Un rufián mañanero

Salió el sol y me levanté con buen humor,
como todos los días y hoy no era la excepción.

Por las persianas entraba el jodido sol.
¡Y yo otra vez había dormido encima del control!

Así comencé mi grandioso día.
Solo esperaba que al final del día, este no se convirtiera en pesadilla.

Otra vez no encontraba mis pantuflas preciadas.
El piso estaba tan frío como el de Alaska.

Dicen que hay que levantarse con el pie derecho.
Yo siempre termino en el suelo y quedo deshecho.

Me duché, me cambié, agarré mi mochila y mi gorra, y luego miré la hora.

Ya no había tiempo para desayunar,
pero si para agarrar mi celular.

Salí de mi casa y, a unos pasos de la esquina,
sentí un jalón en mi mochila; esto me dio mala espina.

Me di la vuelta y vi a un chambón, tratando de correr como Usain Bolt.

Por suerte, tropezó y cayó cerca de un arbusto.
En su remera decía el nombre de Augusto.

Y luego de un disgusto, lo puse a cantar como gallina a punto de empollar.

El tipo me salió bocón como reportero con jaqueca.
Pero él no sabe que yo soy todo un karateka.

Y con esa jeta se detuvo en una grieta.

—¿¡Tú eres Iván!?

—¿Iván? No, no soy Iván,
pero soy alguien que está a punto de golpear a un patán.

—¡Tú eres Iván!

—¡Te he dicho que no soy Iván!

El tipo volvió a insistir.

—Tú eres Iván, no te hagas, cabrón.

Ahí fue donde me enojé y lo agarré por la cintura.
Y luego del golpazo, se fue a ver pajaritos como en las caricaturas.

Pero él me respondió con un sopapo en la nariz,
y yo le devolví un gancho a lo Mohamed Ali.

El rufián empezó a correr mientras me seguía diciendo Iván.

Yo lo perseguí por toda la San Julián hasta la calle de la gaceta, y ahí fue donde le di con la maceta.

El cabeza hueca tambaleándose se dirigió a su motocicleta.

Pero empezó a caérsele los pantalones.
Se leía el nombre de Augusto grabado en los calzones.

El susodicho logró escapar a trompicones
y, a diez pasos, estaba la profesora Dolores.

Me gané un buen sermón por llegar tarde.
No se comió mis excusas, pero logré entrar a clases.




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