Capítulo 1: "Cambios".
"No solo los vivos son asesinados en la guerra." ~Isaac Asimov
El 12 de noviembre de 1944, Phoenix decidió que había concluido sus días como soldado. Con el conocimiento religioso que adquirió de su niñez, se arrodilló y encomendó su alma. Luego subió al Avro Lancaster con el objetivo de cumplir su última misión.
El despegue fue rápido. Aunque Phoenix sintiera un vuelco en su corazón que duró unos cuantos minutos. Todavía no se había acostumbrado a los aviones, y talvez nunca lo haría debido a su miedo a las alturas. Le confortaba saber que el Avro era un avión que volaba a baja altura, pero era de noche así que era muy difícil saber dónde quedaba el suelo y dónde limitaba el cielo. Se sentía como una hoja que se deja llevar por el viento hacia su destino aún sufriendo temor de estar cegado por el polvo que trae el fenómeno consigo.
El número de la tripulación que lo acompañaba era de 6. Tres artilleros, un oficial de armas, un copiloto y un piloto. A él le habían asignado la torreta que se encontraba en la cola. Pesadas ametralladoras a las que no estaba acostumbrado, y un estrecho espacio en donde sentarse.
La misión era completamente suicida. Era el enésimo intento de los británicos y aliados por acabar con el acorazado alemán Tirpitz, una joya de la armada alemana. Su destino era el mar del Norte. Mientras trazaba su rumbo esta monstruosidad participó en misiones dejando a su paso cientos, si no decir miles de muertos. Además de acabar con convoyes aliados que traían suministros y armas, y destruir instalaciones militares del ejército noruego. Hace unas semanas le llegó un comunicado al general Martínez, cazas británicos habían divisado la ubicación de la bestia de los mares. Se encontraba anclado en el fiordo de Sandesund, Noruega. Hace unos cuantos años se había vuelto una obsesión por parte de los británicos acabar con el acorazado, pero no lo habían conseguido. Hoy era su última oportunidad y para ello el general Martínez se ingenió una estrategia.
"Semana antes de la misión"
—Nenazas. Ha llegado el momento de hacer historia. Me han llegado noticias de que han descubierto la ubicación del Tirpitz. Se encuentra en un fiordo en Noruega. —Decía el General Martínez señalando el mapa mundi. —Seré directos con ustedes. No prometo que no habrá bajas, pero si les prometo que al conseguir la Victoria no solo su país, sino el mundo se los agradecerá de por vida. —Prosiguió. —Se ha planeado que 31 aviones bombarderos salgan de la base de Lossiemouth, en Escocia el 12 de noviembre hacia aguas Noruegas. Así que empaquen sus cosas que unos aviones de carga los esperan para llevarlos a la base.
—Señor. Con todo respeto, hemos perdido docenas de aviones bombarderos y aviones caza por querer retar al buque alemán. ¿Qué nos favorece ahora? —interrumpió uno de los pilotos cuestionando la idea del General a cargo.
El ambiente en la reunión de aviadores era tétrico y apocalíptico, muchos se veían los rostros entre sí con gestos de lamentos. El rumor del inminente ataque al buque alemán había despertado el mayor de los temores para muchos: "morir". Una pila de soldados habían caído sin lograr nada y el miedo de ser uno más en la lista de difuntos por encontrar en el mar, era suficiente como para dudar de sus labores. No obstante un solo soldado en toda el lugar se inmutaba a presentar algún signo de temor o siquiera algún sentimiento, eso se debía a dos razones: los medicamentos tenían las emociones de Phoenix en estado pasivo y a diferencia de los otros presentes, a él le daba igual morir o seguir viviendo. Aceptó la misión antes de retirarse
por el hecho de que si por una mínima posibilidad obtenían la Victoria, lo felicitarían por lo hecho en Noruega y no en Francia. Y si moría tendría una última y nueva experiencia: La muerte.
—Hemos pensado una estrategia que el enemigo no podrá percatarse. —Exclamó El General mientras jugaba con su bigote.
Duró media hora exclusivamente definiendo los parámetros de posiciones de vuelo. Phoenix trató de prestar la máxima atención posible aunque tenía una jaqueca terrible producto del "somlonacet" uno de los medicamentos funcionales para dormir. La pastilla funcionaba, pero provocaba en ciertas horas un dolor de cabeza insoportable. Además, estas conversaciones de maniobras y estrategias de vuelo eran algo nuevo para él, después de todo sus antecedentes en el ejército habían sido como parte de la infantería, ataques terrestre o rescates.
Parte de la conversación Phoenix la sabía. Un día antes el general Martínez pidió hablar con él en su oficina, le comentó lo fantástico que había sido su mejoría en comparación a unos meses atrás dicho por el psiquiatra, y daba buena vista su regreso al campo de batalla. Phoenix, por otro lado, aprovechó el momento para otra cosa. -Ya no voy a seguir sirviendo, señor —Dijo mientras colocaba su carta de renuncia en el escritorio. —Aun así tengo una petición, los rumores allá afuera corren más que una gacela en celo. He escuchado que se prepara un nuevo ataque al Tirpitz, ¿eso es cierto señor?
—¿Te quieres ir? -dijo sorprendido el general. —eres uno de los mejores capitanes que se ha parido, un sobreviviente de Normandía. —Añadió lamentando la noticia.
Phoenix ignoro a propósito haber escuchado la palabra "Normandía", y se inmutó a responder.
—Respondiendo a tu pregunta. No me sorprende que nada en esta base se mantenga confidencial. —indicó el general—Es cierto, justo mañana tenía pensado hacer una reunión con el escuadrón de aviación. Para comentar sobre el tema. ¿Por qué la pregunta?.
—Quiero unirme a la misión, señor. Deseo terminar mi carrera en el ejército con esta última travesía. —Contestó desviando su mirada hacia una ventana que se encontraba atrás del General y apoyando el mentón en su puño derecho en señal de reflexión.
—¡¿Estás loco?!. Es una misión para personal de aviación, está fuera de su alcance capitán, si deseas participar en una última misión puedo ponerte a cargo de un pelotón de reconocimiento, además, tu expediente dice: "Temor a las alturas", o ¿me equivoco? —preguntó.
—Sé lo importante que es esta misión, señor. Y mi paso para sanar este dolor es olvidarme de Francia y no puedo hacerlo si cada vez que me hablan me lo recuerdan, "Gran misión la de Francia, ¿no?". "¿Qué viste en Francia?." ¿Es verdad lo de las aguas de sangre en Normandía?. —Replicó Phoenix levantándose del asiento y colocando sus manos en el escritorio. —Si me permite participar podré regresar a mi hogar en paz y decirle a mis padres que vencimos al gran Tirpitz, igual a mis parientes y amigos.
—Hijo, nadie olvidará lo que hicieron en Normandía y aunque ganemos el territorio de Noruega, nada asegura, mejor dicho es inevitable que los recuerdos de Francia se borren. El siguiente paso es la aceptación Phoenix, no puedes huir de tu pasado. —comentó el general con un tono pasivo.
Phoenix cerró su puño derecho y golpeó la mesa. Su rostro se tensó y sus palabras brotaban con rabia. —Usted no sabe lo que viví en esa playa. Talvez nunca logré borrar sus rostros, pero deme la oportunidad de irme con la frente en alto y con el mérito de participar en el hundimiento del Tirpitz.
—Nose que lógica estás utilizando para todo esto Phoenix y ahora que te escucho no creo que estés al cien por ciento para volver. —dijo el general haciendo señal con su mano para que volviera a su asiento.— ¿sabes los riesgos de la misión? Puede que ni siquiera vuelvas después de despegar y aún más si no sabes emplear la artillería de la nave.
—Aprendo rápido, señor.
—Eres testarudo como en tus inicios, ¿no?
—Señor, por favor. Déjeme participar en la misión.
—¿Un capitán rogando por participar en una misión, en un campo completamente desconocido para él, solo para limpiar su nombre? —dijo mientras salían unas cuantas carcajadas por su boca. —¿Qué pastillas te recetó el psiquiatra del cuartel? —Añadió esta vez con un tono serio.
—las suficientes como para meterle un tiró en la frente a un nazi.
—Mira Phoenix debo de reconocer que has sido un gran capitán. Con un final un poco duro, pero eso a cualquiera le puede pasar. ¡Estamos en la guerra joder!. No eres el primero ni el último que perdió a su pelotón a cargo en batalla.
—Es que siento que haciendo esto puedo salir de este hoyo en donde caí. —Expuso Phoenix. —Siento que así estaría vengándolos a todos. —Añadió. —Es mi salida de emergencia, señor.
—Estás liado Phoenix. Y no sé si darte el placer sea lo correcto. —Suspiró el general mientras reflexionaba por unos segundos sobre su decisión. —Mañana preséntate en la reunión con los aviadores y veré qué logro hacer por ti. No prometo nada, tengo que hablar con mi subordinado y decirle que un capitán que nunca ha estado en misiones aéreas quiere participar. Eso sí. —Indicó el general casi refunfuñando.-De darte un lugar has tu trabajo como te lo ordenen. Allá arriba eres un soldado más con un capitán al mando, de lo contrario me costarás el puesto Phoenix.
—Por supuesto señor. No fallaré.
—Eso espero Phoenix. —Dijo el general. —Eso espero.
"De vuelta al momento de la reunión"
El general terminó de hablar de las posiciones de vuelo y pasó a lo interesante. La estrategia de ataque.
—A las 600 mil millas de su objetivo se dividirían en dos grupos. Uno irá al norte como señuelo y el otro grupo cambiaría su curso para luego caer desde el horizonte y bombardear el buque. Los enemigos estarán tan compenetrados en la escuadrilla que viene hacia ellos que los tomaría por sorpresa la segunda escuadrilla.
Eso le interesó mucho a Phoenix, aunque dudaba de que pudiera funcionar, los alemanes tenían mejor artillería y ese buque era una máquina de guerra.
Después de la reunión el general solicitó la presencia de Phoenix y le enseñó a los compañeros con quien volaría.
—Les presentó al capitán Phoenix, algunos ya sabrán de quién se trata. Él quiere colaborar allá arriba con ustedes así que denle una sutil bienvenida. —Dijo el general.
—¿Nos está mandando a volar con un loco?. Esto debe de ser una broma. —Repuso uno de los presentes.
Phoenix se acercó colocándose frente a él con una mirada que penetraba en sus ojos. —¿cuál es tu cargo? —preguntó.
—Copiloto, señor—.
—¿Cuántos alemanes has matado?
—ninguno hasta ahora señor y ¿usted?
—157. Copiloto... Samuel. -dijo Phoenix mientras revisaba la placa que colgaba de su cuello. —20 de los cuales acuchillé a sangre fría. La cordura se queda en la base, en el campo te conviertes en bestia Samuel.
—¿Una bestia que deja morir a su tropa mientras huye salvando su trasero?—Preguntó Samuel en tono retador.
Todos los demás presentes se miraron entre sí nerviosos, la tensión en el ambiente había aumentado, lo que podía desencadenar un enfrentamiento.
—¡Respeten mi presencia! Si van a lanzarse frases intimidantes como maricas entonces busquen una habitación y se Cogen de una vez. —Exclamó furioso el general. —Oficial de armas cuando lleguen a la base de Escocia le enseña el lugar donde se ubicará el capitán Phoenix y le dará una clase rápida de control de la artillería, y usted copiloto estudie los parámetros de vuelo para que el piloto no se confunda y ocurra un accidente. Fin de su discusión amorosa.
—Si, señor. -Respondieron los dos.
—Bien. Preparen sus cosas que el avión a Lossiemouth sale en 20 minutos. Que Dios los bendiga, buena suerte. —Añadió.
_Relato en primera persona_
Esto me estaba empezando a dar mala espina. El enfrentamiento de palabras con el copiloto me hacía entender que mi situación con el psiquiatra había corrido como un chisme, después de todo el general tenía razón. Aquí nada es confidencial.
Salí del cuartel y alisté mis cosas, llevaba poco en la mochila: un par de ropa interior, mi cepillo de dientes, una navaja pequeña y una foto de mi hermano. No tenía intención de pasar unas vacaciones, quería cumplir la misión y eso era todo. Tampoco es que haya ganado mucho si hablamos de cosas materiales, cuando llegas al ejército solo necesitas carácter, talvez llegas con poco, pero al regresar a tu antigua vida ese "poco" se convierte en más de lo que podrías cargar. Pero así es esto. Aquí no existe el intermedio. Tienes poco o tienes más, nunca lo justo.
Los días en Escocia fueron aburridos excluyendo el hecho de que casi me doblo una mano practicando con el arma de la torreta. El avión era una majestuosidad de la ingeniería británica. Adentro te sentías como un polluelo resguardo en una gran jaula de acero. Aunque la torreta que me colocaron era el punto más importante y a la vez el más vulnerable de la nave. Creo saber quién propuso ese lugar para mí... Samuel. Al parecer él y el piloto al mando tenían la intención de que si alguien moría primero, ese alguien tenía que ser el loco capitán Phoenix.
No me incluí con nadie del pelotón, me abstuve de algún tipo de relación con ellos o con cualquiera de la base. Mis objetivos eran claros, y de todas maneras no vi intención de que ellos quisieran incluirme en sus conversaciones. Si estaba en ese sitio era por orden del General Martínez, no por sus criterios. Ellos desconfiaban de mí y me molestaba, pero no podía actuar. Y no era porque no quisiera romperle la cara a esos dos estúpidos de Samuel y el piloto, sino porque algo me lo impedía. Debilidad mental talvez, o simplemente guardar ese deseo para un momento crucial.
Los días pasaron rápido. Logré aprender lo básico del control de la artillería así que podría defenderme sin ningún problema. Al menos que una bala rompiera el delgado vidrio que me protegía en la cola del avión y atravesara mi cuerpo. De ser así prefiero que impacte en mi cráneo para así morir al instante y no desangrarme agonizando por unos minutos. No temía a morir, pero si a sufrir mientras pasaba.
El 12 de noviembre pintaba como un día cualquiera, incluso me atrevo a decir que el sol daba buena pinta para irse a un día de campo, desafortunadamente irse al campo más cercano podría ser peligroso, a pesar de que no había tropas enemigas en la zona, se temía que minas o bombas se mantuvieran ocultas y funcionales, así que de seguro se estarían haciendo algún tipo de peritaje. -Para después será. -pensé haciéndome el iluso-.
Todos estaban esperando la oscuridad. Al parecer la misión tendría más efectividad en la noche. Cuando llegó la hora nos mandaron a abordar. Me sentía un poco diferente con la nueva vestimenta que me habían dado para la misión. Una chaqueta confeccionada en cuero teñido en color marrón. Contaba con una cremallera delantera y los puños y la cintura eran de punto. La camisa de oficial que se llevaba abajo de la chaqueta era de color chocolate igual que el pantalón. Unas botas de combate negras ajustadas y livianas, útil para correr y desplazarse. Encima de la chaqueta nos colocábamos un chaleco salvavidas, se inflaba de manera automática gracias a unas pequeñas bombonas situadas en los laterales de la parte frontal, que se descargaban al tirar de una cuerda que sobresalía de él. Un gorro de plato hecho de lana color marrón y con la banda horizontal en la tela para cubrir mi cabeza. Además de unos lentes protectores.
Me sentía apretado. En mis anteriores misiones no había vestido tantas cosas o a lo mejor el tiempo que tuve de descanso me hizo olvidar como era estar vestido y listo para la batalla. Enfundé mi revolver y salí de la carpa donde estaban las literas para dormir. Vía hacia mi última misión.
"Phoenix desconoce lo que se espera en el viaje..."
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