Pienso y luego escribo

A veces no puedo controlar mis desahogos de escribir
porque mi corazón y mi mente no quieren dormir.

Puede que mis letras no sirvan para levantar el autoestima,
pero sí para dejar un mensaje que llegue hasta lo alto de una cima.

Mis rimas son tajantes, pero conllevan indulgencia.
Y son menos incómodas que el silencio o la indiferencia.

Si quieres respeto, habla menos y haz más.
Es más admirable un hombre de palabra que un locuaz.

Hace mucho que mi ortografía y redacción eran fatales.
Y si estás leyendo esto, espero no tener errores gramaticales.

Las palabras sin acciones, te convierten en su esclavo.
Sin voluntad y hechos, tus palabras no valen ni un centavo.

Más autocrítica y menos egoísmo.
El verdadero cambio comienza por uno mismo.

La envidia es algo con la que tendrás que lidiar en la vida.
Sin detractores ni problemas, la vida sería aburrida.

A algunas personas la verdad los agobia.
Solo trato de ser sincero, más que lo que fui con mi exnovia.

No sigo modas, ni ideas de gente que cubre las apariencias.
Yo tengo mi estilo, donde lo que no es normal marca la diferencia.

No importa si solo una persona lee mi diario.
Si el mensaje llega a uno, llegará a miles como una canción en la radio.

Las indirectas no me molestan ni me hacen sentir cohibido.
Pero yo prefiero decirlo todo con nombre y apellido.

Los conflictos no se resuelven con tanques ni metrallas.
Las únicas armas infalibles que uso son mis palabras.

Palabras más poderosas que cualquier bomba atómica,
pero capaces de lograr sin violencia una solución salomónica.

Hay momentos para reír y momentos para estar triste,
porque la infelicidad es necesaria para reflexionar y volver a tierra firme.

Ya me desahogué, ya que ahora empiezo a bostezar.
Y mi corazón y mi mente me dicen que es hora de descansar.

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