Capítulo 6: "El accidente parte II"
Si no terminamos la guerra, la guerra nos terminará. (H.G. Wells)
Venían ordenados con una formación Piramidal, nosotros teníamos gran número de aviones debido a que nos habíamos agrupado después del ataque, pero la agilidad y velocidad no eran las mismas, debíamos atacar primero antes de que ellos lo hicieran. Apreté el mando de mi ametralladora, no podía apuntar desde la dirección en que volabamos, eso lo supo de inmediato Samuel.
—Gira hacia la derecha, si seguimos así nos van a llegar de lado y será difícil defendernos. —Exclamó Samuel en voz alta pero en dirección al piloto.
—Piloto a tripulación. Vamos a hacer una maniobra de desplazamiento hacía la derecha, busquen donde mantener estabilidad.
Yo me mantuve firme en mi asiento, el movimiento fue violento y apresurado, no esperaba menos. Todos los otros aviones hicieron lo mismo, al parecer el piloto se había comunicado por radio. Nosotros íbamos en la línea externa de la manada, nuestra posición era la del tablero de ajedrez, pero con el cambio de lado pasamos a estar atrás de los demás. Tanto yo como la tripulación sintió el frio helado que trae el nerviosismo de saber que éramos los más vulnerables, y los que recibiriamos el primer impacto.
Los cazas Alemanes ya estaban a distancia de disparo...
El ruido de la balacera aérea inundó completamente el área, si fuera pintor aquella escena que presencie no tendría que colocar más que puntos negros en un vacíos oscuro, podías divisar la chispa que causan los disparos, pero no podías determinar a donde se incrustaban. Era un intercambio de naves, y a los pocos minutos empezaron a caer las primeras.
—¡Cero a las diez en punto! —Gritó el oficial de armas mientras Kant intentaba disparar a esa dirección.
—Viene uno por la cola, ¿Lo tienes capitán Phoenix? —Volvió a gritar el oficial.
—En eso estoy, oficial. —Respondí.
Se me hacía complicado moverme para apuntar, y más aún cuando el objetivo no estaba quieto, era de noche y era poca la visibilidad, sumado a eso mi inexperiencia con ese tipo de artillería hacía que fueran más las balas pérdidas que las acertadas.
Cuando por fin logré darle, ya era demasiado tarde.
Oí los proyectiles del caza alemán traspasar la nave, de inmediato supe que éramos el blanco elegido por un avión con un piloto ágil y de buena puntería. Pasaron dos segundos exactos cuando escuché un grito, quisiera admitir que era una exclamación de lamento del piloto por nuestro infortunio, pero al voltear a mis espaldas mis hipótesis se fueron a la basura. Kant había caído herido y su grito era de ahogo. Su cuerpo bañado de sangre que salía de los 5 orificios en su pecho hizo que mi sangre se helara y mi piel se pusiera de gallina. Ahora pregúntame si sentí algo, respondería que nunca se puede evitar sentir algo por mas anti-emocional creas ser. Por más corazón de lata tengas siempre hay algo que lo traspasa sólo para probar su debilidad.
Temí que pasara algo así, aunque nunca imaginé que pasaría. Ver caer a un soldado que conocí hace días no hace que te duela menos, todos somos seres humanos y eso es un motivo suficiente para sentir su sufrimiento. Aunque no puedo mentir, las anestesias, los calmantes y las terapias del psiquiatra hace que lo que sienta no se refleje externamente en mí. Decía ser alguien si sentimientos pero era sólo una cúpula de cristal que se podía romper con solo tocarla.
Tanto que evitaba estos conflictos o momentos desde Normandía sólo para llegar a esto, me parecía irritable y molesto, es como si la vida no terminara de sorprenderme. Es como si la muerte quisiera darme los mejores espectáculos en primera fila. Me quedaba aceptar la realidad ya que ni los calmantes y drogas podían ayudarme a evitarla.
—¡Kant esta herido! —gritó el segundo artillero en estado de shock, intentaba parar la salidas de sangre con sus manos pero se le hacía imposible.
—¡Sigue disparando y no te detengas artillero! Yo tomaré su ametralladora. —Gritaba el oficial de armas, corriendo hacia el lugar donde Kant disparaba. —Capitán Phoenix busque el botiquín y apliquele una dosis de morfina, ¡rápido!. —Agregó.
El botiquín estaba en el armazón. Corrí sin parar, era por suerte que no recibieras un disparo entre aquel alboroto, tomé mi objetivo y me devolví casi saltando.
—¡Ya han caído 4 Lancaster! Tenemos que retirarnos inmediatamente. —decía el piloto de manera inentendible debido a los disparos.
—Es el mismo resultado, nos van a seguir hasta la base, es mejor darle batalla. Podemos ganar. —Cuestionaba Samuel.
Lo que había sucedido no estaba en el plan, tampoco teníamos muchas opciones estando en el aire, y por más duro de aceptar Samuel tenía razón, si nos quedábamos o huiamos tendríamos el mismo resultado.
Traté de no pensar en nada, de no escuchar el caos a mi alrededor, tenía que ayudar a un soldado caído. Mis conocimientos de medicina eran básicos, como el de cualquier soldado. Muy pocas veces traían a un médico para estas misiones. Pero el estado de Kant era irremediable, no tenías que ser adivino para saber que necesitaba algún tipo de cirugía o traslado urgente al hospital, cosa que no se podía. Desvanecer lo máximo el dolor era lo que estaba en manos de la morfina, pero nada más.
—Argh. Dígame, ¿Sigo guapo, Capitán? —Me preguntó con dificultad Kant. Le costaba respirar y hablar, pero lo hacía de igual forma.
—Eso lo veremos cuando me lleves al bar con las francesas. —Respondí fingiendo reír mientras le inyectaba una dosis de morfina.
Él me sonrió también, acompañado de un crujido de dolor proveniente de la perforación que hizo una bala en su pulmón derecho.
—No creo poder acompañarlo capitán.
—¿Porqué lo dices? —Pregunte al mismo tiempo que hacía un intento por hacer una venda improvisada con su chaqueta y su cinturón. Aún así la sangre no paraba, a ese paso le quedaban minutos de vida.
No me respondió, pero yo mas que nadie sabía que su silencio era la respuesta más sincera y dolorosa de todas.
—Vas a estar bien, es sólo un rasguño. —Dije mirándolo fijamente. Quería transmitirle falsas esperanzas, en ese momento es lo más sensato, nadie quiere saber que se va a morir aún si es la verdad.
—Capitan, disculpe... por.. dudar de us...ted antes. Usted...es una buena... persona.
Sus palabras eran débiles, casi susurradas. Sabía que su estado era terminal. Que sólo bastaban segundos para fallecer. Cómo puedes mediar con eso, cómo puedes ser fuerte y esconder el alma quebrantada de ver sufrir a alguien esperando su muerte. Yo tenía que fingir mientras lo acompañaba.
—¿Quieres recitar el padre nuestro conmigo? Estabas yendo a la iglesia, ¿no? Talvez encuentres fortaleza orando.
—Talvez... Tengas razón. —Me respondió a mismo tiempo que lanzaba un gemido de dolor.
—Padre nuestro...
Y ahí empezamos a hacer la oración. Ese acto me llevo rápidamente a mi infancia. Mi madre siempre había sido una mujer muy religiosa y devota, fue hace muchos años pero tengo el recuerdo intacto de cuando ella me enseñó a leer con una plantilla de letras de las enseñanzas bíblicas. En ese entonces tenía 5 años de vida, de inocencia. Un niño que soñaba con montar caballos y saltar en las piedras del riachuelo cercano a su hogar. Hoy con 24 años no creo tener sueños o ambiciones tan fuertes. Lo único que he mantenido es esta creencia que mi madre me inculcó. Días tras días a las 7pm antes de acostarme, me sentaba en su regazo y me leía las grandes aventuras y sucesos increíbles del gran libro. Sé que muchas veces dudo de que exista un ser superior creador de todo esto, que permita la maldad, las guerras y deje sufrir y morir a los inocentes. Mi madre siempre decía que cada cosa pasa por algo, su fe era inquebrantable. Llevo dos años sin saber de ella, nose si está viva o si un alemán... Prefiero mantener las esperanzas, incluso fue una de las razones para renunciar y volver, quería saber de ella, por eso cada mañana, al levantarme leo algún pasaje bíblico, en silencio y soledad. Hacer eso me hace sentir cerca de mi madre, me hace sentir que de alguna forma ella está conmigo, acompañandome. Aunque solo sea mi imaginación.
—Líbranos del mal. Amén.
Kant no repitió la frase. Ya había muerto.
Cerré sus ojos y coloqué sus manos en su pecho. Me levanté y ví mis manos ensangrentadas, luego miré al oficial de armas e hice un gesto de negación, él me miro y entendió.
—ha...ha muerto Kant. —Gritó el oficial golpeando la ametralladora, la noticia cayó como la gota que derramó el ánimo de la tripulación. No tenía que morir nadie, era una misión fácil. Eso nos habían dicho, y nos confiamos.
El piloto empezó a llorar. —Nadie debía morir, nadie debía morir. —Repetía una y otra vez
—Cálmense, tenemos que sobrevivir o nos sigue el mismo destino de Kant. Nos podemos dejar que su muerte sea en vano. —Exclamó Samuel.
—Samuel tiene razón. Ya tendremos tiempo para llorar su muerte, por ahora tenemos que sobrevivir. —Dije con firmeza, fingiendo valentía cuando por dentro me sentía igual de aterrorizado. ¿Por morir? Obvio que no, pero esperar una muerte que se anuncia pero no llega, eso si es escalofriante. Puede llegar cuando ya no tengas el deseo de fallecer.
Samuel me devolvió una mirada de sorpresa, yo podía tener problemas con él en la base pero eso no perjudicaría en una misión. Teníamos que intentar salir de esta emboscada y luego resolveriamos nuestras diferencias, ya sea en palabras o a los golpes.
Tomé fuerzas y corrí hacia la cola del avión, junté mis manos en la ametralladora y empecé a disparar. Nos seguían disparando, pero creo que mi acción desencadenó una furia vengativa de justicia por Kant y por todo en realidad. El piloto respiro hondo y tomó el volante, Samuel le informaba de las posibles maniobras para evadir a los cazas, y los otros dos artilleros no paraban de disparar.
Yo logré derribar a uno y creo que el oficial derribo a otro, no era un mérito ni un hecho que daba alegría. El ambiente se tornó oscuro. Nadie mostraba emociones, sólo trataban de hacer su labor y sobrevivir.
Por unos minutos lo hicimos, pero...
—Misil a la vista. —Gritó el oficial.
No dió tiempo de reacciones ni respuestas el proyectil impactó en el ala derecha del avión y otro impactó por el mismo lado pero en el fuselaje. La explosión me dejó inconsciente por unos segundos, cuando retome la conciencia y me voltee pude ver un gran orificio en la nave. No divisaba al oficial y mucho menos al primer artillero. Me levanté un poco confundido, noté que mi cabeza sangraba, talvez me había golpeado como resultado de aquel ataque.
Me levanté y cuando lo hice sentí un mareo que me hizo tambalear, intente dar dos pasos pero me desplome. Podía escuchar gritar al piloto pidiendo ayuda, cosa que se le hacía difícil porque al parecer la radio no tenía cobertura. De repente el avión se empezó a inclinar, tuve que levantarme lo mas rápido posible para entender la situación. Y era lo que me imaginaba. Caímos al vacío del mar.
No estaba en la cabina debido a que la inclinación no era total asumí que el piloto estaba intentando planear o mantener el control lo máximo posible para no caer en picada. Otra cosa que ví fue el fuego que salía del ala dañada, el impacto así fuera en agua podía desencadenar una explosión en toda la nave. En resumidas cuentas; estábamos muertos.
Hasta aquí llegó el capitán Phoenix pensé. ¿viví lo suficiente? Creo que fue suficiente con vivir. La muerte que tanto esperaba me estaba avisando su repentina llegada, ¡Que artístico de su parte! Venir a verme en un área que no es la mía y sin posibilidad de luchar. Pero lo acepté, después de todo veía venir esto en cualquier momento y que haya sido en guerra me reconfortaba.
Caminé hacia el asiento donde me encontraba hace un momento, me relajé. Incluso me quite las botas y me quedé en medias. Quería recibir mi retiro eterno lo más tranquilo y silencioso posible. Atrás de mí el piloto seguía gritando, pero ignore sus lamentos. Toque mi rostro, la sangre de mi cabeza ya había drenado por toda mi cara, me la limpié y rompí la manga izquierda de mi chaqueta de cuero, me hice un vendaje rápido en la cabeza. Listo, ya estaba preparado, ya podía pasar el cobrador de impuestos para cobrar mis pecados y mis malas decisiones con mi alma.
Cerré mis ojos mientras que sentía como descendiamos a un ritmo desenfrenado, ya faltaba poco.
De pronto escuché un susurro. Intenté abrir los ojos para saber si provenía de algún herido pero no pude, era como si mis párpados estuviesen pegados. Eso me asustó, me había limpiado la sangre de mi rostro así que no encontraba una razón para esto.
—Phoenix...
Me susurraban mi nombre, apenas era audible pero sabía que alguien me estaba hablando. Reaccione tapando mis oídos con mis manos, no se porqué lo hice, talvez como no tenía vista entonces probar con concentrarme podría servir para reconocer lo que decían y quién lo decía. Funcionó poco, la voz seguía nombrandome, pero su tono era mínimo. Pero algo si entendí, no venía de afuera, sino de mi cabeza.
—Phoenix, sobrevive...Sobrevive.
Había escuchado hace años que en el momento que vas a morir vienen a tu mente recuerdos que pasan como fotografías, así como una despedida de tu propio cuerpo, "un gracias por habitarme". Pero yo estaba viendo imágenes, estaba escuchando una voz que me alentaba a sobrevivir.
—Phoenix, sobrevive.
—¿Quién eres? —Grité molesto de haber pasado de un estado pacífico a uno inquietante. Porque ni morir en paz se puede.
—Sobrevive Phin, luego sabrás de mí.
Su tono de voz llegó al punto más alto de nitidez, mi mente hizo una relación inmediata con el ser oscuro, ese que había aparecido en el sueño perturbador de hace unas horas. Lo reconocí por la gravedad de tono de voz y por el apodo de "Phin".
Había olvidado por completo el sueño, y justo ahora que lo recuerdo el ser oscuro había previsto este accidente, y me había enseñado un lugar donde según él podía sobrevivir. Mi cerebro todavía daba vueltas buscando una persona con las similitudes del ser oscuro, pero seguía sin identificarlo. Además, de ser una persona que conocí porqué se me aparece y me habla, a caso, ¿es un espiritista?. Lo dudaba definitivamente. Estaba divagando en recuerdos inexistentes de alguien que conozco pero desconozco a la vez. ¡Que irónico!.
Cuando mis ojos por fin se abrieron, la voz desapareció. mire a mi alrededor y me di cuenta que el piloto había perdido sus esperanzas, ¿porqué lo digo? Por el simple hecho de que el avión estaba empinado boca abajo y yo estaba en la cúspide de la nave, el piloto se había rendido en su intento por maniobrar y mantener una inclinación leve, incluso podía sentir la presión que me empujaba y lanzaba hacia atrás en el asiento, sabía que en cuestión de segundos ya sería el final del trayecto. Pero algo me inquietó, Quién era ese ser oscuro y cómo sabía que iba a tener este accidente. La curiosidad me invadió a tal punto que dude de morir ese día, podía seguir su pedido y meterme en el armazón como me había dicho en aquel sueño, si sobrevivia entonces el ser oscuro sabia el futuro, y eso sería muy beneficioso, podía inclusive determinar el final de la guerra, capaz hasta podría decirme si mi madre estaba viva. Y con eso talvez el dicho de que la curiosidad mató al gato se equivoque, y esta vez sea el gato quien viva. Tenía tantas preguntas sin respuestas, pero eran sólo suposiciones, podía ser sólo delirios de una crisis mental, no tenía nada por seguro. Aunque nada me costaba probar, de todas maneras quería morir.
Con fuerzas me levanté del asiento, con mis manos sostenía el asiento para no caerme. Visualize el armazón y estaba cerca, solo necesitaba soltarme, descenderia rápidamente así que tenía que al llegar al objeto engancharme de él. Tenía un intento, si fallaba moría, así que no me pareció tan importante el resultado.
Lo hice, logré aferrarme aunque mis dedos se resbalaban. Estaba en posición de caída libre y el avión seguia cayendo a gran velocidad. Respiré hondo para luego anclarme con la mano izquierda y con la derecha abrir una de las dos puertas del armazón. Tenia tres estantes donde se colocaban las cosas, tenía que romperlas para que quedara como un closet donde podía meterme. Me incliné un poco hacia la derecha y con mi pies golpeé con rudeza el primer estante, por suerte estaba flojo y se rompió. Hice lo mismo con el segundo y también se despegó, el problema fue con el segundo. Estaba bien atornillado y en una posición alta, mi pie no llegaba allí. Tuve que columpiarme y colocarme en posición fetal para entrar en el clóset improvisado.
Lo cerré.
Olía a medicinas, y estaba en completa oscuridad. Cerré mis ojos nuevamente y cubrí mi rostro. Conté desde el 10 hasta el 0.
—5.
—4.
El avión impactó...
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