cualquier cosa incluso que mate a una persona y que necesito de su ayuda para esconder el cadáver y él no se asustaría o huiría, al contrario...se quedaría a mi lado para ayudarme y no diría absolutamente nada a nadie...—Richard le sonrió un poco apartando un mechón de cabello negro de la chica que descansaba sobre su mejilla derecha

—No estoy reprochándote nada, Isabella...—susurró.—al contrario, me gusta que confíes en Joel...—inquirió.—También tengo que confesarte que al principio me sentía celoso...es decir, cuando tú ni siquiera me soportabas...

—¿Qué...?

—Era realmente una tontería pero verlo a él compartiendo tanto tiempo contigo realmente me sacaba de quicio...es decir, cuando te fuiste a España eras mi mejor amiga y cuando volviste eras la mejor amiga de Joel...—ella rio en voz baja.

—Pues eras un tonto ¿sabes?—susurró.—Pero ya que estamos en la hora de las confesiones...—bromeó ella—tal vez puede sonar un poco tonto o algo parecido pero cuando recién volví a Miami comencé a escribir en mi diario cosas sobre...cosas sobre ti...—confesó.

—¿Cosas sobre mí?—cuestionó el con una sonrisa en los labios.—¿Y qué tipo de cosas escribiste sobre mí?—añadió en voz baja volviendo a abrazarla con fuerza.

Isabella rio en voz baja y suspiró.—Realmente no quieres saber...

—Oh, créeme que sí. Quiero saberlo...—hizo una pausa—Seguramente escribiste cosas como, amo a Richard porque es el chico más lindo y sexi de toda la escuela, amo a Richard porque es completamente bueno en el fútbol, amo a Richard porque su cabello está mucho mejor incluso que el mío—se burló. Isabella se echó a reír y le ofreció un pequeño golpe en el antebrazo.—Y amo a Richard porque...porque es Richard...

—Continua con tus tonterías, Ricardo y te prometo que no te volveré a dirigir la palabra—le espetó de mala gana. Él rio y entornó los ojos.

—Me llamo Richard no Ricardo...—se quejó.

—No escribí ese tipo de cosas—anunció—Escribí...que me gustan tus ojos color chocarte, que me gustan tus labios aunque la verdad es que por mucho tiempo quise hacer que esa estúpida sonrisa arrogante que portabas desapareciera para siempre, que me gustan tus tatuajes aunque en realidad no tengo ni la más remota idea de lo que significan...de hecho, creo que es algo irónico porque hasta donde yo recuerdo te daban pavor las agujas...

Richard rio.—No es lo mismo cuando una enfermera malhumorada te pincha para sacarte sangre, por Dios...—replicó. Ella sonrió.

—Bien, pues me gustan aunque no entiendo tu lógica...también escribí que me gusta tu cuerpo aunque odio cuando me hace perder el hilo de mis pensamientos mientras parezco me derrito tal cuál una bola de helado en el asfalto a plena luz de un caluroso día en verano...—agregó encogiéndose de hombros despreocupadamente.

—Vaya, eso es lo más lindo que me han dicho en toda mi vida, créeme...

—Pero lo digo en serio, me encantas...—susurró la chica ofreciéndole media sonrisa.

—A mí me encantas más...y la verdad Isabella, es que no sabes las ansias que tengo por poderle decir al mundo entero que eres mía...—musitó dejando un beso sobre su cabello.

—Richard...—lo llamó en voz baja.

—Sí, ya sé que dijiste que quieres ir despacio y lo respeto. Era sólo un comentario, no es que te esté presionando...

—No es eso...—susurró apartándose de él para poder mirarlo a los ojos.

—¿Entonces...?

—Quiero eso...—inquirió simplemente. Richard pestañeó un par de veces sin entender realmente y superó.

—¿Qué?

—Quiero eso...ser tuya, quiero ser tuya...

(...)

—¿Te pasa algo?—cuestionó Joel. Sammirya entornó los ojos y negó de inmediato.

—No me pasa nada, Joel—respondió con fastidio.

—Pues pareces un poco...irritable...—se burló.

—¿Por qué no me dejas en paz, Joel?—preguntó cruzándose de brazos.

—Oye yo sólo quería ser amable...—replicó el muchacho.

—Espera un segundo...—lo llamó ella cuando él comenzó a alejarse de ella—¿En dónde está Isabella, eh?—cuestionó cruzándose de brazos.—Hace un buen rato que no la he visto por aquí...

Joel le ofreció una sonrisa perezosa y llevó el vaso de plástico a sus labios.—Isa es un alma libre, supongo que debe estar tomando un poco de aire fresco o algo así...aunque también es...¿Cómo la llaman ustedes...?—cuestionó para fastidiar a la muchacha—Oh, si...también es una rebelde, probablemente en este momento debe estar cambiándose a esa espantosa ropa que usa, haciendo algún tipo de grafiti o preparando marchas para defender los derechos de algún animal en peligro de existían...como tú...

—¿Qué?

—Como tú comprenderás, ella no me dice todo lo que planea, no soy su manager, su itinerario o algo parecido...así que la verdad es que no tengo ni la más remota idea en donde puede estar...y la verdad, Sammirya es que si lo supiera nunca te lo diría...—respondió el muchacho.

—¿Te crees muy inteligente sólo porque eres el perrito faldero de Isabella, cierto?—cuestionó enfada.—Pues puedes estar detrás de ella todo lo que quieras, Joel...nunca serás su hermano porque ese lugar ya lo ocupa Zabdiel, y nunca se va a fijar en ti porque no eres el chico suficientemente bueno para cualquier chica...menos para Isabella...

Joel rio.—En lugar de estarme diciendo esto a mi deberías saber que la que nunca va a poder ocupar el lugar de Isabella eres tú...puedes venir a vivir a su casa, puedes hacerte súper amiga de Zabdiel, organizarle fiestas de bienvenida a sus padres pero nunca vas a ser Isabella y eso lo sabes...así que... creo que si alguien en esta habitación está jodido créeme que no soy yo...

—Joel...—lo llamó Isabella ofreciéndole una pequeña sonrisa. Joel le lanzó una última mirada a Sammirya que permanecía en silencio y el rostro rojizo antes de avanzar en dirección a la chica.

—¿Dónde has estado?—le espetó apenas estuvieron lejos de la chica.

—Con Richard...—murmuró.—No sabes fue algo completamente...increíble...—susurró con las mejillas sonrojadas. Joel sonrió.

—Dime por favor que no vamos a tener un bebé por aquí en nueve meses...—ella negó.

—No tonto...—se quejó.—De verdad que Richard es...único...

—Ay por dios...—se burló Joel cruzándose de brazos y ofreciéndole ese tipo de sonrisa que ella amaba.

—¿Qué?

—¡Tenemos a una rebelde enamorada....!

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