Parte 3


03 de Octubre del 2018

♪ ...I'm sexy and I know it... 

I'm sexy and I know it


Querido diario: 

Hoy ha sido un día bello... pero no más bello que yo. 

Desperté con el sonido de esta canción de unos tales LMFAO, sintiéndome sexy. Nunca los había escuchado, en mis tiempos no existían canciones tan expresivas como estas y es que, yo debí nacer en la época equivocada. 

Me puse mis leggins levanta pompas que había ido a buscar ayer junto a mi nieta Alexita, ella es la única que entiende que su abuelita necesita verse bien, que la edad no importa y le añadió un crop top rosa de Calvin Klein a mi conjunto. Llevé la banda elástica a mi cabeza, acomodando mi cabello hacia atrás, despejando mis facciones elegantes para maquillarme un poco. 

Solo un poco, ya sabes: Base, polvo compacto, colorete en las mejillas, lápiz labial, lápiz de ojo, máscara de pestañas, iluminador, sombra de ojos, extensiones de pestañas. 

—Buenos días, abuela. —Escuché a mi otra nieta, Stefanie, cuando bajé hacia la cocina ya completamente arreglada a hacerme un batido de esos pre-entrenamiento que vi en internet. Todos mis nietos toman turnos para quedarse conmigo algunos días porque no comprenden que yo soy una mujer fuerte que puede defenderse sola en la vida, hasta la fecha no he necesitado ningún tipo de ayuda y no creo necesitarla hoy tampoco—¿Dónde vas? 

—Al gym. —Me acerqué a ella y le di muchos mimos a su bebé que sostenía en brazos, él es mi bisnieto, pero prefiero no llamarlo así porque me hace sentir vieja y de vieja nada, Mr. Diario. 

Fui hasta la licuadora y puse ahí leche de almendras, un plátano, miel y avena, todo en la medida correcta como me indicó una tal Saschafitness en YouTube

—¿Al gym? —replicó ella, viéndome con completa curiosidad. Dime ¿Hay algo de malo en que las mujeres mayores nos preocupemos por nuestra salud? Solo asentí mientras el sonido del aparato inundaba mi hogar y mezclaba todos aquellos ingredientes—¿Por qué? 

—Tengo el colesterol alto. 

—No es verdad. —La miré en ese momento, me guardé mi licuado dentro de un mug y dije: —Estoy casi muriendo. —Ella solo me miró con el entrecejo fruncido. Le di un sorbo a mi batido y me fui en dirección a la puerta. Quise sincerarme, pero ella no me entiende igual que mi otra nieta, Alexita sí sabe que su abuelita tiene necesidades de vez en cuando. Y un gym es más barato que un par de bailarines nudistas. 

Me fui de ahí y conduje hasta el gimnasio en mi viejo Mustang, bastante elegante y alegre, como yo. Dicen que el auto es como su dueño, por eso, había arreglado mi vehículo con colores frescos y llamativos, tenía tulipanes pintados en las puertas y una L junto a una C sobre el capó. Muy yo, Mr. Diario. Cuando llegué casi me desmayo en la entrada al ver tantos cuerpazos sin camisa. Era como entrar al cielo. Aunque no sé cómo es ir al cielo, pero realmente espero que todos los ángeles que tanto se mencionan sean como estos, es que ya me visualizo rodeada de seres divinos musculosos con alitas y todo, hasta si me dicen que me muero hoy, no me importaría en lo absoluto si aquel lugar va a verse como este. 

Me detuve específicamente junto al hombre moreno que tiraba de algo en una máquina, su pecho se ponía enorme mientras inhalaba y exhalaba una cantidad exuberante de aire, miré las gotas de sudor que adornaban a ese precioso adonis y como cada una recorría su escultural cuerpo hasta perderse en la goma de su pantalón donde lograba divisarse el inicio de una V bien formada. 

De repente, estaba viendo ese lugar donde se suponía que apuntaba esa V. 

Es que no pude evitarlo, Mr. Diario, era como una señal divina que me indicaba donde debía poner mis ojos y me mordí el labio, tanto pecado personificado frente a mí me iba a causar un paro cardíaco, al final sería verdad lo que le dije a mi nieta esta mañana. 

Me estaba muriendo, pero del cachondeo. 

Entonces, Mr. Diario, me di cuenta de algo muy importante. ¿Has escuchado eso que se dice de los hombres musculosos? Pues, parece ser verdad, y es que al poner cuidado específicamente en esa zona, miré que no había lagartina saltarina. 

Ya sabes a lo que me refiero. 

Me sentía Houdini, esperando que aquello se asomara aunque sea como arte de magia. Pero nada por aquí ni nada por allá. 

—Señorita Lydia. —Escuché de pronto y me giré hacia esa voz que ya conocía perfectamente, Gabriel. Me di media vuelta y él estaba ahí, con una gran sonrisa, mostrando esos dientes alineados y perfectos. Esta vez, llevaba leggins de colores, como un sensual arcoíris. Él y yo éramos completamente compatibles, podía sentirlo, era como si las estrellas me hablaran y me señalaran a ese precioso hombrecito, tengo que preguntarle su horóscopo, estoy segura que según los astros nosotros debemos estar juntos. 

Me acomodé la banda elástica de mi cabeza y le sonreí. 

—¡Gabriel! ¡Pero qué sorpresa! 

—Hoy se ve muy elegante, Lydia. 

—Pero no más que tú. —Le guiñé un ojo. Él se echó a reír, de nuevo, este pequeño hombrecito me estaba cayendo demasiado bien. Alguien lo llamó en ese momento y miró hacia un costado, la curiosidad me pudo y tuve que ver esa zona, ya sabes, donde apunta la V. 

Y ¡Uf! Olvida lo que te conté sobre los hombres musculosos, porque el caramelillo estaba muy bien dotado, muy bien dotado Mr. Diario, que hasta no me da pereza escribirlo dos veces. 

Oh Diosito ¿no eres tú el que aparta a los hombres del pecado? Apártame ese para mí. 

Me sentía una pecadora, una completa pecadora. 

—Bien, señorita Lydia. —Me estremecí, salí de mi trance y lo miré. Solo espero que no haya notado donde mis ojos estaban puestos— Acompáñeme. 

El caramelillo me extendió su mano para ir detrás de mí pero me negué, le dije que yo iba a seguirlo a él porque no quería perderme. Por supuesto que fue un truco. Ya me estás conociendo bien. La verdad es que tenía ganas de ver como estaba ese tesoro detrás del arcoíris y no me puedo quejar, el hombrecito es el paquete completo. Me había encontrado al hombre perfecto.

—Señorita Lydia, hoy va a trabajar con Bárbara. ¿Bárbara? Mi cara de pronto se había vuelto como la de alguien que está resolviendo por primera vez el trinomio cuadrado perfecto, exacto, ni yo sé de lo que te estoy hablando, pero ya me vas a entender, y es que al ver a una jovencita acercarse a nosotros me di cuenta que las cosas no iban a resultar como yo me lo esperaba. 

—Ella es la señorita Lydia —le dijo Gabriel, señalando a la mujercita, tonificada, de piernas largas y estrecha cintura, se le acercó y la rodeó con su brazo. Me sentí celosa, porque yo no podía verme así de bien como ella, la chica tenía un abdomen marcado y glúteos de acero, sus pechos eran prominentes y muy firmes—. Señorita Lydia, ella es Bárbara, su entrenadora. 

—¿Espera qué? ¿No es que iba a entrenar con ustedes...? —Los bombones, le quise agregar. 

—El área de mujeres es aquí. —Señaló el lugar—. Pero cualquier cosa, estaré por allá. 

—El angelito me guiñó y después se perdió tras la puerta que nos dividía. Me quedé viendo el lugar donde se había perdido y... ¡qué jodido! Yo no pagué por ver mujeres semidesnudas. 

—Está en buenas manos, señorita Lydia —me dijo la chica que lleva el nombre de Bárbara, me sonrió y con un asentimiento me tendió su mano para ir en dirección al grupo de esculturas femeninas, miré hacia donde me enviaban y no había nada de lo que yo quería, no habían bombones humanos, ni adonis griegos, ni nada que me hiciera sentir una fornicaria. 

Estoy deprimida, Mr. Diario. Y es que el gym no fue para nada lo que pensé. Llegué a casa sudorosa, con el cuerpo adolorido y para nada culazo como el de Jennifer López, ni siquiera me quedé apreciando a aquellos bombones porque la tal Bárbara quería verme muerta ahí mismo. Me senté en mi sillón y me quité los zapatos. Tuve que conformarme con mirar Magic Mike y pasarme varios pastelitos de chocolate entre espalda y pecho. 

Creo que este es mi último día de gym, si tengo que estar todo el tiempo en una bicicleta con la tal Bárbara intentando motivarme a gritos, creo que paso. Suficiente era con sacarme cinco minutos al área masculina para llenarme de motivación con hombrecillos musculosos y leggins de colores. Esto no había sido nada de lo que yo esperaba de un gym, tal vez Diosito me tiene compasión y me envía al ángel Gabriel a mi casa, hoy estaré rezando mucho. 

Ya te cuento, Mr. Diario. 

Att: Una abuelita religiosa.


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