Capítulo 5: "El accidente Parte I"


Odio la guerra, ya que sólo un soldado que la ha vivido, es el único que ha visto su brutalidad, su inutilidad, su estupidez. (Dwight D. Eisenhower)


*Volví en sí*

Podía sentir el temblor del acero a mis pies y ver la penumbrosa oscuridad bañada por el manto de la luna plateada. Seguía allí intacta, y era la única testigo de la manada de aviones que surcaban los cielos. Tanta inmensidad podía hacerte sentir una gota de agua entre millones de gotas más, entre un infinito mar. Era un dato inequívoco y perturbador en una sociedad que vive para sobresalir.

Había vuelto al presente y esos detalles me lo reflejaban. Tenía tantas dudas de lo que había visto y vivido en aquel tipo de sueño inducido, que mi mente trabajaba en la admisión de una ilusión que se debía a la falta de medicamentos. Pero en el pasado sólo había tenido pequeñas escenas tormentosas y recuerdos que vacilaban con mi estabilidad emocional, pero nada comparado a la vivencia y la exactitud con la realidad en esa visión. Porque eso debía de ser. Una visión.

El artillero seguía preguntándome si estaba bién, yo seguía diciéndole que si, pero él dudaba de tal forma que insistía en una explicación al estado de parálisis en que me había encontrado hace unos minutos. Comentaba que tenía los ojos en blanco y la boca abierta. Sino fuera porque él era ateo y no creía en la mínima posibilidad de que existieran los espíritus, me hubiera señalado como un poseído por un ente de la noche. Algo que hasta me dió gracia. Lo que no podía entender es la forma en que quedé cuando estaba viviendo aquello, me pareció muy exagerado de su parte, pero significativo al mismo tiempo. Él buscaba una respuesta y yo no podía dársela porque estaba igual de confundido. Nunca había pasado por algo así y tampoco quería pasar por eso de nuevo.

-Estoy bien, ¿No has vagado nunca en pensamientos?

-De esa forma no, señor. -Respondió cuestionando mi argumento.

No tenía escusas y tampoco quería darlas, la tripulación ya tenía dudas de mi cordura y fidelidad. Podría probar con ser sincero y si no servía entonces tendría que volver a las escusas.

-¿Me creerías si te dijera que estoy loco? -Dije mirando sus ojos seriamente mientras apoyaba las manos en mi cuello y me estiraba un poco en el asiento.

-No quiero sonar grosero, señor, pero toda la tripulación lo afirma.

-Entonces no debería sorprenderte estos...

-Pero honestamente con todo lo que hemos vivido aquí es para aceptar la idea de que somos unos locos con valor, y a veces los locos hacen cosas grandes. -interrumpió el artillero.

-Debería ser filósofo y no perder su tiempo en matanzas, soldado, ¿no cree? -Pregunté.

-Creo que estamos salvando el tiempo de los verdaderos filósofos del mañana. -Respondió mientras su mirada se perdió su ilusión.

-!Artillero Richard¡ vuelva a su posición, necesito que vigilé el perímetro. -Exclamó el copiloto mientras revisaba los controles y volteaba para ver qué todos estuvieran en su lugar.

-Descanse si lo necesita, señor. Aún falta para llegar a destino. -Dijo mientras se retiraba a su posición.

Yo quedé allí pensativo de la pequeña conversación con el chico. Me llamó la atención su ligereza a la idea de que estaba viajando con un posible loco. No sólo eso sino que impuso un punto de vista totalmente loco. Me hizo pensar que talvez yo era condenado por otros grupos de dementes con un defecto en conjunto, el no poder aceptar su locura por miedo. Aunque dudaba de que pensar así me confortaria.

Despejé mis pensamientos y me centré en saber qué me había pasado correlación a la visión. Lo interesante era que en mi trance horroroso podía sentir emociones como miedo, cariño, nervios. Cosas que hace mucho tiempo ya no siento. Me sentía tan vivo y con un pequeño temor a la muerte. Era verme como un antónimo de mi mismo o peor aún; una persona que existió y desapareció sin dejar rastros. ¿Quién era ese ser oscuro? No lo sé, pero tenía la curiosidad de saberlo.

Además en algo si estaba seguro y es que todavía faltaba mucho para romper mi cordura y soltar mi alma como quien suelta una paleta por su sabor ácido. Todavía tenía firme mis principios e ideales. Así que se equivocaban los que me señalaban como una persona con problemas mentales. Aceptar la idea del chico a una locura metafórica era una cosa, pero asumir que mis neuronas estaban mal era ridículo. Volví mi cuerpo hacia adelante de la torreta y me quedé observando a los aviones aliados, mientras trataba de no pensar en nada, ignoraba a la tripulación a mis espaldas y creo que ellos también ignoraban mi presencia.

... 45 minutos después ...

Piloto a tripulación: -Ya llegamos a destino muchachos, 2.400 metros del objetivo.-

-Prepare el impacto, señor Kant.- dijo el copiloto refiriéndose al tercer artillero, que al escuchar la orden se dirigió a lugar de lanzamientos de bombas.

-Si impacta en el objetivo prometo llevarlos a una noche con unas francesas que conocí en la base. -Comento en burla el piloto mientras que sostenía con fuerzas el mando del avión, en un intento por descender.

-Estoy llendo a misa, me tengo que abstener a las tentaciones de este mundo. -Respondió Kant.

-No te lo tomes tan a pecho, Kant. Eres el más guapo de nosotros, tienes que ir para que nosotros tengamos alguna oportunidad. -Dijo el copiloto Samuel.

-Confunde a las nenas para nosotros. -Agregó burlándose el segundo artillero mientras que revisaba que no hubiera problemas en la artillería.

-Ustedes pensando en chicas, yo por lo contrario sería feliz con un plato de pasta a la boloñesa. -Dijo cortando el tema el oficial de armas.

Todos empezaron a reírse. No puedo negar haber sonreído por los comentarios, no obstante me ocupé de mi labor y visualicé en la cola de la nave a los demás aviones que seguían en formación unánime.

-Piloto a primer artillero. ¿Cómo va todo por allá atrás Capitán Phoenix?

-Libre.- Respondí mientras me recostaba un poco en el asiento.

-Enterado.

-Piloto a oficial de armas. ¿Listo?

- Listo, señor. Alumbraremos las oscuridad con el fuego divino. -Comentó el oficial de armas mientras apuntaba con la mirilla del lanzador de bombas.

-Oficial de armas a tripulación. Puertas de bombas abiertas. -repuso.

Un momento de silencio inundó la nave, yo voltee mi asiento y lo note con mis propios ojos, todos se compartían miradas, fue por unos tres segundos pero pareció incrustarse por mas tiempo. Incluso también me miraron. Era un momento muy especial, habíamos llegado ileso al buque tan buscado y envidiado. El plan del General Martínez había funcionado y estábamos a un paso de hacer historia. Nuestra nave junto con otras habían tomado un camino distinto y como el plan dictaba nos encontrabamos cayendo desde el horizonte mientras otra bandada desviaban la atención de la artillería terrestre que se encontraban defendiendo el gran barco alemán. Era una completa locura, podía ver las caras de asombro de los alemanes al vernos llegar de repente sin que ellos pudieran defenderse.

-Oficial de armas a tripulación. -¡Bombas fuera!.

Se pudo oír el silbido de las bombas golpeando a el viento mientras caían, los demás aviones a nuestro al rededor también lanzaron las bombas. Fue inexplicable lo que el momento me hizo entender. El cielo oscuro padecía lágrimas de almas inconformes de la desigualdad, como si alguna profecía inventada por un charlatán rebuscado tuviera sentido, y fuera hoy el día donde los elegidos cumplieran el propósito. Podía escuchar los gritos de la tripulación de los otros aviones celebrando, así de escandaloso era el júbilo. También podía observar aquellos intentos fallidos y decenas de muertes cobrar un significado. Me hizo preguntarme si la decisión que tomé en Normandía fue la correcta.

-Piloto a tripulación. Bienvenidos a la feria de juegos artificiales. El buque ha caído, repito, el buque a caído.

Y era cierto. Me levanté de mi asiento y mire por las ventanillas, el gran buque alemán no era más que una gran hoguera ardiendo entre cenizas marinas, por así decirlo. Todos empezaron a abrazarse, Kant se me vino encima dándome un gran apretón, yo solo pude asimilar y repetir su acción, un abrazo no viene mal a nadie, por más que no sientas nada. El chico que me había despertado del sueño también me dió un abrazo, así de encantador eran los momentos donde obteniamos una victoria, porque la celebración era solo la fachada de la triste realidad de soldados muertos. Algo teníamos que hacer para no pasar por alto eso.

-Piloto a tripulación. Regresemos a la base. Lo prometido es deuda, brindó las cervezas y a las chicas francesas.

-Rimo, deberías ser poeta. -Exclamó muerto de la risa Samuel mientras revisaba los controles.

La misión había tenido éxito y no habíamos tenido bajas, lo que era fenomenal. Cuando el momento emotivo culminó, decidí quedarme de pies ante una de las ventanillas, viendo como la luna seguía reinando en la grandeza. Ella no sabe de guerras, incluso hizo un pacto con el sol y se dividieron los turnos, si no fuera por los diferentes modelos y pensamientos políticos y estúpidos, la vida fuera sol y luna. Capaz hasta yo pudiera ser una estela si me lo permitieran.

Todo era silencio. Pero algo llamó mi atención, desde la lejanía podía divisar un destello llamativo que se acercaba rápidamente, no era un Lancaster. Y trajo consigo el diluvio a la sequía de tranquilidad que nos habíamos creído.

-¡Cazas Alemanes! -Grité con fuerzas corriendo a mi asiento.

-¿La fiesta no había terminado? -Exclamó Kant mientras apuntaba con su ametralladora.

-Mientras siga encendida la música, la fiesta continua. -Respondió el piloto. -Ok, chicos llegó la hora del baile, muevan sus traseros a la pista. -Agregó.

-Pésima metáfora. -Dijo el oficial de armas revisando la distancia de llegada de los cazas. -¿Cuántas luces viste acercarse Capitán, Phoenix? -Preguntó al mismo tiempo que buscaba visibilidad en la penumbrosa noche.

-Solo ví una, oficial. ¿Porqué la pregunta?-Respondí firme de mi avistamiento.

-Pues mire de nuevo Capitán. -Respondió el Oficial de armas.

Todos se movieron a las ventanillas izquierdas, posición donde venía los aviones enemigos. Me volví a levantar para mirar y creo que la reacción de todos los presentes fue unánime. Podíamos ver entre 30 o 40 aviones cazas a una distancia significativa de nuestra formación. ¡Una completa locura!.

-¿Qué hacemos ahora? -Preguntó Samuel mirando al piloto.

-Vinimos preparado para cualquier enfrentamiento. -Respondió entre dientes el piloto.

-No perdamos tiempo tripulación. Todos a sus posiciones y preparen sus ametralladoras, vamos a tener una noche intensa. -Comentó Samuel.

Volvimos a nuestros lugares. Parecía que el canto de Victoria lo habíamos dado muy pronto .









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