Parte 2


02 de Octubre del 2018.

¡Pequé Mr. Diario! 

Lo confieso, pequé. 

Pero déjame que te cuente desde el principio. 

Esta mañana fui al consultorio del doctor buenote y le comenté de mi sueño nocturno. No, no es nada malo, Mr. Diario, sólo fue un poquito subido de tono que hasta miraba las señales de «censurado» en el mismo sueño, pero eso se lo otorgo al hecho de que entré a una página que mi nieto había olvidado cerrar en mi navegador y ¡Dios mío! Fue lo mejor que pude haber visitado, el internet es el mejor invento del hombre, seamos sinceros. 

Mi nieto llegó alarmado esta mañana, buscando mi computadora —sí Mr. Diario, yo soy una mujer actualizada—. Me dijo que si había visto algo que había en la pantalla y yo, obviamente, le dije que no. Me hice la inocente mientras miraba una novelita y, la verdad, es que ya me había memorizado la paginita para más tarde. 

Pero en fin, ya me desvié de nuevo. No era eso de lo que quería hablarte, señor Diario, si no, de que pequé. 

Salí del consultorio del doctor buenote, contoneándome con la gracia de una bailarina de ballet, tan delicada y precisa, como la Nina Sawyer de Black Swan, estaba feliz, así soy yo, todos los días me levanto con una sonrisa al estilo Jocker con ganas de comerme el mundo, pero mi felicidad subió más allá del cien cuando me detuve frente a un gym y miré tanta ricura junta que casi me atraganto con el agua que estaba pasando por mi garganta. 

No sé por qué nunca había ido a uno, la verdad me lo aconsejaron por mi colesterol alto, pero nunca quise poner atención, suficiente para mí bailar zumba una vez a la semana. Pero ahora sí, en ese momento sentí que se me subía el colesterol, la presión arterial y me daba diabetes, aunque nunca padecí nada de eso, pero de pronto me sentía mal, terrible y me dije que, definitivamente, tenía que inscribirme en un gimnasio. 

Entré Mr. Diario, lo hice sin vacilar. Me sentí como un niño llegando a una tienda de dulces por primera vez en su vida, guardé mi botella de agua y miré alrededor, ¡Uh! ¿Desde cuándo los bombones caminan? 

—Buenos días —me dijo un jovencísimo muchacho, se acercó a mí y me paré en seco. Era bastante simpático, alto y muy bien formado, con un cabello castaño y ojos azules. Me llamó la atención su legging blanco con rayas rojas. 

Ahí fue donde pequé, Mr. Diario. 

Y es que me imaginé esas piernas como dos exquisitos bastones de caramelo. Y me visualicé a mí misma pasando mi lengua por todo ese lugar hasta llegar al... 

—¿Se le ofrece algo, hermosa dama? —Le miré, él me miró. 

La pepitilla me hizo pi pi pi.

—Ammm emmm yooo. —Acomodé mi cabello, recién teñido en rubio cenizo, detrás de mi oreja. Yo soy rubia natural, pero ya te puedes imaginar que, a los casi ochenta, apuesto que hasta sudo cana. —¿Qué vale la membresía en este gimnasio? 

—¿Quiere hacer cardio? —preguntó de inmediato, con cierta duda en su rostro y yo negué con mi cabeza, aunque no tenía idea de qué se trataba, no sabía que podía hacer aquí porque, como te conté, Mr. Diario, de las clases de zumba no me imaginaba otro ejercicio físico.

—¿Qué es lo que hacen ustedes para estar así... tan...? — Casi me ruge la delantera. El bastoncillo de caramelo sonrió en ese instante—. Quiero hacer lo que sea que ustedes hacen. El soltó una risotada. 

—No creo que... —Se calló y yo solo podía pensar en esos bastones de caramelo y como sería desnudar a este hermoso machote—. Bueno, si usted lo decide, podemos hacer una rutina para su edad. 

—Yo estoy más fuerte que una veinteañera —contesté de inmediato indignada, mostrando mi bíceps. El bastoncillo de caramelo se carcajeó fuerte y lo tomé como un cumplido. Dicen que para conquistar tienes que hacer reír primeramente, así que puntos extras para mí, tomen eso jovencitas. 

—Bien... —Él hizo una pausa, viéndome a los ojos, como deseando saber mi nombre, lo sé Mr. Diario, yo soy bien intuitiva. De inmediato, le contesté al bastoncillo: 

—Lydia. —Y me acomodé el cabello, tirando hacia atrás lo poco que caía sobre mi hombro, al muy estilo mujer fatal de película de los ochenta. 

—Lydia, ¡Qué lindo nombre! —Puedo jurar que él estaba coqueteando conmigo, bueno, la verdad que yo para mi edad no estoy tan mal. 

Y no es por tirarme flores. 

—Gracias ¿y tú...? 

—Gabriel. —¡Oh! Cuando escuché su nombre supe que era obra de Diosito y ¡me había enviado un ángel! Estaba muy segura—. Entonces, ¿la espero mañana, señora Lydia? 

Señora ¡ugh!

—Sólo llámame Lydia, gracias. —Acomodé mi bolso en mi hombro con cierto gesto de molestia que no pude ocultar—. Señorita Lydia si es posible. 

El ángel Gabriel se carcajeó de nuevo. 

—Está bien... señorita Lydia. —Hizo énfasis en esa palabra y me extendió su mano para acompañarme hasta la puerta—. Entonces la espero mañana ¿le parece a usted? 

—Por supuesto, ¿aparte de la rutina de gimnasio, el paquete incluye a alguno de ustedes? —Gabriel soltó una risotada mientras me abría la puerta. Hasta muy caballeroso, todo un dulce en todos los aspectos. 

—Eso solamente si se porta bien. 

Oh mai gá.. 

Oh mai gáaaaaa... 

Hasta olvidé como se hablaba, Mr. Diario. 

—Entonces, mañana mismo voy a persignarme. —Él se rio otra vez, aún no había perdido mi toque de hacer reír a los jóvenes y lograr eso cuando ya tienes casi ochenta es un magnífico logro—. Hasta mañana, dulce Gabriel. 

Pero es que en realidad sí parecía un dulce. 

Me fui, pensando en lo bien que me trataba la vida y en que mañana, a primera hora, estaría levantando pesas rodeada de bombones. Matando dos pájaros de un tiro a un buen precio, dándome un taco de ojo con esos tremendos papasotes mientras tonifico mi trasero, que ya te puedes imaginar Mr. Diario, que a mis casi ochenta, no se parece en nada al de Jennifer López. 

Pero en fin, ya te contaré como me va mañana con tantos cuerpos bronceados, sudorosos y musculosos. Hasta llevaré mi cámara por si en algún momento del día me siento inspirada y quiero ver a todos esos caramelos ejercitarse en esas máquinas. Ahora me voy a soñar con el bastoncito de caramelo. 

Att, Una abuelita pecadora.



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Nota: El diario de la abuela Carlin no es una novela completa sobre la vida de Lydia Carlin. Es solamente una entrada a su fabuloso diario. Consta de 89 páginas. Recomendable para desconectarse y reír un rato XD

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